(3)

Era realmente claro, August vivía traumado e inseguro, tenia miedo de que de pronto lo abandonaran como lo hizo su madre. Así que agradecí que lo hubieran alejado de Inglaterra, no creo bueno ese lugar para él. 

Entre a la habitación topándome con el pequeño niño vestido con ropa negra deportiva, era algo que le encantaba y su padre apoyaba. El pequeño se encontraba muy tranquilo mirando un libro con dibujos. 

–Hola. –Lo salude con una sonrisa grande. 

Al verme el pequeño no lo puede creer, era como si fuera una aparición para él. Se levanta de su pequeño sillón de panda, indeciso sin saber si puede correr hacía mi para abrazarme. 

–¿Me quieres regalar un abrazo? –El niño al escucharme, se echa a correr hasta llegar hacía mí, para abrazarme con tanta fuerza, que pensé que me quedaría sin aliento. 

–¿Qué haces aquí? –Me pregunta tocando mi cara con sus pequeñas manos, mientras sonríe enseñándome sus pequeños dientes. 

–Vine a jugar contigo. –Le comenté en un tono divertido. 

–¿A jugar? –Pregunta con una felicidad tan profunda. 

El pequeño tomo mi mano y me llevo hacía su área de juegos. Los juguetes estaban acomodados de perfecta forma, al igual que parecían que estaban nuevos. 

–¿No juegas con estos juguetes? –Le pregunté mientras estamos jugando con unos ositos y demás juguetes modernos. 

–No, no tengo con quien jugar. –Me responde con simpleza. 

No puedo negar que sentí un poco de pena por el pequeño.

–¿Y que es lo que haces para divertirte? –Pregunté mientras lo miró con atención. 

–Leo o paso tiempo con Mary. –Me dice bien concentrado en construir un castillo para los osos. El pequeño tenía tendencias bastante maduras, mientras que jugaba con mucha limpieza, no le gustaba tener cosas tiradas en el suelo que no fuera a ocupar.

Al terminar de jugar, lo invito a hacer algunos ejercicios, para saber su nivel de conocimientos, sorprendiéndome al ver que estaba incluso adelantado. Los niños de preescolar muy difícilmente salen leyendo de la escuela, mientras que él iba en segundo año y dominaba la lectura con facilidad. Sabía los números y podía contar hasta más del treinta, mientras que podía escribir algunas palabras aparte de su nombre completo. Yo estaba fascinada con el niño, incluso podía verlo en tercero en vez de segundo. 

–Antes de venir a América, ¿en donde estudiabas? –Le pregunté mientras lo veía coloreando un dibujo, que venia con números, era bastante difícil para algunos niños conocer los números, pero para él no había imposibles. 

–Al principio estuve en un colegio. –El niño esta bien concentrado en el dibujo, no deja de mirarlo mientras habla. –Pero los niños me molestaban, así que mi papi contrato a una maestra, pero no me gustaba. –Me muestra una cara de desapruebo. 

–¿Por qué no? –Pase una mano por su cabellera negra, para poder ver su cara. Al tocarlo él se queda con los ojos abierto, de pronto pensé que le había molestado mi toque, pero me mira. 

–La maestra me regañaba mucho. –Hace un pequeño puchero, a lo cual yo de inmediato lo abrazo con fuerza. El pequeño recarga su barbilla en mi hombro. –Mi papá la vio gritarme y la corrió. –Suspire profundamente, ya que este niño había pasado por mucho. 

–Yo no te gritaré, solo te diré cuando haga algo que no está bien. ¿ok? –Le prometí mientras lo miraba atentamente. El pequeño se me queda viendo por un momento, intentando identificar mis gestos. 

–¿Puedo abrazarte de nuevo? –Me pregunta tímido. 

Yo solo sonreí y lo abrace con todas mis fuerzas, prometiéndome en mi mente que lo cuidaría. Este niño era un diamante, que debe ser cuidado y pulido con cuidado. 

La tarde se fue tan rápido como un suspiro, así que termine mi evaluación a las ocho y media de la noche. Salí de la habitación hacía el recibidor para irme, ya que pensé que Leonardo ya no estaba en casa, pero cuando estoy a punto de tomar mi chaqueta, me encuentro con una voz que cada vez se esta haciendo más usual. 

