Amaya Bezos
Me acerco para tomar la rosa, mis dedos la rozan, pero retiro la mano al hincarme un dedo con las espina. Pienso reclamarle por la falta de delicadeza de obsequiar una rosa que hace daño. Perfectamente pudo limpiar el tallo o hacer que uno de sus hombres lo hiciera .
—Nada es Perfecto—espeta sencillamente él, antes de que pueda decir algo y toma mi mano llevándose a su carnosa boca, el dedo en el que brilla una gota de sangre. Mis dedos tocaron sus labios y jamás imaginé que la boca de un hombre pudiera ser tan sensual y deseable. Probo mi sangre, creía que algo así me causaría repulsión, pero el simple hecho de tocar su boca solo me ocasionó un maldito morbo endemoniado, que estuve a punto de cruzar las piernas para evitar las cosquillas que sentí en mi entrepiernas . Me recorrieron terribles Deseos de que me estampara esos labios por todo el cuerpo, pero me obligué a mantener la compostura. —Retiró lo dicho... tú si eres perfecta Muñeca. Tu olor, tu sabor exquisito— plantó su lengua húmeda y lamió mi dedo con pericia y estuve a punto de trastabillar. —Parece que te escapaste de una juguetería, eres muy hermosa, y serás absolutamente mía.
— ¡Genial! Además de acosador eres posesivo. Todo un dechado de virtudes. ¿Eres algo así como un vampiro ?— pregunto irónica para romper la fuerte atracción que me aborda
—Soy italiano hermosa, que es mejor que ser vampiro. No me alimentaré de tu sangre, pero si te prometo que pagaré tu dolor. ¡Pagaré dolor con placer!— ladeo la cabeza y contemplo la expresión de su perfecto y varonil rostro, así que eso es lo que acababa de hacer. Me hizo sentir su lengua en mi dedo lastimado, y la sensación que provocó el dolor con el toque íntimo de su lengua, en mi fue inimaginable. Pero no quiero ceder, no debo ceder... o al menos no tan pronto. !Joder¡, pero este hombre es la personificación de la tentación—. Un trato Justo, ¿no te parece?.
Hago una búsqueda mental en mi cabeza de qué significaría Marcelo en un diccionario “Amaya”, y la definición que creo me hace sonreír de forma interna.
“Marcelo Di Alberti : Ref. Tentación personal. Tan Bueno que moja hasta los pies.”
Decido hacerme la digna un poco más, ya sé que estoy atrapada. Pero luchar lo hará creer que su victoria es más grande. La psicología es muy útil, sobre todo para enseñarte, que hacerle crecer el ego a los hombres es propio de las mujeres que se quieren salir con la suya.
—Me estoy cansando de este juego Señor Di Alberti. ¿Que quiere aquí? Si vino para que lo invite a subir...
—La mia bella bambola, no seas ilusa. Si mi intención fuera subir al tuo letto, ya tuviera tus piernas alrededor de mi cintura.
—¿Entonces qué demonios quieres de mi?—refuto airada cada vez más molesta por su actitud prepotente y arrogante. No le queda... el no es el maldito señor Darcy de Jane Austen.
—Justamente eso Amaya— responde mirándome con morbo— hacer lo que yo quiera contigo, pero esperare a que tú también estés de acuerdo con eso. Me quedare con todos tus demonios, a cambio te mostrare los míos. Pero no soy un niñato idealista y loco por sexo como a los tantos idiotas que has traído aquí. Cuando me vaya a meter en ti, será bajo mis términos, en mis terrenos, y no en una cama manchada de los pecados de todos los hombres que has traído aquí.
—¿Sumó los celos al dechado?— me burlo— Está conversación ya me da pereza. Váyase por donde vino, yo mañana tengo una conferencia toda la mañana, no tengo tiempo para perderlo.
—Trata de ser puntual, no llegues tarde a la universidad. Hidrátate y aliméntate bien, mi muñeca. Trata de ser más perfecta de lo que ya eres. Cuando seas mía yo me encargaré personalmente de todo. Un verdadero amo no se reconoce por lo que exige, sino por lo que ofrece. Conmigo tendrás el cielo, bambola mia. Nos veremos más pronto de lo que crees. Espero que me extrañes tanto que cuando nos volvamos a ver tus ya evidentes deseos por mí se hayan multiplicado.
Me quedo boquiabierta ante su total desfachatez. Me besa la mano e intenta irse. Camino dos pasos a la puerta de entrada del edificio pero me volteo extrañamente decepcionada.
—Después de todo ese montaje con el auto obstruyéndome el camino, de la flor, de perseguirme a casa, ¿Se irá así, si más? ¿Sin pedir un beso tan siquiera?
