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Capítulo 5. No tan rápido vaquero.

Alexandra Green

No pude evitar sorprenderme ante la propuesta de la niña ¿Me estaba dando empleo a mí? Miré a su padre, quien miraba con una expresión seria en su rostro, y me pregunté ¿qué pensaría de todo eso? ¿Estaría de acuerdo?

Temí que él se negara y por eso decidí rechazar la propuesta.

—Catherine, lo siento, pero yo no puedo ser tu niñera, yo no sé nada del cuidado de niños, lo más cerca que he estado de uno es cuando he fotografiado en uno o los he leído en las novelas rosas —expresé tratando de no hacerla sentir mal, sin embargo, mi conciencia salió a refutarme.

“¿Estás segura? Porque lo más cerca que has estado de un niño, es del bebé que justo está creciendo en tu vientre”, antes de que pudiera decir algo, Von intervino.

—¿Acaso no me dijiste que no tenías empleo? —ella asintió—, entonces no veo porque debas negarte a la propuesta que amablemente te está haciendo Catherine, tendrás vivienda, comida, un día libre a la semana, vacaciones por quince días una vez al año y un sueldo mensual de… —dijo una cantidad que me hizo abrir los ojos sorprendida.

¡Madre de Dios!, con ese sueldo puedo ahorrar y vivir cómoda por lo menos el primer año de nacimiento de mi hijo, pensé dentro de mí, con esa cantidad de dinero, soy niñera, cocinera, maestra, y hasta mascota del pequeño engendro frente a mí me atrevo a ser, pensé.

—¿Qué dices? —interrogó el hombre mostrando su ansiedad.

—Acepto, pero quiero establecer una serie de condiciones que rijan el contrato —manifesté decidida y él se quedó mirándome sorprendido, pero terminó asintiendo.

—Está bien, yo pongo primero mis condiciones y luego tú indicas las tuyas —propuso Von y yo accedí.

—Me parece justo —pronuncié con seguridad. —pero creo que deberíamos discutir esto a solas.

—Me parece perfecto, pero antes permíteme conversar un momento con Rosa —me dijo y lo vi dirigirse a ella—, gracias por tu servicio, lamento esta situación con mi hija, pero voy a resarcirte por la molestia.

Lo vi tomar un estuche con su chequera y emitirle un cheque a la chica, cuyo rostro cambió mientras veía su billete en las manos con una sonrisa de oreja a oreja.

Un momento después me guio a la oficina y me invitó a tomar asiento, caminó hacia el bar, y sirvió un par de copas, me colocó la mía en frente y yo negué con la cabeza.

—Lo siento, pero no consumo bebidas alcohólicas —respondí y él frunció el ceño con recelo, pese a eso no dijo nada—, ¿Podemos empezar a conocer las condiciones?

—Me parece bien, la primera es que no quiero que estés buscando la manera de meterte en mi cama… —antes de que pudiera continuar hablando, lo interrumpí.

—¿Es en serio? ¿Acaso te crees tan irresistible que piensas que me voy a ir a lanzar a tu cama? —me burlé, porque me sentí herida y ofendida por sus palabras, —, lamento decirte que no me inspiras un mal pensamiento, tendrás un cuerpo que parece esculpido por los mismos dioses, pero hay un dicho que dice que tanta dinamita avisa que la mecha es muy cortita.

—¿Acaso me estás diciendo que mi pen3 es cortito? —me preguntó en un tono que denotaba incredulidad.

—Lo siento, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, además, a mí eso no me interesa, que tengas mini mechita, mechita, mechota, súper mechota, a decir verdad no me inspiras ni un mal pensamiento —mientras hablaba no pude evitar que mi rostro se sonrojara, porque de manera inconsciente mis ojos se fueron a posar entre sus piernas.

Von se quedó mirándome, sorprendido ante mi respuesta, pero luego su rostro se transformó en una sonrisa burlona.

—Te puedo asegurar que hasta tu súper mechota se queda corta ante la descripción de mi gran equipo —pronunció haciéndome poner más colorada.

¡Qué atrevido es este hombre! Pensé, y como si me hubiese adivinado el pensamiento agregó.

—Tú empezaste, además, no es bueno comenzar una discusión, si no estás seguro de que puedes ganar —me dijo mirándome con tanta intensidad y con esa voz ronca, que sentí mi cuerpo temblar como una gelatina—, ahora siguiendo con lo nuestro, esa es la primera condición. La segunda es que deberás estar disponible las 24 horas del día, los 7 días de la semana, en caso de emergencia o necesidad de mi hija. 

—De acuerdo, pero me corresponde un día libre a la semana y vacaciones por quince días una vez al año, como acordamos anteriormente —respondí con firmeza.

—Claro, eso estará contemplado en el contrato. La tercera condición es que deberás cocinarle a mi hija cuando las señoras de la cocina estén libres, ayudarla con sus deberes, y ocuparse de su recreación, acudir a las fiestas infantiles con ella, llevarla a sus clases de piano, de valet, de teatro.

—¿Y a qué hora duerme la niña? ¿A qué hora estás con ella, juegas y le das tu afecto? —mis preguntas al parecer tuvieron un fuerte impacto en él, lo tomaron por sorpresa, se notó irritado.

—Los fines de semana, porque durante la semana es bastante difícil, por estar dedicado a la empresa.

—Entiendo, no eres padre a tiempo completo —señalé con sarcasmo, y él se molestó.

—Si pretendes chistar con eso, me parece de muy mal gusto —expresó con irritación.

