Máximo, tras la salida de Abigail, permaneció un rato más en el sótano. Él, revisando entre las cosas de su difunta esposa, se sumergió inevitablemente en el pasado. Aunque no la amó profundamente, había un pedazo de hierro atravesando despiadadamente su pecho. Volverla a mirar aunque sea una vez más, en aquella fotografía, le afectaba. Ella fue demasiado débil, lo único poderoso que logró obtener tras su muerte, fue su dinero. Así es como logró conseguir que la compañía Kensington se volviera aún más fuerte de lo que ya. —¿No crees que te fuiste muy pronto? Pero así es la vida, impredecible. Ha pasado mucho tiempo, pero es curioso que aún te recuerde como si fuera ayer. Tal vez ese es mi castigo. Y, apagó las luces, saliendo de allí. Cuando volvió a la cama, Abigail aparentemente estaba dormida o solo estaba fingiendo dormir plácidamente. En todo caso, él giró dándole la espalda y cerró los parpados. "Máximo, soy afortunada de tenerte, mi sueño es ser mamá. Y tú, ¿qué piensas de
Esa mañana, Abigail se sentía inquieta. Había algo que necesitaba compartir con Máximo, un secreto que había estado guardando durante demasiado tiempo. Se sentó frente a él en la cocina.Abigail, aunque había tomado la decisión de revelar la verdad sobre lo ocurrido aquel fatídico día, sentía una lucha interna. Algo en su interior le susurraba que hablar sería un error, como si confesar significara ponerse una soga en el cuello. Sin embargo, ya nada de eso le importaba. Mientras se mantenía en silencio, experimentaba una sensación cada vez más amenazante; se sentía como si estuviera ahogándose.La sombra de la muerte de Julieta, que la había acompañado a lo largo de los años, se había transformado en una soga que le quitaba el aire y estrangulaba su cuello. Cada día era un recordatorio de su ausencia, y cada pensamiento sobre lo que había sucedido la atormentaba. La culpa la acechaba de día y noche, a donde sea que fuera. Abigail sabía que debía enfrentar sus demonios, asumir lo que
Maxwell se encontraba bastante atareado en su trabajo. Afortunadamente, había terminado algunas pendientes y ya podía estar un poco más tranquilo. Sin embargo, el día seguía cargado de tareas por hacer, y la inesperada aparición de Noah no ayudaba a su concentración.—¿No tienes ni siquiera un poco de tiempo para salir a tomar algo? —quiso saber Noah, con un tono de preocupación—. Claramente, el trabajo es importante, pero también deberías apartar un poco de tiempo para ti.—No puedo hacer eso en este momento. Ya habrá alguna oportunidad; el proyecto en el que estoy es demasiado importante y debo dedicarme completamente a eso —emitió, con un tono decidido.El moreno, ante la respuesta de su amigo, simplemente asintió con la cabeza y dejó escapar un pesado suspiro.—Maxwell, ¿cómo va la situación con tus padres? —de pronto se interesó en saber el abogado.Maxwell conectó con él y expiró, sintiendo el peso de la conversación.—Mis padres siguen aferrados a la misma idea. No les voy a da
Pronto Noah, Estela y Elena, se dirigieron al acuario con los pequeños. Los trillizos no podían contener su emoción tampoco paraban de hablar sobre a donde iban. Cuando estuvieron en el acuario, las miradas plagadas de sorpresa y las sonrisas no faltaron. Nunca antes en sus vidas habían estado en un acuario. Sus ojitos brillaban al ver aquel mundo acuático. Era increíble. Estaban atravesando son túnel de vidrio que sumergía a todos los visitantes en un mundo completamente diferente. A su alrededor No solo habían peces de diversos colores que nadaban de un lado al otro, también habían otros animales que solo había mirado por la tele. Otros ni siquiera eran conocidos a la vista de los niños. Los trillizos estaban boquiabiertos cuando de pronto un gran tiburón pasó cerca. —¡Es un tiburón! —exclamó Arthur —. Es mucho más gigante que el de la tele. Sus hermanitos no podían creer lo que estaba mirando, con los ojos desorbitados. —¡Ojalá pudiera nadar con un tiburón! —mencionó Maximilia
