Los jóvenes avanzan por la amplia explanada que separa el hipódromo del lugar donde las casas rodantes tienen permiso de estar, conversando entre ellos. Delante van Nadir, Ismael y Raidel, mientras que Nina y Lianet van un poco más atrás, abrazadas.—¿Tú realmente crees eso, Nina? —pregunta Lianet al escuchar la respuesta de su amiga— ¿Crees que el señor Harrison fue quien puso los pinchos en las sillas?—No lo sé con certeza, Lianet. Lo importante es que Nube y Ébano están bien. Así que respira hondo y tranquilízate. Te prometo que si fueron Hans y su grupo, pagarán las consecuencias. Ya lo verás —afirma Nina, imaginando las represalias que su padre, quien adora a los caballos, tomará cuando se entere.—No te metas en problemas, Nina. Deja que los jueces se encarguen —dice Lianet seriamente.—Tú nunca cambias, Lía —dice Nina incrédula de que, a pesar del atentado que sufrieron, su amiga quiera que los jueces resuelvan todo, sabiendo que están claramente comprados por Harrison. Solo h
Josué ha interrumpido a Manuel, quien lo observa con agradecimiento. En verdad, está necesitando a su amigo más que nunca. Josué, al ver la mirada que le dirige, sabe y siente que debe estar pasando por algo terrible. Solo una vez lo ha visto de esa manera, cuando perdió a sus padres. ¿A quién habrá perdido ahora?—Somos amigos, Manuel. En las buenas, en las malas y en las peores. Y si no me equivoco, es ahí donde te encuentras ahora —dijo Josué, viendo el rostro afligido de Manuel, quien no pudo contener que una lágrima rodara por su mejilla—. Vamos, salgamos a dar una vuelta y así podemos ponernos al día con todo. Te extrañé, mi viejo amigo —le dijo, dándole otro abrazo sin dejar de notar una gran tristeza en él.—No saldremos hasta que no termines de tomar el café. Te hace mucha falta con esa cara que tienes —se oyó la voz de Pastora—. No me dejarán el café servido.—Pues claro que no —contestó Josué, acercándose y tomando una taza que le ofreció su esposa. Manuel sigue tomando de l
Hans, contrariado por la forma en que su padre lo trató delante de todos, mira a Cindy mientras se despide de sus amigos, quienes se alejan murmurando entre ellos. A pesar de que intenta aparentar ser fuerte y el líder de todos ellos, se siente miserable por las cosas que su padre lo obliga a hacer. No es que no le guste la vida de juergas y fiestas que lleva, ya que Harrison no le restringe el dinero. Sin embargo, cuando su padre lo obliga a hacer algo, su vida se convierte en un infierno. Mira a la despampanante rubia a su lado, quien le sonríe. Cindy es compañera suya en sus travesuras y se conocen desde hace mucho tiempo. Pero ambos comparten las mismas ambiciones: quieren hacer lo que les plazca con los demás. Por eso, nunca congeniaron del todo. Aunque también sabe que Cindy es muy buena armando estrategias para separar parejas. Hans suelta todo el aire y se recuesta en el asiento mientras habla.—Papá dice que todo esto con Ébano y Nube es mi culpa, pero le dije claramente que
Lianet se encontraba paralizada, su corazón latiendo con fuerza mientras Nadir disminuía la distancia entre ellos con cada paso deliberado. El aire se cargó con una tensión palpable, una mezcla de ansiedad y anticipación que parecía envolverla por completo. A medida que él se acercaba, su aroma a pino y tierra mojada llenaba los sentidos de Lianet.Cuando Nadir estuvo tan cerca que ella podía contar las suaves pestañas que enmarcaban sus ojos atentos, vio cómo se inclinaba en busca de sus labios. Lianet retrocedió instintivamente, sus palabras atrapadas en la garganta, un murmullo inaudible. Él la observó, un atisbo de desconcierto cruzando su rostro, pero rápidamente fue reemplazado por una sonrisa comprensiva. Con un gesto tierno y protector, la envolvió en sus brazos, un refugio seguro que calmó el torbellino de emociones de Lianet. Nadir se reprochó internamente por su apresuramiento, consciente de que ella era como una delicada flor silvestre que requería paciencia y cuidado par
