—No terminaré mi amistad con Will solo porque tú y mamá lo quieran—, dije y pasé por su lado. Pero antes que pudiera irme, el fuerte agarrón en mi mano me obligó a detenerme. Jack me volvió a colocar frente a él y me miró con ojos afilados, se veía súper molesto, puesto que Jack odiaba que le desobedezca, pero yo tampoco iba a dejar que él y los demás intervenga en mi amistad con Will. —Jack. ¿Está todo bien?— Cuestionó Adiel. Mi hermano esforzó una sonrisa y asintió. —Ve dónde está papá y mamá—, culminó y se dirigieron al baño. Yo volví dónde mí familia y me acomodé en una silla alejada de ellos. Me quedé ahí hasta que volvimos a casa. El tema de Will murió ahí, al menos eso creía yo. Sin embargo, al día siguiente mi mamá me prohibió que me acercara a Will. —Cariño, no creo que sea para tanto. El muchacho es divertido… Papá intentó intervenir pero mi mamá le lanzó una mirada fulminante y él se calló. Nadie más dijo nada, no porque estuvieran de acuerdo, si no porque una orden que mi
Las últimas horas de clases se fueron de prisa. Al sonar la sirena empecé a guardar las cosas con lentitud, todo para que los demás se fueran. Cuando Cleo guardo todo vino a mí —¿Tú y Will son algo? —, negué al momento que cerré el cierre de la mochila —Creí que se te iba a declarar, por eso me pidió que te dejara el receso libre. —Lo hizo—, dije mientras salíamos —Pero no quiero lastimarlo, no quiero que se enamore de mí mientras yo estoy clavada con alguien más. —Pero Crys, Adiel ni siquiera te pela. Quien quita que termines enamorada de Will. —Mi familia no quiere que salga con Will—, dije dirigiéndome al parqueadero, al llegar a este vi Adiel subiendo en su motocicleta, atrás de él subió ella, se aferró de la cintura de él y se marcharon. —¿Lo vez? Ese profesor ni siquiera te voltea a ver. —Igual, Will no se merece que lo use—, dije antes de subir al autobús —Nos vemos mañana Cleo—. Fui la última en subir, y preferí irme parada antes que sentarme al lado de ese estúpido. El idiota
Me dio la espalda y no habló más, se cruzó de brazos y con la mirada centrada en los alumnos que jugaban al fútbol —No… no le creo—, dije con voz suave. Adiel me miró sobre el hombro y replicó. —Por lo visto el amor les ciega—, retuve el aire cuando se giró y recostó su espalda en la pared y ventanas de cristal, guardó sus manos en los bolsillos del pantalón y me contempló fijamente —Si no me quiere creer, es su problema—, aclaró la garganta y volviendo al escritorio solicitó —Retírese—, justo cuando iba a volver a reprochar, la esposa del profesor Adiel ingresó. Al momento que él profesor Adiel la vio, cerró los ojos y pasó la mano por su rostro apretando la carne —Señorita Bruce, retírese—, volvió a pedir, y en esta vez con más autoridad. —¿Por qué la sacas? —, preguntó la mujer mirándome con ojos afilados —¿Es con esta mocosa que me engañas? —, Adiel se levantó y le echó una mirada asesina y pidió con los dientes apretados. —¡Aquí no! —, caminó hasta ella y la tomó del brazo sacánd
—Estoy… estoy estudiando para el examen—, le miré por un segundo y luego bajé la mirada al cuaderno. —Pero aún falta para los exámenes—, dijo al quitarme el cuaderno de las manos. Apreté los labios y le miré. Sentía mi rostro quemar, podía jurar que estaba sonrojada ante la cercanía y mirada de Adiel. El sonrió y preguntó —¿Qué tienes? Estás roja, pareces un tomate. Joder, tuve que dirigir la mirada a otra parte porque no podía seguir mirándole. —Nada, es del sol—, me excusé porque había pasado casi diez minutos bajo el sol. Por supuesto Adiel no se tragó ese cuento —Puede entregarme mi cuaderno—, dije al mirarlo. Adiel me miró intensamente, fue tan intensa su mirada que el sonido de mi corazón tapó mis oídos, este órgano golpeaba con tanta fuerza mi pecho que incluso me estaba quedando sin aliento, mis manos y pies se helaron, más cuando el lápiz rodó de mis dedos y cayó por mis pies. Adiel se inclinó a recogerlo, pero no desconectó la mirada de mí y su rostro se acercó demasiado al
