(8)

Lo escuche gemir con fuerza, mientras mis oídos se llenaban de placer. Mi feminidad se mojaba de tan solo escucharlo, hasta que el hombre de cabellera negra olivo y músculos grandes, no aguanto más y se abalanzo hacía mí, tirándome en el sillón mientras une sus labios pecaminosos junto con los míos. Su lengua de inmediato inundo mi boca, hasta llegar a mi garganta, mientras sus manos astutas se metieron debajo de mi vestido, haciendo que sus dedos caminaran hacia mi pequeña ropa interior, tocando mis labios mojados besándome con rudeza.

No podía respirar, ni pensar en ese momento, ya que lo quería todo al mismo tiempo. Hasta que deja mis labios libres, dejándome reseca mientras veo como sus labios caminan hacía mis pechos, tocándolos con fuerza mientras yo me retorcía al sentir el placer, al sentir sus dedos grandes tocándome como nadie más lo ha hecho.

Pero tenía que aceptarlo, el hombre no le tenía paciencia a nada y era claro, que no tendría paciencia con mi vestido, que le impedía tocar mi piel con sus manos y con su lengua, así que me hace levantar del sillón, para pararme enfrente de él.

–¡Quítatelo! –Parecía ser más una orden, que una sugerencia.

¿Pero que podía hacer? Yo también deseaba lo que estaba pasando en este momento, así que lentamente me fui quitando el vestido, hasta que lo dejé caer al suelo. No tenía puesta el brasier, solo estaba usando mis calzoncillos que habían sido rotos por sus dedos. Cuando Leonardo miró mi cuerpo completamente desnudo, ni siquiera puedo describir el placer que sentí al verlo mirarme.

–¡Joder! –Mordió uno de sus dedos mientras podía observar con claridad, como su hombría se ponía aún más dura de lo que estaba antes, lo cual me hizo sonreír. Leonardo solo se empezó a reír al ver mi cara. –Te ríes de mi porque sabes que me muero por ti.

–Quiero consolar tu corazón que se ha visto ridiculizado por mí. –Lentamente me arrodille ante él, mientras me miraba con tanta atención. Me arrastré por la alfombra blanca hasta llegar a su pantalón, lentamente subí mis manos por su pierna larga, hasta llegar a la apertura de su pantalón, pero el hombre de inmediato me detiene en seco, tomando mi mano con su mano fría y pálida.

–¡Detente! –Sus palabras fueron fuertes, tanto que por un momento me sentí como una niña regañada. El enorme hombre se levanta del sillón para levantarme entre sus brazos, besándome con pasión. Yo correspondo a sus labios hundiéndome en su boca sabor a menta, mientras él me sostiene fuerte del trasero, para empezar a caminar hacía la habitación. La luz estaba apagada pero solo necesitamos la luz que provenía de la sala, para poder ver lo que estábamos haciendo.

Leonardo me deja caer sobre la cama, en donde mi cabellera se expande por todas partes mientras mis piernas están abiertas. Leonardo se dirige hacía mis piernas para empezar a besarlas, mientras intenta mantener contacto con mi mirada, pero estoy sufriendo tanto, que dejo caer mi cabeza hacía atrás. Aparta sus labios para quitarme mis tacones, mientras mira mis pies delgados y llenos de venas como si fuera un fetiche que le encantaba, para después besar mis pies con devoción y pasión. Todo lo que hacía este hombre lo hacía con un talento innato, era algo que nunca pude encontrar en ningún hombre, menos en mi prometido. Bueno, aún seguía siéndolo, ya que aún no habíamos cancelado la boda, pero para ser sincera, en ese momento mi compromiso no me importaba una m****a.

