Los días pasaron y Diego no se volvió a meter conmigo, creo que después del golpe que Will le dio, le sirvió de escarmiento. En el recreo ya no era Carol, Cleo y mi persona, ahora éramos Will, Cleo y yo. Mi grupo de trillizas se rompió, gracias a que Carol se volvió mi rival. Como si yo tuviera la culpa de que el tonto de mi primo se hubiera enamorado de mí, y por eso no quisiera tener algo con ella. Me dolía que ya no formara parte de nuestro grupo, pero tampoco iba a rogarle que volviera, si había algo que tenía era orgullo, por ello mis sentimientos por Adiel eran ocultos. Cuando el fin de semana llegó Adiel me escribió. Vaya que su puto mensaje me avivó el corazón, y ni siquiera era un mensaje de amor o algo parecido, era el mensaje dándome el ultimátum. —¿Podemos vernos? Pero no en casa—, vio el mensaje y segundos después respondió. —¿Entonces dónde? Le envié la dirección y empecé a vestirme. Le dije a mamá que iría con Cleo a dar una vuelta, y mi madre llamó a confirmar y como e
Me quedé impresionada de escuchar la mentira de Adiel, caray que no se inmutaba en hacerlo, hablaba con tanta firmeza como si estuviera diciendo la verdad. Cuando logró controlar a la fiera de su esposa se acercó a cancelar. Mientras Adiel se encontraba frente a la caja, la profesora se acercó a mí y masculló. —¿Crees que me comí ese cuento de que tú hermano estuvo aquí? No soy estúpida como ustedes creen, me bastó ver dos pozuelos sobre la mesa para saber que no había nadie más que ustedes dos… pero escúchame bien mocosa, que sea la última vez que sales con Adiel, ve y búscate un novio de tu edad y deja de andar tras mi marido. Con dificultad tragué la saliva, quise defenderme pero que iba a decirle, si ella tenía razón, Jack no había estado ahí, y yo siempre he estado tras de Adiel, pero jamás he tenido el valor de confesar mis sentimientos ni mucho menos lo haré. Minutos después salimos del centro comercial. Adiel detuvo un taxi y me envió a casa, sin voltear a verlo subí y una vez
—No terminaré mi amistad con Will solo porque tú y mamá lo quieran—, dije y pasé por su lado. Pero antes que pudiera irme, el fuerte agarrón en mi mano me obligó a detenerme. Jack me volvió a colocar frente a él y me miró con ojos afilados, se veía súper molesto, puesto que Jack odiaba que le desobedezca, pero yo tampoco iba a dejar que él y los demás intervenga en mi amistad con Will. —Jack. ¿Está todo bien?— Cuestionó Adiel. Mi hermano esforzó una sonrisa y asintió. —Ve dónde está papá y mamá—, culminó y se dirigieron al baño. Yo volví dónde mí familia y me acomodé en una silla alejada de ellos. Me quedé ahí hasta que volvimos a casa. El tema de Will murió ahí, al menos eso creía yo. Sin embargo, al día siguiente mi mamá me prohibió que me acercara a Will. —Cariño, no creo que sea para tanto. El muchacho es divertido… Papá intentó intervenir pero mi mamá le lanzó una mirada fulminante y él se calló. Nadie más dijo nada, no porque estuvieran de acuerdo, si no porque una orden que mi
Las últimas horas de clases se fueron de prisa. Al sonar la sirena empecé a guardar las cosas con lentitud, todo para que los demás se fueran. Cuando Cleo guardo todo vino a mí —¿Tú y Will son algo? —, negué al momento que cerré el cierre de la mochila —Creí que se te iba a declarar, por eso me pidió que te dejara el receso libre. —Lo hizo—, dije mientras salíamos —Pero no quiero lastimarlo, no quiero que se enamore de mí mientras yo estoy clavada con alguien más. —Pero Crys, Adiel ni siquiera te pela. Quien quita que termines enamorada de Will. —Mi familia no quiere que salga con Will—, dije dirigiéndome al parqueadero, al llegar a este vi Adiel subiendo en su motocicleta, atrás de él subió ella, se aferró de la cintura de él y se marcharon. —¿Lo vez? Ese profesor ni siquiera te voltea a ver. —Igual, Will no se merece que lo use—, dije antes de subir al autobús —Nos vemos mañana Cleo—. Fui la última en subir, y preferí irme parada antes que sentarme al lado de ese estúpido. El idiota
