Narra Amaya
Tan pronto como me recuperé de la impresión que la nota del Marcelo me había causado. Me encamine a mi habitación, me vestí lo más correctamente que pude con falda y chaqueta a juego; tal como le gusta verme a mi madre. Abrí la caja fuerte tomé mi pasaporte poniéndolo junto a mis tarjetas de créditos y otros documentos personales. Baje mirando hacia todas partes, sentía como si me vigilaran, pero debía ser mi m*****a paranoia . El portero me localizó un taxi y salí huyendo, como si corriera por mi vida.
No todos los días te topas con un loco sexy con ínfulas de Cristian Grey, que quiere iniciarte en el BDSM. Más tengo la impresión que comparado con Marcelo el carismático Cristian Grey no es más que un Dominante Sádico de Juguete. Yo no tengo la suerte de la tímida Anastacia Steele; para ser justos, ni siquiera la virginidad tengo.
Miami sería mi fortaleza infranqueable para protegerme de ese lunático. De seguro unos cuantos días sin saber de mi, y se buscaba a alguien que verdaderamente le interese pertenecer a su mundo oscuro de Sumisas, bondage y juguetes sexuales de dudoso uso y reputación.
De tan sólo pensar en la palabra Sumisa, el cuerpo se me eriza. Es innegable que siento curiosidad, pero mi miedo no se compara con nada que haya sentido.
Soy una mujer emocionalmente estable, lo último que que quería en mi vida es temerle a mi pareja.
¡Por Dios! Saldré de la universidad con un Doctorado en Psicología, y ese maldito italiano maniático, tiene mi mundo de revés. Gran Psicóloga prometo ser, que no soy capaz de enfrentar mis propios miedos, ¿que podré aconsejar yo? Jamás me había visto obligada a huir de ningún lugar.
Llegó al Aeropuerto Internacional Logan en tiempo récord , veinte minutos más tarde estoy abordando en el primer avión que pude encontrar cupo, volando en primera clase a la ciudad del Sol.
Me acomodo junto a la ventanilla y espero paciente que aborden el resto de los pasajeros. Me esperan tres horas antes de llegar a casa, así que intento ponerme cómoda para esperar el despegue con una copa de mimosa que me ofrece la sobrecargo.
Termino mi copa y me recuesto en el sillón cerrando los ojos, hago un recuento mental de lo acontecido desde que vi a ese demonio en la esquina de la barra devorándome con sus ojos de fuego. Si bien es cierto que me asusta ... no puedo negar que ese maldito italiano me prende como a una cerilla, me encanta verlo mirándome como si fuera suya.
«O sea, que me doy cuenta que acabo de enloquecer. Si quiero que me posea qué rayos hago sobre este avión»
«¿Que decías de estabilidad emocional Amaya?»
No suelo ser indecisa, lo que me hace pensar que la influencia de Marcelo Di Alberti sobre mi, se está empezando a notar.
El avión se comienza a mover sobre la pista y la aeromoza comienza a explicar el protocolo, solicitando que abrochemos los cinturones y nos alistemos para el despegue. Obedientemente aseguro mi cinturón, acomodo mis audífonos y me recuesto cerrando una vez más los ojos.
Siento que el asiento junto el mío se acaba de ocupar, pero no me importa hablar con nadie. Solo quiero dormir y olvidarme que me ronda el dueño del Infierno para enseñarme a jugar rudo.
—¿A dónde Vamos Amaya?—esa voz, es su voz. La reconocería entre miles. Esa voz me acaricia y me golpea casi al mismo tiempo. El sobresalto en la silla hace que me molesten las cintas del cinturón. Me siento atrapada, atada, sin poder moverme. ¿Cómo demonios supo que me marcharía a casa? ¿ Cómo me encontró tan rápido ?
—¿Q-Qué haces a-aquí?— logro tartamudear, mientras que el avión se eleva de la tierra.
—Te hice una pregunta, ¿A Dónde vamos?, No recuerdo que me hayas solicitado un permiso para salir de la Ciudad—. Toma mi mano y la aprieta—¿Te da miedo volar Mia Bambola? Estás muy pálida— su cinismo me deja aún peor.
—No tengo que solicitarte nada, ¿Con qué derecho...
