Capítulo 40

Al día siguiente, el sol brillaba radiante y parecía una perfecta oportunidad para cambiar de ambiente. Estela, habitual energía, decidió que un día de compras sería lo ideal para que Aria se distrajera.

—¡Vamos, Aria! —expresó, emocionada mientras se arreglaba—. Necesitamos salir un poco. Quiero comprarle unas ropitas a los trillizos como regalo. ¡Tú eliges lo que quieras!

Aria sonrió, aunque una parte de ella se sentía incómoda. 

—Estela, no es necesario que gastes tu dinero en eso. Realmente, no quiero que lo hagas.

—No me hagas caso —expresó sacudiendo la mano con despreocupación—. Quiero hacerlo. Vamos, será un buen momento.

Aria no pudo resistirse a la emoción de su amiga. Sonriendo, finalmente cedió. 

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