NARRADOR OMNISCIENTE Amanecía otro día en la hermosa ciudad de Cambridge, los calientes rayos del naciente sol matutino entraron por las grandes paredes de vidrio del lujoso y exclusivo penthouse situado en un piso treinta y cinco. Las cortinas de la habitación estaban totalmente abiertas. El rostro de Amaya se bañó de claridad y despertó un poco aturdida.Siente a su lado el calor de un cuerpo y rueda los ojos, levanta la vista y se queda mirando fijamente el blanco techo de su dormitorio de lujo. Lo había vuelto a hacer, había traído a un chico prácticamente desconocido a revolcarse como perros en celos, ahora tendría que deshacerse de él, quienquiera que fuese al que había traído en esta ocasión. Hoy no era un buen día para esto, y debió haber sabido que como siempre le era imposible contenerse de pecar. La cabeza le quería estallar con un dolor retumbante. Su tolerancia al alcohol no era muy buena, nada buena siendo sinceros. Lo que significaba que con poco más de tres cervez
NARRA AMAYAPasadas las diez de la noche aparco el coche frente a la residencia donde vive Alexandra y hago soñar el claxon tres veces. La chica baja con el vestido más horrible que he visto en mi vida y me regala una sonrisa tierna como si yo fuera su jodida cita. —No me lo tomes a mal, pero así no irás a Infierno— le digo tan pronto entra en el coche. — Pasaremos por mi casa antes.Cuarenta minutos después entramos al bar con Alexandra vistiendo tan sexy que hará que hasta los meseros suelten la bandeja para detenerse a contemplarla. Ocupó una mesa lejos de la barra y
NARRA AMAYA—Llámame Marcelo muñeca. Por hoy me puedes llamar Marcelo. Para finales de este mes, solo te permitiré llamarme Dom. Tu Dueño.Hago una mueca de fastidio, tomo mi tarjeta bancaria que me ofrece la bartender, después de haber cobrado la cuenta de mi consumo y el de Alexandra.—No me gusta que esperen por mi Don Dom, ¿Para qué esperar a finales de mes?. Me da realmente lo mismo llamarte hoy mismo Marcelo, Señor Di Alberti, Dom, que Mickey Mouse— el valor que reuní para decir esta frase se esfumó cuando mire la expresión de sus ojos. ¡Dios!No era la expresión de un ego ofendido. Había ofendido el ego de cientos de hombres en los últimos años. No por gusto Alexandra me había advertido hasta el tedio que cualquier día amanecería con la boca llena de hormigas debido a mi comportamiento.Pero la expresión en el rostro de Di Alberti me produjo un miedo distinto. Un miedo desconocido.Hice un intento de sonrisa falsa y salí de allí con prisa. No me volteé pero pude escuchar s
Amaya BezosMe acerco para tomar la rosa, mis dedos la rozan, pero retiro la mano al hincarme un dedo con las espina. Pienso reclamarle por la falta de delicadeza de obsequiar una rosa que hace daño. Perfectamente pudo limpiar el tallo o hacer que uno de sus hombres lo hiciera .—Nada es Perfecto—espeta sencillamente él, antes de que pueda decir algo y toma mi mano llevándose a su carnosa boca, el dedo en el que brilla una gota de sangre. Mis dedos tocaron sus labios y jamás imaginé que la boca de un hombre pudiera ser tan sensual y deseable. Probo mi sangre, creía que algo así me causaría repulsión, pero el simple hecho de tocar su boca solo me ocasionó un maldito morbo endemoniado, que estuve a punto de cruzar las piernas para evitar las cosquillas que sentí en mi entrepiernas . Me recorrieron terribles Deseos de que me estampara esos labios por todo el cuerpo, pero me obligué a mantener la compostura. —Retiró lo dicho... tú si eres perfecta Muñeca. Tu olor, tu sabor exquisito
