El señor Jackson miraba a su hija con renovado interés. Si lo que decía era cierto y esa chica realmente era la mejor amiga de Nina, quizás podría enseñarle aquel oficio tan noble y antiguo. Por ello, decidió no interrumpirla y la escuchó con atención. En sus establos tenía caballos que no permitían que nadie se les acercase; tal vez su hija pudiera invitar a su amiga a pasar unas vacaciones con ellos.—Te aseguro que mi mejor amiga es excepcional, papá. Nube era un caballo que Harrison vendió a la universidad porque nadie podía montarlo, al igual que Ébano, el que monta Nadir. El primer día, Lía le habló mientras se le acercaba con la mano extendida. Nube se aproximó por su cuenta y apoyó su frente en ella; luego, se dejó montar —narraba Nina con entusiasmo, sin pausar, mientras su padre la observaba satisfecho al ver que su hija realmente admiraba a su amiga.—¿Así que esos caballos indomables eran de Harrison? ¿Se deshizo de ellos como de costumbre y ahora quiere recuperarlos tras
Son las ocho de la mañana del día siguiente y todo en el hipódromo es un caos debido al sinnúmero de periodistas que han llegado durante la noche y siguen llegando ante la noticia de que Ransett Fresneda, uno de los magnates más enigmáticos de todos los tiempos y patrocinador del evento anual en el lugar, ha llegado hasta allí. Una enorme cantidad de guardias de seguridad rodea el lugar. Los organizadores del evento no pueden creer la noticia. ¿Cómo es posible que un hombre como él, que jamás ha puesto un pie en el lugar, se haya decidido a llegar hasta allí? ¿Acaso es porque su hijo llegó el día anterior? ¿El permiso que solicitó para la casa rodante era para él y su hijo? Se encuentran realmente nerviosos, sobre todo porque es la primera vez que un suceso como el que dos novatos corrieran sin sillas de montar y entraran entre los primeros cinco ha causado tanto revuelo en las redes y noticias. Todos especulan sobre el motivo de que ellos hicieran eso, lo cual los tiene al borde de
¿Quién es Ransett Fresneda? Se preguntaban muchos, que era lo que tenía que ver con las competencias ecuestres. Todos saben que es el dueño de la mayor cadena de joyerías a nivel mundial, que está casado y que tiene un hijo al que muy pocos conocen. No es dado a dejarse ver en público, ni siquiera cuando se hacen las grandes subastas de joyas. Es por ello que se ha armado un gran alboroto, debido a que alguien dejó filtrar que los chicos de la polémica estaban apadrinados por él. En ese momento, Ransett ha sido atraído a una de las oficinas del largo pasillo que lo llevaba a la dirección del lugar, sorprendiendo a sus guardias, quienes luchan por abrir la puerta. —¿Padre, tienes que anunciarte así? —se escucha la voz de Raidel dentro de la oficina, mientras fuera de ella los guardias de seguridad tratan de abrir. Ransett abre y le dice que no es nada, que le den un minuto, que fue su hijo y que no dejen entrar a nadie. —¡Hijo, menudo susto me diste! ¿Por qué te escondes para verme?