—Shhh...—interrumpe con voz melódicamente peligrosa— cuando te hago una pregunta espero que me respondas sin ironías, sin sarcasmos y sin bromas de mal gusto. Respóndeme lo que te pregunté, o recibirás tus primeros azotes en el baño de la cabina de primera clase. La experiencia será única, después te aseguro que nunca más verás un avión de la misma manera; desde que entres a un aeropuerto el mero recuerdo te hará un pantano en las bragas. ¿Y bien? ¿A donde vamos?
— V-Voy a casa, con mi padre— contesto sin dejar de temblarme la voz — No tengo que dar explicaciones a nadie.
—Amaya, tu ed io siamo adulti (tu y yo somos adultos). Mírate per Dio amore, parece que te fueras a hacer pis, con tan solo tenerme a tu lado. Solo imagina cuando me tengas dentro de ti. Puedo llegar a ser terriblemente perverso, o terriblemente amable. Tú decides qué lado quieres tener, amore —. Su mano recorre mi entrepierna enviando señales eléctricas a todo mi cuerpo. No puedo creer que se atreva a tocarme tan íntimamente, aquí; donde cualquiera puede sorprendernos. Pero eso no lo detiene. Sus ojos desprenden un verde hipnótico que me hace perderme en ellos y volver a dudar si alejarme o no de ese Perfecto y peligroso rostro de Marcelo Di Alberti.
El vuelo a Miami fue el más tormentoso que recuerdo haber tenido en mi vida. Las turbulencias que sentí no se comparan con nada que haya experimentado jamas. Con la mano del diablo sobre mis bragas, la falda levantada y mis ojos perdidos ante las olas de placer que me invadían . Lo peor de todo es que él se mostraba tan tranquilo, como si viera los deportes.
Jugó durante tres horas con mi ya adolorido clitoris, que lloro todo un rio. Pero en esas tres horas que continúo atacando mis sentidos no me permitió llegar al orgasmo. Cada vez que sentía que mi cuerpo se tensaba, Marcelo retiraba su mano, o la pasaba más bruscamente sobre mis labios menores. Pero el hecho es que llegue a Miami, con la humedad bañando la cara interior de mis muslos, y con la frustración por los cielos.
—Tienes una semana— anunció ayudando a acomodarme en un coche que aguardaba por él.
—¿Qué? ¿Para qué?
—En una semana te quiero de regreso en Cambridge, de no ser así. Seré implacable en tu castigo, y no tan pausado como lo de hace un rato en el avión. Poco a poco aprenderás a que si eres una bambola buena, recibirás premios... pero, si por otra parte, decidieses ser mala. Te puedo asegurar mia Bambola... que te llevará el infierno.
Ese día comprendí que del diablo, de Marcelo Di Alberti no había escapatoria posible. Que él me cazaría y me acorralaría si intentaba marcharme. Que solo si cedía de sus locas ideas de poseerme, podría seguir con mi vida.
Mientras tanto en Miami...
Narrador Omnisciente
— Señor Bezos, conseguí al hombre que usted necesita. Cumple con todos los requisitos que me solicitó, incluso sobrepasa sus expectativas.
—¿Si?— inquiere el magnate muy interesado
—Si Señor, es ex Marine, retirado de la milicia con dos misiones exitosas en el Golfo pérsico.
—Te advertí que mi hija no aceptaría a un vejete— espeta con dudas.
—¡Oh no! señor Bezos, por esa parte puede estar tranquilo, el chico solo tiene 25 años— el señor de la agencia sabia que se jugaba su pellejo, y su puesto si algo le llegaba a pasar a la única heredera del imperio Bezos— El único inconveniente señor, es que el chico es emigrante, ya tiene papeles, pero lo trajo su madre de Mexico siendo un niño.
—Eso para está familia no es ningún inconveniente, no discriminamos a nadie. No nos dejamos llevar por estúpidos prejuicios sociales. Si el muchacho trabaja bien y cuida a mi hija, no me importa si vino de la luna.
—Entonces puede empezar mañana, lo enviaré a su residencia en la mañana para que su jefe se seguridad se encargue de darle los pormenores del trabajo, Señor Bezos.
—Deja de llamarme Señor Bezos todo el tiempo, nos conocemos desde niños, es tiempo que me llames por mi nombre.