El señor Jackson miraba a su hija con renovado interés. Si lo que decía era cierto y esa chica realmente era la mejor amiga de Nina, quizás podría enseñarle aquel oficio tan noble y antiguo. Por ello, decidió no interrumpirla y la escuchó con atención. En sus establos tenía caballos que no permitían que nadie se les acercase; tal vez su hija pudiera invitar a su amiga a pasar unas vacaciones con ellos.—Te aseguro que mi mejor amiga es excepcional, papá. Nube era un caballo que Harrison vendió a la universidad porque nadie podía montarlo, al igual que Ébano, el que monta Nadir. El primer día, Lía le habló mientras se le acercaba con la mano extendida. Nube se aproximó por su cuenta y apoyó su frente en ella; luego, se dejó montar —narraba Nina con entusiasmo, sin pausar, mientras su padre la observaba satisfecho al ver que su hija realmente admiraba a su amiga.—¿Así que esos caballos indomables eran de Harrison? ¿Se deshizo de ellos como de costumbre y ahora quiere recuperarlos tras
Son las ocho de la mañana del día siguiente y todo en el hipódromo es un caos debido al sinnúmero de periodistas que han llegado durante la noche y siguen llegando ante la noticia de que Ransett Fresneda, uno de los magnates más enigmáticos de todos los tiempos y patrocinador del evento anual en el lugar, ha llegado hasta allí. Una enorme cantidad de guardias de seguridad rodea el lugar. Los organizadores del evento no pueden creer la noticia. ¿Cómo es posible que un hombre como él, que jamás ha puesto un pie en el lugar, se haya decidido a llegar hasta allí? ¿Acaso es porque su hijo llegó el día anterior? ¿El permiso que solicitó para la casa rodante era para él y su hijo? Se encuentran realmente nerviosos, sobre todo porque es la primera vez que un suceso como el que dos novatos corrieran sin sillas de montar y entraran entre los primeros cinco ha causado tanto revuelo en las redes y noticias. Todos especulan sobre el motivo de que ellos hicieran eso, lo cual los tiene al borde de
¿Quién es Ransett Fresneda? Se preguntaban muchos, que era lo que tenía que ver con las competencias ecuestres. Todos saben que es el dueño de la mayor cadena de joyerías a nivel mundial, que está casado y que tiene un hijo al que muy pocos conocen. No es dado a dejarse ver en público, ni siquiera cuando se hacen las grandes subastas de joyas. Es por ello que se ha armado un gran alboroto, debido a que alguien dejó filtrar que los chicos de la polémica estaban apadrinados por él. En ese momento, Ransett ha sido atraído a una de las oficinas del largo pasillo que lo llevaba a la dirección del lugar, sorprendiendo a sus guardias, quienes luchan por abrir la puerta. —¿Padre, tienes que anunciarte así? —se escucha la voz de Raidel dentro de la oficina, mientras fuera de ella los guardias de seguridad tratan de abrir. Ransett abre y le dice que no es nada, que le den un minuto, que fue su hijo y que no dejen entrar a nadie. —¡Hijo, menudo susto me diste! ¿Por qué te escondes para verme?
Se hace un gran silencio; todos los jueces se miran entre sí, tratando de intervenir. Pues, entre Harrison y Ransett, todos saben a quién deben apoyar.—Pero ellos debieron denunciar lo que les había pasado —dice Harrison, consciente de hacia dónde se ha inclinado la balanza—. Los hubiéramos puesto en otro grupo. Después de todo, son novatos.Ransett se pone de pie y le hace una señal con la cabeza a su jefe de seguridad, quien enseguida abre un maletín y le entrega un folleto. Ransett lo abre y lo muestra.—Veamos si me equivoco, o quizás hicieron nuevas reglas en esta competencia que yo apadrino cada año y no me han informado. Estas son las reglas de la competencia que ustedes mismos elaboraron en colaboración con el abogado y patrocinador Jackson Vargas; él fue quien tuvo la idea de hacer esta competencia anual —dice, mostrándolas a todos—. ¿Dónde dice que no se puede participar sin sillas? Se vuelve a hacer un silencio. Harrison traga en seco y mira a todos con furia que bajan la