Capítulo 120

Años atrás

Julieta estaba en su habitación, absorta en el acto de acurrucar a su pequeño bebé recién nacido, Maxwell. Eran momentos de pura ternura; su pequeño era un niño precioso, su angelito, y cada vez que lo sostenía en sus brazos, sentía que el mundo se detenía.

Con cada suave movimiento, Julieta se perdía más en su amor por él. Era su debilidad, su razón de ser, la persona por la que daría su vida y lo protegería de cualquier maldad que pudiera acecharlo.

Mientras lo miraba dormido, le susurró en voz baja:

—Siempre estaré contigo, sin importar lo que pase. Eres lo más hermoso que me ha pasado en la vida, y soy afortunada de tenerte.

Sus palabras estaban llenas de amor hacia su pequeño hijito. Ella sabía que su papel como madre era un privilegio, y estaba decidida a ser la mejor para él.

Lo que Julieta no sabía era que Máximo, estaba en el umbral de la puerta de la habitación, observándola. Desde su posición, podía ver la dulzura en el rostro de Julieta mientras acariciaba al
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