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Capítulo 5] Bendito periódico

Cuando ya los rayos del sol empezaban a atravesar por la ventana reflejándose sobre su rostro, molestándola, Madilyn abrió los ojos tapándose la cara con la mano. Al incorporarse sobre la cama se acordó del motivo por el que se encontraba allí. Resopló y se desprendió de la sábana, pero entonces se acordó de que no había dormido con ella porque se la había entregado a su acompañante, ¿o será que solo lo había soñado?

Miró hacia el suelo donde le había dejado dormido y para su sorpresa el lugar estaba vacío, no había rastro de él. Se bajó inmediatamente de la cama y se dirigió a la puerta del baño, llamó a ella por si su acompañante se encontraba allí, pero nada, nadie contestaba al otro lado. Abrió la puerta y no estaba ¿la había dejado? Se acercó al lavabo a lavarse la cara y enjuagarse la boca con agua. Se recogió de nuevo el cabello y regresó al dormitorio a tomar su chaqueta. Estaba molesta ¿qué clase de persona se iba sin despedirse? Se sentía tonta por fiarse de él.

Salió de la habitación y la cerró con llave. Bajó las escaleras y se dirigió a la recepción donde volvió a encontrarse con la mujer de la noche anterior.

—Buenos días—le saludó mientras depositaba las llaves sobre el mostrador.

—Buenos días preciosa, ¿qué tal ha pasado la noche?—notó que la mujer parecía más amable que la noche anterior y le resultó raro. Quizás solo fuera bipolar. Lo pasó por alto.

—Bien, gracias. Por casualidad ¿no habrá visto a mi acompañante esta mañana? —la señora la sonrió.

—Está en el comedor tomándose el café. Desde temprano me pidió que quería hacer algunas llamadas.

La noticia sobre que él seguía allí y que no se había marchado consiguió sacarle una sonrisa a ella, él no la había dejado sola a su suerte y sin pagarla.

—Gracias.

Se separó del mostrador y caminó hacia el comedor, y ya dentro lo vio de espaldas sentado en una de las mesas apartadas. Llevaba puesto la gorra que le había prestado. Cuando se acercó más, descubrió que estaba leyendo muy concentrado el periódico con los pies cruzados, parecía distinto al tipo que conoció ayer. ¿Será que le ocultaba algo?

Ella avanzó y se sentó en la silla frente a él.

―Buenos días. ¿Por qué no me despertaste?

Jussie apartó la mirada del periódico para verla.

―Me desperté muy temprano, no quería despertarte, parecías tener un sueño agradable.

―Pensé que te habías ido y me habías abandonado, ―dijo inclinándose para coger la taza de café que se estaba bebiendo él―y de paso librarte de pagarme lo que me debes.

Jussie la estaba viendo beber de su taza con el ceño fruncido, ¿de dónde demonios había salido aquella chica?

―Esa es mi taza ―le recordó, pero ella apartó la taza con mueca de asco.

―¡Dios! ¿cómo podéis beber eso? ―dijo depositándolo de nuevo sobre la mesa, él cada vez más estaba absorto por cómo se comportaba ella. Nunca antes había tenido que lidiar con alguien como ella.

Aquella mañana, a las seis, cuando se había despertado, se sorprendió de verse envuelto en una sábana que no recordaba tener cuando se quedó dormido. Se puso de pie para confirmar que lo de ayer no había sido ninguna pesadilla, sí lo habían dejado plantado en una iglesia y había tenido que pasar la noche con una mujer realmente extraña, no lograba entenderla.

Se había cubierto con su chaqueta y le había ofrecido a él la sábana. Resopló y le devolvió la sábana cubriéndola con cuidado para no despertarla. Entonces sus dedos rozaron su cabello, aquellos cabellos que desde el principio le atrajo, cabe reconocer. Acercó su mano y lo acarició. Sonrió al hacerlo, le gustaba cómo se sentía, no era para nada igual al de Lady; los de ella eran muy suaves y lisos, todo lo contrario que de aquella otra. Hablando de la mujer que lo había dejado plantado, tenía que regresar ya, iba a seguir uno de los consejos de aquella chica rara que había conocido de una manera extraña.

Recogió su chaqueta y se aseguró de que estuviera limpia. Caminó hacia el baño y se lavó la cara. Se secó y con las yemas de sus dedos se arregló el pelo. Tenía que estar cuanto antes en su casa y alejarse de esa vida que no iba con él. Tomó la gorra y se la puso.

Salió de la habitación después de asegurarse de que su acompañante seguía profundamente dormida y le pidió a la recepcionista de anoche que necesitaba utilizar el teléfono, tenía pensado hablar con Shane para que pasara a recogerlo hasta que vio el periódico sobre el mostrador, la señora que estaba ojeándolo con muestra de sorpresa lo miró al mismo tiempo que volvía a mirar el periódico alternativamente.

―¿Puedo? ―preguntó indicándolo.

