Roy Philips.Salgo de aquella habitación con la moral por el piso. Que maldita estupidez acababa de cometer.Aquella bruja bendita de cuerpo de infarto y cara de Ninfa me había tendido una trampa a la que no pude resistirme. Ella se sabia ganadora desde que empezó con esto.Su objetivo desde que me besó fue echarme de aquí, que yo perdiera mi empleo.Y... ahí va el Roy de menso en caer en sus garras.—¿Pero qué pensaste mijo?— me pregunto a mi mismo mientras abro la puerta de mi vieja camioneta—¿Dime? ¿Dime que creíste?.Sigo en mi monólogo conmigo mismo respondiendo las preguntas que yo mismo me hago.—¿Tu no viste a esa mujer? — me vuelvo a preguntar y otra vez me respondo. —Eso no era una mujer, era una Ninfa, una diosa. Esos seres celestiales no son para simple humanos.Pero era una Ninfa muy inhumana, ¿Quien es capaz de negociar tan fríamente con su cuerpo?, de cambiarse de esa forma por conseguir un objetivo. ¿Quien se entrega así como lo hizo ella. Porque por mucho que intent
Una Semana DespuésRoy Phillips —¡Roooyy!— el grito aterrado de Mariam me despierta. Toda la casa esta en total oscuridad. Trabaje la madrugada anterior, y hoy estuve todo el día en la construcción, estoy muerto de cansancio y tengo las manos destrozadas por el trabajo pesado del día. —¿Dónde estas escuincla?— pregunto caminando sorteando los objetos en la oscuridad de la casa.—En el baño— responde a gritos y avanzo por ella, la ilumino con la linterna del celular y sale envuelta en una toalla— Mamá debe haber olvidado pagar por el servicio eléctrico y lo han cortado.Desde que salí aquella tarde de la mansión de los Bezos todo ha empeorado. No tenemos un peso, no tengo trabajo fijo, y solo tomo lo que aparece, a duras penas conseguí juntar lo del alquiler de la casa. Por más que he intentado reponerme a esto no lo he conseguido.Esa bruja además de echarme, me tiro la sal, porque esto no puede ser otra cosa que una jodida maldición.El ruido metálico de una llave en la cerradura
Amaya BezosAbandonar Miami me dolió esta vez como nadie se lo pudo jamás imaginar. Desconocía esta nueva faceta mía. Nunca había tenido demasiado apego hacia nada, no me solía aferrar a las personas, ni a los objetos inanimado. La palabra apego no estaba en mi diccionario hasta este momento, lo imperecedero en mi vida era y será mi familia; el resto del mundo se podía romper, desaparecer, dejar de existir, que no me importaría en lo más mínimo. Ya no era así completamente , cierto hombre había logrado romper esta regla... cierto hombre con el que no me importaría pasar más tiempo... cierto hombre al que ya no volveré a ver. Todo por tratarme de un modo distinto al que estaba acostumbrada. Aunque prácticamente lo obligue a meterse en mi, no hubo solo sexo entre nosotros. De alguna manera ese chico con sus poderes ancestrales me demostró cómo es que me deberían tocar siempre, como es que quiero que me miren siempre. Algo en mi había cambiado en esta visita, algo que nunca había e
El cuerpo escultural de Marcelo desnudo deleita mi vista. Él se pavonea completamente seguro de sus atributos. Mirar el tamaño de su miembro 3r3cto hace que mi garganta se cierre y que mi boca comience a salivar.Un escalofrío se apodera de mi estómago y un calor conocido recorre mi entrepierna. No puedo mirarle la cara, la vista se me va constantemente a la “V” de su abdomen y de ahí más abajo. Detallo con morbo su p3n3 que palpita al antojo del italiano.Su grosor es exquisito y hace que mi vientre se contraiga con tan sólo imaginarlo clavado en mi.Estoy de pie como una tonta detallando el f4l0 bien dotado, los t3st*culos pequeños de un italiano demente, y me gusta lo que veo. Él también lo sabe, la expresión de su rostro y la forma en que ha comenzado a avanzar hacia mi me lo dejan claro.—Sei arrivato nel tuo negozio di giocattoli, piccola bambola.—Gracias por tan “cordial” bienvenida. ¿No se supone que uses ¿un pantalón?, ¿algo de cuero, o algo por el estilo? ¡No te puedes pa
