Capítulo 96
—No sé qué decirte al respecto, solo prefiero creer que también fue sincero contigo, tal vez ya no los necesita, al fin y al cabo la depresión también puede curarse.

—Sí, eso quiero creer —se quitó las lágrimas traviesas de su cara —. Estela, de seguro debes hacer muchas cosas.

—Sí, aunque todavía tengo un poco de tiempo de descanso. Un día de estos podremos quedar, hace falta.

—Opino lo mismo.

Después de hablar un poco más, finalmente se despidieron.

***

Aria llegó al jardín de infantes justo a tiempo para recoger a los trillizos. Los tres pequeños se emocionaron al verla y corrieron hacia ella.

—¡Mamá! —gritaron al unísono, abrazándola con fuerza.

—¡Hola, mis niños! ¿quién quiere comer un helado? —cuestionó y de inmediato los tres saltaron de la alegría.

—¡Sí! Yo quiero un delicioso helado, mamá.

—Yo también —dijo el niño con sus ojitos brillando.

—Mamá, ¿podré elegir el más grande? —soltó Arthur y Aria asintió.

—Vale, entonces vamos a la heladería —
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