―Claro― dijo y se lo ofreció con amabilidad. ―Ahora sé quién es. Disculpa si anoche no le creía cuando dijo que me pagaría. Puedo ofrecerle un café si quiere, es gratis. ―El miró a su alrededor preocupado porque alguien los prestara atención. ―Lo entiendo, no quiere que nadie lo sepa―dijo ella en voz baja.

―¿Me haría ese favor?

―Por su puesto.

―Gracias.

Abrió las páginas con prisas, buscaba a ver en cuál de ellas hablaban de él. La encontró. Había fotografías de él y Madilyn subiéndose en el auto y las letras decían:

"El atractivo y apuesto empresario Jussie

Black fue plantado en el altar por la gran actriz Lady Montana en una misa a la que acudieron grandes personalidades del mundo de los negocios y compañeros de trabajo de la actriz mencionada. Misteriosamente después de que la amiga de su novia le comunicara al dueño de los reconocidos establecimientos de la ciudad que su novia no iba a acudir a su boda, se le vio subirse a un auto con una mujer desconocida. Y nos preguntamos todos, ¿quién es esa mujer? ¿Nuestro atractivo hombre sabía que lo iban a dejar plantado y tenía ya preparado su plan B? ¿o sencillamente decidió desahogarse con la primera mujer que se encontró por el camino? No conocemos la verdadera respuesta a esas preguntas porque desde entonces no se ha conocido el paradero de nuestro hombre de negocios, pero de lo que sí estamos seguros es de que está con esa mujer misteriosa."

Cerró el periódico con rabia.

―¿Ocurre algo? ―preguntó la mujer.

―Nada importante ―forzó una sonrisa. ―¿Me pasa el teléfono, por favor?

La mujer le acercó el teléfono fijo y él realizó las llamadas pertinentes para que lo ayudaran a traer el auto después de ser repostado. Les dio la dirección del motel y subió de nuevo a la habitación, sin dejar el periódico, por su puesto, donde Madilyn seguía plácidamente durmiendo y sigilosamente le quitó las llaves en el bolsillo de la chaqueta.

Ahora se encontraba allí en la mesa viéndola, increíblemente, beber de su taza sin su permiso.

―Acabas de beberte mi café ―le dijo molesto.

―Yo no he dicho lo contrario, simplemente me quejo de lo horrible que sabe. ―se fijó de nuevo en el periódico en sus manos― ¿Me dejas ver qué pone? Quizás hay algo importante para mí.

Él enrolló el periódico demostrando que no se lo iba a entregar, ella no tenía que saber que su cara estaba siendo vista por todos y que pensaban que había algo entre ellos dos; aunque en realidad, tampoco se le mostraba bien el rostro por la gorra.

―No. ―dijo en seco.

―¿Eso es por el café asqueroso? Puedo pedirte otro, si eso prefieres.

―¿Es que te tienes suficiente dinero? ―ella lo miró achicando los ojos por tener que recordarle que no tenían dinero y eso consiguió que él sonriera, lo que misteriosamente la relajó, pero se puso en pie.

―Tenemos que ir por mi auto.

―Ahora lo traen ―aseguró él tranquilo. ―Hice unas llamadas.

―Pero no tienes mis...―se palpó los bolsillos de su chaqueta para darse cuenta de que no llevaba las llaves del auto encima. ―¡Me robaste!

―¿Robarte? Acabo de decirte que te traerán el auto. Además ¿me recuerdas por qué vas vestida así?

―No recuerdo que habláramos antes de eso. ―volvió a sentarse en la silla mientras suspiraba―El auto no es mío, es alquilado. A veces consigo uno para hacerme pasar por conductora personal para esa gente rica que necesita que lo lleven a algún lugar. ―Jussie la estaba escuchando sorprendido. ―Así consigo algo de dinero, lo necesito.

―Así que engañas a las personas. Pero no entiendo el por qué, estás comprometida con un hombre rico.

―Ya lo has dicho, es un hombre con dinero y su dinero se lo ha ganado él mismo. Yo también puedo ganarme el mío, ¿o no?

Aquella chica seguía siendo una caja de sorpresa cada vez más, pero esta vez era distinto. Sin embargo, seguía teniendo una duda, si no estaba enamorada, ¿por qué se casaba?

―¿Señor Jussie? Han traído su auto ―les informó uno de los camareros entregándole las llaves.

―¿Y cómo lo pagamos? ―preguntó Madilyn inquieta. Él se puso en pie.

―No te preocupes por ello, está todo arreglado. ―ella lo miró confusa.

―¿Cómo?

―¿Quieres regresar a casa con el tal Alan o prefieres quedarte aquí pensando en cómo se ha solucionado los servicios del auto?

Ella no rechistó de nuevo, por supuesto que quería acabar con aquello de una vez. Se puso igualmente en pie y los dos se acercaron primero a despedirse de la recepcionista que bien los había atendido.

Salieron del motel hasta la calle donde encontraron el auto aparcado. Madilyn sonrió feliz y corrió a abrazarlo.

―¡Estás bien! Siento haberte abandonado.

―Sabes que solo es un coche, ¿verdad? ―la interrumpió Jussie que se había acercado. ―Tenemos que irnos ya. Conduciré yo.

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