Aria había pensado en regresar a casa después de un largo día de trabajo, pero cuando el equipo sugirió salir a cenar juntos, no pudo negarse. No quería arruinar los planes ni ser la única que se quedara atrás. Así que, con una sonrisa, se unió a sus compañeros mientras se dirigían a un restaurante cercano.El ambiente en el restaurante era animado, y todos parecían disfrutar de la compañía. Luna, de pronto elevó su copa. —¡Estoy tan feliz de trabajar con todos ustedes! Este equipo se merece más, ¡y estas cenas son una gran manera de fortalecer nuestra conexión! No hay duda de eso.Los demás asintieron, y Aria también sentía lo mismo. Laura, fue la siguiente en intervenir con una sonrisa amplia en la cara. —Tienes razón, Luna. La cena en equipo y generalmente todo lo que se hace, además el trabajo, nos ayudan a fortalecer esa relación que ya tenemos y ayuda muchísimo a la hora de trabajar juntos en el estudio. Por eso pienso que es algo que podríamos hacer a menudo o más habitual,
Aria King era la secretaria de Maxwell Kensington desde hacía varios años. Era una mujer trabajadora y se sentía afortunada de trabajar para el CEO y presidente de Kensington Company, quien, más allá de ser su jefe, era un amigo cercano. Se conocían desde que ella era una niña, lo que había forjado un vínculo especial entre ellos.Ahora a sus veinticinco años, podía pagar las facturas, dormir tranquila en su decente departamento y continuar al lado de Maxwell, obteniendo más conocimiento. ¿Qué si su vida era color rosa? No, en absoluto. Aria debía lidiar con las exigencias de su jefe, un adicto al trabajo y obsesivo por la perfección y puntualidad. Aún así, era su amigo de la infancia, su jefe y se acostumbró. —¿Nos vamos? —Sí, vamos —confirmó dándole un vistazo con sus profundos ojos azules. Kensington era un tipo alto, fornido, de rasgos masculinos, realmente atractivo. El espécimen que volvía loca a las mujeres, que a su paso, capturaba la atención. Su cabello oscuro prolijo,
Al salir del baño, Aria avistó a la distancia a Maxwell solo. Para su sorpresa, él estaba bebiendo. Era inusual verlo así, ya que Maxwell rara vez consumía alcohol; siempre decía que le nublaba el juicio y lo hacía actuar de manera tonta.Se acercó con prontitud a él. —Maxwell, ¿estás bien? —inquirió Aria, tratando de ocultar su propio dolor.Él levantó la vista, y su expresión cambió al notar la angustia en el rostro de Aria.—Sí, solo necesito relajarme un poco —aseguró, su voz un poco más grave de lo habitual.—¿Dónde está el señor Collins? —Hace unos minutos se fue, le surgió un imprevisto. —Ya es tarde, deberíamos ir a descansar. Él continuó bebiendo mientras Aria lo miraba con desaprobación. —Maxwell, ¿qué crees que estás haciendo? —inquirió tratando de mantener la calma —. Deja de beber, te embriagarás. ¿Recuerdas la última vez que bebiste? Terminaste llorando como un crío por aquel gatito sin hogar, por favor detente. —Solo… esta vez—balbuceó él, intentando sonreír, pero
La mañana llegó y la torturó con su claridad, parpadeó varias veces encontrándose en la suite presidencial completamente sola, en una cama gigantesca, además de eso y lo más bochornoso, es que estaba desnuda. Se sentía expuesta incluso con las sábanas cubriendo su piel pálida, de inmediato se llevó ambas manos a la boca y abrió los ojos de par en par, recordando de súbito todo lo que pasó la noche anterior. Chilló al volver a ese escenario prohibido y desastroso, en el que ellos dos protagonizaron sin pudor. —¿Qué es lo que hice? —comenzó diciendo, todavía aturdida, es que no podía huir de la vergüenza que sentía en ese momento. Aria quería tomar el primer vuelo a Japón y no mirar atrás, eso era lo que cruzaba su mente en medio de la desesperación. Durante todos esos años, nunca pensó que terminaría acostándose con su jefe, más allá de eso, su amigo de años, alguien con quien nunca creyó que se enredaría; definitivamente había perdido la cabeza, como si no fuera suficiente el rec