—Me debías este café —comenzó diciendo Estela, esa mañana, mirando a Melisa y ella asintió con una sonrisa en los labios. —Sí, deberíamos hacer planes para salir en otra ocasión. —Lo apuntaré mentalmente, también suena genial. Así que siguieron platicando, hasta que llegó el momento de la despedida. Luego de eso, Noah pasó por ella y fueron a comer juntos a un restaurante lujoso para almorzar, aunque lo más importante para ella, era estar con Noah viviendo momentos que luego guardaría en su corazón. *** Aria, recibió ese día dos fotografías más en donde finalmente estaba viendo el rostro de esa mujer con la que Maxwell se había enredado. Aria abrió los ojos de par en par y se cubrió la boca. —Amanda, m*****a sea, es Amanda —escupió mientras estaba encerrada en el cubículo del baño para evitar que las personas se dieran cuenta de su situación. Su corazón ahora mismo recibía un golpe. Sintió que de un momento a otro todo se volvía borroso y respirar una labor titánica. Con ra
por unAria se despertó temprano y se preparó para llevar a los trillizos al jardín de infantes. Apenas podía encargarse de hacer el desayuno, y aunque quería centrarse en eso, su mente seguía girando en torno a las fotografías. Su corazón estaba destrozado; dolía demasiado, pero al fin había tomado la decisión de hablar con Maxwell. Justo lo haría ese día, después de llevar a los niños al jardín.—¡Niños, por favor, dense prisa! No quiero llegar tarde al trabajo, y apuesto a que ustedes tampoco quieren llegar tarde al jardín de infantes.La pequeña Ariadna apareció en la cocina, robándole una tostada a su madre y comiéndola con avidez. Cuando Aria la miró, Ariadna solo se encogió de hombros y le dedicó una inocente sonrisa.—Ve, llama a tus hermanitos para que también se apresuren, ¿de acuerdo?Ariadna obedeció de inmediato y corrió a avisarle a sus hermanos, Maximiliano y Arthur, que se dieran prisa.—¡Ya vamos, mamá!***Esa mañana, Estela se encontraba en la cocina preparando el d
Amanda tenía las manos temblorosas y era incapaz de sostenerle la mirada a Maxwell. Sabía que su final se acercaba, que ya no iba a funcionar como ella quiso, o se odiaba a sí misma por haber enviado esas últimas dos fotografías por error en un desliz de su dedo.—¿Tienes algo que decirme?—Sí, el empresario alemán...—Basta, no quiero saber nada de trabajo en este momento. Apuesto que tienes algo más importante que decirme.—No sé qué es lo que quiere escuchar, señor Maxwell.—¿Continuarás aferrada al silencio y a la mentira? No entiendo cómo pudiste ser capaz de hacer algo así. Confíe en ti y te di oportunidades maravillosas que cualquier otra persona hubiera querido. El hecho de estar en esta compañía ya debe ser algo importante para ti; no cualquiera puede ingresar aquí, sin embargo, actuaste muy mal.—¿Por qué me dice eso?—Supongo que tienes memoria a corto plazo, así que voy a refrescarte la mente —le respondió claramente con un tono sarcástico. Ella al fin levantó la cabeza y
Máximo, enfadado, volvió a marcar el número telefónico de Sebastián, pero nuevamente el hombre no había tomado la llamada. Trató de contener su ira, aunque era una tarea complicada. Abigail pasó por ahí con una taza en la mano mientras clavaba los ojos en su marido.—¿Te ocurre algo, Máximo? —quiso saber, después de darle un segundo sorbo a su bebida caliente.—No es algo de tu incumbencia. Además, ¿por qué no estás en la cama? —casi se lo reclamó, y ella lo ignoró, sentándose en el sofá.—¿Crees que soy una niña o algo parecido? Además, después del infarto, no quiero estar solo postrada en una cama. Ya me siento mejor.—¿Acaso estás buscando que te dé un segundo infarto? Esta vez podría ser fulminante.—No, solo estoy sentada, bebiendo algo. No estoy haciendo nada que altere mi salud, así que deja de exagerar.Él resopló.Luego de eso, Máximo se sentó a su lado, aún pendiente del teléfono, esperando de alguna manera recibir una llamada de parte de Sebastián. No ocurrió.Abigail se di
