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Capítulo 2] Cambio de planes

Estaba intentando revivir sus momentos con Lady, ¿dónde había fallado? ¿qué es lo que había hecho mal? Todo había estado bien entre ellos, tan bien que solo recordaba momentos felices. Nunca pensó que contraería matrimonio con alguien hasta que la conoció y decidió que era con ella con quien debía pasar el resto de sus días. ¿Por qué había tenido que estar tan equivocado? ¿Será que lo suyo no era casarse? Siendo sinceros, dolía, le dolía en el fondo del alma, ¿qué estaría pensando ahora toda esa gente que había acudido a su fracasada boda? ¿Y la revista? ¿Qué dirá la revista de ello y qué pensarán sus conocidos cuando se enteren de que uno de los mejores hombres de negocios del país había sido plantado por una actriz reconocida? Deseó enormemente que todo aquello fuera solo una pesadilla, que no estuviera pasando realmente, porque no sabría cómo sobrellevarlo. ¿Cómo iba a enfrentarse al mundo entero ante aquella situación vergonzosa?

―¡Mierda! —Jussie regresó al presente al escuchar la voz de su acompañante, hasta se había olvidado de ella por un momento. —No, no, por favor.

―¿Qué ocurre? —preguntó asombrándose de que había ya oscurecido.

―Se nos ha agotado la gasolina.

―¿Qué? —preguntó observando el marcador que indicaba que lo que decía ella era cierto.

―Eso pasa cuando llevas horas conduciendo y no te preocupas en repostar. Y nos tenía que pasar justo aquí, en medio de la nada―apoyó su frente contra el volante derrumbada.

Jussie miró alrededor, seguían en la carretera y no había ningún alma viva alrededor, no había edificios. Resopló frustrado y volvió a mirar a aquella chica rara que lo estaba ayudando.

―¿Cuánto tiempo crees que nos falta para alcanzar una urbanización cerca? —Madilyn lo miró con el ceño fruncido.

―¿De verdad crees que lo sé? Nunca antes había venido por aquí. Pero ahora me doy cuenta de que llevo horas sin comer―volvió a dejar caer su rostro contra el volante simulando un sollozo.

―Está bien―dijo Jussie abriendo la puerta―Caminemos entonces. -concluyó. Madilyn lo miró confusa.

―¿Cómo?

―No querrás quedarte aquí a pasar la noche en medio de la nada―ya se había bajado del auto. La chica miró por todos lados. Estaba todo oscuro y solo los faroles del auto alumbrado el lugar. Ella se encogió de hombros.

―No, le tengo miedo a la oscuridad. Pero no puedo dejar aquí el auto solo.

―Estará bien. Regresaremos por él y si resulta que le ha pasado algo te lo compensaré―prometió.

―¿Eres consciente de que con solo este viajecito que me has pedido hacer ya me debes bastante? ¿Crees que serás capaz de pagar también por otro auto?

Jussie la miró impresionado, ¿de verdad no sabía quién era él? Era famoso y tenía todo el dinero que necesitaba. Comprar otro Lexus no sería ningún problema para él. Ignoró aquella falta de respeto de su parte y rodeó el auto hasta situarse en la puerta del conductor. Abrió ésta y la pidió que se bajara.

―¿Seguro que no eres ningún psicópata? Tal vez todo eso es fruto de tu plan, ¿cómo puedo confiar en ti.

Jussie sintió que estaba perdiendo la paciencia. Podía decidir dejarla y seguir su camino hacia lo desconocido, pero no podía. Si estaban los dos en ese aprieto era culpa de él y cualquier cosa que pudiera sucederla iba a ser responsable de ello y no podía permitirse llevar otro peso encima.

La tomó del brazo y la hizo bajarse.

―Ey, con cuidado―se quejó ella.

El bloqueó las puertas del auto, apagó las luces de éste y le entregó las llaves a ella. Mirando la hora en su reloj de mano descubrió que eran las ocho de la noche.

