Roy Phillips Justo cuando estoy por tomar a Liam para llevarlo al Lobby, este levanta la cabeza. Posa su mirada directamente en Amaya, que es la única del grupo que se retiró el antifaz.—¡Guapa!, ¿pero estás aquí?, pensé que no habías venido— receloso lo veo acercársele y besarle la mejilla. Observo sus movimientos y los analizo. Liam no parace borracho, mucho menos drogado. En esta historia algo no encaja. Me mantengo atento ya callado en mi sitio, como de constumbre esperando ver cómo se desenlaza esta situación. —Amaya hermosa, ¿Dónde está Atenea?, hoy mi diosita se olvidó de mi. Me dejo solito— Atenea est súper nerviosa, pero no delata su presencia. Aunque de algún modo extraño estoy seguro que Liam sabe que ella está aquí. — Ya se fue a casa querido, tuvo un día largo en la empresa, se sentía cansada—. Amaya miente, y lo hace jodidamente mal. No sé porque creí que era una mentirosa más experimentada, al contrario, no sabe hacerlo con destreza. —Se sentía cansada y es muy
Amaya Bezos No pude dormir el resto de la noche. El coraje no me lo permitía.«Mejor el coraje que la autocompasión» pensé. Lo cierto era que prefería sentirme enojada, y no herida en mi ya destrozado y remendado amor propio. Deseaba odiar con todas mis fuerzas a ese muchacho que se negó a aprovecharse de una damisela alcoholizada. Era digno de admirar... ¡si!. Pero que lo admirara otra, porque yo estaba aferrándome a odiar para no derrumbarme. La vida perfecta que supuestamente tenia no era más que una estafa que ni yo misma me compraba. Era hora de aceptar que era posible que estuviera necesitando ayuda psicológica. No podía tapar el Sol con un dedo, havia cinco años que no tenía una relación normal y estable. Eso no era absolutamente normal, al contrario. Era insano y enfermizo. Cuando por fin apareció alguien que me llenaba las casilla de las expectativas, pues le parecí una riquilla superficial y alcohólica a la que tolero sabiamente toda la noche, para después enviarme a
Amaya Bezos Camil se llegó con esa energía han suya y se dejó caer a mi lado. Me ofreció los dientes en la más inocente sonrisa que pudo formar. —A mi no me mires a sí zorra, Sé que mientes hasta cuando preguntas —le solté entre risas. Esa muchacha era una maldita loca. —Pero esta vez estoy segura de que te traerá graves consecuencias.—Buenos días peligro— la saludó Atenea con mil reparos y matices en la voz—. En serio lo de anoche no lo vuelvas a hacer nunca más, pudo haber sido peligroso.—Sin sermones por favor— dramatizó una suplica y lanzó un puchero—. Si mi hermano se dio cuenta de lo que hice lo asumiré; por otra parte si no se dio cuenta, espero fervientemente que ustedes dos no se lo digan—. En su voz había algo más, más que una petición escuché una advertencia. —¡No puedo prometerte eso!—. Refutó Atenea que aparentemente no captó el mensaje al igual que yo. —Y yo no puedo prometerte que no difundiré el video de ti saliendo de la habitación 20107 pasadas las dos de la
Roy PhillipsMe siento tan tenso que me es difícil concentrarme en el camino. Todo espere menos ver a Amaya tan pronto, sobre todo después de lo qué pasó la noche anterior. «Trabajo es trabajo», pero de haber sabido que ella estaría con Atenea hoy, me hubiera reportado enfermo.Pude haber alegado que mi hermana me había contagiado la gripe. Ayer al llegar a casa estaba Marian con fiebre y jaqueca. Aunque el sentirse mal no evito que se fuera se rumba con sus amigas. Aún tengo que compensarle el haber faltado a su invitación.Se le veía caminando feliz hasta que me vio. Su semblante se hizo turbio y me miró mal. Me estaba odiando, yo también me estaba odiando por lo que había hecho, peor era la única solución para no detonar lo nuestro. Al llegar al Club, ayude a mi patrona a descender del auto, cuando intente hacer lo mismo con la bruja de cabellos rubios, paso de mi y me miro de mal modo. Era tonto que me sintiera disminuido ante su explícito reproche, pero ella en algún momento
