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Capítulo Cinco.

Narra Amaya

Tan pronto como me recuperé de la impresión que la nota del Marcelo me había causado. Me encamine a mi habitación, me vestí lo más correctamente que pude con falda y chaqueta a juego; tal como le gusta verme a mi madre. Abrí la caja fuerte tomé mi pasaporte poniéndolo junto a mis tarjetas de créditos y otros documentos personales. Baje mirando hacia todas partes, sentía como si me vigilaran, pero debía ser mi m*****a paranoia . El portero me localizó un taxi y salí huyendo, como si corriera por mi vida.

No todos los días te topas con un loco sexy  con ínfulas de  Cristian Grey, que quiere iniciarte en el BDSM. Más tengo la impresión que comparado con Marcelo el carismático Cristian Grey no es más que un Dominante Sádico de Juguete. Yo no tengo la suerte de la tímida Anastacia Steele; para ser justos, ni siquiera la virginidad tengo.

Miami sería mi fortaleza infranqueable para protegerme de ese lunático. De seguro unos cuantos días sin saber de mi, y se buscaba a alguien que verdaderamente le interese pertenecer a su mundo oscuro de Sumisas, bondage y juguetes sexuales de dudoso uso y reputación.

De tan sólo pensar en la palabra Sumisa, el cuerpo se me eriza. Es innegable que siento curiosidad, pero mi miedo no se compara con nada que haya sentido.

Soy una mujer emocionalmente estable, lo último que que quería en mi vida es temerle a mi pareja.

¡Por Dios! Saldré de la  universidad con un Doctorado en Psicología, y ese maldito italiano maniático, tiene mi mundo de revés. Gran Psicóloga prometo ser, que no soy capaz de enfrentar mis propios miedos, ¿que podré aconsejar yo? Jamás me había visto obligada a huir de ningún lugar.

Llegó al Aeropuerto Internacional Logan en tiempo récord , veinte minutos más tarde estoy abordando en el primer avión que pude encontrar cupo, volando en primera clase a la ciudad del Sol.

Me acomodo junto a la ventanilla y espero paciente que aborden el resto de los pasajeros. Me esperan tres horas antes de  llegar a casa, así que intento ponerme cómoda para esperar el despegue con una copa de mimosa que me ofrece la sobrecargo.

Termino mi copa y me recuesto en el sillón cerrando los ojos, hago un recuento mental de lo acontecido desde que vi a ese demonio en la esquina de la barra devorándome con sus ojos de fuego. Si bien es  cierto que me asusta ... no puedo negar que ese maldito italiano me prende como a una cerilla, me encanta verlo mirándome como si fuera suya.

«O sea, que me doy cuenta que acabo de enloquecer. Si quiero que me posea qué rayos  hago sobre este avión»

«¿Que decías de estabilidad emocional Amaya?»

No suelo ser indecisa, lo que me hace pensar que la influencia de Marcelo Di Alberti sobre mi, se está empezando a notar.

El avión se comienza a mover sobre la pista y la aeromoza comienza a explicar el protocolo,  solicitando que abrochemos los cinturones y nos alistemos para el despegue. Obedientemente aseguro mi cinturón, acomodo mis audífonos y me recuesto cerrando una vez más  los ojos.

Siento que el asiento junto el mío se acaba de ocupar, pero no me importa hablar con nadie. Solo quiero dormir y olvidarme que me ronda el dueño del Infierno para enseñarme a jugar rudo.

—¿A dónde Vamos Amaya?—esa voz, es su voz. La reconocería  entre miles. Esa voz me acaricia y me golpea casi al mismo tiempo.  El sobresalto en la silla hace que me molesten las cintas del cinturón. Me siento atrapada, atada, sin poder moverme. ¿Cómo demonios supo que me marcharía a casa? ¿ Cómo me encontró tan rápido ?

—¿Q-Qué haces a-aquí?— logro tartamudear, mientras que el avión se eleva de la tierra.

—Te hice una pregunta, ¿A Dónde vamos?, No recuerdo que me hayas solicitado un permiso para salir de la Ciudad—. Toma mi mano y la aprieta—¿Te da miedo volar Mia Bambola? Estás muy pálida— su cinismo me deja aún peor.

—No tengo que solicitarte nada, ¿Con qué derecho...

—Shhh...—interrumpe con voz melódicamente peligrosa— cuando te hago una pregunta espero que me respondas sin ironías, sin sarcasmos y sin bromas de mal gusto. Respóndeme lo que te pregunté, o recibirás tus primeros azotes en el baño de la cabina de primera clase. La experiencia será única, después te aseguro que nunca más verás un avión de la  misma manera; desde que entres a un aeropuerto  el mero recuerdo te hará un pantano en las bragas. ¿Y bien? ¿A donde vamos?

