Durante el resto de la jornada laboral, Aria no pudo concentrarse como al principio; su mente giraba en torno a lo que Sebastián había insinuado sobre Maxwell. La inquietud se apoderó de ella, y finalmente tomó la drástica decisión de dejar el diseño para más tarde. Cuando el bullicio del día se desvaneció, recogió sus cosas con premura. Al salir, notó que Luna la miraba con una expresión de preocupación, como si hubiera querido decirle algo, pero Aria ya se había marchado, dejando a su amiga con una sensación de inquietud. En el camino hacia su auto, Aria recibió un mensaje de Sebastián, indicándole que quería encontrarse en un restaurante que solía estar bastante vacío. La idea de verlo de nuevo le provocó un nudo en el estómago. Condujo hacia la dirección indicada, sintiendo cómo sus nervios escalaban hasta lo más profundo de su ser. La ansiedad la invadía, cuestionándose si realmente era una buena idea reunirse con él. Por un lado, no podía ignorar las dudas que la acechaban so
Aria ya no fue la misma desde que supo esa verdad oculta. Durante todo el camino de regreso a casa, se sentía extraviada en sus propios pensamientos mientras trataba de entender cómo era posible que Maxwell no era realmente el hijo biológico de Abigail. Más allá de eso, se preguntaba intensamente qué había llevado a Máximo a ocultarlo por tanto tiempo, incluso continuaba con la mentira. Ella no sabía qué hacer en ese momento; se sentía atrapada en una profunda indecisión. Por un lado, quería hacer lo correcto, y por otro, deseaba no alborotar el avispero. En realidad, no sabía qué camino tomar.—¿Y si de pronto alguien más ya lo sabe? —se preguntó, confundida—. Tal vez lo sabe y se está haciendo el desentendido.Frustrada y llena de inseguridad, golpeó el volante de su auto y se detuvo de pronto, respetando la señalización del semáforo.Sentía su corazón ultrajado y su mente encarcelada por tantos pensamientos enredados al mismo tiempo.Ese día, recibió una llamada de parte de Elena
Se puso una cómoda pijama y se sentó en posición de indio sobre la cama, con la tablet entre sus piernas. A medida que la pantalla se iluminaba, volvió a sumergirse en sus pensamientos, cada vez más intranquilos.Así que Máximo realmente se había atrevido a contratar a alguien para vigilarla, y esa persona era nada menos que su exnovio, Sebastián. Aún no podía creerlo; eran demasiadas casualidades juntas. ¿Qué objetivo podía tener Máximo al vigilarla? Solo de pensar en lo que él podría ser capaz de hacer, un temblor recorrió su cuerpo. ¿Qué demonios estaba intentando conseguir con eso? La inquietud la invadía, y cada vez se sentía más intrigada por las razones que motivaban a Máximo a mantenerla bajo observación, como si hubiera cometido un crimen. Además, la mención de Sebastián sobre otra verdad oculta, que supuestamente era perturbadora, le enviaba un escalofrío desde los pies hasta la cabeza. La incertidumbre la mantenía en vilo; no sabía qué esperar y eso la atormentaba.Después
Cuando abrió los ojos por la mañana, lo primero que hizo fue palpar a su lado, pero estaba vacío. Suspiró hondo y se sentó sobre la cama; Maxwell ya se había ido. Hizo un puchero y luego se miró a sí misma, aferrando las sábanas a su cuerpo desnudo. La sonrisa apareció en su cara al recordar lo que hicieron, y entonces sintió el calor atrapando cada capa de su piel.Se alarmó demasiado cuando vio su reloj, que marcaba casi las 10 de la mañana. Abrió los ojos de par en par, sin poder dar crédito a la hora; ya era demasiado tarde. Maldijo en voz baja, poniéndose en marcha. Con razón el silencio envolvía la casa, puesto que solamente estaba ella allí.Aunque, después de tomar una ducha y vestirse, vio a Elena moviéndose en la cocina.—Buenos días, Elena —saludó.En ese momento, Aria pensó si Elena había visto salir a Maxwell de allí o no. Entonces se puso nerviosa.—Aria, espero que hayas tenido un buen descanso. No te desperté porque creí que estabas bastante agotada, lo siento.—Si lo