Me dio la espalda y no habló más, se cruzó de brazos y con la mirada centrada en los alumnos que jugaban al fútbol —No… no le creo—, dije con voz suave. Adiel me miró sobre el hombro y replicó. —Por lo visto el amor les ciega—, retuve el aire cuando se giró y recostó su espalda en la pared y ventanas de cristal, guardó sus manos en los bolsillos del pantalón y me contempló fijamente —Si no me quiere creer, es su problema—, aclaró la garganta y volviendo al escritorio solicitó —Retírese—, justo cuando iba a volver a reprochar, la esposa del profesor Adiel ingresó. Al momento que él profesor Adiel la vio, cerró los ojos y pasó la mano por su rostro apretando la carne —Señorita Bruce, retírese—, volvió a pedir, y en esta vez con más autoridad. —¿Por qué la sacas? —, preguntó la mujer mirándome con ojos afilados —¿Es con esta mocosa que me engañas? —, Adiel se levantó y le echó una mirada asesina y pidió con los dientes apretados. —¡Aquí no! —, caminó hasta ella y la tomó del brazo sacánd
—Estoy… estoy estudiando para el examen—, le miré por un segundo y luego bajé la mirada al cuaderno. —Pero aún falta para los exámenes—, dijo al quitarme el cuaderno de las manos. Apreté los labios y le miré. Sentía mi rostro quemar, podía jurar que estaba sonrojada ante la cercanía y mirada de Adiel. El sonrió y preguntó —¿Qué tienes? Estás roja, pareces un tomate. Joder, tuve que dirigir la mirada a otra parte porque no podía seguir mirándole. —Nada, es del sol—, me excusé porque había pasado casi diez minutos bajo el sol. Por supuesto Adiel no se tragó ese cuento —Puede entregarme mi cuaderno—, dije al mirarlo. Adiel me miró intensamente, fue tan intensa su mirada que el sonido de mi corazón tapó mis oídos, este órgano golpeaba con tanta fuerza mi pecho que incluso me estaba quedando sin aliento, mis manos y pies se helaron, más cuando el lápiz rodó de mis dedos y cayó por mis pies. Adiel se inclinó a recogerlo, pero no desconectó la mirada de mí y su rostro se acercó demasiado al
—¡Crys! —, musitó. Estaba sin camisa, dejándome ver su abdomen cuadriculado, sus pechos firmes y sus brazos fuertes. Me fue imposible retirar la mirada de su cuerpo desnudo. Cuando levanté la mirada, cuando la conecté con la suya, sentí que alguien me empujaba desde atrás hacia él. Pero no era nadie, era mi misma conciencia que hacía fuerza para que me lanzara a sus brazos. Adiel cerró los ojos y suspiró profundo cuando me vio acercar. Pude ver como su piel se erizó al momento que mis yemas de los dedos tocaron su pecho. Aquello detonó que la suavidad de su piel desapareciera dejando un contraste notable. ¿Lo estaba tocando? ¡Mierda! Me había tomado el atrevimiento de tocar su cuerpo, el cual me jalaba como un imán y me era difícil de alejarme. Cuando levanté la mirada, y la volví a conectar con sus ojos, él, me tomó de improviso por la cintura y me apegó a su cuerpo. Respiré agitada cuando su frente se afirmó a la mía, cuando mi pecho chocó con el suyo. —¡Perdóname por lo que voy hac
“Segunda hora de examen, pasillo 12, aula izquierda” Aquella nota levantó mi estado de ánimo, aunque no sabía que era lo que iba a decirme, pero solo el hecho de saber que nos reuniríamos en un lugar solitario me emocionaba. Por ello empecé a resolver las preguntas. Los ejercicios estaban muy difíciles, pero como había estudiado no se me complicó, lo bueno era que me aprendí cada fórmula y así se me hizo más fácil resolverlos. Me concentré tanto en el examen que por primera vez olvidé que estaba en clase de Adiel. Terminando la tercera pregunta levanté la mirada y la posé al frente. No lo encontré en el escritorio, corrí la mirada a la puerta y ahí estaba, cruzado de brazos observando. —Crys, ayúdame con la dos—, pidió mi compañero del frente. Todavía a quien le preguntaba, a la alumna con peor promedio de matemáticas, sobre todo, a la que el profesor no le quitaba la mirada de encima. —Señor, la mirada a su hoja—, Johann se enderezó. Me hubiera encantado ayudarlo como en años anteri