Amaya BezosAún no me podía creer lo que acababa de suceder. Pero sin más remedio que seguir a la tal Rosso, me acomode la ropa lo más prolijamente posible, recogí mi chaqueta del piso a donde Marcelo la había lanzado y me dispuse a andar. Fui conducida a una habitación de la segunda planta de la vivienda. Tengo que reconocer que no estaba mal, era lujosa y bonita. Ella me mostró los detalles de la estancia sin mucha ceremonia y sin esbozar a penas media sonrisa, parecía un robot. Cuando la sumisa estaba a punto de cerrar la puerta para marcharse la detuve.—¡Dile al italiano que necesito hablarle! — le pedí como si se tratara de mi secretaria—. Necesito ir a mi penthouse por mis cosas.—Eso no será posible. El Amo tiene compañía, está ocupado En sus negocios. —Te dejare algo claro...— la analice de arriba a bajo buscando un término para nombrarla y como siempre solté lo primero que me vino a la mente. —¡Escúchame bien «Chispita»!— ese sobrenombre se me ocurrió por el color de la
Amaya BezosTan pronto como Rosso salió de la habitación me puse de pie. Camine por la recámara reparando cada detalle. Observando cómo todo lo que había era blanco alabastro. Desde los muebles hasta los artículos de uso personal. Camine hacia el baño y todo era igual. Absolutamente blanco.Entré en el cuarto vestidor y quede literalmente boca abierta.Habían imponentes trajes y vestidos todos con mi medidas, todos de diseñador y todos absolutamente todos de color Blanco. Pase mis dedos por el filo de los vestuarios colgados en las perchas y fui detallando uno por uno, al tiempo que los separaba . Armani, Luis Vuitton, Chanel, Dolce & Gabanna, Gucci, marcas a la que estaba acostumbrada y que lucía de manera habitual. La colección era bastante buena, y el gusto con que fueron elegidos, exquisito.Me detuve en los cajones, y estaban también llenos de blanco. Ropa interior también cara y exclusiva, como la que acostumbraba a usar, solo que yo tenía pocos conjuntos blancos, y ahora tod
Amaya Bezos Finalmente lista y ataviada con unas piezas diminutas de cuero blanco, camine tomanda de la mano de Rosso y Nero.Marcelo ya me esperaba listo, para lo que fuese que fuera a hacerme. Mi primera experiencia con el BDSM era cualquier cosa excepto excitante. Ya estaba acobardada, pero yo también quería parecer intrépida, una mujer de mundo. Que podía salir mal, yo tenía más conocimiento teórico del tema que Rosso y Nero. Si ellas podían enfrentar el sadomasoquismo, tal vez yo también pudiera y mi miedo era absolutamente injustificable. Sentía el estómago contraído y aunque no había comido mucho durante todo el día no sentía apetito, solo un salto nervioso provocado por la inquietud.«Ya es tiempo» me dije a mi misma. «Qué pase lo que tenga que pasar»Subimos la escalera y mis nervios me golpearon aún más fuerte.El tercer piso de la casa del italiano parecía un lugar salido de una película de terror medieval. A la mierda con el cuarto de juego de Grey, esto no tenía un
Amaya Bezos.Desperté en aquella habitación blanca en penumbras. No tenía idea cuánto tiempo había pasado. La cama estaba manchada de sangre, sin dudas el fisting me había producido una fuerte hemorragia.El dolor era insoportable, había sido el castigo más atroz que había recibido en mi vida. Yo era una mujer feliz, incompleta, imperfecta, pero feliz.Mi única preocupación era emborracharme feliz o sacar a los chicos de mi penthause. Ahora ya no era lo mismo. Ni volvería a serlo.Estuve despierta sin moverme, inmóvil. Lo más quieta posible. El más mínimo movimiento hacía que el dolor se esparciera en olas que llegaban a todas los puntos de mi cuerpo.Ni un parto hubiera dolido tanto. La vagina se dilata de forma natural, mucho más que el ano, que por su propia morfología se resiste a la invasión.Me sentía completamente miserable, envuelta en un círculo vicioso que yo misma provoque. Haber entrado en el juego de Marcelo había sido mi completa responsabilidad.Era una estúpida que se