—¡Crys! —, musitó. Estaba sin camisa, dejándome ver su abdomen cuadriculado, sus pechos firmes y sus brazos fuertes. Me fue imposible retirar la mirada de su cuerpo desnudo. Cuando levanté la mirada, cuando la conecté con la suya, sentí que alguien me empujaba desde atrás hacia él. Pero no era nadie, era mi misma conciencia que hacía fuerza para que me lanzara a sus brazos. Adiel cerró los ojos y suspiró profundo cuando me vio acercar. Pude ver como su piel se erizó al momento que mis yemas de los dedos tocaron su pecho. Aquello detonó que la suavidad de su piel desapareciera dejando un contraste notable. ¿Lo estaba tocando? ¡Mierda! Me había tomado el atrevimiento de tocar su cuerpo, el cual me jalaba como un imán y me era difícil de alejarme. Cuando levanté la mirada, y la volví a conectar con sus ojos, él, me tomó de improviso por la cintura y me apegó a su cuerpo. Respiré agitada cuando su frente se afirmó a la mía, cuando mi pecho chocó con el suyo. —¡Perdóname por lo que voy hac
“Segunda hora de examen, pasillo 12, aula izquierda” Aquella nota levantó mi estado de ánimo, aunque no sabía que era lo que iba a decirme, pero solo el hecho de saber que nos reuniríamos en un lugar solitario me emocionaba. Por ello empecé a resolver las preguntas. Los ejercicios estaban muy difíciles, pero como había estudiado no se me complicó, lo bueno era que me aprendí cada fórmula y así se me hizo más fácil resolverlos. Me concentré tanto en el examen que por primera vez olvidé que estaba en clase de Adiel. Terminando la tercera pregunta levanté la mirada y la posé al frente. No lo encontré en el escritorio, corrí la mirada a la puerta y ahí estaba, cruzado de brazos observando. —Crys, ayúdame con la dos—, pidió mi compañero del frente. Todavía a quien le preguntaba, a la alumna con peor promedio de matemáticas, sobre todo, a la que el profesor no le quitaba la mirada de encima. —Señor, la mirada a su hoja—, Johann se enderezó. Me hubiera encantado ayudarlo como en años anteri
En esta vez me besó con más deseo, afán, ganas, cosa que sentí la humedad correr por mis bragas y mi centro palpitar con gran ímpetu, más cuando sentí el bulto debajo de mis piernas incrementarse. Tras soltar mis labios, Adiel respiró agitadamente y yo también, nos miramos fijamente, mis labios ardían, pero quería más, quería seguir probando del néctar de sus labios, aquellos labios que eran tan apetitivos cómo los había soñado. Mirándome fijamente pasó una de sus manos por mi frente y apartó el mechón que había dejado suelto —¿Desde cuándo? —, preguntó, rodó su dedo pulgar por mi rostro y lo detuvo en mis labios, separó el inferior del superior, acercó a los suyos y entre sus perfectos dientes agarró el inferior. Antes de soltarlo arremetió contra mi boca, introduciendo su lengua para profundizar un tercer beso que me hizo soltar un gemido cuando ya me quedaba sin aliento. Mi pecho sonaba como parlante de discoteca, y mis piernas se ajustaban cada segundo porque la calentura que inva
Llegué a casa emocionada. Apenas bajé de la motocicleta corrí a la casa y subí hasta mi habitación, Adiel también ingresó a casa, se puso a charlar con mi madre y hermano. Me lancé a la cama y cerré los ojos, inflé mi pecho y remembré todo lo sucedido el día de hoy. Agarré el diario y empecé a escribir, esta era y siempre sería la fecha más importante de mi vida. Me quería, me quería tanto como yo lo quería a él. Me había besado, mi sueño se había hecho realidad, era la novia de Adiel Brenes, el profesor más hermoso y bello de todo Tuntaqui. Estaba tan emocionada, dando gritos sobre la almohada, apretando esta entre mis brazos y descargando en ella la felicidad, cuando ingresó mi hermana. —Veo que estás feliz, ¿puedo saber a qué se debe esa alegría? Hasta ayer aún estabas afligida, y ya hoy estás que saltas en una pata. Mi hermana era toda linda, en ella siempre podía buscar un consuelo, solía dar buenos consejos, apoyo y todo lo que quisiera, pero de algo si estaba segura y era que,