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Capítulo 3] ¿Misma habitación?

Vieron a una mujer junto a una reja, parecía sacar algo de su bolso, debía ser las llaves para abrirla. Decidieron acercarse a ella.

—Buenas tardes señora— saludó Jussie. La mujer se detuvo a verlos simultáneamente—¿Podría decirnos si por aquí hay un hotel? 

—No sois de por aquí, ¿verdad?

—Así es.

—El mejor hotel de aquí se encuentra a unos dos quilómetros de aquí. —indicó.

—¿Tan lejos? —se quejó Madilyn en voz alta consiguiendo que los dos se giraran a mirarla. —Lo siento—de disculpó y cerró la boca.

—Pero en la esquina encontrarán un motel si no les importa. — ¿dormir en un motel?, lo suyo eran los lujos, aunque evidentemente ninguna de la gente con la que estaba parecía saberlo. 

—Está bien—se resignó. —Muchas gracias por todo y disculpa las molestias.

—Que tengan buena noche. —la mujer al fin abrió la reja y volvió a cerrarla una vez que entró en su patio.

Jussie avanzó otra vez hacia delante intentando seguir la dirección que les había dado la señora. Solo caminaron un par de metros de cruzar la esquina, hasta que pudieron divisar un enorme letrero iluminado que decía: “MOTEL”. Probablemente no encontraría a alguien que lo conociera en esa zona, pero siempre era mejor prevenir. Se detuvo.

—¿Me prestas tu gorra?— le preguntó a Madilyn señalándolo.—Lo necesito.

—Mientras ese pequeño favor signifique que vayas a añadir más dinero a lo que ya me debes, lo hago con mucho gusto. —le ofreció el sombrero y él lo tomó poniéndoselo de inmediato.

—Si tanto te interesa el dinero, ¿por qué no te buscas uno de esos tipos ricos? Eso hacen muchas— avanzó de nuevo dejándola otra vez detrás.

—Ya estoy comprometida con uno, gracias por recordármelo.

Él se detuvo y se volteó para mirarla mostrando algo de sorpresa en su rostro.

—¿Estás comprometida?

—Eso a ti no te importa— fingió una sonrisa y lo adelantó dirigiéndose hacia la puerta principal del motel. 

En el lugar no parecía llegar mucha gente, o tal vez no era la época. Madilyn se acercó hacia la recepcionista que parecía ocupada rellenando algo en un enorme cuaderno. Era una señora mayor que disponía de unas lentes que colgaban sobre su nariz y con cuerda colgante.

—Buenas noches. —la señora alzó la vista para ver a sus nuevos clientes por encima de las lentes. Miró detrás de ella y vio al hombre que la acompañaba. Dejó inmediatamente de hacer lo que hacía.

—Buenas noches señores. ¿En qué puedo ayudarlos?

—Necesitamos dos habitaciones, por favor. Paga él—señaló a Jussie.

—Muy bien—dijo la señora mostrando una sonrisa. —¿Pagan en efectivo o por tarjeta?

Madilyn le miró a Jussie esperando que contestara. Pero él mientras se chequeaba se dio cuenta de que no llevaba dinero ni su tarjeta encima. Qué despistado de su parte, pensó enfadado. Había acudido a su boda sin nada de eso porque no era necesario. Todo se lo había quedado Shane, porque no creía necesitarlo. Lo habría recuperado cuando tuviera que irse de luna de miel, pero no sucedió.

—Hombre apuesto —llamó ella al darse cuenta de que algo no iba bien.

—¿Puedo firmar una nota indicando que pasaré a pagar? —le preguntó a la señora. Ella negó con la cabeza.

—Aquí no aceptamos eso, lo siento. O pagan primero o no se les podrá ofrecer habitación. Es la política.

—No me lo puedo creer, ¿y cómo pensabas pagarme a mí? —se quejó Madilyn introduciendo sus manos en los bolsillos de sus pantalones sacando todos los billetes y monedas que llevaba encima. Los depositó sobre el mostrador de madera bien trabajada.

—Te pagaré— le aseguró él.