Sus labios mojados besan mis piernas hasta llegar a mi feminidad, pasando su nariz por mis bragas, hasta bajarlas por completo y sacarlas de mis piernas largas. De inmediato el joven pálido y de ojos verdes mira mis ojos, mientras lame mis partes íntimas, introduciendo su lengua de felino con profundidad, mis manos se acomodan en la suavidad de su cabellera negra. Empecé a gemir con lentitud, notando que mis piernas me temblaban como un par de fideos. Estaba perdiendo la cabeza con cada lamida que me daba, no había otro hombre para mí en ese momento. Ni en ningún momento hubo un hombre, que se metiera en mi mente como lo hacía Leonardo. Era el único en su especie, lo cual me hacía sentir increíblemente suertuda.

No soporte más y lo tome con fuerza de los brazos, para llevarlo a mi boca, probando el sabor de mi feminidad sin molestia. Leonardo gime al sentir como meto mi lengua dentro de su boca, probando de sus labios con tanta pasión mientras mis manos, se encargan de quitarle la camisa blanca que estaba usando, para encontrarme con sus músculos que son tocados por mis dedos que se divierten al tocar cada centímetro de él.

Nunca en mi vida había estado con un hombre como Leonardo, siempre estuve con hombres que eran feos y con ego de dioses, al igual que Mike, así que estaba deseosa de probar algo nuevo, algo que de verdad me hacía mojar mis pantaletas. Nunca había estado tan excitada en mi vida, y se lo demostré al besarlo como si no hubiera un mañana, tocando su enorme espalda ancha, arañándola con mis manos largas. De pronto puedo escuchar el sonido de sus gemidos, que disfrutan de mi forma de querer un poco salvaje.

Leonardo de inmediato succiona mis pechos con una obscenidad increíble, haciéndome sentir tan deseada, tan buena para ser realidad. Hasta que lo sentí venir. Él me miro con más claridad, ya no me estaba mirando como el demonio que se metía en su alma y cuerpo, sino que ahora me miraba como el ángel, el humano que tenía corazón.

–No te haré mía hasta que… –Le faltaba el aliento, al igual que a mí. –Hasta que aceptes a estar conmigo.

¿Cómo demonios me podía hacer esto en este mismo momento, que lo necesitaba dentro de mí? Yo lo mire un poco colmada, ya que mi feminidad estaba bastante mojada y palpitaba con fuerza, mientras puedo ver recorrer lentamente el sudor pasando por el cuerpo de Leonardo.

–Dime la verdad. –Murmuré con los labios secos. –¿Me quieres para tu hijo o me quieres para ti? –Pregunté sedienta por sus besos mientras mi pecho bajaba y subía, necesitaba oxigeno o mínimo, que estuviera dentro de mí.

Él me miro por un momento, demostrando absolutamente nada en su cara ni ojos. Hasta que me regalo una media sonrisa.

–Te quiero para mi hijo, pero también te quiero en mi cama. –Confeso sin importarle sonar como un bárbaro y tremendo idiota. Pero no podía negar que me gustaba esa parte descarada de él. –Te quiero entera, quiero que seas mía. –Pronuncia con sus labios peligrosos.

–No puedes tenerlo todo en este mundo. –Estaba dispuesta a levantarme e irme del lugar, a pesar de todas las cosas que quería. Pero él me toma con fuerza del brazo, para después subirse encima de mí y prohibirme la salida.

–¿Qué es lo que quieres? –Me pregunta. –Para que seas mía. –Alza sus cejas con sentimiento. – Te puedo bajar el cielo y las estrella, solo necesitas pedirlos. –Toma de mi barbilla.

–No puedo ser tuya. –Pase mis manos por su cara de muñeco, acomodando su cabellera detrás de sus orejas. –Porque ya soy de alguien más. –No pude olvidar a Mike a pesar de que me haya engañado. Supongo que siempre seré una idiota.

–Mientes. –Sonríe alegremente descarado. –Se que mientes, porque no lo amas.