Narra AmayaTan pronto como me recuperé de la impresión que la nota del Marcelo me había causado. Me encamine a mi habitación, me vestí lo más correctamente que pude con falda y chaqueta a juego; tal como le gusta verme a mi madre. Abrí la caja fuerte tomé mi pasaporte poniéndolo junto a mis tarjetas de créditos y otros documentos personales. Baje mirando hacia todas partes, sentía como si me vigilaran, pero debía ser mi maldita paranoia . El portero me localizó un taxi y salí huyendo, como si corriera por mi vida.No todos los días te topas con un loco sexy con ínfulas de Cristian Grey, que quiere iniciarte en el BDSM. Más tengo la impresión que comparado con Marcelo el carismático Cristian Grey no es más que un Dominante Sádico de Juguete. Yo no tengo la suerte de la tímida Anastacia Steele; para ser justos, ni siquiera la virginidad tengo. Miami sería mi fortaleza infranqueable para protegerme de ese lunático. De seguro unos cuantos días sin saber de mi, y se buscaba a alguien
Amaya BezosLe indiqué la dirección de la residencia Bezos al conductor, que atravesó de modo prolijo las calles atestadas del pesado tráfico de Miami. Una vez frente a la alta verja de casa Marcelo me ofreció una mirada de advertencia que hizo que mis piernas se aflojaran.—Una semana Muñeca. Tan solo una semana. Te recogerá un coche, exactamente en siete días, a esta misma hora en tu penthouse de Cambridge. No me gusta que me hagan esperar, así que se lo más puntual posible.—¿Y si decido no regresar?—pregunte en todo desafiante.—Eso sería una verdadera estupidez Amaya— su cara tomó una expresión dura y cerró su mano sobre mi muñeca, apretando cada vez más con cada palabra que pronunciaba— Sería tentar al destino, y pasar de la boca del lobo, directamente al estómago. No me incites a jugar fuerte. ¡No me provoques!—advirtió con tono frío.Aunque trate sacarme de su agarre no lo logre. Así que intenté otra táctica diferente.—¡Suéltame!, me estás lastimando. ¿Quieres conocer a m
Roy Phillips La mansión Bezos, es mucho más de lo que esperaba. Aunque sobria, la reja exterior parece sacada de un cuento de los hermanos Green.Los jardines son perfectos, inmensos, impecables. A simple vista destacaban diversos tipos de flores como rosas, margaritas, tulipanes y mis preferidas los claveles. Cerca de lo que pareciese ser la entrada del área de la alberca se observan más rosales, rodeando una de las fuentes blancas que se ven desde mi posición. También coronan todo el sitio hermosas palmas y varios árboles florecidos. Un lugar casi paradisíaco digno de admirar.Quedó boquiabierto, con la garita de la entrada, el sitio del portero es más grande que el sitio que de momento llamo casa. Un anciano uniformado me atiende amablemente, le comento que vengo a ver al jefe de seguridad, y el motivo exacto de mi visita.Sin mucha dilación, el hombre me hace pasar y me indica el camino.—El señor Bezos lo recibirá— me informa el señor y logra sorprenderme. Jamás pensé que u
Amaya BezosEntro a la casa hecha una furia, me aletea la nariz y el pecho me sube y baja exaltado . Esto tenía que ser obra del Karma. No podría ofrecerle otra explicación a lo que acababa de ver en el jardín.Por una vez en la vida que mi padre me consigue un guardaespaldas al que quisiera guardarle la espalda yo, y el estúpido Italiano me amenaza directamente, me hace saber que sería capaz de todo si me ve cerca de un hombre.No se si considerarme estúpida también por obedecer su palabra. Pero mi sexto sentido me indica que por primera vez en la vida no es aconsejable desobedecer una orden directa, que no es lo más razonable. Lo mejor hasta de saber de que es capaz el dueño del infierno, lo más prudente será alejarme de todo lo que pueda ocasionar que la ira Marcelo Di Alberti despierte.Pero me dolió no poder acercarme a ese bomboncito de abdomen perfecto. A ese tatuaje que llevaba en el pecho.¡Por la madre santa de los guardias de seguridad! De donde habían sacado a ese e