Amaya BezosComo era de esperarse, la semana sin Marcelo pasó volando. Su regreso fue menos traumático de lo que espere. Es que cuando temes tanto a una cosa que sabes que tarde o temprano va a ocurrir, después que pasas por ello, es inevitable que te embargue una rarísima sensación de alivio.Eso sumado a que pase la m*****a semana como si estuviera en presión domiciliaria. De casa a la universidad, y a penas terminaba con las conferencias o con la realización de algún proyecto, regresaba a mi escondrijo de manera inmediata.No iba q comer ni siquiera con Alejandra, que estaba demasiado distraída y fascinada con su nueva y emocionante vida sexual. Todo lo contrario de mi, que no dejaba de diseñar posibles vías de escape, para alejarme definitivamente de ese moco, sin que algún miembro de mi familia fuera blanco de sus amenazas .Me sentía constantemente vigilada, cosa que me tenia con lo nervios destrozados. Tenía la horrible sensación de que Marcelo podía aparecer en cualquier moment
Amaya BezosDespedí a mis padres en una pista privada del areopuerto de Cambridge casi bajo protesta, después que se terminó la ceremonia de graduación. Mi madre me hizo una escena y mi padre adorado se marchó con el corazón destrozado por mi frialdad, eso sumado al año que llevaba sin pisar la tierra de la ciudad del sol.Cuando el jet empezó a correr la pista y despegó el tren de aterrizaje de la tierra un enorme alivio me recorrió. El fuerte viento del invierno golpeándome en la cara, más el cúmulo de emociones que estaba reteniendo en mi pecho, impulsaron las lágrimas que me seque rápidamente con el dorso de la mano. La verdad era que no quería ver a nadie.«Eso no era cierto del todo» a la única persona que quería ver junto a mi era a Marcelo. Ardía de furia y dolor, un dolor que me desangraba poco a poco.Nunca me había sentido tan subvalorada en la vida, ni siquiera pensarlo, yo donde llegaba siempre había sido una princesa mimada, llena de atenciones; hija única, mejor estu
Amaya Bezos.Como un torbellino, un tornado, entre en plena furia a aquel lugar. Perdí totalmente los estribos y solo me deje llevar por la rabia; canalizando lo peor de mi. Había pasado demasiado tiempo contenida, reservada, fingiendo la perfección propia de una escultura de Miguel Ángel. En ese momento saqué todo lo que me había callado, toda la energía y la frustración que había guardado, ocultándola en mi interior. El alcohol fue un perfecto acicate para impulsar mi ira, para darme el valor que en otros casos carecía.Tome a la chica del cabello rojizo y tire de ella con tanta fuerza que la hice caer de lleno contra el piso.No pude hablar, la sangre bombeaba en mis oídos acompañada de la humillación y los celos de verlo con aquella mujer acabaron por hacerme derramas lágrimas. La mirada sorprendida y enojada de Marcelo sobre mi, me indicaban el caos que se avecinaba.El pandemónium se desató en contra mía. Yo misma había invocado al demonio. «Una cosa es llamarlo y otra
Amaya Bezos El tercer piso se aquella casa en las afueras de Cambridge fue testigo de mi desgracia. De mi dolor más profundo, del hecho más cruel que se puede perpetrar contra una mujer.Tan pronto llegó Marcelo, no hubo preámbulos ni distracciones. No tuve conversaciones previas, tampoco regaños, no se desnudó, no respeto las pautas y las costumbres que él mismo había marcado durante el último año. Esta vez no era un dominante en busca de un castigo para su sumisa. Su intención no era internet placer, sino una fiera hambrienta de sangre en busca de una presa vulnerable, desposeída e indefensa. Me arrastro por el cabello hasta el tercer piso sin escuchar mis gritos, tampoco importo que Nero y Rosso se fueran contra él por defenderme. —Suéltela Amo, por favor . ¡Tenga piedad!— gritó una de las chicas— Solo se le pasaron las copas. Perdónela, perdónela sólo esta vez.— ¿Perdonarla?— gruñó — ¡A la pared! Atrás ambas, sino quieren terminar cómo está Perra— la voz retumbó como un tru