—Como ordene Señor... como ordenes Daniel— se corrige el dueño de la agencia de seguridad mz
—Así está mejor. Por favor, adviértele a ese muchacho que va a necesitar nervios de acero . Amaya no es como cualquier chica rica, fresa y estúpida. Ella es... ella... mi hija... Bueno Amaya es Amaya, creo que no entra en ningún molde. Pero ya sus caprichos de no tener seguridad no pueden continuar. Lo que aconteció con la hija de Amiel Aray lanzó un precendente a todas las familias del país. Nadie se esperó un secuestro.
Amaya BezosLe indiqué la dirección de la residencia Bezos al conductor, que atravesó de modo prolijo las calles atestadas del pesado tráfico de Miami. Una vez frente a la alta verja de casa Marcelo me ofreció una mirada de advertencia que hizo que mis piernas se aflojaran.—Una semana Muñeca. Tan solo una semana. Te recogerá un coche, exactamente en siete días, a esta misma hora en tu penthouse de Cambridge. No me gusta que me hagan esperar, así que se lo más puntual posible.—¿Y si decido no regresar?—pregunte en todo desafiante.—Eso sería una verdadera estupidez Amaya— su cara tomó una expresión dura y cerró su mano sobre mi muñeca, apretando cada vez más con cada palabra que pronunciaba— Sería tentar al destino, y pasar de la boca del lobo, directamente al estómago. No me incites a jugar fuerte. ¡No me provoques!—advirtió con tono frío.Aunque trate sacarme de su agarre no lo logre. Así que intenté otra táctica diferente.—¡Suéltame!, me estás lastimando. ¿Quieres conocer a m
Roy Phillips La mansión Bezos, es mucho más de lo que esperaba. Aunque sobria, la reja exterior parece sacada de un cuento de los hermanos Green.Los jardines son perfectos, inmensos, impecables. A simple vista destacaban diversos tipos de flores como rosas, margaritas, tulipanes y mis preferidas los claveles. Cerca de lo que pareciese ser la entrada del área de la alberca se observan más rosales, rodeando una de las fuentes blancas que se ven desde mi posición. También coronan todo el sitio hermosas palmas y varios árboles florecidos. Un lugar casi paradisíaco digno de admirar.Quedó boquiabierto, con la garita de la entrada, el sitio del portero es más grande que el sitio que de momento llamo casa. Un anciano uniformado me atiende amablemente, le comento que vengo a ver al jefe de seguridad, y el motivo exacto de mi visita.Sin mucha dilación, el hombre me hace pasar y me indica el camino.—El señor Bezos lo recibirá— me informa el señor y logra sorprenderme. Jamás pensé que u
Amaya BezosEntro a la casa hecha una furia, me aletea la nariz y el pecho me sube y baja exaltado . Esto tenía que ser obra del Karma. No podría ofrecerle otra explicación a lo que acababa de ver en el jardín.Por una vez en la vida que mi padre me consigue un guardaespaldas al que quisiera guardarle la espalda yo, y el estúpido Italiano me amenaza directamente, me hace saber que sería capaz de todo si me ve cerca de un hombre.No se si considerarme estúpida también por obedecer su palabra. Pero mi sexto sentido me indica que por primera vez en la vida no es aconsejable desobedecer una orden directa, que no es lo más razonable. Lo mejor hasta de saber de que es capaz el dueño del infierno, lo más prudente será alejarme de todo lo que pueda ocasionar que la ira Marcelo Di Alberti despierte.Pero me dolió no poder acercarme a ese bomboncito de abdomen perfecto. A ese tatuaje que llevaba en el pecho.¡Por la madre santa de los guardias de seguridad! De donde habían sacado a ese e
Amaya BesosDe todos los hombres que he besado, que han sido demasiados, debo dejar claro, este beso ha sido el que más he disfrutado. Ese bendito día, semi acostada sobre el duro pecho de un hombre desconocido y mojado, me di cuenta que nadie me había besado bonito hasta entonces. Que nadie se había tomado el tiempo para tocarme de aquella mágica manera.Me dolió darme cuenta que todos los hombres que habían pasado por mi vida destrozando mis labios, me trataban como lo que ellos pensaban que Amaya Bezos era: una completa cualquiera. Una mujer de moral distraída con la cuál podían dar riendas sueltas a sus instintos sexuales. Pero este muchacho de ojos brillantes no, absolutamente no lo hacía. Me estaba besando de una manera que yo desconocía, de una forma que hizo que yo misma cayera en mi propia trampa, al intentar seducirlo.Un beso tan hipnotizante, que casi podía sentir como el cuarteto de la felicidad era segregado en mi organismo en cantidades alarmantes: eso es lo n
