Alexandra Green Estaba emocionada, mi corazón palpitaba con fuerza, a punto de salirse de mi pecho, apenas una hora antes me enteré por los exámenes médicos, que estaba esperando un bebé y ahora veía en el monitor por primera vez la figura de mi hijo. No había sospechado de mi embarazo, porque siempre tomaba mis anticonceptivos de manera diaria, pero al parecer, ese método no fue efectivo, porque sino, no estaría allí recibiendo esa noticia. No pude evitar esbozar una risita, al recordar que atribuí mis malestares, a una indigestión por la ingesta de frijoles. —¡Es ese mi bebé! —exclamé emocionada, al mismo tiempo no me fue posible retener las lágrimas, las cuales brotaron de forma incontrolable por mis ojos, bañando mis mejillas. —Sí, señora, ya tiene doce semanas de embarazo. Aunque estoy grabando la ecografía, le tomaré una fotografía para dársela y así pueda mostrársela a su esposo —mencionó la doctora con amabilidad. —Muchas gracias —respondí con alegría, aunque Fernando y y
Alexandra Green Me encontré frente a este hombre imponente, cuyos ojos azules, con destellos verdes parecían escudriñarme hasta el fondo de mi alma. Mi voz estaba atrapada en mi garganta, y luchaba por encontrar las palabras adecuadas para responder a su pregunta. Finalmente, cuando pensé que no reaccionaría, logré balbucear una respuesta. —L-lo siento, señor, soy Alexandra, estoy aquí para hablar con Fer, él… es mi novio, pero ahorita... —me quedé callada, mi voz sonó temblorosa y apenas audible. Él frunció el ceño y cruzó los brazos sobre su pecho amplio. Su mirada seguía siendo intensa y penetrante. —Entiendo. Pero estabas causando un disturbio en mi edificio y eso no me agrada. Así que ten la bondad de retirarte por las buenas o te mando a sacar con los de seguridad por las malas —expresó con firmeza y sin ningún ápice de condescendencia. Me sentí totalmente fuera de lugar y en medio de una situación que se estaba saliendo de control, las palabras del hombre me golpearon como
Alexandra Green Me sentía tan impotente, cómo podía ser capaz de tratarme de esa manera, aun sabiendo que esperaba un hijo de él. Todo sucedió tan rápido que apenas lo pude asimilar y caí en cuenta del infierno al cual me estaba llevando. Tenía ante mí a dos hombres musculosos, con una sola orden de Fernando, sacándome de mi apartamento. Todo eso era una locura, pero, aun así, no podía dejar de luchar. —¡No puedes sacarme de mi casa! ¡Eres un maldit0! —grité con desesperación. —Señora, no siga gritando, aquí no puede hacer escándalo público, no cometas más actos ilegales —dijo otro de los vigilantes mientras trataba de mantenerme a raya. —¡No! —exclamé, dispuesta a no aceptar lo que estaba sucediendo. En ese momento salió Fernando y me miró con rabia. —Si no te vas te acusaré por agresión y tendrás que ir a parar a la cárcel, quizás de esa manera te haga un favor y no tengas que dormir en la calle —me dijo de manera amenazante. Yo no podía creer lo que me pasaba, definitivamen
Catherine Dimitrakos.Vi llegar a mi nueva niñera, tenía tres días trabajando allí, era una chica joven con una sonrisa radiante. Tez morena de ojos y cabello oscuros recogido en un moño.Inmediatamente, sentí una sensación de inquietud, y entrecerré los ojos estudiando su comportamiento, no me agradaba, era igual a todas, aceptaban venir a cuidarme tan solo por tener una oportunidad para enamorar a mi padre, todas querían convertirse en mis madrastras.—Hola, Catherine —dijo la mujer en un tono dulce que contrastaba con el mío.—Hola, niñera —contesté con una voz fría e indiferente.—Sabes que mi nombre no es niñera, sino Rosa —expresó con una sonrisa que pretendía ser agradable, pero que a mí me molestaba, sin embargo, asentí para que me dejara en paz.Segundos después, comprobé sus intenciones, cuando la escuché preguntarme por la habitación de mi padre.—Pequeña Cathe, ¿Dónde queda la habitación de tu padre?La miré con recelo, porque en ese momento decidí que esa mujer no se qued
