Amaya Bezos Camil se llegó con esa energía han suya y se dejó caer a mi lado. Me ofreció los dientes en la más inocente sonrisa que pudo formar. —A mi no me mires a sí zorra, Sé que mientes hasta cuando preguntas —le solté entre risas. Esa muchacha era una maldita loca. —Pero esta vez estoy segura de que te traerá graves consecuencias.—Buenos días peligro— la saludó Atenea con mil reparos y matices en la voz—. En serio lo de anoche no lo vuelvas a hacer nunca más, pudo haber sido peligroso.—Sin sermones por favor— dramatizó una suplica y lanzó un puchero—. Si mi hermano se dio cuenta de lo que hice lo asumiré; por otra parte si no se dio cuenta, espero fervientemente que ustedes dos no se lo digan—. En su voz había algo más, más que una petición escuché una advertencia. —¡No puedo prometerte eso!—. Refutó Atenea que aparentemente no captó el mensaje al igual que yo. —Y yo no puedo prometerte que no difundiré el video de ti saliendo de la habitación 20107 pasadas las dos de la
Roy PhillipsMe siento tan tenso que me es difícil concentrarme en el camino. Todo espere menos ver a Amaya tan pronto, sobre todo después de lo qué pasó la noche anterior. «Trabajo es trabajo», pero de haber sabido que ella estaría con Atenea hoy, me hubiera reportado enfermo.Pude haber alegado que mi hermana me había contagiado la gripe. Ayer al llegar a casa estaba Marian con fiebre y jaqueca. Aunque el sentirse mal no evito que se fuera se rumba con sus amigas. Aún tengo que compensarle el haber faltado a su invitación.Se le veía caminando feliz hasta que me vio. Su semblante se hizo turbio y me miró mal. Me estaba odiando, yo también me estaba odiando por lo que había hecho, peor era la única solución para no detonar lo nuestro. Al llegar al Club, ayude a mi patrona a descender del auto, cuando intente hacer lo mismo con la bruja de cabellos rubios, paso de mi y me miro de mal modo. Era tonto que me sintiera disminuido ante su explícito reproche, pero ella en algún momento
Roy Phillips Amaya se puso roja de ira, peor no dijo ni una palabra. Volteo la cabeza hacia el otro lado, y hizo como si contemplara el paisaje nocturno de la ciudad. Dos lagrimas surcaron sus mejillas, y me espanté. Esa mujer que estaba en ese estado en el asiento trasero de un auto, era la misma que había sacado de un lugar donde era maltratada, pero aquel día no lloraba. Amaya Bezos no era ninguna cobarde, peor hoy...No podía llegar a entender lo que le ocurría.Después de estar casi cinco minutos en un embotellamiento, me atreví a hablar, pues el coche no tenía combustible.—Tengo que parar por combustible— le avise en espera de su aprobación. Ni siquiera se volteó a observarme, haciendo que se formara un nudo en mi garganta. Junto a Amaya, yo me convertía en un hombre inseguro e inestable, ella desarmaba cada pieza de mi. Ella era la única que tenía ese poder. —¿Está bien para usted?— insistí y por fin me observo con los ojos acuosos.—Has lo que quieras... yo no soy tu patron
Amaya Bezos. Toco aquel tatuaje que tanto invoque antes de dormirme en el pasado. ¡Esto no es casualidad!. No puede ser otro hombre: es él. «Tan cerca y tan lejos»Recorro con mis dedos cada trazo y mi pecho quiere estallar. Mil sentimientos encontrados me abordan. Es como si hubiese encontrado un tesoro justo para volverlo a perder. Su expresión es tan indescifrable como la mía. Me acerque aún más y lo acerque a mi para besarlo. Me atreví a besarlo, sin saber siquiera que me iba a corresponder... Pero lo hizo.«¡Dios!» Él me debía estar odiando. Aún así me besaba con tanta ternura, con tanto amor contenido, como si hubiera esperado la vida entera por mi. A penas puedo respirar, la emoción amenaza por tirarme al piso. «¡Es él... mi Maya!». Siempre estuvo frente a mis ojos y yo fui incapaz de verlo. Merezco que me trate mal, que me desprecie. Todo este tiempo debe haber estado pensando lo peor de mi. Hasta yo lo haría, si en el pasado después de prácticamente obligarlo a hacerme
