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Capítulo Cuatro

Amaya Bezos

Me acerco para tomar la rosa, mis dedos la rozan, pero retiro la mano al hincarme un dedo con las  espina. Pienso reclamarle por la falta de delicadeza de obsequiar una rosa que hace daño. Perfectamente pudo limpiar el tallo o hacer que uno de sus hombres lo hiciera .

—Nada es Perfecto—espeta sencillamente  él,  antes de que pueda decir algo y toma mi mano llevándose a su carnosa boca, el dedo en el que brilla una gota  de sangre. Mis dedos tocaron sus labios y jamás imaginé que la boca de un hombre pudiera ser tan sensual y deseable.  Probo mi sangre,  creía que algo así me causaría repulsión, pero el simple hecho de tocar su boca solo me ocasionó un maldito morbo endemoniado, que estuve a punto de cruzar las piernas para evitar las cosquillas que sentí en mi entrepiernas . Me recorrieron terribles Deseos de que me estampara esos labios por todo el cuerpo, pero me obligué a mantener la compostura. —Retiró lo dicho... tú si eres perfecta Muñeca. Tu olor, tu sabor exquisito— plantó su lengua húmeda y lamió mi dedo con pericia y estuve a punto de trastabillar. —Parece que te escapaste de una juguetería, eres muy hermosa, y serás absolutamente mía.

— ¡Genial! Además de acosador eres posesivo. Todo un dechado de virtudes. ¿Eres algo así como un vampiro ?— pregunto irónica  para romper la fuerte atracción que me aborda

—Soy italiano  hermosa, que  es mejor que ser vampiro. No me alimentaré de tu sangre, pero si te prometo que pagaré tu dolor. ¡Pagaré dolor con placer!— ladeo la cabeza y contemplo la expresión de su perfecto y varonil rostro, así que eso es lo que acababa de hacer. Me hizo sentir su lengua en mi dedo lastimado, y la sensación que provocó el dolor con el toque íntimo de su lengua, en mi fue inimaginable. Pero no quiero ceder, no debo ceder... o al menos no tan pronto. !Joder¡, pero este hombre es la personificación de la tentación—. Un trato Justo, ¿no te parece?.

Hago una búsqueda mental en mi cabeza de qué significaría Marcelo en un diccionario “Amaya”, y la definición que creo me hace sonreír de forma interna.

“Marcelo Di Alberti : Ref. Tentación personal. Tan Bueno que moja hasta los pies.”

Decido hacerme la digna un poco más, ya sé que estoy atrapada. Pero luchar lo hará creer que su victoria es más grande.  La psicología es muy útil, sobre todo para enseñarte, que hacerle crecer el ego a los hombres es propio de las mujeres que se quieren salir con la suya.

—Me estoy cansando de este juego Señor Di Alberti. ¿Que quiere aquí? Si vino para que lo invite a subir...

—La mia bella bambola, no seas ilusa. Si mi intención fuera subir al tuo letto,  ya tuviera tus piernas alrededor de mi cintura.

—¿Entonces qué demonios quieres de mi?—refuto airada cada vez más molesta por su actitud prepotente y arrogante. No le queda... el no es el maldito señor Darcy de Jane Austen.

—Justamente eso Amaya— responde mirándome con morbo— hacer lo que yo quiera contigo, pero esperare a que tú también estés de acuerdo con eso. Me quedare con todos tus demonios, a cambio te mostrare los míos. Pero no soy un niñato idealista y loco por sexo como a los tantos idiotas que has traído aquí. Cuando me vaya a meter en ti, será bajo mis términos, en mis terrenos, y no en una cama manchada de los pecados de todos los hombres que has traído aquí.

—¿Sumó los celos al dechado?— me burlo— Está conversación ya me da pereza. Váyase por donde vino, yo mañana tengo una conferencia toda la mañana, no tengo tiempo para perderlo.

—Trata de ser puntual, no llegues tarde a la universidad. Hidrátate y aliméntate bien,  mi muñeca. Trata de ser más perfecta de lo que ya eres. Cuando seas mía yo me encargaré personalmente de todo. Un verdadero amo no se reconoce por lo que exige, sino por lo que ofrece. Conmigo tendrás el cielo, bambola mia. Nos veremos más pronto de lo que crees. Espero que me extrañes tanto que cuando nos volvamos a ver tus ya evidentes  deseos por mí se hayan multiplicado.

Me quedo boquiabierta ante su total desfachatez. Me besa la mano e intenta irse. Camino dos pasos a la puerta de entrada del edificio pero me volteo extrañamente decepcionada.

—Después de todo ese montaje con el auto obstruyéndome el camino, de la flor, de perseguirme a casa, ¿Se irá así, si más? ¿Sin pedir un beso tan siquiera?

—¿Pedir? — enarca una ceja — Yo no te tengo que pedir nada, Amaya. Tendrás un beso cuando te lo ganes Con tu comportamiento.

Ese hombre ardiente como el fuego mismo,  sólo abrió la puerta de su auto, me miró una vez más, se mordió el labio inferior y se acomodó en el asiento del copiloto sin volver a mirarme.

