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Capítulo Treinta y Tres

Roy Phillips

—¡Mariam! No seas tan berrinchuda y por una vez en la vida deja de meterte en mis asuntos— regaño a mi hermana con una sonrisa en los labios, mas ella me conoce lo suficiente para saber que no bromeo.

—Pero es que...

— Pero es que nada. Ya te expliqué que no tengo nada con mi patrona. Atenea y yo solo somos buenos amigos.

—¿Ah si? ¿Y porque demonios te trata como si fueras suyo «de su propiedad»? — interroga exasperada.

—¡Mariam!— grita mamá desde la cocina— No menciones al maligno, y mucho menos maldigas en esta casa— la reprende y Mariam hace la señal de la Cruz rodando los ojos.

— Me habías prometido que irías— musitó en tono más calmado pero continuando con sus reclamos.

—Mariam entiende que Atenea no sale los sábados de noche habitualmente. Este sábado lo hará... y me informó a última hora para que estuviera disponible. Lo siento Mariam pero tengo que trabajar.

—¿Trabajar en una fiesta? Si claro, ¿Cómo no?— se burla de lo que acabo de decirle y niego con la cabez
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