Amaya Bezos.Como un torbellino, un tornado, entre en plena furia a aquel lugar. Perdí totalmente los estribos y solo me deje llevar por la rabia; canalizando lo peor de mi. Había pasado demasiado tiempo contenida, reservada, fingiendo la perfección propia de una escultura de Miguel Ángel. En ese momento saqué todo lo que me había callado, toda la energía y la frustración que había guardado, ocultándola en mi interior. El alcohol fue un perfecto acicate para impulsar mi ira, para darme el valor que en otros casos carecía.Tome a la chica del cabello rojizo y tire de ella con tanta fuerza que la hice caer de lleno contra el piso.No pude hablar, la sangre bombeaba en mis oídos acompañada de la humillación y los celos de verlo con aquella mujer acabaron por hacerme derramas lágrimas. La mirada sorprendida y enojada de Marcelo sobre mi, me indicaban el caos que se avecinaba.El pandemónium se desató en contra mía. Yo misma había invocado al demonio. «Una cosa es llamarlo y otra
Amaya Bezos El tercer piso se aquella casa en las afueras de Cambridge fue testigo de mi desgracia. De mi dolor más profundo, del hecho más cruel que se puede perpetrar contra una mujer.Tan pronto llegó Marcelo, no hubo preámbulos ni distracciones. No tuve conversaciones previas, tampoco regaños, no se desnudó, no respeto las pautas y las costumbres que él mismo había marcado durante el último año. Esta vez no era un dominante en busca de un castigo para su sumisa. Su intención no era internet placer, sino una fiera hambrienta de sangre en busca de una presa vulnerable, desposeída e indefensa. Me arrastro por el cabello hasta el tercer piso sin escuchar mis gritos, tampoco importo que Nero y Rosso se fueran contra él por defenderme. —Suéltela Amo, por favor . ¡Tenga piedad!— gritó una de las chicas— Solo se le pasaron las copas. Perdónela, perdónela sólo esta vez.— ¿Perdonarla?— gruñó — ¡A la pared! Atrás ambas, sino quieren terminar cómo está Perra— la voz retumbó como un tru
Roy Phillips La costa Oeste al Pacifico de América, se vislumbra ante mi, después de un largo año sin tocar territorio estadounidense. Han sido trescientos sesenta y cinco días de larga e intensa ausencia, de cientos de momentos en los que pude haber perdido la vida, pero aquí estoy... heme aquí... de regreso. Se me aprieta el pecho por los sentimientos que despiertan en mi interior al estar de vuelta... mi madre, mi hermana... al fin podré verlas y estrecharlas entre mis brazos. Ha sido un periodo difícil, una etapa tan dura que a veces quisiera borrarla de mi mente. Si tan solo fuera tan sencillo. Siempre habrán recuerdos que salen a flote como corchos, que te roben el sosiego, que te asaltan de la nada cuando más tranquilo y en paz pretendes estar. Cada misión fue desgastante, cada proyectil que disparé quebrantó un poco más mi espiritu, pero así es la guerra, y yo solo soy un soldado más de tanta m****a.Sabía a lo que me enfrentaría cuando decidí enrolarme en esta fatídica
Amaya Bezos.Cuando Marcelo salió de la casa, las chicas no perdieron tiempo. A toda prisas me desataron, e intentaron ponerme de pie. «No lo conseguí».Forcejearon tratando de estabilizarme sobre mis piernas, más me fue totalmente imposible. Las horas amarradas habían adormecido mis músculos y entumecido cada parte de mis extremidades.Cada vez que intentaba moverme, sentía como cientos de alfileres imaginarios me cortaban piernas y brazos al unísono. Lo peor de todo fue que al ponerme de pie, la sangre que tenía dentro de la vagina acumulada se liberó bañándome las piernas. Era una escena, que nunca imaginé vivir. Las arqueadas de vomitos llegaron inmediatamente, después de ver en lo que había quedado convertida la prometedora y brillante vida de Amaya Bezos. Expulsé las bilis de mi estómago, al tiempo que Nero y Rosso luchaban por sacarme de allí, trastabillando y luchando por no dejarme caer al piso. Momentos así, son una dura lección para movernos el centro de gravedad, y par
