Empezamos con la cuenta regresiva de esta historia.
—Deja esa cosa que en Manhattan es de noche aún. No te van a contestar— alegó Kael, comiendo bajo la sombrilla que los cubría del sol. Los lentes oscuros cubrían sus ojos, pero sus gestos eran muy notables. Le gustaba esa mirada amielada sobre él. —Quiero saber de Atila y los cachorros, —Lina envió un mensaje más y su marido negó, comiendo sin preocuparle, pues tan sólo horas antes supo que todo estaba bien. Aunque ella no lo entendía. —Y luego te quejas que soy quién no hace nada— dijo el Mayor tomando el cóctel, fijando la vista en el horizonte con el cielo anaranjado sobre sus cabezas. No había más que agua rodeándolos, pero esta vez le gustaba, porque la molesta ropa no le quitaba la vista que más quería ver. Lina llevaba encima sólo un traje de baño que nunca le estorbaba a la hora de correrlo, dormía sin ropa y al despertar siempre era con uno de los dos sobre el otro. No tenía que pensar en ver o hacer informes, nada le preocupaba salvo no tener a su mujer junto a él cuan
—¡Sara! —volvió a gritar, viendo hacia las escaleras de las que bajaban todos sin control alguno, pues el ascensor estaba siendo abierto con una palanca por los que quedaron atrapados adentro. —No encuentro a Keyla— dijo Sara alterada a la vez que limpiaba su frente de la sangre que salía de ese lugar. —No veo a Frodo. El explosivo las había dejado sin seguridad al hacerse cargo de los hombres que las acompañaban y ahora daban pelea, sin rendirse, pero aturdidos, no eran tan rápidos cómo sus atacantes. —¿Puedes salir? —cuestionó Leonardo poniendo velocidad a sus pasos. —Keyla está inconsciente. Se la están llevando— soltó el teléfono cuando vio al perro lanzar una mordida contra el sujeto que trataba de llevarse a Keyla, mientras ordenaba buscar a la “otra”. El quejido del perro fue lo que Leonardo escuchó luego de un disparo, mientras los siguientes fueron de Sara hacia el sujeto que dejó caer a su amiga para responder, pero ella no lo dejó atravesandole la cabeza. Al verlo ca
Leonardo no concebía que su esposa pasara por ataques nuevamente, odiaba tan sólo la idea de que algo perturbara la vida que debía tener. Le prometió darle una vida lo más apegada a la normalidad que pudiera, aunque eso estuviera fuera de su alcance esta vez. Génesis decidió visitarla, tranquilizandose cuándo encontró a dos mujeres conversando como si nada pasara, tratando de convencer a sus esposos de que ya podían marcharse a sus casas. —Anthony, Mateo y Ryan están buscando un sello que encontraron —informó Génesis dándole biberón a su hija despierta, mientras el pequeño Braulio dormía plácidamente. —¿Dónde lo encontraron? —quiso saber Keyla. —Es mejor que ignoremos algunos temas, porque no quiero recordar lo que vi cuando acabó de cenar —la hizo entender que no era nada agradable a la vista y Keyla no quiso averiguar más porque estaba apenas recuperándose del dolor de cabeza. —¿Has visto a Frodo? —Sara preguntaba, pero nadie sabía responder. —Sí, sigue en observación, pero el
En Steel Fortress en ese mismo instante, Boris era llevado a la sala de visitas, en dónde no entendía quién pediría verlo, pero todo cobró sentido cuándo vio a su antigua asistente frente al cristal, con esa pulcritud y garganta intacta. Aun con todo lo que pasaba por su cabeza al verla, se sentó sin mostrar un sólo pestañeo. —La traición te sumó años, Yslen—, mencionó al ver sus ojeras. —¿O es que quedarte sin familia te pegó duro? —Ellos no tenían la culpa —exclamó sin atreverse a verlo a los ojos. Tenía los suyos ardiendo y la garganta a nada de soltar un sollozo, pero se contuvo. —No absuelvo a nadie, así que haz una cosa útil en tu vida y mírame a la cara— exigió sin mover más que sus labios. —Es que…—se trabó su lengua. —Yo no quería…me obligaron y no pude negarme. —No te estoy entendiendo nada—, se cansó de su tartamudez. —El agente que…Los dueños de esta ciudad asesinaron a…—bajó el rostro con una lágrima deslizándose por su rostro. —Zoya murió. El llanto la tom