Máximo se sentó en su oficina, rodeado de un silencio inquietante que le otorgaba una extraña tranquilidad. Había tomado una decisión que cambiaría el rumbo de su vida y, sin duda, el de Aria. La certeza de que ella no podría revelar su secreto a Maxwell le otorgaba una paz que no había sentido en mucho tiempo. —Esto es lo mejor, —murmuró para sí mismo, mientras aparecía una maligna sonrisa en su cara. Había contratado a un sicario, un profesional que se encargaría de eliminar cualquier amenaza que Aria pudiera representar. La idea de que su plan estaba en marcha lo llenaba de una satisfacción oscura.Algo que no sabía cómo explicar. Sin embargo, estaba pidiéndole al cielo que todo saliera tal como lo planeó. Mientras tanto, Aria conducía con dirección a la compañía de Maxwell. Su mente estaba ocupada en pensamientos sobre su relación con él y como la vida se empeñaba en poner bolas curvas en su camino. Era como si el peligro siempre la estaba acechando. De repente, un enorme ca
Estela, con el corazón en un puño, tomó su teléfono y marcó el número de Alessandro. La voz de del padre de Aria resonó al otro lado de la línea, y ella apenas pudo contener las lágrimas.—Alessandro, necesito que vengas al hospital. Aria ha tenido un accidente —dijo, su voz temblando.—¿Qué? ¿Cómo? —preguntó él, claramente alarmado.—No tengo todos los detalles, pero está en cuidados intensivos. Salió de cirugía hace un momento —respondió Estela, sintiendo que la angustia la invadía.—Voy en camino. Jasmine y yo estaremos allí de inmediato —prometió Alessandro, y Estela sintió un pequeño alivio al saber que ya los había puesto al corriente. Después de colgar, Estela se quedó en medio del pasillo del hospital, sintiendo es que la pesadilla todavía no terminaba. Allí todo se sentía demasiado frío y el tiempo pasaba con lentitud. Fue entonces cuando apareció Noah, quien la abrazó con fuerza, sabiendo la situación tan difícil por la que ella estaba atravesando. —Estela, ¿estás bien?
En ese momento apareció Maxwell con la cara marcada por el dolor, era evidente en su rostro la angustia que lo rodeaba y la tristeza profunda que llenaba sus ojos. Jasmine, al verlo, corrió hacia él y lo abrazó con fuerza, sintiendo que ambos compartían el mismo sufrimiento. Sus ojos estaban hinchados y rojos de tanto llorar, reflejando la desesperación que había sentido desde que se enteró del accidente.—Maxwell, lo siento tanto —emitió Jasmine, su voz temblando mientras lo sostenía.Maxwell respiró hondo, intentando encontrar las palabras idóneas.—Ya me estoy haciendo cargo de los gastos y de todo el papeleo en la clínica —anunció. Alessandro, que había estado observando de cerca, se acercó y le dio las gracias.—Te lo agradezco, Maxwell. No sé qué haríamos sin tu ayuda en este momento. También sé que estás sufriendo por todo lo ocurrido —soltó con voz débil. Maxwell asintió, tratando de mantenerse firme. —Deberías ir a casa y descansar un poco —sugirió Alessandro, con preocup
Al día siguiente, se removió en la cama y sonrió un poco al ver que Noah había amanecido a su lado, como había prometido. No quería despertarlo, así que salió de la cama con cuidado y decidió preparar el desayuno. Aunque la situación anterior seguía golpeando con fuerza su mente, se esforzó por mantenerse enérgica y positiva. Estela se dispuso a preparar un desayuno americano; todo lo que necesitaba estaba sobre la mesa y se puso manos a la obra.—¡Buenos días! ¿Por qué huele tan bien? —saludó el moreno apareciendo por detrás y abrazándola. Ella sonrió y le explicó lo que estaba haciendo.—Ahora mismo intento que las tostadas no terminen quemadas.—Te echaré una mano —decidió Noah, luego de dejar un dulce beso sobre su cuello.Noah comenzó de inmediato a hacer los huevos.—He mejorado bastante en la cocina, ¿eh? —le dijo, haciendo que él sonriera—. Oye, no estoy mintiendo. En realidad, ahora me va mucho mejor que antes.—Lo sé, no he dicho nada malo.—¿Has hablado con Maxwell?—No, ha