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Capítulo Treinta y Uno

Amaya Bezos

Despierto los ojos el domingo en la mañana con el rostro totalmente desfigurado por la inflamación de los golpes que me propinó Marcelo y la perra italiana con que debía disculparme.

Aún no sé cómo pide salir de allí ante que las cosas se tornaran peores.

Aún con los ojos abiertos puedo revivir cada momento de la noche, no dejo de recordar la asquerosa vagina que querían hacerme lamer. Sin duda una de las experiencias más oscuras de mi vida, al obligarme a hacer lo que no quiero.

Por otra parte no todo fue tan terrible, al fin apareció un ángel, un muchacho que me sacó de allí sin importarle nadie más. Ese guardia de seguridad se llenó de valor para ayudarme, e incluso le disparó a Marcelo. Pobre de ese muchacho si Marcelo logra dar con él.

¡Marcelo!

¡Por el amor de Dios! !Marcelo va a matarme!

El timbre del teléfono que conecta con la recepción me pone los vellos de punta haciéndome abandonar la cama de un salto. ¿Y si se trata de Marcelo, que quiere subir? ¡Desgraci
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