—Te lo ruego. No quiero morir. —Salma no podía dejar de llorar al verse rodeada de muchos tipos armados, bañados de sangre y Barrett en el suelo, con la boca destrozada. —Kael, no dejes…—Helena, ¿me escuchas? —el Mayor volvió a intentar comunicarse con su equipo. —Bellucci está herido. Lo estoy llevando al auto. No puedo esperar. —exclamó la mujer con Skender ayudando a cargar a su amigo, mientras Brease sostenía su brazo, tomando el volante. —No dejes que él conduzca. Está herido. Hazlo tú. El albanés con la mejilla manchada con sangre la miró por un momento, sin mediar palabras. —Usa el código de incógnito. Nadie debe saber que son agentes, ni donde estuvieron. —exclamó Kael. —Te alcanzo allá. Skender recibió las llaves del vehículo, mientras veía por el retrovisor a la agente controlar a dos heridos a la vez, en lugar de entrar en pánico. —Su auto estará en el mismo punto, Mayor. Recuerde que aún tenemos la evaluación del reemplazo de Calderón. Black Ops sigue en vigencia y d
—Lo lamento, señor. Le juro que no soy así de torpe, sólo que…no sé qué me ocurrió. —trató de remediar la enfermera con la cara ardiendo de la vergüenza. —Solo reconoce que no todos tus pacientes lucen como él. —dijo Lina desde la puerta. —Quita lo atractivo y quédate con lo cascarrabias, y te aseguro que lo vas a odiar tanto como yo. ¡Es horrible convivir con él! —Vete y cierra la puerta. —ordenó Kael de mal humor. El dolor en sus manos era una pesadilla como para también bancarse esa tontería. —Por supuesto. —se adelantó Lina atrapando el pomo de la puerta. —Deja la estupidez que bien sabes que no es a tí. —espetó el Mayor. —Bueno, no es mi culpa. Se veían muy cómodos tocándose mutuamente. —soltó molesta. —Creí que querían privacidad. —No, señorita. Solo fue un accidente. —explicó con nervios la chica vestida de blanco. —Pero… La mirada del Mayor la silenció. Las manos dolían como el carajo y el analgésico no hacía efecto, lo cuál sólo empeoraba con su reclamo disf
—Pase lo que pase siempre repite eso. —Kael la alejó un poco. Lina sintió sus ojos picar. —Tú me odias. Así debe ser. Afirmó con la cabeza y se dejó besar nuevamente por largos minutos en los que no se quiso separar de sus labios. Le gustaba su cercanía. No lo negaría de nuevo. El irlandés tampoco lo haría. Por lo que verla cocinando algo para que pudieran comer ambos fue una experiencia nueva, pero que no era tan desagradable como creyó. Lina incluso ahí no perdió esa esencia que se impregnaba por todos lados, en lo que él solo la veía y giraba los ojos al oírla decir tonterías. A Kael no le interesaba que Avery estuviera aprendiendo braille o que Atila no quisiera salir de su cuarto desde que la llevó a su casa. Menos que tuviera en proceso una aplicación para la tienda de ropa de su abuela. Aunque de igual manera escuchó cada cosa, gestándose ese sonido de su voz tan particular. En cuanto estuvieron en la mesa, eso cambió. Lina estaba más que contenta de presentar su platillo.
