NARRA AMAYA
—Llámame Marcelo muñeca. Por hoy me puedes llamar Marcelo. Para finales de este mes, solo te permitiré llamarme Dom. Tu Dueño.
Hago una mueca de fastidio, tomo mi tarjeta bancaria que me ofrece la bartender, después de haber cobrado la cuenta de mi consumo y el de Alexandra.
—No me gusta que esperen por mi Don Dom, ¿Para qué esperar a finales de mes?. Me da realmente lo mismo llamarte hoy mismo Marcelo, Señor Di Alberti, Dom, que Mickey Mouse— el valor que reuní para decir esta frase se esfumó cuando mire la expresión de sus ojos. ¡Dios!
No era la expresión de un ego ofendido. Había ofendido el ego de cientos de hombres en los últimos años. No por gusto Alexandra me había advertido hasta el tedio que cualquier día amanecería con la boca llena de hormigas debido a mi comportamiento.
Pero la expresión en el rostro de Di Alberti me produjo un miedo distinto. Un miedo desconocido.
Hice un intento de sonrisa falsa y salí de allí con prisa. No me volteé pero pude escuchar su última frase.
—La notte non è finita. Non dire ancora addio, bambola mia. ( La noche no se acaba. Aún no dire adiós, muñeca)
Salí del bar Infierno con la sensación de haber conocido al mismísimo Diablo, un diablo con un acento italiano que te hacia desear escuchar sus palabras sucias mientras te penetraba.
Nunca había follado en otro idioma, la experiencia con este hombre creo que valía la pena. Con razón el bar se llamaba así, en el había un dios negro que pondría a prueba mi capacidad de resistirme a otro pecado.
Era el lugar perfecto para un hombre como él. Infierno era famoso por las cosas que ocurrían en su tercer piso. No me gusta experimentar, por eso nunca he subido a la tercera planta de este bar.
Además de que con los pelagatos que me he ido a la cama después de visitar este lugar, o no han tenido el dinero suficiente para subir allí, o teniendo el dinero no han tenido las intensiones otros de subir al famoso “ Cielo del Diablo . Cosa que agradezco. Soy fácil, lo admito, es muy sencillo llevarme a la cama con la dosis justa de lascivia. Pero no soy pervertida. Disfruto al sexo normal, el común. Creo que me daría un poco de pavor enredarme con alguien que posea algún raro fetiche sexual.
Estuve más de diez minutos en el parqueo sin poder moverme de allí . Un auto había obstruido la salida de mi coche, y el conductor borracho de dicho vehículo se tomó su tiempo en enderezar el coche y ponerlo en marcha.
Una vez que pude alejarme de allí me sentí más tranquila. Aún podía sentir a ese Demonio respirando sobre mi cuello, pero lo había dejado atrás. Ahora era solo cuestión de olvidarse del tal Marcelo Don Dom. Mi nuevo plan de vida para el último año universitario era absolutamente Perfecto . Cero Bar, cero fiestas y cero escándalos. Si no había bares, pues tampoco habría dueños de bar tumba bragas.
Esta noche quedó demostrado que la justicia divina, el karma, y el equilibrio celestial ; o como quiera que se llamen si existen.
Causa y efecto según las leyes de la filosofía, Acción-Reacción según Newton y su tercera ley. Pero en idioma de Amaya sería .... compórtate como una m*****a puta durante cuatro largos años de carrera Universitaria y recoge que te traten como tal. No esperes que te traten como una Virgen, o como alguien recatada y decente, porque les será imposible.
Esto de esta noche con el tal señor Di Alberti fue la gota que derramó el vaso. Ser Tratada como bailarina de Pole Dance, de hecho , como algo más... y sobre todo ser tratada así por un completo desconocido, me llevo a comprender que así era como me veían todos.
Las noches de borracheras y sexo desenfrenado estaban pasando la factura. Si dicha factura para colmo llegaba a las manos de mi padre, pues se me iba a acabar del todo la vida universitaria.
Elimine el camino a casa en menos de veinte minutos, y me detuve distraída frente a mi edificio. Saque mis cosas del auto y salí cediéndole la llave al valet de turno para que se ocupara de mi coche.
No era tan tarde, a penas la 1:00am . Creo que era la vez que más temprano había llegado a casa después de una salida de rumba. También era la única vez que había llegado totalmente sobria y sola.
—Ora se possiamo concludere la serata, bambola mia ( ahora si podemos terminar la noche)— me congele al escuchar esa voz a mi espalda, esa que a penas había comenzado a conocer.
«¿Pero qué demonios hace este hombre aquí?»
No me explico cómo pudo llegar antes que yo. Entonces recuerdo al conductor borracho obstruyéndome el camino a la salida del bar. Pero nada de eso explica cómo consiguió la dirección.
Me volteé furiosa, y le lancé una mirada cargada de odio.