—¿Cree que esto nos será suficiente? También necesitaremos algo de comer.

La señora contó todo el dinero que tenía delante y negó con la cabeza.

—Si vais a necesitar comer, entonces solo podréis adquirir una habitación.

—¿Una sola habitación? —se quejó él antes de que ella lo hiciera.

—A veces las parejas tienen sus diferencias, pero ¿no creen que pueden dejarlas aparte por esta noche? Evidentemente no les queda de otra.

—Ella y yo…—iba dejar claro que entre aquella chica y él no había nada, pero ella lo interrumpió.

—Tienes toda la razón, no le hagas caso a mi novio, nos quedamos con la habitación. 

La mujer cogió el dinero y les entregó las llaves y el número de la que iba a ser su habitación por una noche.

Tuvieron que salir de aquella parte para dirigirse a la parte trasera donde había una escalera que conducía al piso de arriba donde se encontraba la habitación que les habían facilitado. Ya en la puerta, Madilyn se volteó a verle antes de abrir ésta.

—El hecho que le haya hecho creer a aquella amable señora que somos novios no implica que vayas a intentar aprovecharte de mí, porque me defenderé con uñas y dientes.

—¿Algo más? —preguntó impaciente, tampoco era que le agradara la idea de compartir un cuarto con una mujer tan rara como ella.

—Sí. No es que vaya a creerte, ¿pero podrías asegurarme que eres ningún pervertido? —definitivamente aquella mujer estaba loca. Pero tenía que darle lo que necesitaba si quería acabar con esa escena.

—No soy ningún pervertido. ¿Podemos entrar ya?

—Tranquilo, que ya abro.

Introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta. Se quedaron los dos de pie frente a lo que era el cuarto que tenían que compartir. No era nada grande, sin embargo, poseía un espacio suficiente para un cuarto de tamaño normal. Jussie se sintió aliviado al notar que no era tan terrible como lo había pintado en su mente. Tenía una cama para dos con unas sábanas aparentemente limpias y una cómoda junto a ella. En la pared izquierda había una puerta que parecía dar al cuarto de baño.

—¡Me pido la cama! —escuchó a su indeseada acompañante decir mientras se sentaba sobre la cama. 

Él simplemente decidió ignorarla como tenía pensado desde que habían venido caminado. Decidió quitarse la chaqueta que llevaba ante la mirada de alarmante de la chica que tenía delante.

—¿Qué haces? —otra vez volvió a ignorarla. Dejó caer la chaqueta sobre la cama y se remangó la camiseta.

—Decías que tenías hambre. Bajemos entonces a comer.

—Primero quiero darme una ducha, para cuando la mesa esté lista yo ya habré acabado.

—Como quieras. Estaré abajo.

Salió por la puerta y cerró ésta. Madilyn soltó un suspiro y se dejó caer sobre la cama. Después de tanto caminar, al final podía descansar. Escuchó cómo le sonaban los riñones, tenía hambre verdaderamente. Sonrió al recodar cómo le había cargado aquel hombre lindo cuando ella fingió haberse hecho daño. Él se lo había buscado por no querer hablar con ella.

Se incorporó en la cama y se quitó igualmente la chaqueta. Al hacerlo pensó en el auto que habían dejado a mitad de camino y se preocupó, tenía miedo de que le pasara algo, era un auto alquilado. Si le pasaba algo, aunque un simple rasguño, tendría que pagarlo ella, lo que conllevaría a reducir los insuficientes ahorros que había conseguido y nunca lograría pagar su deuda. Estaría obligada a casarse. Si al menos pudiera llamarle a Alan, pero a causa de las prisas se dejó el móvil en el auto.

Depositó la chaqueta en la cama y caminó hacia la puerta que llevaba al cuarto de baño, la abrió y entró. El lugar más pequeño de lo que se imaginaba y solo poseía una ducha, un retrete y un lavabo con un esquejo encima. Se despojó del resto de su ropa, no quería dejarlo en la habitación, por si regresaba su compañero de cuarto. Lo colgó junto a las toallas. Se metió en aquella pequeña ducha, la prendió y enseguida comenzó a brotar chorros de agua sobre su cuerpo. Evitó que se le mojara el cabello o pasaría una eternidad en secárselo.

