(7)

Suspire profundamente para mirarlo con ojos de venado, mirando su cuello, su manzana de Adán hasta llegar a su pecho ancho, mientras podía ver como se erizaba al sentir mi mirada sobre de él.

–Para nada. –Salió un suspiro de mis labios, ya que estaba deseosa de su cuerpo.

Leonardo sonríe al escuchar mi respuesta.

–Se que estarán pasando millones de cosas por tu mente. –Se acerca mientras pone lentamente su mano en mi barbilla, mientras me acerca a sus labios hidratados. –Pero al parecer debo serte sincero… –Paso sus dedos por los pequeños mechones de cabellos, que sobresalían de mi cabeza. –No soy el bueno de la historia.

Yo lo mire fijamente, viendo sus facciones y el increíble desinterés que tenía, en saber de su pasado o lo que hacía para vivir. Mi cuerpo se estaba llenando de adrenalina, mientras sentía su cuerpo caliente al lado de mi cuerpo.

–En este momento, créeme que ya nadie es el bueno de la historia. –Le contesté mientras pensaba en Mike, quién ahora vuelve a mi mente, haciéndome alejar del cuerpo del millonario para caminar hacía la pared de vidrio, que daba a la vista de la ciudad.

–¿Acaso es aquel prometido que dices tener? –Pregunta mientras veo su reflejo en la pared de vidrio, que camina hacía mí lentamente, para después pararse detrás de mí. Yo siento placer al tan solo sentirlo tan caliente, mientras me mira. –¿Estas abrumada por él?

Lentamente me doy la media vuelta para mirarlo fijamente, mirando sus labios rojos, para después mirar sus ojos verdosos .

–¿Sabés que me sentí como una zorra cuando te besé en el estudio? –Le hice saber mientras sonreía. –Me sentí como m****a y huí, pero cuando llegué a casa descubrí que no soy la única zorra.

Lentamente su mano se posa en mi barbilla, ya que iba a apartar mi mirada, pero él hace que lo mire fijamente a los ojos, notando que había deseo en sus ojos. Sabía que me quería hacer suya y para ser sincera, yo también quería pecar y dejarme llevar por su olor, su mirar e incluso por su tacto tan atractivo.

–No me digas, que ese pelmazo te hizo desilusionar. –Yo solo asentí con la cabeza sin quitar la mirada de sus ojos que me hipnotizan.

–Peor, me hizo darme cuenta que en realidad quiero otras cosas. –Puse una de mis manos sobre su mano, que estaba en mi barbilla para retirarla. Lentamente di dos pasos hacía atrás, para mirarlo de los pies a la cabeza, lamiendo mis labios de tan solo pensar tenerlo en mi boca.

–Solo pídelo. –Sonríe como un diablo elegantemente angelical. –Solo di que sí.

–Si digo que sí, sé qué hará mi vida un descontrol. –Le advertí, ya que sabía que era lo que implicaba decirle que “si” a un hombre como él.

Él solo se ríe astutamente.

–Podemos negociarlo si es lo que quieres. –El calor de mi cuerpo era más alto que mis ganas de negociar, pero sabía que tenía que hacerlo, no me quitaría a este hombre de encima. Los dos nos sentamos en la sala de la habitación, nos miramos fijamente mientras sabía que la sangre de nuestras venas corría con fuerza.

–¿Qué es lo que quiere de mí? –Pregunte cruzando las piernas y mostrándole lo bien trabajadas que estaban. El hombre solo se empezó a reír en silencio, ya que sabía que le gustaba mi forma de coquetear. –Y no hablo de lo que quiere hacer en este momento.

–Es bueno que lo aclares. –Saca un cigarrillo de su pantalón para prenderlo, dejando salir el humo de su boca con sensualidad. –Ya que, en este momento, solo quiero arrancarte ese maldito vestido. –Yo sonrío y me sonrojo. –Quiero hacerte gemir con fuerza y que digas mi nombre, claramente sin llamarme señor Walles. –Los dos mofamos, ya que tiene en mente mi formalidad al hablar.

–Leonardo. –Veo como se estremece al escucharme hablar, incluso traga saliva mientras deja una vez más salir el humo de su sensual boca. –Deja de ponerme nerviosa y empieza a hablar. –Sensualmente moví mis manos, acercándome un poco a él. –Quieres que sea la maestra particular de tu hijo, pero él no lo necesita, para ser sincera ahora creo saber que otra persona es él que me necesita.

Él sonríe espléndidamente ante mí.

–Aparte de hermosa eres inteligente. –Yo solo me sonrojo ante tal comentario, pero sigo en mi pose de importancia. –Mi hijo te necesita, lo haces feliz y creo que sería bueno que este a tu lado en el día.

