Capítulo 100

Abigail, durante la madrugada, salió de la cama con cuidado de no despertar a su marido, quien estaba profundamente dormido. Con pasos sigilosos, se dirigió al exterior y pronto descendió por las escaleras que conducían al sótano, ese lugar al que recurría pocas veces y que ahora visitaba con mayor frecuencia. Estar allí era torturarse una vez más, pero de alguna manera no podía dejar de visitar ese sitio, un lugar que contenía los recuerdos del pasado y, sobre todo, la memoria de Julieta.

Con lentitud, se acercó a una de esas cajas donde las cosas de Julieta permanecían. No solo había fotografías por doquier, también había ropa de ella y...

—¿Sabes que? Siento que me vas a volver loca, no dejas de venir una y otra vez a mi cabeza, sé que lo que pasó ese día va seguirme por el resto de mis días. ¡Deja de torturarme!

Abigail arrojó el portaretratos de nuevo dentro de la caja con el resto del contenido y frustrada se agarró los costados de su cabeza, lanzando un grito al aire. Julieta
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