Eran las once de la noche. Jussie había tendido su chaqueta sobre el frío suelo de la habitación que le había tocado compartir con una mujer que no conocía en aquel motel. La chica le había ofrecido una de las almohadas que tenía la cama. Ahora se encontraba tendido en el duro e incómodo suelo de la habitación con los ojos puestos en el techo que los cubría. Se imaginaba cómo amanecería, con el cuerpo dolorido por aquella experiencia a la que no estaba acostumbrado. A lo que sí estaba acostumbrado era a acostarse sobre los mejores colchones que le proporcionaban desde las agencias dedicadas a ellos y sobre las mejores y más caras sábanas que se podía permitir. Pero ahora su comodidad importaba menos después de todo por lo que estaba pasando. De todos modos, aquella tortura solo iba a durarle una noche.
―La querías, ¿verdad?
Tuvo que abandonar sus pensamientos al escuchar a su acompañante hablarle. Ella se había quedado la cama, debía sentirse cómoda en comparación con él, pero qué podía decir él, los hombres siempre tenían que sacrificarse por ellas, aunque no las conocieran ni las soportaran como era su caso.
Se concentró en su pregunta, ¿había preguntado si quería a Lady? La miró, había asomado su cabeza al borde la cama y lo estaba mirando.
―No solo la quería, sigo queriéndola ―se vio obligado a contestarla―. Y es obviamente la razón por la que quería casarme con ella. Tú deberías entender a qué me refiero, estás comprometida.
―Pero mi caso no es igual al tuyo ―soltó así sin más, no era su intención hablar de eso con nadie, mucho menos con un desconocido. Él la miró confuso.
―¿Qué quieres decir con eso? ¿Es que no estás enamorada?
―Es complicado. ¿Qué piensas hacer cuando regreses a la ciudad? ―cambió radicalmente de tema y él se dio cuenta, aun así, no veía motivos para insistir en algo que en realidad le importaba nada. Regresó la mirada hacia el tejado.
―No lo sé todavía. Llevo tiempo intentando pensar en ello, pero contigo cerca es imposible. ―no pudo notar que ella sonreía ante su confesión.
―¿Quieres saber qué es lo que haría yo? ―él volvió a mirarla, estaba interesado por escuchar alguna opinión, aunque dudaba que ella pudiera ayudarlo de nada con la mentalidad infantil que creía tener. ―Me iría a su casa y destrozaría todo lo que me encuentre por el camino, eso me ayudaría a sentirme un poquito mejor. Ya después, sí me molestaría en escuchar sus explicaciones; si me convence pues, los daños causados solo serían una compensación por la vergüenza que me hizo pasar.
—Viniendo de ti no se puede esperar otra cosa.
—Pero hay más.
—¿El qué? ¿Quemarle la casa antes de escuchar sus explicaciones?
—Oye, es una buena idea, —él rodó los ojos—pero no. Preferiría ignorarle, es decir, no buscarlo por explicación alguna, ni llamarlo, eso para que no se crea súper importante por haberme dejado destrozada, sufriendo día y noche por él. Si en realidad le importo algo, será él quien se moleste en buscarme a mí y contarme sus mentiras o verdades, y yo decidiré si creerle y perdonarle, o simplemente pasar página. Hay gente que por más que se las ame, no merecen que se esté con ellas.
Jussie le mantuvo la mirada impresionado, tal vez aquella chica le pareciera rara, pero acababa de darle un argumento que le había sorprendido y convencido. Al menos ahora sabía que ya podía regresar a casa.
—¿Tu prometido es un hombre rico como me dijiste?
—¿Y eso qué tiene que ver con lo que estamos hablando? Si crees que soy una oportunista estás completamente equivocado, es ofensivo.
Apartó la cabeza del borde de la cama, dejando así de mirarlo, se había molestado.
—Lo siento, no era mi intención. Supongo que tendrás tus razones.
