Alexandra Green. Mientras caminaba por la ciudad, me di cuenta de que estaba completamente sola. No tenía a nadie a quien llamar, nadie que pudiera ayudarme a salir de esta situación. Me sentía vulnerable, como si el mundo entero se hubiera puesto en mi contra, sin embargo, me sonreí. Miré al cielo en modo de súplica. —¡Ay Dios! De verdad, siento que la agarraste conmigo, te estás pasando, dicen que les das las más duras pruebas a tus mejores guerreros, pero como que te creíste que yo era Espartaco (*) —pronuncié con un suspiro. Me detuve en una parada, abrí la cartera y saqué mi billetera, comencé a revisar, conté el dinero que me quedaba en efectivo, suspiré profundo, decidí entrar al banco desde mi celular, para consultar mi saldo. Respiré aliviada al ver algo de dinero allí. —Por lo menos el cucaracho no me sacó el dinero de la cuenta—dije hablando en voz alta—, debería cambiar todo por si le ocurre querer robarme esto también. Enseguida cambié la clave, incluso las pregunta
Alexandra GreenMe quedé viendo al hombre con sorpresa, es que si hubiese tenido dos cabezas no me habría sorprendido tanto, yo sé que me veía bastante bien y provocativa con ese vestido, pero jamás pensé qué sería capaz de enloquecer a un hombre al punto que me dijera que me necesitaba, así que mi autoestima se elevó unos tantos.Aún aturdida y dudosas por sus palabras, le pregunté en un hilo de voz. —¿Me necesitas a mí? —el hombre asintió.—Es que usted es la única que puede salvarme de un destino cruel, solo usted puede hacer que mis días brillen radiantes como el oro puro —pronunció el hombre de manera dramática y con una mirada de súplica, mientras me tomaba la mano.Esa declaración me hizo abrir los ojos de manera desmesurada, no podía creer que ese hombre se haya flechado tanto conmigo que me estuviera haciendo esa declaración tan romántica.No es que uno sea una chica fácil, pero a cualquiera le palpita fuerte el corazoncito al escuchar esas palabras tan bonitas y yo no era la
Alexandra Green Nunca había estado tan furiosa en mi vida, ¿Qué se creía el fresa ese? ¡Que podía sacarme como un saco de patatas y yo iba a quedarme tranquila! Aunque había sido rescatada por ese arrogante, no significaba que él tuviera que tratarme como si yo fuera una mocosa malcriada.—¡Suéltame ahora! —exigí. Me ignoró, lo sentí activar las alarmas del auto y subirme al puesto del copiloto, mientras me ordenaba con tono severo. —¡Quédate allí! —pronunció dando la vuelta. Él parecía igual de enojado que yo, si no más. Sus ojos chispeaban con una mezcla de furia y preocupación.—¿Qué eres? ¿Mi papá? ¿Para qué me estés mandando? No tienes derecho de tratarme de esta manera —bufé con enfado sintiendo que las chispas de enojo casi se convertían en llamas. —¿Tu papá? —replicó él con incredulidad—. No necesito ser tu papá para darme cuenta de que estabas en una situación peligrosa.Lo miré con los ojos entrecerrados, sintiéndome aún más furiosa por su tono condescendiente.—Pues,
Von DimitrakisCuando extendí mi vista pensando que estaba con un hombre, me quedé por un momento estático, porque la imagen frente a mí era lo más sensual que había visto en mi vida, ella estaba en ropa interior y sin brasier, su cabello suelto, haciendo movimientos de un lado a otro contra la pared, mientras salían gemidos de su boca, no sabía de qué se trataba, pero se veía jodidamente provocativa sobre todo porque sus voluptuosos senos se agitaban de un lado a otro, lo que hizo que enseguida sintiera la estrechez de mi pantalón, porque mi amiguito se puso firme como un soldado.Al momento de ella mirar hacia la puerta y verme, abrió los ojos y comenzó a gritar.—Ahhhh —gritó y empezó a insultarme —¡Desgraciado! ¡Pervertido! ¿Cómo te atreves a entrar a mi habitación? ¡¡Fuera de aquí!!Como sus gritos estaban retumbando por todas partes, y tenía miedo que terminara despertando a Cathe, entré a la habitación, cerré la puerta y corrí hacia ella para evitar que siguiera gritando, le p