Audrey se apresuraba, ignorando el cansancio que pesaba sobre sus hombros. La noticia sobre su cuñada la había dejado inquieta. Aunque no eran las mejores amigas, Zoya significaba mucho para Boris. Al enterarse de su muerte, supo que su esposo no estaba bien. Había perdido a su hermana, y esa pérdida de seguro lo había devastado. Ojo de Águila cargaba una de las maletas, mientras ella llevaba la otra con cautela. No había muchos hombres acompañándola, no quería llamar demasiado la atención, especialmente porque los cazadores no eran fáciles de pasar desapercibidos. Además que podrían estar rastreandolos y tenían poco tiempo para lograr la hazaña. La mayoría de ellos estaban listos para sacar a Boris de la cárcel, solo esperaban su señal para iniciar la operación.Tres la acompañaron en el elevador del hotel en el que se hospedaría, mientras los otros se movieron por las escaleras. Los grupos grandes siempre atraían miradas curiosas y no era lo que querían. Escudero le entregó la lla
El auto se detuvo bruscamente, y el silencio que siguió sólo les permitió escuchar ese ruido en sus oídos que los hizo apretar los ojos. Lina sintió un dolor agudo en la cabeza, y el sabor metálico de la sangre llenó su boca. El olor a gasolina y humo invadió sus fosas nasales, mezclándose con el polvo levantado por el accidente. Su abuelo estaba aturdido, con un hilo de sangre corriendo por su frente, y trataba de recuperar la compostura. Ambos sabían que no tenían tiempo que perder. —¡Abuelo, despierta! —Lina lo sacudió ligeramente. Él parpadeó, tratando de enfocar su vista. Los cazadores se acercaban rápidamente, y Lina pudo ver las sombras moviéndose a través del humo y el fuego. El sonido de sus pasos sobre la grava era cada vez más fuerte, y el crujido de las rocas aplastadas bajo sus pies resonaba en el aire. —Tenemos que salir de aquí, —murmuró Aaron, su voz firme a pesar del dolor. Lina ya tenía entre sus manos la pistola que había sacado de la guantera. El frío metal del ar
La alarma apresuraba a todos, mientras el director hacía lo mismo hasta llegar a la celda del prisionero portugués que estaba sobre una camilla, en la cuál ya lo habían colocado los guardias. El doctor movió la cabeza y el director se acercó. Boris tenía los labios morados, su piel fría y nulo pulso. —¿Cómo lo envenenaron? —cuestionó y nadie supo responder. Se aseguraban de que nadie llevara consigo el mínimo objeto. Las revisiones eran continuamente, por lo que no había explicación. —No puede ser— Misac observó el cuerpo con los ojos más abiertos que nunca. —¡No puede ser que esté muerto! —Hice todo lo que estuvo en mis manos— el médico seguía sin entender cómo sucedió, pues cuándo lo dio de alta luego de que despertara estaba bien. Lo único que había cambiado fue su calma que se volvió incluso más siniestra de lo habitual. —Cálmate, Misac —le dijo su compañero. —Con esto nos van a joder— farfulló. —Nos van a joder. —No estaba en nuestro control. No lo prevemos por…—¡Pero era
“Sácalo de ahí antes de que cometa una estupidez”.Pero Helena no tenía acceso, los oficiales adentro no se enfocaban en quién quería entrar, sino en la forma de abrir la puerta para intervenir, pero estaba bloqueada la entrada. —¡Agente! —volvió a gritar Yslen desesperada porque la alejaran de él. —Siempre le temiste a los cazadores, sumisa ridícula— dijo Kael colocando la tapa medianamente. —Te doy tres opciones. Hablas, hablas al modo de la agencia o al modo de un cazador. —¡Agente! Los oficiales empujaban la puerta entre dos, pero el seguro bloqueaba cualquier posibilidad. Helena tuvo que correr por la llave de Denver, quién pidió un segundo para salir. —Evita que cometa una idiotez— dijo entre dientes, impotente, porque si se daban cuenta de lo que ocurría todo se iría al demonio. —¿Sabes dónde está tu marido? —¡Auxilio! —Kael la empujó hacia atrás y la tomó del mentón sin necesidad de ver por sus manos al estar esposada a la mesa, introduciendo el trozo de papel a su boc