Amaya BezosComo era de esperarse, la semana sin Marcelo pasó volando. Su regreso fue menos traumático de lo que espere. Es que cuando temes tanto a una cosa que sabes que tarde o temprano va a ocurrir, después que pasas por ello, es inevitable que te embargue una rarísima sensación de alivio.Eso sumado a que pase la m*****a semana como si estuviera en presión domiciliaria. De casa a la universidad, y a penas terminaba con las conferencias o con la realización de algún proyecto, regresaba a mi escondrijo de manera inmediata.No iba q comer ni siquiera con Alejandra, que estaba demasiado distraída y fascinada con su nueva y emocionante vida sexual. Todo lo contrario de mi, que no dejaba de diseñar posibles vías de escape, para alejarme definitivamente de ese moco, sin que algún miembro de mi familia fuera blanco de sus amenazas .Me sentía constantemente vigilada, cosa que me tenia con lo nervios destrozados. Tenía la horrible sensación de que Marcelo podía aparecer en cualquier moment
Amaya BezosDespedí a mis padres en una pista privada del areopuerto de Cambridge casi bajo protesta, después que se terminó la ceremonia de graduación. Mi madre me hizo una escena y mi padre adorado se marchó con el corazón destrozado por mi frialdad, eso sumado al año que llevaba sin pisar la tierra de la ciudad del sol.Cuando el jet empezó a correr la pista y despegó el tren de aterrizaje de la tierra un enorme alivio me recorrió. El fuerte viento del invierno golpeándome en la cara, más el cúmulo de emociones que estaba reteniendo en mi pecho, impulsaron las lágrimas que me seque rápidamente con el dorso de la mano. La verdad era que no quería ver a nadie.«Eso no era cierto del todo» a la única persona que quería ver junto a mi era a Marcelo. Ardía de furia y dolor, un dolor que me desangraba poco a poco.Nunca me había sentido tan subvalorada en la vida, ni siquiera pensarlo, yo donde llegaba siempre había sido una princesa mimada, llena de atenciones; hija única, mejor estu
Amaya Bezos.Como un torbellino, un tornado, entre en plena furia a aquel lugar. Perdí totalmente los estribos y solo me deje llevar por la rabia; canalizando lo peor de mi. Había pasado demasiado tiempo contenida, reservada, fingiendo la perfección propia de una escultura de Miguel Ángel. En ese momento saqué todo lo que me había callado, toda la energía y la frustración que había guardado, ocultándola en mi interior. El alcohol fue un perfecto acicate para impulsar mi ira, para darme el valor que en otros casos carecía.Tome a la chica del cabello rojizo y tire de ella con tanta fuerza que la hice caer de lleno contra el piso.No pude hablar, la sangre bombeaba en mis oídos acompañada de la humillación y los celos de verlo con aquella mujer acabaron por hacerme derramas lágrimas. La mirada sorprendida y enojada de Marcelo sobre mi, me indicaban el caos que se avecinaba.El pandemónium se desató en contra mía. Yo misma había invocado al demonio. «Una cosa es llamarlo y otra
Amaya Bezos El tercer piso se aquella casa en las afueras de Cambridge fue testigo de mi desgracia. De mi dolor más profundo, del hecho más cruel que se puede perpetrar contra una mujer.Tan pronto llegó Marcelo, no hubo preámbulos ni distracciones. No tuve conversaciones previas, tampoco regaños, no se desnudó, no respeto las pautas y las costumbres que él mismo había marcado durante el último año. Esta vez no era un dominante en busca de un castigo para su sumisa. Su intención no era internet placer, sino una fiera hambrienta de sangre en busca de una presa vulnerable, desposeída e indefensa. Me arrastro por el cabello hasta el tercer piso sin escuchar mis gritos, tampoco importo que Nero y Rosso se fueran contra él por defenderme. —Suéltela Amo, por favor . ¡Tenga piedad!— gritó una de las chicas— Solo se le pasaron las copas. Perdónela, perdónela sólo esta vez.— ¿Perdonarla?— gruñó — ¡A la pared! Atrás ambas, sino quieren terminar cómo está Perra— la voz retumbó como un tru