—No estoy chisteando, sino que me resulta bastante curioso que en mi contrato como niñera, debo estar disponible veinticuatro horas, pero tú, siendo el padre, solo estás para ella los fines de semana —pronuncié y mis palabras hicieron que el hombre se levantara con tanta violencia que su silla terminó volteándose y cayendo en el suelo de manera estrepitosa.

—Me parece que te estás extralimitando, y siendo de esa manera lo mejor será que no te contrate, tienes una lengua muy afilada, dile a mi hija que no aceptas ser su niñera.

Antes de que yo pudiera responder se abrió la puerta de par en par, al parecer la pequeña había estado escuchando tras la puerta, porque entró con los brazos cruzados a la altura de su pecho y una evidente expresión de enfado.

—¡Te escuché papá! Y la quiero a ella como mi niñera, porque si me buscas a otra juro que la lanzo en la piscina para que se ahogue… y ella tiene razón, solo me prestas atención los fines de semana o cuando la niñera renuncia, decir la verdad no debe ser un motivo para no contratar a alguien —expresó con firmeza, padre e hija se miraron fijamente en una batalla silenciosa de mirada, que terminó ganando la niña.

Von suspiró y terminó cediendo ante los deseos de la niña.

Allí me di cuenta sin psicóloga, ni mucho más, que la forma que tenía Von de retribuir a la niña por su falta de atención era darle todo lo que pedía y ella lo sabía, por eso la forma de correr a sus niñeras eran la forma de la pequeña de llamar su atención.

—Está bien, llamaré al abogado para que elabore el contrato, otras condiciones, no puedes tener novio, no puedes salir de esta casa a medianoche ni de madrugada a fiestas o a sitios nocturnos, no puedes traer a nadie, ni citarte con ningún hombre en horario de trabajo, en cuanto a los días libres, puedes salir, siempre y cuando no comprometas la integridad de mi familia ¿Entendido?

—Prácticamente, tendré casa por cárcel —repliqué, aunque al final sabía que no podía negarme, necesitaba dinero para antes que naciera mi hijo y esta era la única forma de obtenerlo.  

—¿Lo tomas o lo dejas? —declaró enfático y yo asentí.

—Acepto —respondí y Cathe aplaudió con entusiasmo, mirándome con una sonrisa traviesa.

—¡Entonces serás mi amiga y cuidarás de mí! Y sobre todo, no te enamorarás de mi papá, esa es la condición más importante —sentenció muy seria la niña.

La emoción de Cathe era contagiosa, no pude evitar reírme ante la manera directa en que abordaba la situación y yo estaba conforme, porque después de todo no tenía intenciones de enamorarme de su padre, y por su forma de actuar tampoco creo que él la tuviera, además, no es que yo fuera Bella Hadid, la modelo más bella del mundo, tenía lo mío por supuesto, pero como que no era suficiente, porque el desgraciado de Fernando se había ido con otra, pensar en el infeliz me hizo hacer una mueca que traté de simular. 

—¡Así será! Supongo que podríamos ser amigas y pasar tiempo juntas —manifesté con una sonrisa amable.

—¡Eso es genial! ¡Seremos un equipo imparable! —exclamó Cathe emocionada.

No pude evitar una sensación de alivio al ver a Cathe emocionada, aunque yo había entrado en esta situación de manera inesperada, no pude evitar sentir un destello de alegría por ella y por mí.

La sinceridad y franqueza de Cathe eran refrescantes, y me di cuenta de que había algo especial en esta niña que iba más allá de sus travesuras.

Von Dimitrakos, por su parte, parecía estar observando todo con una mezcla de diversión y satisfacción. Había un brillo en sus ojos mientras miraba a su hija y a mí interactuar, como si estuviera contemplando el nacimiento de algo nuevo y especial en su vida.

¡Frénate mujer! Me dije, estás pasada de ilusa, ¿Qué algo especial puede surgir viendo a la niñera? Me dije sacudiendo esa mente mía que tenía la capacidad de ilusionarse con prontitud.

—Parece que tienes una nueva socia en tus travesuras, Cathe —dijo Von con una sonrisa hacia su hija.

—Sí, ¡y me siento muy feliz por eso! —exclamó Catherine, saltando de alegría.

Von se volvió hacia mí y me miró directamente a los ojos. Aunque no sabía qué pasaba por su mente en ese momento, podía sentir, otra vez, esa conexión inexplicable entre nosotros, como si nuestros caminos se hubieran cruzado por una razón.

Asentí con cautela. A pesar de mis reservas iniciales, comenzaba a ver el potencial de esta situación. Cathe necesitaba una figura de apoyo en su vida, y yo necesitaba un lugar donde vivir y un ingreso estable para mi hijo por nacer. Parecía que estábamos destinados a encontrarnos en este momento particular.

Von se acercó y extendió su mano hacia mí. Aunque había habido un intercambio de palabras intensas y desafiantes, parecía que estábamos llegando a un entendimiento mutuo.

—Bienvenida a casa, Alexandra —dijo Von, y estrechamos las manos, fue inevitable que sintiera un chispazo y una especie de corriente eléctrica, y creo que no fui yo sola porque una expresión en su rostro lo delató.

Retiré la mano pensando en la forma de alejarme de él, no me gustaban esas chispas que me hacían saltar y mientras más lejos lo tuviera de mí más a salvo estaría y allí me recordé que faltaba algo.

—No tan rápido vaquero, faltan mis condiciones para que las incluyas en el contrato, porque sin eso no hay trato  —pensé con determinación mientras él me miraba sorprendido.

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