—¿Pedir? — enarca una ceja — Yo no te tengo que pedir nada, Amaya. Tendrás un beso cuando te lo ganes Con tu comportamiento.
Ese hombre ardiente como el fuego mismo, sólo abrió la puerta de su auto, me miró una vez más, se mordió el labio inferior y se acomodó en el asiento del copiloto sin volver a mirarme.
En qué m****a me había metido ahora. Tenía un acosador monje con delirios de grandeza. Lo peor de todo es que me había dejado con las bragas convertidas en una Laguna y ni siquiera me toco.
Maldito hombre. ¿Qué rayos se cree ese imbecil?, que porque es el dueño de un barzucho de mala muerte es el rey del mundo. Pues se equivocó. Si quiere jugar juguemos. Yo puedo ser más seductora que él. Al final de este juego veremos quien termina enamorado de quien.
Entre furiosa en el ascensor y esperé que llegara a mi penthouse. Solté mi bolso Sobre el enorme sofá en L que decoraba la sala y me encamine al baño a quitarme cualquier olor que me pudiera recordar al Infierno, a al Diablo de ojos verdes que me había perseguido a cada para dejarme con las bragas a la rodilla.
—Lo que sucede conviene Amaya— me dije en voz alta— lo que sucede siempre conviene.
Al entrar a mi habitación me quede helada.
Marcelo Di Alberti no había traído sólo una flor, sino dos. Los pétalos de otra rosa idéntica a la que ya había visto estaban esparcidos en mi cama, y el tallo de la flor estaban atados con una cinta de satén negro.
¿Debía tener miedo? Si, ya era hora que comenzara asustarme. Ese hombre o alguien enviado por él,había entrado a mi casa, violando mi espacio y todo esto había sido en tiempo récord.
Me puse una bata y revisé las cerraduras de las puertas. Pero todo estaba en perfecto estado. No había sido forzado.
Podría llamar a la policía, pero no lo crei prudente. Pasarían horas antes de que me dejasen en paz y de seguro ese hombre absolutamente frío tendría contacto en todas partes. Si el tal megasexy Marcelo quisiese hacerme daño ya lo hubiese hecho, me convencí. En mi rostro se me notaba que tan deseosa estaba de que subiera para mostrarle los secretos de mi dormitorio.
— ¡Hello Amaya!— me llame la atención a mi misma— Tu dormitorio no guarda secretos. ¿Si recuerdas que tu vida sexual es de dominio público en Cambridge?.
De igual manera me sentí ridícula, recordando como lo veía con con ojos brillosos, esperando un beso que nunca llegó, y él muy estúpido solo monto en su auto y se marchó.
Me costó conciliar el sueño, pero termine por dormirme. Habitualmente soy una piedra, y nada, absolutamente nada arruina mi descanso. No sería el prospecto de Ganster italiano, el culpable de desvelarme.
A la mañana siguiente el ruido estridente de mi teléfono celular me despertó Justo a las 6:30, una hora antes de lo acostumbrado. Sin poder a penas abrir los ojos logre localizar el maldito celular y respondí. Ya sabía de quien se trataba. Ese número desconocido en la pantalla era demasiado evidente.
— Tiene que ser un jodido chiste. Desaparece de mi vida— le gruñí al teléfono.
—La gente domina de la forma en la que le gustaría ser sometida. Buenos días Mia Bambola. Si estuviera en tu lugar me gustaría que me llamaran por la mañana—.La voz de él sonó más sensual de lo que recordaba. Era evidente que aún estaba en cama, el muy maldito.
—Si no me vas a follar cómo se debe, al menos deja de molestarme—. Me lleve la mano al rostro, de nuevo tenía la lengua desconectada del cerebro.
«¡Amaya por Dios!»— me regañe mentalmente—« Por una vez en tu vida piensa antes de hablar».
—Solo te dire una cosa Amaya Bezos . Solo bastará con que te posea una vez, ¿te queda claro?, solo una vez para que te olvides que habías follado alguna vez en tu vida. Será como si estuvieras aprendiendo a tener sexo desde el principio. Después de mi, la despampanante y impulsiva Amaya Besos será otra.
—¿De que m****a estás hablando? ¿Quien carajo te crees que eres? El Gurú del Sexo?
—Te envié desayuno. No tiene veneno, cómelo todo—no era una petición, era una orden
—¿Pero qué m****a? ¿Eres sordo o qué? Desaparece de mi vida o llamaré a la policía . ¿De qué desayuno hablas?
—Buona giornata, bambola mia— sólo se despidió y colgó sin más preámbulo. Si escucho mis reclamos , sencillamente los ignoro. ¿Qué era lo que tenía dañado este hombre?