Comenzaron a caminar cada uno en su carril, en completo silencio. Hacía un poco de frio, pero con el traje que llevaba ella, se sentía un poco abrigada. Se abrazó a sí misma, no podía ver casi nada, su miedo a la oscuridad se hizo presente y los sonidos raros en medio de la nada no ayudaban mucho.

―Adonis―lo llamó, no podía ver bien su rostro.

―Tengo nombre y ese no es. ¿Qué sucede?

―Te dije que le tenía miedo a la oscuridad, iba en serio.

―¿Y qué quieres que haga? —preguntó despreocupado, tenía cosas mejores de las que preocuparse.

La chica se acercó a él y le agarró del brazo con las dos manos sorprendiéndolo.

―¿Qué haces?

―Ahora me siento más tranquila―dijo soltando aire, dispuesta a sujetarlo todo el tiempo que fuera posible.

―¿Irás sujeta a mí todo el rato?

―Hasta que lleguemos. Me lo debes, es por tu culpa que estoy aquí. Esto no estaba en mis planes.

―¿Entonces ya no tendré que pagarte?

―¡Por supuesto que me pagarás! Hasta el último centavo, o dolar, como sea.

Caminaron unos cuantos metros. Por la zona circulaban escasos autos; intentaron pararles para pedir ayuda, algunos pasaban de largo, pero un todoterreno se detuvo, iba hacia la dirección contraria, hacia la ciudad de donde salían ellos. Accedieron a llevarlos.

―Súbete, te llevarán de regreso. Yo me encargaré de encontrarte y pagarte todo lo que te debo. —dijo él y ella lo miró absorta.

―¿Es que no te vienes conmigo?

―No. No voy a regresar a la ciudad todavía. Súbete ya —le abrió la puerta trasera. Ella en respuesta se apresuró a encontrarlo y volvió a agarrarse de su brazo. ―¿Y ahora qué? —se quejó él impaciente.

―No irás a dejarme viajar con unos completos desconocidos en medio de la noche. ¿Te has vuelto loco? —los tres hombres la miraron incrédulos, ella forzó una sonrisa, pero sin soltarse del brazo de Jussie―Sin ofender.

―Nos has ofendido y si tan mala gente te parecemos, ¿por qué no te quedas a esperar a esa gente con cara de ángel? —dijo el conductor molesto.

―Disculpen las molestias. —dijo Jussie cerrando la puerta y antes de que pudieran decir nada más. El auto salió despedido de allí.

Los dos vieron como desaparecía y con él las luces de sus farolas. Jussie la miró con el ceño fruncido.

―¿Qué? —interrogó ella― No iba a irme con ellos.

―¿Ahora intentas decirme que confías en mí?

―Claro que no, pero como dicen por allí: más vale malo conocido que bueno por conocer. —él negó con la cabeza mientras continuaban su viaje.

―Ahora resulta que soy el malo.

—¿De verdad que no piensas regresar a la ciudad?

—Ese no es asunto tuyo. —le respondió igualmente. Viajó su mirada hacia las manos de ella sobre su brazo—¿Cuánto tiempo piensas seguir así?

—Hasta que me sienta a salvo, lejos de cualquier peligro que puede haber aquí—contestó observando alrededor sin poder distinguir nada en especial.

Él soltó un suspiro, ¿qué mal había cometido como para tener que lidiar también con esa mujer?

—Las personas muy enamoradas siempre cometen locuras como por ejemplo, correr al altar y gritar algo como: "yo me opongo a que siga adelante ese matrimonio" —hizo una imitación—O mejor aún: querida, aunque nunca te lo dije, siempre estuve enamorado de ti y lamento no poder dejarte casar con ese hombre que no te ama como lo hago yo, ¿quieres venirte conmigo y huir? Entre otras cosas, ¿por qué no hiciste nada de eso? Además ¿Quiénes eran toda esa gente que iba detrás de ti? —esperó alguna respuesta, pero él seguía con la mirada en frente, sin ninguna intención de formar parte de la conversación, no tenía por qué. Pensaba que si se mantenía callado, por fortuna conseguiría que ella se callara de una vez. —Ok, ¿no piensas decir nada?