Y sin más, el hombre me deja sin palabras. En este momento ya no amaba a Mike, eso estaba claro, pero no podía cambiar mi vida solamente por una calentura. No podía aceptar ser la mujer de un mafioso simplemente por un berrinche, pero de pronto siento sus labios besarme. Sus besos son como sentir el pecado en los labios, ni siquiera la biblia me podía salvar de este pecado tan grande.

–No tienes que decidirlo ahora. –Me susurra en el odio, para después lamerme como un gato. –Puedes probarme primero y hacerte a la idea, que te gusto más que nadie. –Una vez más sonríe descaradamente, para volverme a besar con pasión. Con una pasión que nunca había sido capaz de probar en otro hombre, estaba claro que me estaba muriendo por ser suya.

–Esta bien. –Pronuncie deteniendo cada acto que el hombre estaba a punto de dar. Me mira sin creerme. –Lo pensaré, pero no me dejes con las ganas. –Suplique, a lo cual él solo sonrío para meter lentamente su hombría dentro de mi feminidad.

Todo estaba tan silencioso en esa habitación, hasta que estuvo dentro de mí. Gemí con fuerza al sentir su tremenda arma contra mi feminidad, para después sacar aire de mi boca, mientras él se movía con lentitud. Puse mis dos manos sobre sus pompas tersas y prolijas, animándolo a unirse con más fuerza a mí.

De pronto, el ambiente se lleno de gemidos y del sonido de nuestros aparatos reproductivos chocando uno contra otro. “¡Que delicioso sonido!” Era lo único que podía pensar, mientras mis uñas se aferraban a cualquier parte de su cuerpo. Los movimientos de este hombre eran limpios, haciéndome sentir placer con cada movimiento. Fue increíble poder sentir algo, cuando siempre fingía sentir placer al ser follada por Mike. Estaba claro que Leonardo no conocía mi cuerpo, ni tampoco lo que me gustaba en la cama, pero lo estaba haciendo incluso mejor que mi prometido, lo cual me hizo sentir obsesionada por todo lo que Leonardo me hacía. Estaba claro que él tenía el mando, pero yo era la persona quién lo haría hacer llover.

Cambie de posición subiéndome encima de él, su mirada estaba perdida en mis pechos, hasta que llego a mis ojos. Y sin vergüenza me empiezo a mover, encontrando el balance del placer y de mis gustos, hasta que escucho como claramente el hombre empieza a gemir con fuerza, al verme mover mis caderas.

–¡Sigue! –Me grita con fuerza, haciéndome excitar aún más. –¡Sigue! –Me pide una vez más, así que me muevo con más fuerza mientras recargo mis manos sobre el tope de la cama, haciendo que esta rechinara con fuerza. Hasta que los dos llegamos al orgasmo al mismo tiempo, puedo sentir como explota dentro de mí, sintiendo algo caliente.

Me dejo caer sobre la cama mientras los dos miramos el techo, tratando de recuperar el aliento y las fuerzas para poder hablar o decir algo, pero cuando nos miramos él solo me regala una mirada angelical. Besa mi frente para después abrazarme a su cuerpo. Yo me acomodo en su pecho trabajado mientras escucho el sonido de su corazón, que estaba latiendo a todo motor, mientras intenta recuperar el aliento. Yo misma beso su pecho más de una vez, aún caliente y realmente seducida por su todo. Su olor, su hombría, el sabor de su piel y claramente la forma en que me había hecho sentir.

La vida claramente en ese momento se sentía tan bien, era como si fuera una bendición en medio de una tormenta. Los dos cerramos los ojos, puesto que el lugar de pronto se volvió en el lugar más tranquilo del mundo, después de ser un lugar lleno de gemidos y sexo. Ahora los dos estábamos jodidos, pero queríamos descansar después de haberlo hecho todo.

Espero no arrepentirme de lo que estoy haciendo, aún que por el momento solo duermo en su pecho de ángel mientras en lo que único que sueño, es en volver a ser suya y solo suya.

 

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