Ella no dijo nada, seguía molesta, sobretodo porque conocía las razones por las que tenía que casarse. Le dolía recordar lo que la esperaba, pensar en su pasado y en su futuro era lo más difícil para ella. Obviamente no podía cambiar su pasado, el futuro sí, pero solo le quedaba un mes para intentar impedir que sucediera y librarse, o después ya no habría nada que hacer, y como estaban yendo las cosas dudaba que fuera a conseguirlo así de fácil, eso la dolía aún más. Su personalidad la ayudaba a olvidarse de sus problemas y llevarlo todo con normalidad, pero ese hombre desconocido siempre procuraba hacérselo recordar y no la gustaba.
Jussie se sorprendió de que la chica que tanto ruido había metido en el poco tiempo que llevaban conociéndose, si es que se podía decir así, ahora había decidido guardar silencio. ¿Debía sentirse mal por ser el culpable? No era asunto suyo lo que ella decidiera hacer con su vida.
Se dio cuenta de que no apartaba la vista de su cabello que se había quedado colgado, extendió la mano para intentar tocarlo y descubrir qué se sentía, cuál era la textura, nunca había tocado un cabello igual. Se detuvo a mitad de camino reprochándose a sí mismo, ¿qué estaba haciendo?
―Ricitos ―soltó inconscientemente y ella lo escuchó.
―¿Qué? ―asomó de nuevo la cabeza para mirarlo. Él se aclaró la garganta, ¿por qué había dicho aquello?
―Si tú puedes llamarte Adonis, entonces es más que justo que yo también pueda llamarte Ricitos.
―¿Acabas de apodarme? ―preguntó con una sonrisa de sorpresa―¿es por mi pelo ¿verdad? ―preguntó llevándose la mano a su cabello. ―Entonces ya somos amigos. ―él la observó impresionado por su conclusión a un error que él había cometido.
―¿Amigos tú y yo? Deja de decir estupideces, eso nunca. Mañana cada uno seguirá su camino, te pagaré todo lo que crees que te debo…
―Que creo no, lo que me debes de verdad ―lo interrumpió.
―…y no volveremos a saber nada más el uno del otro.
―Qué aguafiestas ¿pero sabes qué? Tienes toda la razón. Desde que te conozco no me ha pasado nada bueno, es por tu culpa que estoy aquí. Alan debe de estar ahora preocupado sin poder contactar conmigo porque gracias a tus prisas no pude coger mi móvil del coche.
―¿Es tu novio?
―¡No! ―chilló y se incorporó en la cama dejando de mirarle y cubriéndose con las sábanas hasta el cuello. ―¡Buenas noches!
Jussie se mantuvo en silencio, con aquella chica no había manera. Decidió que ya era hora de intentar conciliar el sueño, que amaneciera de una vez y que toda aquella pesadilla se acabara de una vez, aunque le quedaba otra mayor pesadilla que afrontar, Lady.
Madilyn en cambio no durmió mucho, se levantó unas horas después y bajó la mirada hacia donde estaba acostado su adonis. Hasta con los ojos cerrados era muy atractivo, pero aún así, él no era de su tipo. Verle tendido y removerse de vez en cuando en el suelo y sin nada con que cubrirse, hizo que sintiera remordimientos; él dormía en el suelo mientras ella estaba cómoda en la cama. Se le ocurrió que al menos se merecía quedarse con las sábanas para cubrir.
Se incorporó y se despojó de la sábana. Se bajó de la cama y con cuidado le cubrió procurando que no se despertara. Volvió a subirse a la cama y se cubrió con su chaqueta. En poco tiempo volvió a quedarse dormida y no volvió a despertarse hasta que amaneció.