Roy PhillipsEl corazón me quería estallar en el medio del pecho. Corría el riesgo de sufrir un síncope cardíaco. Las manos sudorosas al volante me dejaban claro que nunca había estado tan nervioso. Ni la primera vez que me enfrente a un campo de batalla real en el golfo, armado solo con una ametralladora de alto calibre. Nunca, en mi marco de referencia recordaba haberme preocupado por impresionar a una mujer. Jamás había querido dar más de lo que me era posible. Esta vez no me importaba recibir, solo quería dar todo de mi, mi alma si me era posible. Estaba metiéndome en aguas profundas, si algo salía mal quedaría tapado por el cause de mis propios sentimientos.Yo siempre había estado seguro de mi, de quién era, de mi pasión y entrega. El único problema era que ninguna de las mujeres anteriores con que me había acostado tenían ojos de bruja ni se llamaban Amaya Bezos, ni eran mi obsesión desde hacía poco más de cinco años. Eso me complicaba en gran medida la situación. Estaba t
Amaya BezosNunca había sido tan feliz, los días junto a Roy eran lo mejor de mi vida de adulta. El amor me sabía a chocolate y a fresas, a Champagne de madrugada y a locuras en la cama. Sentía lo mismo que cuando mis padres me llevaban a Disneylandia siendo una niña. Nunca nadie me había tratado así. Amada, respetada, querida... venerada con sus manos, adorada por su cuerpo. Todo lo que me hacía sentir no se comparaba a nada hubiera experimentado jamás. Lo vi tenso, pero a mi lado cuando lo hice entrar a casa, tirándolo de la mano para presentarle a mi familia. Mi madre aceptó lo nuestro sin hacer reparos de ninguna índole, en casa todos lo acogieron respetándolo, lo incluían. Era como un súper héroe con capa que venía a acabar la terrible sequía de afecto en que se había convertido mi vida. Mi padre era el más feliz, y lo expresaba abiertamente cada vez que nos veía juntos. Mi abuela se declaró su fans número uno, su admiración sólo fue en aumento cuando lo escuchó cantar. Cua
Amaya BezosEsa mañana salimos de casa de la madre de Roy, ambos con una expresión austera. Mi carácter se había vuelto agrio y él de algún modo se sentía culpable de lo que acababa de pasar. Eso, a pesar de que no sospechaba la mitad de las cosas que había escupido su madre envenenándome el alma. Intente alejar la nube negra que había puesto su madre sobre mi cabeza, y disfrutar el día. Lo acompañé a hacer todas sus vueltas, incluso lo referente a su trabajo en la agencia de seguridad. Me abrazaba tratando de hacerme sentir mejor, pero aunque lo intenté me era difícil de olvidar cada frase que pronuncio esa señora. En la tarde pasamos por mi consultorio para recoger los legajos de algunos pacientes y así yo poder adelantar las notas para mi próximas consultas. Trabajar me haría bien antes de dormir, necesitaba tener ocupada mi mente o enloquecería. Regresamos por la casa de Atenea a recoger una lista de supermercado. Roy habitualmente ayudaba a María con las compras y por pasar e
Amaya Bezos Miedo... Entré en pánico en el momento que lo vía aparecer. Peligroso y oscuro como el ángel de la muerte. Ese día mantuvo la distancia, peor la advertencia había sido lanzada. La hermana de Roy había sido hospitalizada esa misma tarde que Marcelo reapareció y yo me estaba comportando como una idiota en mi afán de protegerlos del monstruo que había vuelto para acecharme. Roy me necesitaba, necesitaba mi apoyo y yo parecía un avestruz con la cabeza metida en un hueco bajo tierra. Tres días después de que viera a Marcelo en el club, me llegó un sobre a casa. Era una invitación a almorzar, firmada con las iniciales MA. Era de él. Acepté , tenía que saber que quería o terminaría por enloquecer. Tampoco lo provocaría abiertamente, era un delincuente de cuello blanco, peor delincuente al fin. Entré en aquel restaurante siendo escoltada por uno de los hombres de la seguridad personal de mi padre. No sería tan idiota esta vez como para arriesgarme, no me expondría a queda