32. CECILIA

Cecilia guardó silencio por un momento mientras escuchaba a la joven, quien no dejaba de insistir y decirle que estaba actuando mal.

—Señora, no le corresponde a usted decidir eso, sino al señor Manuel. Si quiere divorciarse, que lo haga. No es feliz con esa mujer —trataba de convencerla—. Además, esto afectará mucho a su hija. No es justo que no le permita pasar los últimos días de su vida con su madre.

Cecilia la miró en silencio. Sabía que tenía razón en algunas cosas, pero Lianet era el tesoro más preciado que la vida le había dado, fruto del gran y único amor con Manuel Limonta. Su hija estaba empezando su vida, sus sueños. ¿Cómo podía sacarla de su enfoque en los estudios para que la acompañara? No, ella no iba a robarle los sueños a su pequeña de irse a Berlín a estudiar en esa universidad que tanto le gustaba. Y eso es lo que iba a pasar si Lianet se enteraba de su enfermedad. Ella nunca se iría.

—No puedo hacerle eso a mi hija, Melisa. Debes entenderlo. No te atrevas a decirl
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