En qué m****a me había metido ahora. Tenía un acosador monje con delirios de grandeza. Lo peor de todo es que me había dejado con las bragas convertidas en una Laguna y ni siquiera me toco.

Maldito hombre. ¿Qué  rayos se cree ese imbecil?, que porque es el dueño de un barzucho de mala muerte es el rey del mundo. Pues se equivocó. Si quiere jugar juguemos. Yo puedo ser más seductora que él. Al final de este juego veremos quien termina enamorado de quien.

Entre furiosa en el ascensor y esperé que llegara a mi penthouse. Solté mi bolso Sobre el enorme sofá en L que decoraba la sala y me encamine al baño a quitarme cualquier olor que me pudiera recordar al Infierno, a al Diablo de ojos verdes que me había perseguido a cada para dejarme con las bragas a la rodilla.

—Lo que sucede conviene Amaya— me dije en voz alta— lo que sucede siempre conviene.

Al entrar a mi habitación me quede helada.

Marcelo Di Alberti no había traído sólo una flor, sino dos. Los pétalos de otra rosa idéntica a la que ya había visto estaban esparcidos en mi cama, y el tallo de la flor estaban atados con una cinta de satén negro.

¿Debía tener miedo? Si, ya era hora que comenzara asustarme. Ese hombre o alguien enviado por él,había entrado a mi casa, violando mi espacio y todo esto había sido en tiempo récord.

Me puse una bata y revisé las cerraduras de las puertas. Pero todo estaba en perfecto estado. No había sido forzado.

Podría llamar a la policía, pero no lo crei prudente. Pasarían  horas antes de  que me dejasen en paz y de seguro ese hombre absolutamente frío tendría contacto en todas partes. Si el tal megasexy Marcelo quisiese hacerme daño ya lo hubiese hecho, me convencí. En mi rostro se me notaba que tan deseosa estaba de que subiera para mostrarle los secretos de mi dormitorio.

— ¡Hello Amaya!— me llame la atención a mi misma— Tu dormitorio no guarda secretos. ¿Si recuerdas que tu vida sexual es de dominio público en Cambridge?.

De igual manera me sentí ridícula,  recordando como lo veía con  con ojos brillosos, esperando un beso que nunca llegó, y él muy estúpido  solo monto en su auto y se marchó.

Me costó conciliar el sueño, pero termine por dormirme. Habitualmente soy una piedra, y nada, absolutamente nada arruina mi descanso. No sería el prospecto de Ganster italiano,  el culpable de desvelarme.

A la mañana siguiente el ruido estridente de mi teléfono celular me despertó Justo a las 6:30, una hora antes de lo acostumbrado. Sin poder a penas abrir los ojos logre localizar el maldito celular y respondí. Ya sabía de quien se trataba. Ese número desconocido en la pantalla era demasiado evidente.

— Tiene que ser un jodido chiste. Desaparece de mi vida— le gruñí al teléfono.

—La gente domina de la forma en la que le gustaría ser sometida. Buenos días Mia Bambola. Si estuviera en tu lugar me gustaría que me llamaran por la mañana—.La voz de él sonó más sensual de lo que recordaba. Era evidente que aún estaba en cama, el muy maldito.

—Si no me vas a follar cómo se debe, al menos deja de molestarme—. Me lleve la mano al rostro, de nuevo tenía la lengua desconectada del cerebro.

«¡Amaya por Dios!»— me regañe mentalmente—« Por una vez en tu vida piensa antes de hablar».

—Solo te dire una cosa Amaya Bezos . Solo bastará con que te posea una vez, ¿te queda claro?, solo una vez para que te olvides que habías follado alguna vez en tu vida. Será como si estuvieras aprendiendo a tener sexo desde el principio. Después de mi, la despampanante y impulsiva Amaya Besos será otra.

—¿De que m****a estás hablando? ¿Quien carajo te crees que eres? El Gurú del Sexo?

—Te envié desayuno. No tiene veneno, cómelo todo—no era una petición, era una orden

—¿Pero qué m****a? ¿Eres sordo o qué? Desaparece de mi vida o llamaré a la policía . ¿De qué desayuno hablas?

—Buona giornata, bambola mia— sólo se despidió y colgó sin más preámbulo. Si escucho mis reclamos , sencillamente los ignoro. ¿Qué era lo que tenía dañado este hombre?

Media hora más tarde tocaron a la puerta. Me acerqué despacio y observé por la mirilla sintiéndome cada vez más nerviosa. Era un mozo con un carrito... el desayuno.

«El Maldito de Marcelo no estaba bromeando».

Abrí en bata, el chico dispuso todo en la mesa del living. Lo despedí a prisa después de darle una jugosa propina, pues no disponía de cambio.

Me quede maravillada por el desayuno delicioso que envío el diablo. Tenía que reconocer que me encanto. Hacia demasiado tiempo que la vida estival que llevaba no daba un segundo para consentirme.

También llamó mi atención que en la bandeja venía una flor como las de la madrugada. Pero esta estaba acompañada de una nota y la cinta de negro.

Este hombre está loco. La nota cayó de mis manos al igual que la flor, que resaltaba como sangre en el piso blanco... sus palabras aún con la nota en suelo se podían leer.

“Sumisa no es la que sufre mas, sino la que mas lo desea”.

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