Media hora más tarde tocaron a la puerta. Me acerqué despacio y observé por la mirilla sintiéndome cada vez más nerviosa. Era un mozo con un carrito... el desayuno.
«El Maldito de Marcelo no estaba bromeando».
Abrí en bata, el chico dispuso todo en la mesa del living. Lo despedí a prisa después de darle una jugosa propina, pues no disponía de cambio.
Me quede maravillada por el desayuno delicioso que envío el diablo. Tenía que reconocer que me encanto. Hacia demasiado tiempo que la vida estival que llevaba no daba un segundo para consentirme.
También llamó mi atención que en la bandeja venía una flor como las de la madrugada. Pero esta estaba acompañada de una nota y la cinta de negro.
Este hombre está loco. La nota cayó de mis manos al igual que la flor, que resaltaba como sangre en el piso blanco... sus palabras aún con la nota en suelo se podían leer.
“Sumisa no es la que sufre mas, sino la que mas lo desea”.
Narra AmayaTan pronto como me recuperé de la impresión que la nota del Marcelo me había causado. Me encamine a mi habitación, me vestí lo más correctamente que pude con falda y chaqueta a juego; tal como le gusta verme a mi madre. Abrí la caja fuerte tomé mi pasaporte poniéndolo junto a mis tarjetas de créditos y otros documentos personales. Baje mirando hacia todas partes, sentía como si me vigilaran, pero debía ser mi maldita paranoia . El portero me localizó un taxi y salí huyendo, como si corriera por mi vida.No todos los días te topas con un loco sexy con ínfulas de Cristian Grey, que quiere iniciarte en el BDSM. Más tengo la impresión que comparado con Marcelo el carismático Cristian Grey no es más que un Dominante Sádico de Juguete. Yo no tengo la suerte de la tímida Anastacia Steele; para ser justos, ni siquiera la virginidad tengo. Miami sería mi fortaleza infranqueable para protegerme de ese lunático. De seguro unos cuantos días sin saber de mi, y se buscaba a alguien
Amaya BezosLe indiqué la dirección de la residencia Bezos al conductor, que atravesó de modo prolijo las calles atestadas del pesado tráfico de Miami. Una vez frente a la alta verja de casa Marcelo me ofreció una mirada de advertencia que hizo que mis piernas se aflojaran.—Una semana Muñeca. Tan solo una semana. Te recogerá un coche, exactamente en siete días, a esta misma hora en tu penthouse de Cambridge. No me gusta que me hagan esperar, así que se lo más puntual posible.—¿Y si decido no regresar?—pregunte en todo desafiante.—Eso sería una verdadera estupidez Amaya— su cara tomó una expresión dura y cerró su mano sobre mi muñeca, apretando cada vez más con cada palabra que pronunciaba— Sería tentar al destino, y pasar de la boca del lobo, directamente al estómago. No me incites a jugar fuerte. ¡No me provoques!—advirtió con tono frío.Aunque trate sacarme de su agarre no lo logre. Así que intenté otra táctica diferente.—¡Suéltame!, me estás lastimando. ¿Quieres conocer a m
Roy Phillips La mansión Bezos, es mucho más de lo que esperaba. Aunque sobria, la reja exterior parece sacada de un cuento de los hermanos Green.Los jardines son perfectos, inmensos, impecables. A simple vista destacaban diversos tipos de flores como rosas, margaritas, tulipanes y mis preferidas los claveles. Cerca de lo que pareciese ser la entrada del área de la alberca se observan más rosales, rodeando una de las fuentes blancas que se ven desde mi posición. También coronan todo el sitio hermosas palmas y varios árboles florecidos. Un lugar casi paradisíaco digno de admirar.Quedó boquiabierto, con la garita de la entrada, el sitio del portero es más grande que el sitio que de momento llamo casa. Un anciano uniformado me atiende amablemente, le comento que vengo a ver al jefe de seguridad, y el motivo exacto de mi visita.Sin mucha dilación, el hombre me hace pasar y me indica el camino.—El señor Bezos lo recibirá— me informa el señor y logra sorprenderme. Jamás pensé que u
Amaya BezosEntro a la casa hecha una furia, me aletea la nariz y el pecho me sube y baja exaltado . Esto tenía que ser obra del Karma. No podría ofrecerle otra explicación a lo que acababa de ver en el jardín.Por una vez en la vida que mi padre me consigue un guardaespaldas al que quisiera guardarle la espalda yo, y el estúpido Italiano me amenaza directamente, me hace saber que sería capaz de todo si me ve cerca de un hombre.No se si considerarme estúpida también por obedecer su palabra. Pero mi sexto sentido me indica que por primera vez en la vida no es aconsejable desobedecer una orden directa, que no es lo más razonable. Lo mejor hasta de saber de que es capaz el dueño del infierno, lo más prudente será alejarme de todo lo que pueda ocasionar que la ira Marcelo Di Alberti despierte.Pero me dolió no poder acercarme a ese bomboncito de abdomen perfecto. A ese tatuaje que llevaba en el pecho.¡Por la madre santa de los guardias de seguridad! De donde habían sacado a ese e