Cuando ya los rayos del sol empezaban a atravesar por la ventana reflejándose sobre su rostro, molestándola, Madilyn abrió los ojos tapándose la cara con la mano. Al incorporarse sobre la cama se acordó del motivo por el que se encontraba allí. Resopló y se desprendió de la sábana, pero entonces se acordó de que no había dormido con ella porque se la había entregado a su acompañante, ¿o será que solo lo había soñado?Miró hacia el suelo donde le había dejado dormido y para su sorpresa el lugar estaba vacío, no había rastro de él. Se bajó inmediatamente de la cama y se dirigió a la puerta del baño, llamó a ella por si su acompañante se encontraba allí, pero nada, nadie contestaba al otro lado. Abrió la puerta y no estaba ¿la había dejado? Se acercó al lavabo a lavarse la cara y enjuagarse la boca con agua. Se recogió de nuevo el cabello y regresó al dormitorio a tomar su chaqueta. Estaba molesta ¿qué clase de persona se iba sin despedir
Estaban ya de regreso en la carretera. Iban en silencio, sin embargo, por la cabeza de Jussie iba rondando una pregunta que no lo dejaba tranquilo. De vez en cuando miraba de reojo a su acompañante pensando en si valía la pena arriesgarse a presentarle su duda. Ella tenía su móvil intentando que se encendiera, se le había agotado la batería y no paraba de hacer muecas. Le estaba empezando a resultar gracioso sus gestos raros. Se aclaró la garganta para llamar su atención, ella lo miró.—¿Puedo hacerte una pregunta sin que te molestes?—Prueba a ver.—Me has hecho entender que te casarás sin amor ¿hay alguna posibilidad de que no te presentes al altar por esa razón? —ella soltó una risa que le tomó desprevenido.—¿Es que quieres impedir mi boda? Qué mono, pero Adonis, apenas nos conocemos—la mirada seria de él la hizo entender que la pregunta sí iba en serio y que no tenía nada que ver con ella, al final lo entendió y dejó de reírse. —Oh, lo dices por tu novia que no asistió a la boda,
Jussie se volvió a Madilyn y le hizo señas para que lo alcanzara. Los tres caminaron por la sala hasta una mesa que se encontraba disponible y en una esquina de la sala.—Gracias señor—le dijo Jussie mientras se sentaban.—A ustedes por elegir nuestro restaurante. ¿Les apetece beber algo mientras esperan?—¿Y cuánto costará eso? —peguntó Madilyn que estaba evidentemente nerviosa. El hombre miró a Jussie y éste solo asintió con la cabeza.—Irá a cuenta de la casa— le contestó el hombre con una sonrisa.—Muy amables— contestó ella con otra sonrisa.—Traiga una botella de vino, sin alcohol—pidió Jussie y ella lo miró confusa.—Enseguida pido que se lo traigan. Que disfruten de la estancia. —y así se alejó el hombre dejándolos solos.—¿Sin alcohol? —preguntó ella. Pero él no contestó, cogió una de las cartas y se lo entregó.—Elije lo que quieras comer —ella lo tomó sin apartar la mirada de él, no se sentía del todo convencida.—¿Qué fue lo que le dijiste a ese señor? —preguntó.—¿Yo? Nad
Jussie estaba sentado en su escritorio, había depositado la gorra sobre la mesa después de darse cuenta de que no se lo había devuelto a su dueña ¿qué podía hacer? No existía la posibilidad de que volviera a verla, tampoco es que quisiera volver a hacerlo.Tomó la libreta en la que ella había escrito, había decidido quedárselo para releer todo lo que aquella chica loca había anotado.—Madilyn—pronunció su nombre al acordarse del momento en que ella se lo dijo. Soltó un suspiro de frustración y depositó la libreta sobre la mesa mientras se apoyaba contra su silla—¿Qué te pasa? Es hora de olvidarte de ella.Su despacho se encontraba en un piso alto desde el cual podía ver a través del enorme ventanal la ciudad y todo el movimiento que se producía en la calle, a veces lo hacía para despejar su mente. Se puso de pie para acercarse al ventanal cuando de pronto se abrió bruscamente la puerta y ante sus ojos aparecieron sus amigos, Shane había traído al Aron. Rodeó el escritorio para recibir