Boris Orlov dejó de leer el papel que Yslen le había entregado, mostrando los resultados de sus análisis y a su vez, la solicitud de la mujer para acabar con ellos. Limpio sus manos con desagrado al leer la palabra final. —¿Lo decidió por sí misma? —cuestionó hacia la mujer que estaba sentada frente a él. —El médico dijo que salió por un momento, realizó una llamada telefónica y luego regresó con la decisión tomada. —remarcó su jefe apretó el papel. —¿Vamos por ella? Negó. —Averigua algo para mí antes. Kavanagh jamás quiso descendencia, pero ¿sabes qué es peor que no quererla? —Ylsen negó. —Que no seas tú quien decida el cuándo, ni el cómo poner los puntos finales. —se puso de pie, sacudiendo la servilleta que luego lanzó sobre la mesa. —Sí ella está ahí, significa que el principiante también y necesito saber si me equivoco o no. Pero algo me dice que no es así. —destacó. —¿Averigua todos los nombres de todo su equipo cuando asesinó a mi padre? Enredó los dedos de ambas manos e
Al momento en que Lina salió al pasillo, suspiró con alivio. Al menos pasaría un cumpleaños sin pensar en cosas estresantes. Le envió un mensaje a su abogado, a quien había contactado de camino al hospital, quien le aseguró que iniciaría el proceso al día siguiente.—Seguirás siendo mi tía. Genial, ¿no? —molestó a Naenia cuando la vio en el pasillo. —Bien, Lina. —los ojos de la mujer de cabello azabache en ningún momento la vieron, no se giró, ni titubeó. Parecía en su propio mundo. Y la llamó por su nombre, lo cual era más que preocupante. —Tranquila, puedes insultar con confianza. —Naenia se detuvo al darse cuenta de quien tenía a la par. —Por única vez voy a pedirte algo, Lina. Y así me odies sabes que no va a afectarte. —tomó un par de respiraciones. —Solo no divulgues tu divorcio por ahí. No necesito otro problema encima y no te cuesta nada hacerlo. —Te juro que trato de entender lo que pasa, pero me perdí. —arrugó las cejas. —Es la primera vez que me hablas con amabilidad.
El aroma a vainilla se había esparcido por toda la cama, el entorno estaba impregnado de ella y con sólo mover la mano y pasarla por su rostro, Kael se dio cuenta que también estaba en las vendas. Solo recordaba haberse inyectado la sustancia sin color y que quemó sus articulaciones con sólo segundos de haber ingresado a sus venas. Luego dolor del más extremo que probó y seguido de ello, no hubo mucho. Solo un sitio cómodo y cálido al que se aferró y ahora entendía por qué lo sintió así. La chiquilla de cabello trenzado descuidadamente y un paño en su mano estaba dormida en el borde de la cama, con la cabeza apoyada en el espaldar y la espalda de tal forma que estaba seguro que se iba a quejar de dolor luego. Se movió de su lugar y la llevó sobre él, y apenas la movió. ¿Quién se dormía de esa manera? Podría entrar alguien y ni siquiera darse cuenta. El cabello le hizo cosquillas al resbalar por su rostro, así que lo alejó y la acomodó en su brazo. Llevándola hacia su
—¿Vienes o voy por tí? No me banqué tres instructores con su discurso sumado a su coqueteo para que me salgas con que no podrás venir. —Avery no se escuchaba nada contenta con Lina. Tenía media hora esperando por ella y aún no aparecía. —Dile a tu…eso, que tienes que saltar de Ellenville. Dejen la cogedera para después. Dijiste ocho de la mañana. —Hasta Ellenville. —bajó su voz. —No volveremos a tiempo para la noche. Mi madre y mi abuela ya me dijeron que a las ocho será la fiesta. En doce horas no haremos lo que dijiste. —se apoyó en la ventana. —Además, no me quisieron mostrar mi vestido y me muero de curiosidad.—Volveremos a tiempo porque estoy con Tornado en el helipuerto de mi casa. Y sí, Atila está conmigo. Solo debías manipularla con su cobija. —le hizo saber, al mismo tiempo, mordía un regaliz mientras miraba hacia el garaje, donde su hermano tenía algunas herramientas esparcidas por el suelo. —Debería conseguir a alguien que me ame como Atila a su frazada. —Nadie sabe comp
Kael condujo hasta las oficinas de la agencia tratando de serenar su cabeza para concentrarse en loa asuntos que seguramente discutirían en la reunión. Las placas brillaban en su pecho, siendo suficiente la serie acompañada de tres dígitos que lo distinguieron sobre el resto. Aunque con sólo verlo, era suficiente para que muchos supieran que era mejor no compartir ni siquiera espacio con él. Los que antes lo hicieron habían esparcido los motivos para nunca ser una roca en el camino del irlandés y ahora le daban mayor tranquilidad al Mayor de no tener que fingir que el mundo era algo importante para él. La secretaria del director de operaciones le indicó donde se llevaría a cabo la reunión, cambiando inclusive eso tras la muerte de Calderón.Abrió la puerta para ver a dos mujeres y tres hombres alrededor de la mesa, recibiendo una carpeta igual que la que habían colocado frente a su lugar. Walls le dio una mirada y movió la cabeza sin que el resto lo notara. Brease continuó leyendo