— V-Voy  a casa, con  mi padre— contesto sin dejar de temblarme la voz — No tengo que dar explicaciones a nadie.

—Amaya, tu ed io siamo adulti (tu y yo somos adultos). Mírate per Dio amore, parece que te fueras a hacer pis, con tan solo tenerme a tu lado. Solo imagina cuando me tengas dentro de ti. Puedo llegar a ser terriblemente perverso, o terriblemente amable. Tú decides qué lado quieres tener, amore —. Su mano recorre mi entrepierna enviando señales eléctricas a todo mi cuerpo. No puedo creer que se atreva a tocarme tan íntimamente, aquí; donde cualquiera puede sorprendernos. Pero eso no lo detiene. Sus ojos desprenden un verde hipnótico que me hace perderme en ellos y volver a dudar si alejarme o no de ese Perfecto y peligroso rostro de Marcelo Di Alberti.

El vuelo a Miami fue el más tormentoso que recuerdo haber tenido en mi vida. Las turbulencias que sentí no se comparan con nada que haya experimentado jamas. Con la mano del diablo sobre mis bragas, la falda levantada y mis ojos perdidos ante las olas de placer que me invadían . Lo peor de todo es que él se mostraba tan tranquilo, como si viera los deportes.

Jugó durante tres horas con mi ya adolorido clitoris, que lloro todo un rio. Pero en esas tres horas que continúo atacando mis sentidos no me permitió llegar al orgasmo. Cada vez que  sentía que mi cuerpo se tensaba, Marcelo retiraba su mano, o la pasaba más bruscamente sobre mis labios menores. Pero el hecho es que llegue a Miami, con la humedad bañando la cara interior de mis muslos, y con la frustración por los cielos.

—Tienes una semana— anunció ayudando a acomodarme en un coche que aguardaba por él.

—¿Qué? ¿Para qué?

—En una semana te quiero de regreso en Cambridge, de no ser así. Seré implacable en tu castigo, y no tan pausado como lo de hace un rato en el avión. Poco a poco aprenderás a que si eres una bambola buena, recibirás premios... pero, si por otra parte, decidieses ser mala. Te puedo asegurar mia Bambola... que te llevará el infierno.

Ese día comprendí que del diablo, de Marcelo Di Alberti no había escapatoria posible. Que él me cazaría y me acorralaría si intentaba marcharme. Que solo si cedía de sus locas ideas de poseerme, podría seguir con mi vida.

Mientras tanto en Miami...

Narrador Omnisciente 

— Señor Bezos, conseguí  al hombre que usted necesita. Cumple con todos los requisitos que me solicitó, incluso sobrepasa sus expectativas.

—¿Si?— inquiere el magnate muy interesado

—Si Señor, es ex Marine, retirado de la milicia con dos misiones exitosas en el Golfo pérsico.

—Te advertí que mi hija no aceptaría a un vejete— espeta con dudas. 

—¡Oh no! señor Bezos, por esa parte puede estar tranquilo, el chico solo tiene 25 años— el señor de la agencia sabia que se jugaba su pellejo, y su puesto si algo le llegaba a pasar a la única heredera del imperio Bezos— El único inconveniente señor, es que el chico es emigrante, ya tiene papeles, pero lo trajo su madre de Mexico siendo un niño.

—Eso para está familia no es ningún inconveniente, no discriminamos a nadie. No nos dejamos llevar por estúpidos prejuicios sociales. Si el muchacho trabaja bien y cuida a mi hija, no me importa si vino de la luna.

—Entonces puede empezar mañana, lo enviaré a su residencia en la mañana para que su jefe se seguridad se encargue de darle los pormenores del trabajo, Señor Bezos.

—Deja de llamarme Señor Bezos todo el tiempo, nos conocemos desde niños, es tiempo que me llames por mi nombre.

—Como ordene Señor... como ordenes Daniel— se corrige el dueño de la agencia de seguridad mz 

—Así está mejor. Por favor, adviértele a ese muchacho que va a necesitar nervios de acero . Amaya no es como cualquier chica rica, fresa y estúpida.  Ella es... ella... mi hija... Bueno Amaya es Amaya, creo que no entra en ningún molde. Pero ya sus caprichos de no tener seguridad no pueden continuar. Lo que aconteció con la hija de Amiel Aray lanzó un precendente a todas las familias del país. Nadie se esperó un secuestro.

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