Después de la ducha, tomó la toalla y se secó con ella. Se puso de nuevo los pantalones y la camisa. Regresó a la habitación y se soltó el cabello para sentirse más relajada. Su cabello no era muy largo, pero le caía por debajo del cuello y era de una combinación de marrón y negro.

Ya lista, salió de la habitación cerrándola de nuevo con llave. Se dio cuenta de que junto a la puerta había un hombre hablando por teléfono mientras se fumaba un cigarro. La vio y la saludó con aquella mano que sostenía el cigarrillo mientras la sonreía. Apartó la mirada y bajó rápido las escaleras para dirigirse a la recepción. Preguntó por su acompañante y le condujeron hacia el comedor dónde tenían la mesa que ya casi estaba lista. Vio a Jussie sentado con una botella de cerveza en la mano, parecía pensativo, pero no se quitaba la gorra, ¿qué escondería?

Se acercó a él y se sentó en la silla frente a él consiguiendo llamar su atención. Él la miró y parecía sorprendido, quizás verla con el pelo suelto había cambiado su manera de verla. Se fijó mejor aún en su cabello, curiosamente le encantaba, quería alzar la mano y tocarlo. Se aclaró la garganta y rechazó enseguida aquella estúpida idea, no le podía gustar nada de ella, aunque gracias a ella ahora tenían un lugar donde dormir y algo que comer. Se lo iba a pagar todo, no podía permitirse que una mujer se hiciera cargo de él.

—¿Sigues pensando en esa chica que no pudiste decir que amabas y acabó casándose con otro? —Jussie cerró los ojos cansado de escuchar lo mismo.

—No h**o ninguna boda porque yo era ese novio, pero la novia no apareció, ¿contenta? ¿ahora dejarás de hablar del tema? —Madilyn se quedó con la boca hecha una o. Sintió que había metido la pata hasta el fondo.

—Lo lamento.

—Gracias, pero no necesito tus disculpas, solo quiero que dejes de intentar meterte en mi vida. No nos conocemos de nada y eso debe seguir así—cogió su botella y le dio otro trago.

—Yo me llamo Madilyn,—dijo ella con una sonrisa—y tú eres el chico lindo, ya nos conocemos. Hasta estamos compartiendo una habitación, ¿de qué otra manera quieres que nos conozcamos?

Jussie la miró totalmente incrédulo, se preguntaba si esa chica era real, ¿por qué se comportaba así? ¿Por qué no podía entender que no quería nada con ella? Además, ¿por qué nunca parecía ofenderse?

Trajeron sus platos y los depositaron sobre la mesa. 

― Mmm―dijo ella percibiendo el olor que desprendía su plato. Les habían traído un plato de sopa de caldo con pescado y tenía buen aspecto, aunque por cómo lo miraba Jussie, entendía que no compartía aquella opinión y ella se dio cuenta. ―¿Qué, no es suficiente para ti? —le preguntó. 

Él solo la miró y regresó la mirada a su plato, no estaba acostumbrado a comer comidas así preparadas, o las preparaba él mismo o se iba a uno de sus restaurantes, los más reconocidos de la ciudad. Sí, era un hombre de negocios y poseía hoteles, restaurantes y una de las discotecas más concurridas del país. 

Decidió que tenía que hacer un esfuerzo, por un día que comía algo distinto no iba a cambiar nada. Tomó la cuchara y lo introdujo en su plato, Madilyn se había quedado quieta observándole cómo se comía la sopa que al parecer no estaba tan mal como pensó él.

Ella también probó la sopa y le pareció deliciosa. Comieron en completo silencio, nadie dijo nada. Pero Madilyn se quedó pensativa, se preguntaba quién sería capaz de dejar plantado a un hombre como él y por qué. Pero no era asunto, no lo conocía, debía dejar ya de pensar en nada de lo que viniera de él.

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