Roy Phillips Amaya se puso roja de ira, peor no dijo ni una palabra. Volteo la cabeza hacia el otro lado, y hizo como si contemplara el paisaje nocturno de la ciudad. Dos lagrimas surcaron sus mejillas, y me espanté. Esa mujer que estaba en ese estado en el asiento trasero de un auto, era la misma que había sacado de un lugar donde era maltratada, pero aquel día no lloraba. Amaya Bezos no era ninguna cobarde, peor hoy...No podía llegar a entender lo que le ocurría.Después de estar casi cinco minutos en un embotellamiento, me atreví a hablar, pues el coche no tenía combustible.—Tengo que parar por combustible— le avise en espera de su aprobación. Ni siquiera se volteó a observarme, haciendo que se formara un nudo en mi garganta. Junto a Amaya, yo me convertía en un hombre inseguro e inestable, ella desarmaba cada pieza de mi. Ella era la única que tenía ese poder. —¿Está bien para usted?— insistí y por fin me observo con los ojos acuosos.—Has lo que quieras... yo no soy tu patron
Amaya Bezos. Toco aquel tatuaje que tanto invoque antes de dormirme en el pasado. ¡Esto no es casualidad!. No puede ser otro hombre: es él. «Tan cerca y tan lejos»Recorro con mis dedos cada trazo y mi pecho quiere estallar. Mil sentimientos encontrados me abordan. Es como si hubiese encontrado un tesoro justo para volverlo a perder. Su expresión es tan indescifrable como la mía. Me acerque aún más y lo acerque a mi para besarlo. Me atreví a besarlo, sin saber siquiera que me iba a corresponder... Pero lo hizo.«¡Dios!» Él me debía estar odiando. Aún así me besaba con tanta ternura, con tanto amor contenido, como si hubiera esperado la vida entera por mi. A penas puedo respirar, la emoción amenaza por tirarme al piso. «¡Es él... mi Maya!». Siempre estuvo frente a mis ojos y yo fui incapaz de verlo. Merezco que me trate mal, que me desprecie. Todo este tiempo debe haber estado pensando lo peor de mi. Hasta yo lo haría, si en el pasado después de prácticamente obligarlo a hacerme
Roy PhillipsEl corazón me quería estallar en el medio del pecho. Corría el riesgo de sufrir un síncope cardíaco. Las manos sudorosas al volante me dejaban claro que nunca había estado tan nervioso. Ni la primera vez que me enfrente a un campo de batalla real en el golfo, armado solo con una ametralladora de alto calibre. Nunca, en mi marco de referencia recordaba haberme preocupado por impresionar a una mujer. Jamás había querido dar más de lo que me era posible. Esta vez no me importaba recibir, solo quería dar todo de mi, mi alma si me era posible. Estaba metiéndome en aguas profundas, si algo salía mal quedaría tapado por el cause de mis propios sentimientos.Yo siempre había estado seguro de mi, de quién era, de mi pasión y entrega. El único problema era que ninguna de las mujeres anteriores con que me había acostado tenían ojos de bruja ni se llamaban Amaya Bezos, ni eran mi obsesión desde hacía poco más de cinco años. Eso me complicaba en gran medida la situación. Estaba t
Amaya BezosNunca había sido tan feliz, los días junto a Roy eran lo mejor de mi vida de adulta. El amor me sabía a chocolate y a fresas, a Champagne de madrugada y a locuras en la cama. Sentía lo mismo que cuando mis padres me llevaban a Disneylandia siendo una niña. Nunca nadie me había tratado así. Amada, respetada, querida... venerada con sus manos, adorada por su cuerpo. Todo lo que me hacía sentir no se comparaba a nada hubiera experimentado jamás. Lo vi tenso, pero a mi lado cuando lo hice entrar a casa, tirándolo de la mano para presentarle a mi familia. Mi madre aceptó lo nuestro sin hacer reparos de ninguna índole, en casa todos lo acogieron respetándolo, lo incluían. Era como un súper héroe con capa que venía a acabar la terrible sequía de afecto en que se había convertido mi vida. Mi padre era el más feliz, y lo expresaba abiertamente cada vez que nos veía juntos. Mi abuela se declaró su fans número uno, su admiración sólo fue en aumento cuando lo escuchó cantar. Cua