36. ENCUENTROS

Los jóvenes avanzan por la amplia explanada que separa el hipódromo del lugar donde las casas rodantes tienen permiso de estar, conversando entre ellos. Delante van Nadir, Ismael y Raidel, mientras que Nina y Lianet van un poco más atrás, abrazadas.

—¿Tú realmente crees eso, Nina? —pregunta Lianet al escuchar la respuesta de su amiga— ¿Crees que el señor Harrison fue quien puso los pinchos en las sillas?

—No lo sé con certeza, Lianet. Lo importante es que Nube y Ébano están bien. Así que respira hondo y tranquilízate. Te prometo que si fueron Hans y su grupo, pagarán las consecuencias. Ya lo verás —afirma Nina, imaginando las represalias que su padre, quien adora a los caballos, tomará cuando se entere.

—No te metas en problemas, Nina. Deja que los jueces se encarguen —dice Lianet seriamente.

—Tú nunca cambias, Lía —dice Nina incrédula de que, a pesar del atentado que sufrieron, su amiga quiera que los jueces resuelvan todo, sabiendo que están claramente comprados por Harrison. Solo h
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