Kael —¿Supiste sobre la explosión de la penitenciaría Blackstone? —Los periódicos no hacían más que hablar de lo mismo. Nadie dentro de la ciudad ignoraría el suceso. —Son 75 heridos y 53 muertos. El fuego aún no se extingue, según los medios. —Sigue dándome igual. Por buenos samaritanos nadie está ahí. —Tenía veinte minutos para estar en el Imperial y solo me retrasaba con notas que no me interesaban. —¿Sigues con la idea de ir allí? —su voz recriminando mi actuar no me detuvo al meter la última maleta dentro del auto. —¿Sabes siquiera lo que es el sindicato? Esa cosa pierde una cabeza y una nueva surge. —Tienen a Cameron. Me importa un carajo si debo cortar cada una por cuenta propia, no te estoy pidiendo ayuda tampoco. —Cerré la cajuela antes de ir a la parte delantera. No los necesitaba. Trabajaba mejor cuando no debía ver por un equipo también y ahora que mi padre estaba allá, estorbos era lo que menos necesitaba.—Eres un puto grano en el culo, Kael. —al menos le había queda
Atila no estaba tranquila entre cuatro paredes, ver a Lina con heridas y quejándose cada vez que respiraba la ponía más nerviosa y con alguien desconocido, para ella, a pocos metros, no iba a calmarse tan fácil. Lina comprendía eso, pero al pasarse la agitación y la adrenalina comenzaba a sentir cuánto le había afectado cada golpe. Pero podía reponerse a eso. En las cloacas le dejaban heridas peores que esas para reponerse, la diferencia era que no la encadenaron jamás. Aunque ya había descifrado el cierre desde minutos antes, no se esforzó en abrirlo. Sabía que la observaban. La vigilaban todo el tiempo y eso no cambiaría solo porque ella no los veía. —¿Cuánto llevas en este resort, Cameron? —se acomodó, acariciando la cabeza de su niña. Atila sólo necesitaba verla bien, así cómo Lina a ella. —¿Aún es agosto? —preguntó Cameron con la voz cansada. —Veintiséis. —contestó la chica en un quejido. Atila levantó la cabeza. El padre de Kael le dedicó una mueca de no tener idea de mucha
La chica pasó saliva con la sed que surgió de repente. Tenía un miedo muy grande entre muchos que de por sí la estaban torturando. Sus labios se separaron y por más que trató de no hablar, algo le impedía tener control sobre ello. —Seamos más suaves. —se acercó a su boca. —No vayamos por tu miedo más grande. Dime uno de tus miedos. Ella negó con lentitud cuando estuvo a nada de soltar la lengua. —¿Temes perder algo? ¿Le tienes miedo a…—Tá faitíos orm nach mbeidh mé in ann dul i bhfolach níos mó go bhfuil grá agam dó. —susurró Lina abriendo los ojos. Barrett arrugó las cejas al no entender el idioma, mientras la chica sonrió sin poder evitarlo al ver a Kael frente a ella y no a quién era en realidad. —Chuir tú grá agam duit, a Hércules. Anois ní féidir liom é a cheilt níos mó.—¿Quién es Hércules? —preguntó Barrett al ser la única palabra que pudo distinguir. —Un Dios del Olimpo. —Débilmente sonrió Lina con sus ojos brillando al verlo frente a ella. Barrett se acercó para tratar d
El conquistador del Sindicato debía estar festejando que estaba a nada de ser oficialmente el líder de todos los que antes no lo quisieron, en cambio nadaba en su propia rabia, cambiando de cámara para tener contacto visual hacia el pasillo donde vio a Lina entrar al cuarto donde…—Esta hija de perra. —Lina le sonrió a la cámara antes de disparar a todo el panel y lo que pudiera ver cortando la energía que alimentaba todo el edificio dejándolos sin sensores, cámaras o…—No puedo asegurar que las puertas estén todas cerradas y con bloqueo. —dijo el sujeto, mientras Barrett sintió que su rabia no cabía en él. —¡Atrapen a esa maldit@ puta! —su grito se escuchó hasta en la cocina donde Salma colocó la bandeja sobre la mesa, oyendo como todos corrían de un lado a otro. —Salma ¿Dónde dejaste mi reloj?Lina por su parte corría por el pasillo con luz tenue, llevando a Atila a su paso. No podía cargarla, pero tampoco la dejaría allí y sabía que se lo perdonaría luego por hacerla esforzarse.