–¿Te vas sin despedirte? –Doy la media vuelta, para ver a ese modelo que se hacía llamar empresario. No podía negar que cada vez lo que veía, era incluso más hermoso para mis ojos. 

–Lo lamento, es que pensé que se había ido. 

–Con usted en casa, créame que no iré a ninguna parte. –Camina con sus pies pesados hacía mí, mientras mi corazón late con fuerza. –Dígame, ¿qué le pareció mi hijo? –Pregunta a centímetros de mi persona, yo solo trague saliva al ver su piel pálida haciendo de sus facciones aún más delicadas de lo que eran. 

–Me gustaría darle mi opinión. 

–Entonces hablaremos en mi estudio. –Se hace a un lado, para dejarme pasar. Camino hacía su estudio con el corazón palpitándome a mil, estaba nerviosa ya que su forma de ser era bastante llamativa. Al estar en el estudio el hombre cierra la puerta con seguro, para después caminar a su silla. 

–¿Entonces que fue lo que vio en mi hijo? –Entrelazo sus manos y dedos mientras recargaba sus codos en el escritorio. 

–Déjeme decirle que August es un niño brillante, creo creer que August pueda ser un genio e incluso podamos subirlo de nivel. 

Pero su padre se negó.

–No quiero ponerle presiones a mi hijo. –Lo cual tome de buena manera, ya que es una decisión inteligente, considerando que August es un niño sensible a los cambios. 

–Entiendo. –Asentí con la cabeza. –Pero también pude notar algunas tendencias que no son propias de su edad. August tiende a no desordenar nada, al igual que tiende a preguntar y dudar por todo lo que hace. Sabe demasiadas cosas, pero se aferra a no comportarse como un niño. 

Leonardo cierra los ojos un poco preocupados. 

–Pero eso puede ser por la crianza que le dieron, quizás él solo es ordenado. 

–Mi hijo fue criado muy bien, pero yo realmente odio que se comporte como un adulto, quiero que mi hijo disfrute como todo niño, que se ensucie, que juegue y más que nada, que sea feliz. –Su consternación era real, lo podía ver en sus ojos llenos de pestañas largas. 

–Yo también. –Murmuré sin pensarlo, lo cual hizo que nuestras miradas se entrelazaran. Al principio quise bajar mi mirada, pero de pronto veo como me sonríe. 

–Le pido que ayude a mi hijo. 

–Pero no creo que me necesite. –Cuando dije eso, sus ojos de inmediato se infartaron, supuse que no era lo que esperaba. –Soy una maestra de regulación, no creo necesario regularizar a August, es un niño realmente inteligente. Incluso puedo decir que él pueda regularizar a otros niños. –Mofe un poco, pero para él no le parecía gracioso mi comentario. 

–Se que es una maestra de regularización, pero la vi. –Yo me le quede viendo por unos segundos, sin saber de que hablaba. –Por protección a mi niño, tengo cámaras en su habitación y yo vi a mi hijo. –Sus palabras se vuelven más pesadas. –Mi hijo la quiere y lo hace feliz. Mi hijo nunca a abrazado a nadie como lo hace con usted. 

–Pero no puedo quedarme. –Seguí insistiendo. –No puedo solo servir como alguien que de felicidad señor Walles. –Le conteste con algo de seriedad. –Mi trabajo es ayudar a los niños que necesitan mi ayuda. 

–Mi niño la necesita. –Alza la voz viéndose un poco alterado. 

–No, no lo hace. –Alce la voz yo también, puesto que también me sobraba carácter. 

–¿Cuánto dinero quiere? –Se levanta de su silla sonando y viéndose prepotente. 

–Perdone señor Walles, pero no creo que sea correcto que deba hablarme así. –Me levante haciéndole frente también. 

–¿Ahora soy señor Walles? –Me pregunta mientras alza su ceja poblada. 

–Esta siendo bastante irracional al ofrecerme dinero, e incluso un poco ofensivo. –Trate de tomar mis cosas e irme, pero antes de salir puedo ver que la puerta se cierra. Miró hacía arriba mirando su mano larga chocando con la puerta. Él era más alto que yo, así que de inmediato lo mire. 