Alexandra Green Las niñas se quedaron calladas, sorprendidas por las palabras de Cathe. Me aparté un poco de ella para poder verla a los ojos y preguntarle qué estaba haciendo, pero ella me miró con una mezcla de súplica y determinación, para segundos después, con voz firme, repetir sus palabras. —Es verdad, ella es mi mamá —afirmó con fuerza. Sentí un nudo en la garganta y un escalofrío me recorrió el cuerpo de pies a cabeza. Sabía que la mentira nunca traía nada bueno, y que tarde o temprano acarrearía consecuencias, pero no podía dejarla en ridículo frente a esas pequeñas arpías, especialmente después de las burlas y los comentarios hirientes, seguramente eran copias fieles y exactas de unas madres que debían actuar de la misma manera y que no corregían a sus hijas, si no alimentaban su esnobismo. Las miradas de las otras niñas se volvieron hacia mí, y sentí una extraña combinación de nervios, y determinación. Mi mente trabajó a toda velocidad, buscando la mejor manera de maneja
Alexandra Green. Tres horas después estaba parada frente al espejo mirando mi reflejo con asombro ante mi apariencia. Mi cabello caía en largas capas sobre mis hombros, reluciente y suave como nunca antes. Estaba tan brillante que reflejaba destellos de luz, como si el sol irradiara en ellos. Mis ojos brillaban con vida, parecían más grandes y brillantes que antes gracias a mis pestañas rizadas. Mis labios se veían suaves y jugosos, brillaban con un hermoso tono de rosa salmón. Mis mejillas estaban llenas de color, con una ligera sombra de rubor que hacía que mi piel se viera saludable y joven. El resultado era más impresionante de lo que esperaba. Había optado por un corte de cabello con capas, un estilo que había decidido el estilista, dándole una textura suave y una apariencia natural. —¿Te gustó? —preguntó el estilista y yo solo asentí, sin poder pronunciar palabras. De pronto la puerta se abrió y apareció Catherine buscándome y cuando me vio se quedó paralizada de la impre
Alexandra Green. Cuando vi a la hermana de Von me pareció conocida, en mi mente comencé a buscar donde la había visto, pero no lograba recordar, demás está decir que ni Cathe ni Dorian se habían equivocado al decirme que esas mujeres eran unas arpías, es que se quedaron cortos en su descripción, destilaban veneno, me sorprendía que las pobres no se hubieran envenenado con su propia ponzoña.La vieja estirada quería humillarme, aunque no me dejé, además, yo a quien le debía consideración era a Cathe, y era a la única a quien podía soportarle los berrinches, pero a esas arpías ni de lejos, pero si pensé que el peor momento había pasado, me equivoqué.Este se dio minutos después cuando vi salir y volver a entrar a la hermana de Von y a su novio, que era nada más y nada menos que Fernando, no pude evitar sentir el miedo recorrer mi espalda, hice un movimiento de la mano y la copa terminó cayéndose y rompiéndose, me sobresalté y miré hacia abajo, donde los cristales se esparcían por el sue
Alexandra Green.Las palabras de Von resonaron en mis oídos como campanas de sorpresa y desconcierto. Sentí mi rostro palidecer, y el latido de mi corazón se aceleró en un frenético golpeteo. Quería hablar, pero las palabras se atascaban en mi garganta, no podía entender cómo había sabido de lo ocurrido en el colegio ¿Cómo lo supo? ¿Cuándo? ¿Sería posible que Catherine le hubiese comentado?, pensé, pero no era factible que ella le hubiese dicho algo, porque si no sabría que si me hice pasar por su esposa, fue porque la niña me lo había pedido.Fue inevitable hacerme innumerables preguntas, las cuales giraban en mi mente como hojas atrapadas en una tormenta, mi silencio pareció avivar sus propias interpretaciones, y en un instante Von se acercó a mí con una presencia que hizo que mi pulso se disparara aún más. Su mano rodeó mi cintura en un gesto posesivo, su contacto envió corrientes eléctricas a través de mi piel. Mi cuerpo tembló, no de miedo, sino de una emocionante incertidumbre