Se hace un gran silencio; todos los jueces se miran entre sí, tratando de intervenir. Pues, entre Harrison y Ransett, todos saben a quién deben apoyar.—Pero ellos debieron denunciar lo que les había pasado —dice Harrison, consciente de hacia dónde se ha inclinado la balanza—. Los hubiéramos puesto en otro grupo. Después de todo, son novatos.Ransett se pone de pie y le hace una señal con la cabeza a su jefe de seguridad, quien enseguida abre un maletín y le entrega un folleto. Ransett lo abre y lo muestra.—Veamos si me equivoco, o quizás hicieron nuevas reglas en esta competencia que yo apadrino cada año y no me han informado. Estas son las reglas de la competencia que ustedes mismos elaboraron en colaboración con el abogado y patrocinador Jackson Vargas; él fue quien tuvo la idea de hacer esta competencia anual —dice, mostrándolas a todos—. ¿Dónde dice que no se puede participar sin sillas? Se vuelve a hacer un silencio. Harrison traga en seco y mira a todos con furia que bajan la
Lianet se queda con una grata impresión de la conversación que tuvo con su amado padre, aunque lo siente muy triste, o quizás enfermo. Esa tos no le gustó para nada y su voz era extrañamente ronca. ¿Se habrá contagiado la neumonía de su mamá? ¡Jesús!, exclama y hace la cruz besando la que lleva colgada en su cuello, pidiendo que cuiden a sus queridos padres.Al voltearse, ve a Nadir conversando por teléfono. Se acerca a su caballo y comienza a hablarle. Nube resopla y golpea con su pata en el suelo. Ella le susurra algo y se calma, siendo observada por los ojos furiosos de Harrison, que da media vuelta y se aleja en busca de su hijo. No sabe cómo, pero tiene que hacer que Lianet se enamore de Hans.Por su parte, Nadir le está contando a su padre todo acerca del evento. Le dice que la competencia la van a transmitir por televisión.—Espero que la vean —dice sonriendo al imaginarlos nerviosos delante del televisor, sobre todo a su linda madre—. ¡Ah, papá! Quiero que después me digas si
Lianet le habla a Nube y le pide que se acerque a Nadir, ya que Ébano esa mañana está más brioso de lo habitual. Nadir se acerca a Nube, quien permanece inmóvil, y observa cómo ella se inclina hacia el oído de su caballo y le susurra algo. Una sonrisa se dibuja en su rostro al ver cómo Ébano mueve las orejas pero luego se serena.—Yo también necesitaría que me susurraran eso —comenta Nadir, mirándola. Lianet sostiene su mirada por un instante, hace retroceder un paso a Nube hasta colocarlo al lado de Nadir, se impulsa sobre sus estribos y, para sorpresa de él, le susurra en el oído.—Sí, es sí. Soy tu prometida en serio, pero ahora concéntrate en la carrera —dice ella, apartándose toda sonrojada y, sin mirarlo, añade—: Debemos disfrutar como siempre lo hacemos, sin importar que sea una competencia. Papá tiene razón, ni tú ni yo vivimos de esto; lo hacemos porque nos hace felices.—Entonces, mi prometida, seamos felices juntos —responde Nadir con una amplia sonrisa, sintiendo cómo su c
Cindy suspira resignada; sabe que Carlos tiene razón. Lleva años viviendo de su dinero sin que él le exija nada. Solo de vez en cuando tiene que salir con algún señor para conseguir vender la mercancía, pero para ella, eso es ganancia. Todos esos viejos la llenan de regalos caros y le dan la buena vida. Pero no puede deshacerse de Carlos; a pesar de todo, es su gran amor.—¿De veras vas a venir a verme? Hace mucho que no lo haces —pregunta sumisamente—. Ven, y no te preocupes, ¿alguna vez te he decepcionado? Lo haré, solo dame tiempo porque no va a ser nada fácil.—De acuerdo, lo hablaremos cuando vaya. Buenas noches —Carlos cuelga, dejándola preocupada y feliz a la vez. ¿Será verdad que vendrá a verla?Mira a Ismael, pensando que es su única opción, porque está muy claro que Nadir está perdidamente enamorado de Lianet. Deja ver que quiere a Harrison; quizás sea algo bueno. Así hago las dos cosas a la vez: ayudo a Hans a estar con la mosquita muerta de Lianet y cumplo mi misión de in
El estruendo de la multitud se desvanecía en un distante segundo plano mientras Nadir y Lianet se detenían en la pista, sus corazones aún galopando al ritmo frenético de la carrera. Se miraron primero con una incredulidad que reflejaba la sorpresa mutua de su logro, los ojos brillantes no solo por el esfuerzo sino por la emoción que los embargaba. Luego, como si un velo se levantara, la realización de su clasificación para la final se asentó sobre ellos, y una oleada de felicidad los inundó, tan palpable que parecía extenderse y tocar a todos los presentes.Pero fue más profundo lo que sus corazones reconocieron en ese momento; en el clamor de los vítores y aplausos, encontraron una melodía que resonaba solo para ellos dos. Era como si cada grito de ánimo y cada palma que se unía en celebración no fueran más que el eco de un conocimiento ancestral: Nadir y Lianet nacieron el uno para el otro. La tensión de la carrera dio paso a una conexión más intensa, un deseo de abrazarse, de sella