Alexandra GreenNo pude evitar sorprenderme ante la propuesta de la niña ¿Me estaba dando empleo a mí? Miré a su padre, quien miraba con una expresión seria en su rostro, y me pregunté ¿qué pensaría de todo eso? ¿Estaría de acuerdo?Temí que él se negara y por eso decidí rechazar la propuesta.—Catherine, lo siento, pero yo no puedo ser tu niñera, yo no sé nada del cuidado de niños, lo más cerca que he estado de uno es cuando he fotografiado en uno o los he leído en las novelas rosas —expresé tratando de no hacerla sentir mal, sin embargo, mi conciencia salió a refutarme.“¿Estás segura? Porque lo más cerca que has estado de un niño, es del bebé que justo está creciendo en tu vientre”, antes de que pudiera decir algo, Von intervino.—¿Acaso no me dijiste que no tenías empleo? —ella asintió—, entonces no veo porque debas negarte a la propuesta que amablemente te está haciendo Catherine, tendrás vivienda, comida, un día libre a la semana, vacaciones por quince días una vez al año y un s
Von Dimitrakos.Me quedé mirándola con sorpresa, no pude evitar alzar una ceja al escucharla, y la curiosidad me picó, quería saber qué condiciones se le ocurrirían a esa mujer, porque durante el tiempo que habíamos estado conversando era muy mordaz, y decía todo lo que pasaba por su cabeza.Además, me di cuenta de que surtía un extraño efecto en mí, lo cual me producía un poco de temor, porque después de lo ocurrido con la madre de mi hija, no me había interesado establecer ninguna relación formal con ninguna mujer, y no quería empezar ahora.—¿Cuáles son tus condiciones? —interrogué mirándola con interés.—No quiero insinuaciones, ni insultos, ni cuestionamiento con mi forma de educar a Cathe, tampoco que vayas a desautorizar delante de los demás, ni que los demás me desautoricen frente a ella, y por supuesto, que no intentes gatear a mi cama —señaló con dignidad.—¿A gatear a tu cama? —inquirí con una sonora carcajada—, por favor, ¡Tú no eres mi tipo! A mí me gustan las mujeres con
Alexandra GreenMe quedé mirando a la niña con sorpresa, sin saber muy bien cómo reaccionar a su propuesta. ¿Enseñarle a hacer travesuras? ¿Más de las que hacía? ¿Le parecían pocas? ¿Acaso esa niña era un demonio encarnado? Pero luego pensé en lo aburrida que podía ser la vida de Cathe, siempre rodeada de adultos y sin nadie de su edad con quien jugar, no debía ser fácil, además, su padre siempre trabajando, quizás por eso siempre buscaba llamar la atención, no estaría mal dale un poco de diversión.Sin embargo, no me gustaba la idea de cambiar mi apariencia para gustarle a alguien, yo me sentía bien así, y era verdad, si estaba un poco desaliñada, pero era por lo que me había tocado vivir durante el día, si no era por el soplo de vida que representaba aunque me divertía la posibilidad de enseñarle algunas travesuras a la pequeña.Después de pensarlo durante unos segundos, en que la nena me veía de manera suplicante, terminé aceptando su petición, estaba segura de que me divertiría en
Alexandra Green. Sentí que me sacudían por el brazo, sacándome abruptamente de mi ensoñación, desperté sintiéndome confundida y aturdida. Mis ojos se abrieron de par en par, asustada y el desconcierto me invadió por un momento, perdiendo por un segundo la noción del lugar donde estaba, hasta que logré enfocar la mirada y reconocer a mi jefe de pie junto a la cama, claramente enfurecido. Aparté a la pequeña Cathe a un lado que hasta ese momento había estado durmiendo plácidamente encima de mí de manera profunda y me sorprendí cuando de pronto él me tomó del brazo y me sacó de la cama, arrastrándome, llevándome fuera de la habitación, sin darme la oportunidad de oponerme. —¿Qué te pasa? ¡Suélteme! ¿Acaso piensa arrancarme el brazo? —espeté molesta tratando de liberarme de su agarre, porque el hombre estaba tan rabioso, parecía un toro de lidia, lo único que le faltaba era echar humo por la nariz. Su nariz se ensanchó producto del enojo mientras yo fruncía el ceño desconcertada, preg