Roy Phillips La llamada del viejo Dorian había conseguido intrigarme, al punto de hacerme sentir nervioso. Rápidamente tomé de una silla junto a la cama, un pantalón de chandal negro y una sudadera gris, me calcé unos tenis deportivos y salí con cuidado de no despertar a nadie, cerrando la puerta de la casa a mis espaldas. A penas esperé los veinte minutos que me había advertido Dorian que tardaría en llegar. Cuando llevaba diez afuera esperando, me senté en la acera, impaciente, intrigado, ansioso. «¿En que lío me quería meter Dorian esta vez?»Miles de ideas locas daban vueltas en mi cabeza, pero no podía imaginar nada en concreto. Nada que justificara tanta urgencia e intriga. Cinco minutos apenas más tardes, las luces de un coche aparecieron al otro extremo de la calle. Me puse de pie de inmediato expectante, y al acercarse el vehículo deseché la posibilidad que se tratara de él viejo. Era un coche de lujo, un Rolls Royce blanco, de esos que usan los millonarios que der
Amaya Bezos Fui dada de alta finalmente el jueves por la tarde, con ayuda de la secretaria de la doctora conseguí un taxi que me llevo directamente a mi casa. Decidí no avisarle a Nero y a Rosso, o mejor dicho a Rossene Deseaba la tranquilidad de mi hogar, pero sobre todas las cosas deseaba borrar todo lo que me recordara a Marcelo.Llamé al encargado de la seguridad de los inquilinos del edificio y le pedí que cambiara inmediatamente todos los códigos de acceso del ascensor, y de entrada a la casa. También le pedí que mantuviera el sistema de cámaras al pendientes de casa. Si era posible quería sus agentes de seguridad cerca por si los podía necesitar. —¿Se siente usted amenazada o en peligro señorita Bezos?— fue su pregunta a la que contesté con un rotundo— «Si».—Puede ser prudente dar parte a las autoridades— me aconsejó.—Lo haré, sólo estoy tratando de conocer qué terreno piso y a quien me enfrento realmente— explique siendo mas enigmática de la cuenta. Ya no sabía en quien c
Roy PhilipsEsa mañana de sábados desperté a las 5:00 am. ¿Dije desperté? «Pues Mentí»A penas había logrado pegar un maldito ojo en toda la puta noche. La expectativa de volar a Cambridge, Massachusetts estaba acabando con el aplomo que normalmente me acompañaba. Ansioso, desencajado, e incluso contra mi propia voluntad excitado. «Si, ese era el maldito efecto que tenía esa mujer en mi» Aún quedaban rastros en mi sistema de su veneno letal y ponzoñoso. Desde que esa mujer se cruzó en mi vida mi cielo se había desplomado, desde ese entonces no había tenido ni un solo segundo de paz, desde el instante que me crucé con Amaya Bezos había terminado deseándola todos los días de mi triste vida. Esa fue mi condena por meterme en su cama y penetrar justo de sus sensuales piernas. Aparté los tortuosos pensamientos que me habían estado aguijoneando desde que apareció aquel Rolls Royce con Daniel Bezos en su interior, para hacerme una proposición sórdida. «¿Por qué yo? ¿Por qué demonios hab
Amaya BezosEl sábado me sentía un poco mejor y aunque tenía que presentarme en la noche en el bar Infierno, de cierta forma me vibraba diferente con deseos de recuperar mi libertad, y mi antigua vida. Estaba llena de una energía, de una fuerza que tenía que haber sacado mucho antes que comenzara toda esta sórdida situación con Marcelo. Lo había estado pensando y moría por regresar a Miami, a las casa de mis padres. Ya no deseaba ni independizarme ni vivir sola. Para qué demonio necesitaba mi libertad si había sido libre desde que tenía uso de