Capítulo Treinta y Nueve

Amaya Bezos

Camil se llegó con esa energía han suya y se dejó caer a mi lado. Me ofreció los dientes en la más inocente sonrisa que pudo formar.

—A mi no me mires a sí zorra, Sé que mientes hasta cuando preguntas —le solté entre risas. Esa muchacha era una maldita loca. —Pero esta vez estoy segura de que te traerá graves consecuencias.

—Buenos días peligro— la saludó Atenea con mil reparos y matices en la voz—. En serio lo de anoche no lo vuelvas a hacer nunca más, pudo haber sido peligroso.

—Sin sermones por favor— dramatizó una suplica y lanzó un puchero—. Si mi hermano se dio cuenta de lo que hice lo asumiré; por otra parte si no se dio cuenta, espero fervientemente que ustedes dos no se lo digan—. En su voz había algo más, más que una petición escuché una advertencia.

—¡No puedo prometerte eso!—. Refutó Atenea que aparentemente no captó el mensaje al igual que yo.

—Y yo no puedo prometerte que no difundiré el video de ti saliendo de la habitación 20107 pasadas las dos de la
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