–¿Acaso quieres que sea como su madre? –Pregunté alzando mis cejas.

–Nadie podrá ser como su madre, pero sus inseguridades se van cuando te ve, cuando esta alrededor de ti él sonríe y pagaría altas cantidades por verlo feliz. –Era increíble ver a un hombre tan preocupado sobre su hijo, por supuesto que sus palabras tocaron mi corazón.

–Bien, se que no podré descansar de usted, hasta que lo tenga. –Él sonríe al verme ceder. –No he dicho que sí, así que no celebre. –Su sonrisa se esfuma. –¿Y que es lo que quiere usted? –Moví mi otra pierna, ahora mostrándole otra pose de mis piernas. –Realmente sé que quiere algo más de mí, lo veo en sus ojos.

–¿Y que ves en mis ojos? –Se levanta del sillón para caminar hacía donde estaba sentada, sentándose al lado de mí, para que pudiera ver sus ojos de cerca. No puedo negar que su presencia en mi mismo sillón me hizo sentir nerviosa, pero tenía que aguantar todo el deseo.

–¿Quieres que sea sincera? –Trate de mantenerme tranquila.

–Creo que nunca en mi vida me ha interesado la opinión de alguien, como la suya. –Su respuesta fue satisfactoria, así que accedí a contestar.

–Veo a alguien que muere por tenerme, que muere por besarme, que realmente me desea con todo su ser. –Lentamente me fui acercando hacía él, porque quizás estaba describiendo lo que yo en realidad sentía. –Pero más que el deseo, veo algo que no puedo leer. –Pase a estar a una distancia apropiada a estar enfrente de él, sintiendo el calor caporal de su cuerpo bien formado. –¿Qué es lo que quiere de mí? –Pregunté ahora sin jugar con él.

Leonardo traga saliva para pasar lentamente su mano por mi cuello, acariciándome con la suavidad de sus dedos, para lentamente dejar un beso mojado en mi cuello que me hizo erizar.

–Realmente me gusta todo de ti. –Confiesa. –Esa pureza que emanas, es tan atractiva para un maldito diablo como yo. –Sonríe como tal, como un diablo sensual. –Un diablo pecador que ve a un ángel reír y ser ella misma.

Yo misma negué con mi cabeza, ya que no podía creer que eso fuera lo que lo enloquece de mí.

–Puede encontrar millones como yo. –Le contesté dudosa.

–Nadie será como tú. –Pasa lentamente su lengua por mi oído, haciéndome cerrar los ojos mientras siento la humedad recorriendo mi oído. Mi piel se eriza como una gallina, hasta que deja de hacerlo, mis ojos se cerraron al sentirlo, así que los abro de par en par cuando se detiene. Al abrir mis ojos me encuentro con esos ojos incrédulos, mirándome cada vez más atraído hacía mí. –Nadie huele y sabe como tu piel. –Pasa sus manos por mi cara con delicadeza. –Lo único que me detiene, es que no quiero hacerte daño con mi vida, querido ángel. –Suspire profundamente al escuchar el apodo de “ángel”.

–Entonces déjame ir. –Le rete. –Déjame salir de esta habitación sin haberme tocado ni un pelo. –Puse mis manos sobre su pierna larga, lo cual causa que el hombre muerda su labio al sentir mi toque cálido. –Anda. –Lo rete mientras subía mi mano hasta llegar a su hombría, que estaba tan caliente y cálida.

–Detente o estarás jugando con el diablo. –Me amenaza con una sonrisa dibujada en sus labios.

Pero yo me estaba volviendo loca por él, en realidad él no era el único que solo me deseaba, yo lo quería entre mis piernas y sabía que haría todo por tenerlo junto a mí esta noche. Claramente no estaba pensando bien, había una parte de mi que estaba cansada de mi vida como maestra aburrida. Estaba cansada de ser la buena prometida, sin recibir nada de amor. Y este hombre era la medicina que necesitaba para curar un poco mi corazón roto y distraerme un poco de mi vida tan rutinaria. Era como una medicina que sabía que me causaría efectos secundarios, pero que sabía su efectividad más que nada. Así que lo hice, puse mi mano en su hombría sintiendo lo dura que estaba, mientras palpitaba.

Lo mire fijamente notando como me observaba. Leonardo no podía creer que yo estuviera masajeando su hombría con fuerza y con una pasión que nunca encontré en Mike. Nunca había sentido este placer de masturbar a alguien, como lo estaba haciendo con Leonardo. Él era algo nuevo, algo que ni siquiera había podido tener en mi corta vida. Era un diablo, quizás lo era en su vida diaria, pero para mí lucia más como un ángel.

 

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