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Capítulo Veinticinco

Amaya Bezos.

Cuando Marcelo salió de la casa, las chicas no perdieron tiempo. A toda prisas me desataron, e intentaron ponerme de pie. «No lo conseguí».

Forcejearon tratando de estabilizarme sobre mis piernas, más me fue totalmente imposible. Las horas amarradas habían adormecido mis músculos y entumecido cada parte de mis extremidades.

Cada vez que intentaba moverme, sentía como cientos de alfileres imaginarios me cortaban piernas y brazos al unísono.

Lo peor de todo fue que al ponerme de pie, la sangre que tenía dentro de la vagina acumulada se liberó bañándome las piernas.

Era una escena, que nunca imaginé vivir.

Las arqueadas de vomitos llegaron inmediatamente, después de ver en lo que había quedado convertida la prometedora y brillante vida de Amaya Bezos. Expulsé las bilis de mi estómago, al tiempo que Nero y Rosso luchaban por sacarme de allí, trastabillando y luchando por no dejarme caer al piso.

Momentos así, son una dura lección para movernos el centro de gravedad, y par
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