–¿No me dejará salir? –El hombre me mira con intensidad. Parecía no estar acostumbrado a recibir un “No” de respuesta. 

–La necesitamos. –¿Él también me necesita? 

–Tengo que irme, me esta esperando mi prometido. 

–¿Hay prometido? –Me pregunta ahora sonriendo descaradamente, enojado por lo que le acabo de decir. Pero era claro que mi comentario fue a propósito, para herir su ego. 

–Sí, lo hay. –Trate de abrir la puerta sin suerte. 

–¿Cómo se llama? –Me lanza la pregunta con rapidez, mientras sonríe peligrosamente sensual. 

–No tiene que importarle. –Trato de abrir la puerta una vez más, pero es imposible. 

–¿Lo ama? –La pregunta fue más que inapropiada, así que de inmediato le muestro que me impacto. 

–¿Cómo se atreve a preguntar tal cosa? –Estaba realmente sorprendida. 

–¿Eso significa que no lo ama? –Ahora luce divertido con todo esto. 

–Es un desvergonzado. –Le grité ofendida y a segundos de abofetearlo. 

–Lo soy, pero creo que si lo amara hubiera contestado con una respuesta.

–Estoy a segundos de partirle la cara. –Amenace ya sacada de mis casillas. 

Leonardo me hace frente, inflando el pecho mientras me acorrala contra la pared mirándome con sus ojos tan hermosos y al mismo tiempo tan peligrosos. Mis piernas tiemblan, pero no quiero correr, esta vez el deseo pasaba por mi cuerpo, era como si estuviera cómoda con lo que estaba haciendo. 

–En este momento quisiera hacer muchas cosas. –Su aliento era tan delicioso, su olor a menta refrescaba mi cara a pesar de que hace segundos estaba a punto de golpearlo, pero ahora estaba perdida en su cuerpo, que estaba a centímetros de mí, mientras el calor que irradiaba me reconfortaba. –Pero creo que no debo ser tan atrevido con la maestra de mi hijo. –Da dos pasos hacia atrás. 

–Creo que ya ha sido atrevido conmigo. –Le contesté poniendo mi nariz junto con la suya, avanzando los dos pasos que había dado hacía atrás. –Ha sido grosero e impertinente, lo último que falta es que…–Pero él decide interrumpirme. 

–¿La bese? –Alza sus cejas pobladas.

Yo solo asentí con la cabeza, mirando sus labios tersos. 

Lentamente junta sus labios con los míos, llenando mi cuerpo de deseo. Paso mis manos lentamente por su cuello, mientras su lengua sabor a mente se introduce en mi boca. En ese momento no estaba pensando nada más que en él, en saciar mis más profundos deseos, ya que sabía que en casa no encontraría lo que me estaba ofreciendo Leonardo en este mismo momento. 

Este hombre no me hacía pensar bien, era una botella de diferentes sentimientos, simplemente nada ante sus ojos era racional. Perdí la cabeza en sus labios, en cuanto puse mis dedos entre su cabellera de seda, sentí como me cargo entre sus brazos, yo abrace su cintura pequeña con mis piernas, mientras él rozaba mi feminidad con su hombría. Nuestra respiración era irregular, mientras que nuestras bocas no eran lo suficientemente grandes para tales besos tan salvajes, pero poco a poco cuando él me intento llevar al sillón, pensé en su hijo y después pensé en mi prometido. 

–Espere. –Me separe de él. –No debo hacer esto. 

–¿Qué se lo impide? –Me pregunta dispuesto a seguir y dar otro paso en el sillón. 

–Su hijo, mi trabajo y mi prometido. –Lo empuje con fuerza, para después recoger mis cosas que estaban en el suelo. 

–Tan siquiera deje llevarla a su casa. –Me insiste mientras arregla su ropa, que fue desarreglada por mis manos hábiles. 

–No, ya hizo suficiente. –Sali del lugar corriendo, ya que sabía de ante mano, que una palabra más de él, me haría dudar de toda mi vida. En realidad, todo él era una clase de tentación, ahora dudaba mucho del porque quería tenerme cerca de su hijo. Parecía que él no solo quiere tenerme para ayudar a su hijo, sino que también me quiere para él. Y aunque no sonaba tan mal estar con él, yo no podía dejar toda mi vida solo por una calentura. 

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