—Si por un segundo pensó que esta treta me haría sentir halagada, debo decirle que se equivoco. No me gusta que me acosen— él estaba apoyado contra una de las columnas de la entrada del edificio observándome con una rosa que parecía ser negra en las manos. Alargó la flor y caminó con paso seguro en mi dirección. En ese momento deseé enrredarle mis brazos a su cuello y arrastrarlo a mi cama, tuve que recurrir a mi fuerza de voluntad para contrarrestar mis bajos instinto.
—Al menos dame crédito por la rosa — alegó divertido — fue difícil de conseguir.
—Entonces, ¿Por que no logró creerle? No creo que haya algo que sea difícil para usted. Tiene cara de siempre salirse con la suya.
—Tiene razón . Porque aunque no me conozcas, debes saber que siempre obtengo lo que quiero. Es mi mayor cualidad.
—Pensaba que era lo sexy... esa me parece su mayor cualidad— después de decir esta tontería me arrepentí. Él estalló en una sonora carcajada, y en ese momento amé el sonido de su risa. ¿Podía un hombre exudar tanta fuerza y peligro y a la vez derretirme con una sencilla sonrisa? Si al parecer eso le quedaba realmente sencillo al señor Marcelo Di Alberti.
—!Caíste muñeca!... Lo sexy solo es la carnada y, tu mi querida bambola, ya caíste en mis redes.
Amaya BezosMe acerco para tomar la rosa, mis dedos la rozan, pero retiro la mano al hincarme un dedo con las espina. Pienso reclamarle por la falta de delicadeza de obsequiar una rosa que hace daño. Perfectamente pudo limpiar el tallo o hacer que uno de sus hombres lo hiciera .—Nada es Perfecto—espeta sencillamente él, antes de que pueda decir algo y toma mi mano llevándose a su carnosa boca, el dedo en el que brilla una gota de sangre. Mis dedos tocaron sus labios y jamás imaginé que la boca de un hombre pudiera ser tan sensual y deseable. Probo mi sangre, creía que algo así me causaría repulsión, pero el simple hecho de tocar su boca solo me ocasionó un maldito morbo endemoniado, que estuve a punto de cruzar las piernas para evitar las cosquillas que sentí en mi entrepiernas . Me recorrieron terribles Deseos de que me estampara esos labios por todo el cuerpo, pero me obligué a mantener la compostura. —Retiró lo dicho... tú si eres perfecta Muñeca. Tu olor, tu sabor exquisito
Narra AmayaTan pronto como me recuperé de la impresión que la nota del Marcelo me había causado. Me encamine a mi habitación, me vestí lo más correctamente que pude con falda y chaqueta a juego; tal como le gusta verme a mi madre. Abrí la caja fuerte tomé mi pasaporte poniéndolo junto a mis tarjetas de créditos y otros documentos personales. Baje mirando hacia todas partes, sentía como si me vigilaran, pero debía ser mi maldita paranoia . El portero me localizó un taxi y salí huyendo, como si corriera por mi vida.No todos los días te topas con un loco sexy con ínfulas de Cristian Grey, que quiere iniciarte en el BDSM. Más tengo la impresión que comparado con Marcelo el carismático Cristian Grey no es más que un Dominante Sádico de Juguete. Yo no tengo la suerte de la tímida Anastacia Steele; para ser justos, ni siquiera la virginidad tengo. Miami sería mi fortaleza infranqueable para protegerme de ese lunático. De seguro unos cuantos días sin saber de mi, y se buscaba a alguien
Amaya BezosLe indiqué la dirección de la residencia Bezos al conductor, que atravesó de modo prolijo las calles atestadas del pesado tráfico de Miami. Una vez frente a la alta verja de casa Marcelo me ofreció una mirada de advertencia que hizo que mis piernas se aflojaran.—Una semana Muñeca. Tan solo una semana. Te recogerá un coche, exactamente en siete días, a esta misma hora en tu penthouse de Cambridge. No me gusta que me hagan esperar, así que se lo más puntual posible.—¿Y si decido no regresar?—pregunte en todo desafiante.—Eso sería una verdadera estupidez Amaya— su cara tomó una expresión dura y cerró su mano sobre mi muñeca, apretando cada vez más con cada palabra que pronunciaba— Sería tentar al destino, y pasar de la boca del lobo, directamente al estómago. No me incites a jugar fuerte. ¡No me provoques!—advirtió con tono frío.Aunque trate sacarme de su agarre no lo logre. Así que intenté otra táctica diferente.—¡Suéltame!, me estás lastimando. ¿Quieres conocer a m
