Las vacaciones por las Navidades comenzaron, así que no tenía que levantarme temprano para ir al colegio. Me removí perezosa en la cama, pero ya no sentía el calor de su cuerpo junto al mío. Una mueca de dolor se dibujó en mi rostro al notar que ya no estaba. Decidí levantarme y antes de bajar, pasé por el baño a lavarme los dientes. Cuando llegué a la cocina Kimmy estaba luchando con la sartén tratando de preparar unos huevos. Sonreí ante la imagen de su duelo.
—¡Ganador… la sartén por K.O.! —grité detrás de ella y me gané una mirada asesina en respuesta.
—Vete al diablo.
—Qué carácter hermanita. Deja que ya sigo yo.
Por supuesto no opuso ninguna resistencia y me entregó el mando de la cocina. Traté de salvar los huevos revueltos, metí un poco de bacon en la plancha y un poco de pan en la tostadora. Desayunamos solas, mamá ya estaba en el trabajo. Luego me puse a limpiar un poco y a hacer algunos deberes que nos dejaron en la escuela. Por la tarde Jenny vino a buscarme y fuimos al centro comercial. Aproveché que estábamos solas para comprar el regalo de Navidad para Jake, mi madre y Kim. Luego nos tomamos un café con un pecaminoso trozo de pastel de chocolate y volvimos a casa. Me dediqué a preparar la cena, esa noche tocaba macarrones con queso. Luego de cenar hablé un rato con Jake por teléfono y me metí a la cama a leer. En algún momento me quedé dormida.
***
Era Nochebuena y Kimmy estaba emocionada como si aún fuera una niña, al menos alguien tenía espíritu navideño.
Por la tarde Jake pasó por casa y charlamos por un buen rato en la hamaca del porche, mientras mamá preparaba la cena para esa noche. Antes de irse, me entregó una pequeña cajita negra y me hizo prometer no abrirla hasta que él viniera en la noche.
Como cada Navidad la amiga de mi madre María y su pequeño Theo cenaban con nosotras y luego mi madre nos arrastró hasta la iglesia. Para cuando volvimos era casi medianoche, subí corriendo a mi cuarto y esperé a que mi visitante nocturno llegara.
El ruido quejoso del árbol me advirtió que Jake estaba aquí. Sonreí abiertamente y abrí la ventana.
—Feliz Navidad muñeca —dijo tomándome por la cintura, acercando su boca a la mía y deteniéndose para que yo hiciera el resto. Me colgué de su cuello y lo besé. Primero suave y cariñoso, luego me dejé llevar por la pasión y profundicé el beso, mordí suavemente su labio inferior, él emitió un leve gemido y su beso se volvió violento y desesperado, nuestras lenguas se encontraron y comenzaron un baile sensual en nuestras bocas. Sus manos sujetaron hábilmente mi trasero y me dio un fuerte apretón en las nalgas.
—Deberíamos detenernos. Aún están despiertas —dije entre quejidos cuando logré separar ligeramente mi boca de la suya.
—De acuerdo… basta… —pero no se detuvo, volvió a hundirse en mi boca, me levantó del trasero, enroscó mis piernas en su cintura y me llevó hasta la cama.
—Por favor…
—En un minuto muñeca.
Me recostó con cuidado en la cama y entonces se alejó de mí. De inmediato me arrepentí y tomándolo por las solapas de la chaqueta lo volví a pegar a mi cuerpo. Y planté un casto beso en sus labios. Su risa se volvió contagiosa y ambos reímos.
—Abre tu regalo —me incitó entre susurros besando mi cuello, su aliento me hizo cosquillas y no pude evitar removerme bajo de él. A tientas alcancé la cajita que guardaba en mi mesa de luz y la abrí. Dentro descansaba una delicada cadenita de plata con un hermoso dije en forma de mariposa.
—¡Es hermoso! Gracias amor.
—¿De verdad te gusta?
—Por supuesto, no me lo sacaré jamás. Aunque tú eres mi mejor regalo.
—Y tú el mío.
—Ahora es tu turno —saqué una caja de la gaveta y se la entregué. Él la tomó con una sonrisa y rápidamente destrozó el papel de envoltura y encontró una billetera negra de cuero—. Ábrela amor —le indiqué y lo hizo, dentro había una foto nuestra que nos habíamos tomado hacía poco.
—Me encanta cariño. Es preciosa, pero lo mejor es tu foto.
—Nuestra.
—Nuestra, es cierto.
Las vacaciones de invierno se terminaron rápidamente era hora de volver a clases.