Roy Phillips La costa Oeste al Pacifico de América, se vislumbra ante mi, después de un largo año sin tocar territorio estadounidense. Han sido trescientos sesenta y cinco días de larga e intensa ausencia, de cientos de momentos en los que pude haber perdido la vida, pero aquí estoy... heme aquí... de regreso. Se me aprieta el pecho por los sentimientos que despiertan en mi interior al estar de vuelta... mi madre, mi hermana... al fin podré verlas y estrecharlas entre mis brazos. Ha sido un periodo difícil, una etapa tan dura que a veces quisiera borrarla de mi mente. Si tan solo fuera tan sencillo. Siempre habrán recuerdos que salen a flote como corchos, que te roben el sosiego, que te asaltan de la nada cuando más tranquilo y en paz pretendes estar. Cada misión fue desgastante, cada proyectil que disparé quebrantó un poco más mi espiritu, pero así es la guerra, y yo solo soy un soldado más de tanta m****a.Sabía a lo que me enfrentaría cuando decidí enrolarme en esta fatídica
Amaya Bezos.Cuando Marcelo salió de la casa, las chicas no perdieron tiempo. A toda prisas me desataron, e intentaron ponerme de pie. «No lo conseguí».Forcejearon tratando de estabilizarme sobre mis piernas, más me fue totalmente imposible. Las horas amarradas habían adormecido mis músculos y entumecido cada parte de mis extremidades.Cada vez que intentaba moverme, sentía como cientos de alfileres imaginarios me cortaban piernas y brazos al unísono. Lo peor de todo fue que al ponerme de pie, la sangre que tenía dentro de la vagina acumulada se liberó bañándome las piernas. Era una escena, que nunca imaginé vivir. Las arqueadas de vomitos llegaron inmediatamente, después de ver en lo que había quedado convertida la prometedora y brillante vida de Amaya Bezos. Expulsé las bilis de mi estómago, al tiempo que Nero y Rosso luchaban por sacarme de allí, trastabillando y luchando por no dejarme caer al piso. Momentos así, son una dura lección para movernos el centro de gravedad, y par
Roy Phillips La llamada del viejo Dorian había conseguido intrigarme, al punto de hacerme sentir nervioso. Rápidamente tomé de una silla junto a la cama, un pantalón de chandal negro y una sudadera gris, me calcé unos tenis deportivos y salí con cuidado de no despertar a nadie, cerrando la puerta de la casa a mis espaldas. A penas esperé los veinte minutos que me había advertido Dorian que tardaría en llegar. Cuando llevaba diez afuera esperando, me senté en la acera, impaciente, intrigado, ansioso. «¿En que lío me quería meter Dorian esta vez?»Miles de ideas locas daban vueltas en mi cabeza, pero no podía imaginar nada en concreto. Nada que justificara tanta urgencia e intriga. Cinco minutos apenas más tardes, las luces de un coche aparecieron al otro extremo de la calle. Me puse de pie de inmediato expectante, y al acercarse el vehículo deseché la posibilidad que se tratara de él viejo. Era un coche de lujo, un Rolls Royce blanco, de esos que usan los millonarios que der
Amaya Bezos Fui dada de alta finalmente el jueves por la tarde, con ayuda de la secretaria de la doctora conseguí un taxi que me llevo directamente a mi casa. Decidí no avisarle a Nero y a Rosso, o mejor dicho a Rossene Deseaba la tranquilidad de mi hogar, pero sobre todas las cosas deseaba borrar todo lo que me recordara a Marcelo.Llamé al encargado de la seguridad de los inquilinos del edificio y le pedí que cambiara inmediatamente todos los códigos de acceso del ascensor, y de entrada a la casa. También le pedí que mantuviera el sistema de cámaras al pendientes de casa. Si era posible quería sus agentes de seguridad cerca por si los podía necesitar. —¿Se siente usted amenazada o en peligro señorita Bezos?— fue su pregunta a la que contesté con un rotundo— «Si».—Puede ser prudente dar parte a las autoridades— me aconsejó.—Lo haré, sólo estoy tratando de conocer qué terreno piso y a quien me enfrento realmente— explique siendo mas enigmática de la cuenta. Ya no sabía en quien c