Roy Phillips La mansión Bezos, es mucho más de lo que esperaba. Aunque sobria, la reja exterior parece sacada de un cuento de los hermanos Green.Los jardines son perfectos, inmensos, impecables. A simple vista destacaban diversos tipos de flores como rosas, margaritas, tulipanes y mis preferidas los claveles. Cerca de lo que pareciese ser la entrada del área de la alberca se observan más rosales, rodeando una de las fuentes blancas que se ven desde mi posición. También coronan todo el sitio hermosas palmas y varios árboles florecidos. Un lugar casi paradisíaco digno de admirar.Quedó boquiabierto, con la garita de la entrada, el sitio del portero es más grande que el sitio que de momento llamo casa. Un anciano uniformado me atiende amablemente, le comento que vengo a ver al jefe de seguridad, y el motivo exacto de mi visita.Sin mucha dilación, el hombre me hace pasar y me indica el camino.—El señor Bezos lo recibirá— me informa el señor y logra sorprenderme. Jamás pensé que u
Amaya BezosEntro a la casa hecha una furia, me aletea la nariz y el pecho me sube y baja exaltado . Esto tenía que ser obra del Karma. No podría ofrecerle otra explicación a lo que acababa de ver en el jardín.Por una vez en la vida que mi padre me consigue un guardaespaldas al que quisiera guardarle la espalda yo, y el estúpido Italiano me amenaza directamente, me hace saber que sería capaz de todo si me ve cerca de un hombre.No se si considerarme estúpida también por obedecer su palabra. Pero mi sexto sentido me indica que por primera vez en la vida no es aconsejable desobedecer una orden directa, que no es lo más razonable. Lo mejor hasta de saber de que es capaz el dueño del infierno, lo más prudente será alejarme de todo lo que pueda ocasionar que la ira Marcelo Di Alberti despierte.Pero me dolió no poder acercarme a ese bomboncito de abdomen perfecto. A ese tatuaje que llevaba en el pecho.¡Por la madre santa de los guardias de seguridad! De donde habían sacado a ese e
Amaya BesosDe todos los hombres que he besado, que han sido demasiados, debo dejar claro, este beso ha sido el que más he disfrutado. Ese bendito día, semi acostada sobre el duro pecho de un hombre desconocido y mojado, me di cuenta que nadie me había besado bonito hasta entonces. Que nadie se había tomado el tiempo para tocarme de aquella mágica manera.Me dolió darme cuenta que todos los hombres que habían pasado por mi vida destrozando mis labios, me trataban como lo que ellos pensaban que Amaya Bezos era: una completa cualquiera. Una mujer de moral distraída con la cuál podían dar riendas sueltas a sus instintos sexuales. Pero este muchacho de ojos brillantes no, absolutamente no lo hacía. Me estaba besando de una manera que yo desconocía, de una forma que hizo que yo misma cayera en mi propia trampa, al intentar seducirlo.Un beso tan hipnotizante, que casi podía sentir como el cuarteto de la felicidad era segregado en mi organismo en cantidades alarmantes: eso es lo n
Amaya Bezos Su lengua no fue directamente al clitoris, sino que marcó círculos alrededor de este. Acarició como un experto mis zonas más delicadas hasta que por fin llego a acariciar el punto clave. No estaba dando lametones a diestra y siniestra, sino que sabía dónde debía tocar. Era como si yo misma me estuviera masturbando por la exactitud de sus toques. En ningún momento sentí molestia o dolor. Era Perfecto en cada avance. Cuando su boca succionó mi clitoris termine por enloquecer. Él lo intuyó y me penetro con dos dedos.¡Demonios, Diablos!Su mano libre presiono mi vientre sobre el monte de Venus, y en ese momento descubrí lo que era el Punto G por primera vez en veintidós años. Un chorro de líquido le baño su boca, derramándose por su pecho desnudo. Yo no pude reaccionar, él continuó atacándome con su lengua mientras que yo jadeaba entre temblores. Otra vez el orgasmo provocó un inmenso chorro de mis fluidos, y me hubiera avergonzado a no ser por la satisfacción que veía
Amaya BezosAcostada en mi cama con los pies apoyados en uno de los postes que la conformaban, hice un repaso mental de lo que acababa de ocurrir. Había sido más de lo que esperaba que pudiera ser el sexo. Mucho, pero mucho más. ¿Cómo un joven tan aparentemente correcto es capaz de tanto?. ¡Por Dios! Él no debe tener más de veinticinco años, y es un absoluto experto en darle placer a una mujer. ¿En qué escuela enseñan las cosas qué él sabe? Nuevamente me embargan los celos posesivos liados con la curiosidad. Aunque lo creo imposible, me gustaría ser la dueña de este muchacho, su única amante, su única pasión, su único amor.Como futura psicóloga hasta ahora entendía el comportamiento humano que hacía que una persona racional que poseía una pareja estable, un hogar, una familia, pudiera arriesgarlo todo a cambio de breves instantes de placer y engañar con otra persona distinta y en ocasiones opuesta a su pareja, motivado por el sexo, es decir, con el sexo como único móvil . Si a