Amaya BezosAún no me podía creer lo que acababa de suceder. Pero sin más remedio que seguir a la tal Rosso, me acomode la ropa lo más prolijamente posible, recogí mi chaqueta del piso a donde Marcelo la había lanzado y me dispuse a andar. Fui conducida a una habitación de la segunda planta de la vivienda. Tengo que reconocer que no estaba mal, era lujosa y bonita. Ella me mostró los detalles de la estancia sin mucha ceremonia y sin esbozar a penas media sonrisa, parecía un robot. Cuando la sumisa estaba a punto de cerrar la puerta para marcharse la detuve.—¡Dile al italiano que necesito hablarle! — le pedí como si se tratara de mi secretaria—. Necesito ir a mi penthouse por mis cosas.—Eso no será posible. El Amo tiene compañía, está ocupado En sus negocios. —Te dejare algo claro...— la analice de arriba a bajo buscando un término para nombrarla y como siempre solté lo primero que me vino a la mente. —¡Escúchame bien «Chispita»!— ese sobrenombre se me ocurrió por el color de la
Amaya BezosTan pronto como Rosso salió de la habitación me puse de pie. Camine por la recámara reparando cada detalle. Observando cómo todo lo que había era blanco alabastro. Desde los muebles hasta los artículos de uso personal. Camine hacia el baño y todo era igual. Absolutamente blanco.Entré en el cuarto vestidor y quede literalmente boca abierta.Habían imponentes trajes y vestidos todos con mi medidas, todos de diseñador y todos absolutamente todos de color Blanco. Pase mis dedos por el filo de los vestuarios colgados en las perchas y fui detallando uno por uno, al tiempo que los separaba . Armani, Luis Vuitton, Chanel, Dolce & Gabanna, Gucci, marcas a la que estaba acostumbrada y que lucía de manera habitual. La colección era bastante buena, y el gusto con que fueron elegidos, exquisito.Me detuve en los cajones, y estaban también llenos de blanco. Ropa interior también cara y exclusiva, como la que acostumbraba a usar, solo que yo tenía pocos conjuntos blancos, y ahora tod
Amaya Bezos Finalmente lista y ataviada con unas piezas diminutas de cuero blanco, camine tomanda de la mano de Rosso y Nero.Marcelo ya me esperaba listo, para lo que fuese que fuera a hacerme. Mi primera experiencia con el BDSM era cualquier cosa excepto excitante. Ya estaba acobardada, pero yo también quería parecer intrépida, una mujer de mundo. Que podía salir mal, yo tenía más conocimiento teórico del tema que Rosso y Nero. Si ellas podían enfrentar el sadomasoquismo, tal vez yo también pudiera y mi miedo era absolutamente injustificable. Sentía el estómago contraído y aunque no había comido mucho durante todo el día no sentía apetito, solo un salto nervioso provocado por la inquietud.«Ya es tiempo» me dije a mi misma. «Qué pase lo que tenga que pasar»Subimos la escalera y mis nervios me golpearon aún más fuerte.El tercer piso de la casa del italiano parecía un lugar salido de una película de terror medieval. A la mierda con el cuarto de juego de Grey, esto no tenía un
Amaya Bezos.Desperté en aquella habitación blanca en penumbras. No tenía idea cuánto tiempo había pasado. La cama estaba manchada de sangre, sin dudas el fisting me había producido una fuerte hemorragia.El dolor era insoportable, había sido el castigo más atroz que había recibido en mi vida. Yo era una mujer feliz, incompleta, imperfecta, pero feliz.Mi única preocupación era emborracharme feliz o sacar a los chicos de mi penthause. Ahora ya no era lo mismo. Ni volvería a serlo.Estuve despierta sin moverme, inmóvil. Lo más quieta posible. El más mínimo movimiento hacía que el dolor se esparciera en olas que llegaban a todas los puntos de mi cuerpo.Ni un parto hubiera dolido tanto. La vagina se dilata de forma natural, mucho más que el ano, que por su propia morfología se resiste a la invasión.Me sentía completamente miserable, envuelta en un círculo vicioso que yo misma provoque. Haber entrado en el juego de Marcelo había sido mi completa responsabilidad.Era una estúpida que se