Amaya BesosDe todos los hombres que he besado, que han sido demasiados, debo dejar claro, este beso ha sido el que más he disfrutado. Ese bendito día, semi acostada sobre el duro pecho de un hombre desconocido y mojado, me di cuenta que nadie me había besado bonito hasta entonces. Que nadie se había tomado el tiempo para tocarme de aquella mágica manera.Me dolió darme cuenta que todos los hombres que habían pasado por mi vida destrozando mis labios, me trataban como lo que ellos pensaban que Amaya Bezos era: una completa cualquiera. Una mujer de moral distraída con la cuál podían dar riendas sueltas a sus instintos sexuales. Pero este muchacho de ojos brillantes no, absolutamente no lo hacía. Me estaba besando de una manera que yo desconocía, de una forma que hizo que yo misma cayera en mi propia trampa, al intentar seducirlo.Un beso tan hipnotizante, que casi podía sentir como el cuarteto de la felicidad era segregado en mi organismo en cantidades alarmantes: eso es lo n
Amaya Bezos Su lengua no fue directamente al clitoris, sino que marcó círculos alrededor de este. Acarició como un experto mis zonas más delicadas hasta que por fin llego a acariciar el punto clave. No estaba dando lametones a diestra y siniestra, sino que sabía dónde debía tocar. Era como si yo misma me estuviera masturbando por la exactitud de sus toques. En ningún momento sentí molestia o dolor. Era Perfecto en cada avance. Cuando su boca succionó mi clitoris termine por enloquecer. Él lo intuyó y me penetro con dos dedos.¡Demonios, Diablos!Su mano libre presiono mi vientre sobre el monte de Venus, y en ese momento descubrí lo que era el Punto G por primera vez en veintidós años. Un chorro de líquido le baño su boca, derramándose por su pecho desnudo. Yo no pude reaccionar, él continuó atacándome con su lengua mientras que yo jadeaba entre temblores. Otra vez el orgasmo provocó un inmenso chorro de mis fluidos, y me hubiera avergonzado a no ser por la satisfacción que veía
Amaya BezosAcostada en mi cama con los pies apoyados en uno de los postes que la conformaban, hice un repaso mental de lo que acababa de ocurrir. Había sido más de lo que esperaba que pudiera ser el sexo. Mucho, pero mucho más. ¿Cómo un joven tan aparentemente correcto es capaz de tanto?. ¡Por Dios! Él no debe tener más de veinticinco años, y es un absoluto experto en darle placer a una mujer. ¿En qué escuela enseñan las cosas qué él sabe? Nuevamente me embargan los celos posesivos liados con la curiosidad. Aunque lo creo imposible, me gustaría ser la dueña de este muchacho, su única amante, su única pasión, su único amor.Como futura psicóloga hasta ahora entendía el comportamiento humano que hacía que una persona racional que poseía una pareja estable, un hogar, una familia, pudiera arriesgarlo todo a cambio de breves instantes de placer y engañar con otra persona distinta y en ocasiones opuesta a su pareja, motivado por el sexo, es decir, con el sexo como único móvil . Si a
Roy Philips.Salgo de aquella habitación con la moral por el piso. Que maldita estupidez acababa de cometer.Aquella bruja bendita de cuerpo de infarto y cara de Ninfa me había tendido una trampa a la que no pude resistirme. Ella se sabia ganadora desde que empezó con esto.Su objetivo desde que me besó fue echarme de aquí, que yo perdiera mi empleo.Y... ahí va el Roy de menso en caer en sus garras.—¿Pero qué pensaste mijo?— me pregunto a mi mismo mientras abro la puerta de mi vieja camioneta—¿Dime? ¿Dime que creíste?.Sigo en mi monólogo conmigo mismo respondiendo las preguntas que yo mismo me hago.—¿Tu no viste a esa mujer? — me vuelvo a preguntar y otra vez me respondo. —Eso no era una mujer, era una Ninfa, una diosa. Esos seres celestiales no son para simple humanos.Pero era una Ninfa muy inhumana, ¿Quien es capaz de negociar tan fríamente con su cuerpo?, de cambiarse de esa forma por conseguir un objetivo. ¿Quien se entrega así como lo hizo ella. Porque por mucho que intent