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Una vez que se fue, solté el aire por mi boca y me senté. Minutos después, me dirigí al coliseo, me senté en las últimas sillas y desde ahí lo contemplé. Estaba sentado con una pierna sobre la otra, formando el cuatro, al lado de otro profesor y su mirada fija en mí. Entre ratos asentía en lo que hablaba el otro profesor y luego volvía a mirarme.

Cuando nos tocó volver a las aulas, pasé por su costado. Estaba abrazado a ella y, sobre el hombro, me miró. No entendía cómo podían permitirle que se hicieran cariños en el instituto; eso era una falta de respeto para nosotros, los alumnos, y más para mi pobre corazón. Pero si al director no le importaba, menos le iba a importar a los demás licenciados que se encontraban junto a ellos.

Antes de girar hacia el pasillo donde quedaba mi salón, regresé a mirar. Adiel estaba sujetado con una mano del poste donde se encontraba recostado y la otra la mantenía colgando. Desde ahí se podía notar que era ella quien lo había abrazado. Cuando la mano q
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