Madilyn le pidió a su primo de alquilar un apartamento con ella después de que se muriera su padre, así compartirían los gastos de alquiler. Él había dejado de vivir con su madre, hermana del recién fallecido padre de Madelyn, hacía aproximadamente siete solo por hacerle ese favor y no dejarla sola. Era dos años mayor que él y procuraba comportarse como el hermano mayor, aunque con ella como hermana pequeña, no le resultaba fácil. Él llevaba trabajando casi dos años en una agencia de autos, mientras ella se buscaba la vida de todas las maneras posibles sin importar lo ridículo que fuera.Mientras Alan iba al volante, miró de reojo el reloj, Madilyn lo estaba acariciando con sus dedos mientras lo miraba pensativa.—Estás loca, nunca cambiarás— soltó desesperado al pensar que no podían beneficiarse de aquel artilugio costoso.—No lo venderé por más que insistas en llamarme así.—¿Entonces irás a buscar al dueño? Porque si no es así, entonces ¿para qué lo quieres?—Quién sabe, quizás al
Eran las ocho de la noche y se encontraban en la fiesta realizada por uno de los socios. Había mucha gente y un gran bufete repleto de todo tipo de alimentos. Jussie estaba de pie junto a sus amigos cuando de pronto la vio y se quedó paralizado, no podía ser cierto, ella no podía estar allí. Parpadeó un par de veces, tal vez solo la estaba imaginando.—¿Estás aquí? —Aron ondeó la mano por su rostro, él le miró un rato, pero regresó otra vez la mirada hacia donde había visto aquella aparición inesperada.Definitivamente era ella, Madilyn, sin duda alguna, solo que ahora se veía distinta. Llevaba puesto un vestido largo que la ajustaba perfectamente a su cuerpo del que ahora se estaba fijando, era realmente hermosa e increíblemente atractiva. El traje con que la conoció había ocultado demasiado de ella.—No puede ser— susurró, pero sus amigos le escucharon y siguieron la vista hacia donde observaba él para saber qué era aquello que tenía atrapado a su amigo, entonces también la vieron.
La noche avanzaba y ya no la veía por ningún lado, se preguntaba si ya se había marchado, sentía la necesidad de volver a verla, aunque se repetía así mismo constantemente de que no estaba enamorado de ella, que simplemente se sentía atrapado por su forma de ser. Se preguntaba si el hecho de que no pudiera pensar en Lady como debería significara que nunca estuvo realmente enamorado de ella, o si resultaba que simplemente el amor se había muerto después de que lo dejara plantado y sin ninguna explicación.De repente se acercó uno de los camareros a él para informarle que alguien lo estaba esperando en el pasillo que conducía a los cuartos de aseo.—¿Quién es? —preguntó confuso.—No lo sé, señor. No me dijo su nombre.—Vale, gracias.Se alejó el camarero y Jussie decidió acabarse primero su bebida antes de acudir a aquella llamada misteriosa, no tenía ni la menor idea de quién podría tratarse.Caminó por el pasillo que tenía las luces tenues, saludó a alguna gente que pasaba por allí. M
A la mañana siguiente, Shane le estaba haciendo compañía a Jussie en su apartamento. Éste estaba preparando el desayuno, tortilla con huevos, mientras él se encontraba de pie frente al ventanal observando las vistas que daban a la cuidad.—¿Sabes? —habló él sin apartar la mirada de las maravillosas vistas—He estado pensando sobre lo que me dijiste ayer.—Recuerdo haberte dicho muchas cosas ¿podrías especificar?—Sobre la chica misteriosa que impide que pienses en Lady y en lo que te hizo. —se volteó para verlo. —¿Por qué no me cuentas lo que pasó realmente entre vosotros?Jussie miró a su amigo y se detuvo un rato en lo que estaba haciendo. Hizo memoria de todo lo que pasó cuando salió de la iglesia hasta que se separó de aquella chica.—¿Qué quieres que te diga? Necesitaba un auto para alejarme de todo lo que me estaba pasando y ella tenía uno disponible. Solo le pedí que condujera y se nos agotó el combustible. Encontramos un motel y como no llevaba dinero encima tuvimos que compart