Amaya Bezos Su lengua no fue directamente al clitoris, sino que marcó círculos alrededor de este. Acarició como un experto mis zonas más delicadas hasta que por fin llego a acariciar el punto clave. No estaba dando lametones a diestra y siniestra, sino que sabía dónde debía tocar. Era como si yo misma me estuviera masturbando por la exactitud de sus toques. En ningún momento sentí molestia o dolor. Era Perfecto en cada avance. Cuando su boca succionó mi clitoris termine por enloquecer. Él lo intuyó y me penetro con dos dedos.¡Demonios, Diablos!Su mano libre presiono mi vientre sobre el monte de Venus, y en ese momento descubrí lo que era el Punto G por primera vez en veintidós años. Un chorro de líquido le baño su boca, derramándose por su pecho desnudo. Yo no pude reaccionar, él continuó atacándome con su lengua mientras que yo jadeaba entre temblores. Otra vez el orgasmo provocó un inmenso chorro de mis fluidos, y me hubiera avergonzado a no ser por la satisfacción que veía
Amaya BezosAcostada en mi cama con los pies apoyados en uno de los postes que la conformaban, hice un repaso mental de lo que acababa de ocurrir. Había sido más de lo que esperaba que pudiera ser el sexo. Mucho, pero mucho más. ¿Cómo un joven tan aparentemente correcto es capaz de tanto?. ¡Por Dios! Él no debe tener más de veinticinco años, y es un absoluto experto en darle placer a una mujer. ¿En qué escuela enseñan las cosas qué él sabe? Nuevamente me embargan los celos posesivos liados con la curiosidad. Aunque lo creo imposible, me gustaría ser la dueña de este muchacho, su única amante, su única pasión, su único amor.Como futura psicóloga hasta ahora entendía el comportamiento humano que hacía que una persona racional que poseía una pareja estable, un hogar, una familia, pudiera arriesgarlo todo a cambio de breves instantes de placer y engañar con otra persona distinta y en ocasiones opuesta a su pareja, motivado por el sexo, es decir, con el sexo como único móvil . Si a
Roy Philips.Salgo de aquella habitación con la moral por el piso. Que maldita estupidez acababa de cometer.Aquella bruja bendita de cuerpo de infarto y cara de Ninfa me había tendido una trampa a la que no pude resistirme. Ella se sabia ganadora desde que empezó con esto.Su objetivo desde que me besó fue echarme de aquí, que yo perdiera mi empleo.Y... ahí va el Roy de menso en caer en sus garras.—¿Pero qué pensaste mijo?— me pregunto a mi mismo mientras abro la puerta de mi vieja camioneta—¿Dime? ¿Dime que creíste?.Sigo en mi monólogo conmigo mismo respondiendo las preguntas que yo mismo me hago.—¿Tu no viste a esa mujer? — me vuelvo a preguntar y otra vez me respondo. —Eso no era una mujer, era una Ninfa, una diosa. Esos seres celestiales no son para simple humanos.Pero era una Ninfa muy inhumana, ¿Quien es capaz de negociar tan fríamente con su cuerpo?, de cambiarse de esa forma por conseguir un objetivo. ¿Quien se entrega así como lo hizo ella. Porque por mucho que intent
Una Semana DespuésRoy Phillips —¡Roooyy!— el grito aterrado de Mariam me despierta. Toda la casa esta en total oscuridad. Trabaje la madrugada anterior, y hoy estuve todo el día en la construcción, estoy muerto de cansancio y tengo las manos destrozadas por el trabajo pesado del día. —¿Dónde estas escuincla?— pregunto caminando sorteando los objetos en la oscuridad de la casa.—En el baño— responde a gritos y avanzo por ella, la ilumino con la linterna del celular y sale envuelta en una toalla— Mamá debe haber olvidado pagar por el servicio eléctrico y lo han cortado.Desde que salí aquella tarde de la mansión de los Bezos todo ha empeorado. No tenemos un peso, no tengo trabajo fijo, y solo tomo lo que aparece, a duras penas conseguí juntar lo del alquiler de la casa. Por más que he intentado reponerme a esto no lo he conseguido.Esa bruja además de echarme, me tiro la sal, porque esto no puede ser otra cosa que una jodida maldición.El ruido metálico de una llave en la cerradura