Lina aceleró aún más, sin perder la vista del frente. Los autos la obligaron a tomar una nueva dirección, viendo un puente que reconoció al instante, cayendo en cuenta que de seguro ese era otro punto de control, por lo que disminuyó la velocidad hasta poder girar con el pie y cambiar de rumbo, hacia otra carretera repleta de vehículos en la que se vio cubierta de obstáculos, tomando el riesgo, aún cuando encontró a más motos en dirección contraria. Tuvo que recordar los reclamos de Asher cuando casi estrelló su motocicleta, usando las maniobras que este le enseñó, logrando crear una buena distancia entre los autos y ella. Aunque estos no se quedaron atrás, usando el arcén para alcanzarla. Sus botines tocaron el asfalto, girando hacia la derecha, estando a sólo segundos de que los autos que la seguían la embistieran. Tomó el carril contrario, ya que iba un poco más libre que el otro y sería más fácil esquivar que rebasar en ese momento. —¡La quiero aquí! —demandó Barrett enfure
—Ha habido movimiento dentro del buró federal de inteligencia. Se dice que hay una misión “Black Ops” en proceso —informó Yslen, asegurándose de que su voz fuera apenas un susurro, consciente de la gravedad de la situación. Bora alzó la mirada, quitándose inhaló profundamente, dirigiendo esos ojos oscuros y penetrantes hacia la mujer de traje azul, dejando de lado el cuchillo y el afilador para enfocarse en su leal mano derecha.—¿Kavanagh? —preguntó, con su tono frío y concentrado en lo que hacía. Yslen, de cuarenta y dos años, asintió una sola vez.—Sí, señor. El principiante siempre sabe cómo destacar —murmuró Bora, mientras la luz de la lámpara de gas se reflejaba en la hoja del cuchillo—. ¿A quién planea capturar ahora?—Si mi fuente no se equivoca, es… Barrett Ferguson, señor —Yslen dio un paso adelante, con su voz firme pero cautelosa—. Al parecer, va contra el sindicato. ¿Intervenimos?—¿Ubicaste a la esposa de… Kael Romano? —Bora giró los ojos, cargado de desdén al menciona
—Espero que pienses muy bien tu próximo movimiento. —dijo Barrett desde su lugar. —Justo ahora tengo seis cañones que te apuntan. No creo que ames la muerte porque seas suicida. Ni tú ni yo lo somos y créeme, si fuera tú, no movería una sola pestaña. Anthony no dijo una sola palabra, mirando los láser que estaban sobre él. Seis puntos rojos que se movían en su pecho, dejando claro que un mal paso y sería atravesado por todos ellos. Barrett rió al verlo inmóvil. Tan valiente no era. Tan inmortal tampoco y él se encargaría de hacerlo entender a todos. —Querían venganza por lo que les ha quitado el Ángel de la muerte, y es lo que les doy. —exclamó Barrett mirando hacia los seis sujetos. —Cada uno es dueño de una bala. Elijan dónde quieren cada una. —¿Seis? —cuestionó Anthony con burla. Todos dirigieron la mirada hacia las luces que ahora solo eran cinco. —¿Qué demonios? Una más desapareció y una a una consecutivamente hasta que la última fue eliminada. Barrett tomó el arma y a
—Diecinueve fuera. —dijo Joseph con la vista al frente.Izan se levantó a su lado, cargando el arma y limpiando su frente cuando un disparo silbó a centímetros de él, advirtiendo al mayor de los dos hombres, quién respondió con un proyectil certero. —Veinte hijos de puta están fuera. —se corrigió viendo a Izan frotar su oreja. —Estoy bien. —lo tranquilizó su hijo. —Andando, nos quedan once puntos de control. —Asher tiene uno. —dijo Johan dándoles las indicaciones del siguiente. Sin moverse de su silla dirigía a todos desde ese sitio, mientras la voz de Valentina mantenía a Adrián y Leonardo en línea, esperando la llegada del resto. —Faltan diez, con una cantidad individual entre diecisiete y veinte por cada uno…—Izan hundió su hombro. —Un padre tan perfecto no tienes. En algo debía ser pésimo. —No olvides que aún no esquivas un jarrón de tu esposa. Joseph se detuvo, pero su hijo lo dejó atrás subiendo al auto primero. —Una vez lo hice. Eso debería contar. —Leonardo giró los ojo