El señor P sabía que me encantaba escribir y siempre me animaba a hacerlo. Así que me ofreció hacer una obra, que yo misma la escribiera. Después de meditarlo por unos días accedí y comencé lo que yo llamaba: "Una versión del siglo XXI de Romeo y Julieta". En esta obra no eran sus familias quienes separaban a los amantes, sino las clases sociales, las amistades. Pero el amor todo lo podía y ellos luchaban para estar juntos, lo que aún no decidía era si triunfarían o no. El señor P me ayudaba por las tardes y de a poco armamos un gran guión.
Mi relación con Jake estaba cada día mejor. Seguíamos tan enamorados como siempre, o quizás más que antes. Tal vez el saber que en unos pocos meses debíamos separarnos, hacía que cada segundo que estábamos juntos fuera mejor. Y el sexo… bueno, no hubiera creído que iba a gustarme tanto, pero sí. No podía dejar de poner mis manos en él, y él en mí. Dex y Cristal parecían enemigos al lado nuestro. Tanto que Mike y Jenny no soportaban estar con nosotros. Supongo que también se debía a que ellos no se decidían a estar juntos, y en el fondo sentían un poco de sana envidia por nuestra relación.
Para finales de enero terminamos de escribir la obra, me decidí porque el amor triunfara. Los amantes se escapaban y vivían felices por siempre. El señor P se la presentó al profesor de teatro, quien se enamoró de inmediato y decidió representarla como la obra de fin de curso.
—Eres una gran escritora Rebecca. Espero que no desaproveches tu talento —me recordó en un tono paternal mi profesor favorito.
—¿Realmente lo cree señor P?
—Por supuesto. Creo en ti y sé que algún día veré una obra tuya en Broadway.
—Si eso pasa, usted será el primero en saberlo, confíe en mí.
En clase de teatro me convertí en la directora de la obra y debo confesar que me encantó y lo disfruté muchísimo. Después de los entrenamientos Jake pasaba por mí y caminábamos juntos hasta casa.
—Te veré esta noche muñeca.
—Estaré esperándote grandote —respondí juguetona cuando nos despedimos en el porche de mi casa.
El despertador sonó a las 6.30 a.m. y salté como un resorte de la cama, era muy temprano y sábado. Pero no me importaba, era el día de los enamorados, pero más importante aún, el cumpleaños de Becks. Y le tenía preparado un día maravilloso. Luego de la ducha bajé corriendo las escaleras y sin detenerme en la cocina salí de casa, tomé el auto de mi madre y manejé hasta la casa de Rebecca. Cuando llegué a su porche, llamé a la puerta, sabía que Karen estaría preparándose para ir a trabajar. Unos segundos después ella abrió con cara de sorpresa.—Buenos días Jake. ¿Te caíste de la cama?—Buenos días señora Baker. Madrugué para pedirle un favor.—Muy bien, dime.—Quisiera prepararle el desayuno a Becks y luego llevarla a pasear, no iremos lejos y cuidar&eac
La llegada de abril trajo consigo el tan esperado baile de promoción. Todos estaban ansiosos, como Junior, era la primera vez que podríamos participar y para los Senior, sería el último baile antes de la graduación. Durante el almuerzo Jenny y Cristal no paraban de hacer planes para ir de compras. Jake, Dex y Mike estaban más preocupados por los estatales que por el baile. Yo por mi parte, no podía dejar de pensar en lo poco que faltaba para que tuviéramos que separarnos. Los meses parecían haberse esfumado en un abrir y cerrar de ojos. Y si bien tratamos de disfrutar al máximo cada día, en el fondo ambos estábamos temiendo que terminaran las clases.—Tierra llamando a Becks —bromeó en mi oído Jake. Traté de dibujar una sonrisa, pero no llegó a mis ojos.—Hola.—¿Otra vez amor?—No pasa nada
—Debes dejar de perder el tiempo Jake. Pronto serás un hombre —mi padre no me daba tregua, cada día lo mismo. Se la pasaba quejando que aún no tenía nada resuelto y en unas semanas estaría en la escuela de infantería.—Déjame disfrutar el tiempo que me queda aquí —me quejé cansado de sus sermones.—Crece de una vez. Es solo una chica. Conocerás miles durante tu vida.—Estás equivocado.—Ya verás Jake. El diablo sabe más por viejo que por diablo.—¿Puedo retirarme? —pregunté levantándome de la mesa, mi madre asintió y subí a mi habitación.Me tiré boca abajo en la cama. Rendido de las peleas, la tristeza por tener que irme y dejar a Becks, a mis amigos, a mi ciudad.Tarde en la noche me escabullí, como de costumbre, en el dormitorio de Re