Años atrás Julieta estaba en su habitación, absorta en el acto de acurrucar a su pequeño bebé recién nacido, Maxwell. Eran momentos de pura ternura; su pequeño era un niño precioso, su angelito, y cada vez que lo sostenía en sus brazos, sentía que el mundo se detenía. Con cada suave movimiento, Julieta se perdía más en su amor por él. Era su debilidad, su razón de ser, la persona por la que daría su vida y lo protegería de cualquier maldad que pudiera acecharlo. Mientras lo miraba dormido, le susurró en voz baja:—Siempre estaré contigo, sin importar lo que pase. Eres lo más hermoso que me ha pasado en la vida, y soy afortunada de tenerte.Sus palabras estaban llenas de amor hacia su pequeño hijito. Ella sabía que su papel como madre era un privilegio, y estaba decidida a ser la mejor para él.Lo que Julieta no sabía era que Máximo, estaba en el umbral de la puerta de la habitación, observándola. Desde su posición, podía ver la dulzura en el rostro de Julieta mientras acariciaba al
Alessandro no podía dormir esa noche. Era como si el insomnio se apoderara de su cuerpo y no lo dejara en paz. Intentó buscar la manera de conciliar el sueño tomando un poco de té, pero eso no funcionó. Su mente seguía girando en torno a la vida de su hija, y cada vez se sentía más preocupado.—Cariño, ¿por qué no estás en la cama? —preguntó Jasmine, mirándolo con curiosidad. Alessandro alzó la cabeza y conectó con sus ojos, tomando una profunda bocanada de aire.—No puedo conciliar el sueño. Lo intenté durante un largo rato en la cama y finalmente me preparé un té para ver si lo logro. Pero creo que tampoco surtirá efecto.Jasmine hizo una mueca y, lamentándolo, se acercó a él y lo abrazó por detrás, dejando un beso en su mejilla.—Todos estos días has podido dormir bien, pero ahora pareces demasiado preocupado. Por favor, dime qué es lo que está pasando y si puedo ayudarte.Él exhaló.—Nuestra hija merece ser feliz, pero tengo un terrible presentimiento de que al lado de Maxwell no
Estela terminó de hacer unas cosas en el trabajo y luego ingresó a la oficina de Noah. Él estaba completamente enfrascado en un caso importante, que lo tenía bastante estresado. Estela se acercó y rodeó el escritorio; sabía que tenía muchísimo trabajo por hacer, pero aún así tenía que darse un poco de tiempo para descansar. No quería verlo saturado.—¿Por qué no terminas eso después? Tengo entendido que todavía tienes dos meses. —Lo sé, pero es que es bastante complejo. Me gustan los retos, pero este es un verdadero desafío. También lo hago porque tengo algunos planes, después te diré. —También te irá bien, no te preocupes por eso. Sin embargo, hazme caso y vamos a comer algo por allí. ¿Te gustaría un postre italiano? Hay un famoso lugar por aquí que los vende —intentó convencerlo y él la miró con una sonrisa.—De verdad me gustaría ir, pero no puedo dejar esto de lado. Mientras más trabaje en esto, me sentiré menos estresado. Sin embargo, te prometo que podríamos hacer algo después
Durante el resto de la jornada laboral, Aria no pudo concentrarse como al principio; su mente giraba en torno a lo que Sebastián había insinuado sobre Maxwell. La inquietud se apoderó de ella, y finalmente tomó la drástica decisión de dejar el diseño para más tarde. Cuando el bullicio del día se desvaneció, recogió sus cosas con premura. Al salir, notó que Luna la miraba con una expresión de preocupación, como si hubiera querido decirle algo, pero Aria ya se había marchado, dejando a su amiga con una sensación de inquietud. En el camino hacia su auto, Aria recibió un mensaje de Sebastián, indicándole que quería encontrarse en un restaurante que solía estar bastante vacío. La idea de verlo de nuevo le provocó un nudo en el estómago. Condujo hacia la dirección indicada, sintiendo cómo sus nervios escalaban hasta lo más profundo de su ser. La ansiedad la invadía, cuestionándose si realmente era una buena idea reunirse con él. Por un lado, no podía ignorar las dudas que la acechaban so