Al fin divisaron algo de luz en la lejanía, parecía ser una gasolinera. Jussie suspiró aliviado, al fin iba a librarse de aquella chica que empezaba a resultarle un incordio. Todo estaba yendo mal en su vida y ella hacía que pareciera que no pasaba nada. Al menos se había callado durante un rato mientras avanzaban.

—Auch—escuchó que se quejaba ella agarrando su pierna.

—¿Y ahora qué? —se quejó él.

—Creo que me he hecho daño en el tobillo—se detuvieron. Él se agachó para verle la pierna, nótese la ironía con lo de ver en plena oscuridad.

—¿Te duele? —preguntó palpándole el tobillo.

—Sí, mucho. —gimoteó ella. Él se puso otra vez en pie.

—Estamos a punto de llegar, ¿crees que puedas caminar un rato más? —ella intentó caminar, pero se quejó y le agarró del hombro.

—No creo que pueda, duele.

—¡Joder! ¿Y tenía que pasarte justo ahora?

—Lo dices como si lo hubiera pedido yo.

Jussie resopló antes de hacer lo que creía que debía si quería avanzar y acabar con aquello. Antes de que Madilyn pudiera rechistar, la tomó en brazos cargándola.

—¿Te importa si te llevo cargada? —preguntó él de mal humor.

—¿Y lo preguntas después de cargarme? —se quitó la gorra y se sujetó a su cuello, pegó su cabeza a su hombro.

—Tampoco es para que te acomodes— se quejó él. Ella sonrió, pero con la oscuridad él no podía percibirlo, ni mucho menos darse cuenta que en realidad ella no se había hecho ningún daño.

—Es que hueles tan bien. ¿Dónde compras tus perfumes?

—Estás definitivamente loca.

Avanzaron unos cuantos pasos más, estaban acercándose. Podían ver ahora la gasolinera, pero él se detuvo bruscamente.

—¿Está cerrado? ¿Qué gasolinera cierra a estas horas? —tuvo que depositar a la chica en el suelo, ella también observó el lugar.

—Genial, por un día que estoy con un completo desconocido, todo tiene que irme mal—Jussie la miró con la frente arrugad, pero ella avanzó hacia adelante. Ahora podía verla mejor sin la gorra puesta. Llevaba el pelo rizado recogido con unos mechones sueltos alrededor de su rostro. Se acordó de Lady, ella tenía la piel más blanca y un cabello rubio y muy largo, todo lo contrario de esa mujer a la que ni siquiera le conocía su nombre. Enseguida también notó que estaba caminando bien, había dejado de cojear, se había burlado de él y eso le molestó aún más.

—Parece que de pronto se te ha curado el tobillo. —Madilyn se volteó para mirarle con una sonrisa en el rostro que le llamó la atención.

—Deberías considerarte especial, con solo tocarme has conseguido curarme. Tienes unas manos mágicas —Jussie rodó los ojos, aquella mujer era demasiado para él.

Avanzó hacia delante ignorándola, más adelante había casas iluminadas, ya no se encontraban en medio de la nada.

—No puedes enfadarte conmigo,—le habló ella mientras lo seguía por detrás-si me hubieras dado una dirección específica en lugar de solo decir: tú solo conduce; no estaríamos pasando por todo esto. Me estoy muriendo de hambre.

Tal vez tuviera algo de razón, pero él no iba a admitirlo ni mucho menos molestarse en discutir con ella. Solo quería poder estar solo y si era posible, perderla de vista cuanto antes. Con ella cerca era imposible poner sus ideas en orden, ni siquiera sabía qué era lo que quería desde que tuvo la mala suerte de toparse con ella.

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