El comienzo del verano trajo consigo una eterna despedida. Teníamos las semanas contadas para estar juntos, antes de la partida de Jake. Me armé de coraje, no me permití llorar y desperdiciar nuestro tiempo juntos.Pasamos cada tarde en el muelle más apartado de la marina, solo los dos. Por la noche nos reuníamos con algunos amigos. Aunque otros como Mike, Dex y Cristal estaban de vacaciones fuera.Jenny no me sacaba el ojo de encima, sabía por descontado, que, aunque lucía una gran sonrisa, por dentro lloraba a mares.Por las noches paseábamos por la ciudad. O íbamos al cine y a cenar. Algunas noches nos juntábamos en la playa alrededor de una fogata. Fueron varias las noches que nos permitimos beber unas cuántas cervezas para tratar de llevarlo lo mejor posible esos días.A modo de sorpresa le preparé a Jake un video casero con saludos de todo el mundo. Y un recor
El primer día de clases se sintió raro. Jake no estaba para acompañarme a la escuela, en su lugar Kimmy comenzaba en la prepa.Esa mañana caminamos en silencio, al menos, yo. Kim se la pasó hablando todo el camino, de lo emocionada que estaba por comenzar en una nueva escuela. Y de las ganas que tenía de hacer nuevos amigos. Yo no podía dejar de pensar en lo diferente que sería todo desde ahora.Cuando llegué a mi casillero me abordó la primera sensación de vacío. Luego en la cafetería me volvió a pasar lo mismo. Cristal, Jenny y yo almorzamos con tristeza. Nuestros chicos se habían ido. Dexter se marchó a la Universidad de Colorado y Mike a la Universidad de Míchigan. Finalmente, Jenny nos confesó que ella y Mike habían estado juntos en la fiesta de despedida de Jake. Así que sumábamos un nuevo coraz&oacut
Pasé las dos horas que tuve que esperar por los resultados armando y desarmando mil escenarios en mi cabeza. Y cuando estaba a punto de salir corriendo, el médico regresó.—Bien Rebecca. Estás embarazada. Por el conteo calculo que de unas siete semanas.—No puede ser… —dije entre lágrimas. Él se acercó a mí y me palmeó la espalda tratando de reconfortarme.—Tranquila pequeña. No es el fin del mundo. Tienes muchas opciones. Mira este folleto y pide una cita con la doctora Gallaham. Ella te orientará y ayudará. Pero debes comenzar a alimentarte mejor, estás un poco anémica.—De acuerdo. Gracias.—Debo decirle a tu madre, eres menor de edad.—No, por favor… yo se lo diré.—Lo siento, no puedo hacerlo.—Por favor. Se lo diré yo. Solo dígale que est
Las lágrimas rebalsaron por mis ojos. No podía creer lo que veía. No parecía Jake el que hablaba. ¿En qué se había convertido? ¿Cómo pudo dejar de amarme en tan poco tiempo?¿Embarazo no deseado? Bueno, no lo buscamos es cierto. Pero aquí está y no lo había hecho yo sola.«Olvídame. Como yo te he olvidado a ti», resonó en mi cabeza.Por eso no me escribía, se olvidó de mí. No me amaba más. Inconscientemente llevé mi mano a mi imperceptible vientre.—Lo siento manchita —dije entre sollozos.Kimmy salió de la casa, me vio en ese estado y se asustó.—¿Qué pasa Becca? —preguntó mientras se sentaba a mi lado. Pero las palabras parecían haberse desvanecido. Le entregué la carta y hundí mi rostro entre mis manos.
Dos días después, yo seguía sin reaccionar y no podía hacer que Kim parara de llorar. Fuimos hasta la morgue para pedir el cuerpo de mi madre, pero necesitaban un adulto responsable y no quisieron dármelo. Pregunté qué fue lo que había pasado con ella, mi madre siempre tuvo buena salud. El médico forense me explicó que la autopsia reveló que un aneurisma en su cerebro estalló sin previo aviso. Me preguntó si ella sufría de migrañas y le dije que sí, casi diariamente, pero que nos repetía que era solo cansancio. También me dijo que no había nada que yo pudiera haber hecho, que tarde o temprano, esto iba a pasar.Kim y yo seguíamos sin ir a la escuela. No teníamos ni las fuerzas, ni la cabeza para eso ahora. Yo continuaba desarmando mi cerebro, buscando una solución. No quería que nos llevaran a un hogar, ni que me sepa