Todos se reían a su alrededor. La tenían bien sostenida de los brazos mientras Peter Williams le rompía los botones de la blusa para poder encontrar ese méndigo celular que ella ni siquiera había robado. Miró a Aila y esta tenía los ojos cubiertos. Kerrie intentó pedirle ayuda, pero las chicas que estaban a su lado la sacaron del salón. La joven tenía ganas de llorar, de vomitar, de patear el rostro de Peter, pero no podía, no tenía tanta fuerza.
—Vaya parece que si tienes busto. Creí que eras una tabla por esa ropa enorme que usas.
—Suéltame, yo no tengo nada. — Insistió ella con las lágrimas surcando sus ojos. Peter sonrió malévolamente y comenzó a acercar su mano hacia su pecho cuando una voz fuerte retumbó en el salón.
—¡Aléjate de mi novia ahora maldito bastardo! — Todos se quedaron petrificados al ver a Hudson Morgan de pie a su lado. La joven lo miró aturdida notando que no había ni un espíritu detrás de él. ¿Qué diablos estaba pasando?
Una semana antes…
—Continuando con las noticias de farándula, el actor Skander Pavensey ha abandonado el proyecto luego de que una de las luces del teatro casi cayera sobre él. Rumores sobre gente maliciosa que entra a los establecimientos se han levantado, así como la maldición del Teatro Noctámbulo. — Kerrie suspiró mientras veía las noticias. ¿Una maldición? Maldición era la que ella tenía. Tan solo pensar que solo cosas malas le pasaban a diario. Era una pesadilla si quiera pensar salir de su habitación, sin embargo, hacía el intento por el bien de sus hermanos.
Metió sus cuadernos y carpeta dentro de su bolso mientras pensaba en que las cosas serían diferentes. En la escuela secundaria había sido tratada como un paria, como un malestar para el lugar, como una chica desagradecida. A pesar de eso, siempre tuvo a sus amigos a su lado, Aila y Nash eran quienes estaban ahí para ella desde la infancia.
Se miró en el espejo notando su cola de caballo y viejas gafas, su aspecto demacrado y piel pálida. Intentó sonreír pensando que todo sería mejor ya que era el primer día en la universidad. Nadie la conocía, nadie sabía sobre ella. Podía empezar de cero.
Lugo de dejar a sus hermanos en la escuela corrió al primer autobús que la llevaría a la universidad. Al entrar se dio cuenta de la inmensidad del campus. Le hubiera encantado vivir ahí dentro, pero debía cuidar de sus hermanos, no había nadie más que lo hiciera por ellos. Luego de que su padre falleciera, su madre desapareció sin dejar rastro. De eso habían pasado ya dos años y sus hermanos apenas iban por tercero de primaria. Era la única que podía hacerse responsable.
Por suerte, con su esfuerzo, había conseguido una beca completa en la universidad y tenía dos trabajos a medio tiempo luego de clases. Ahora, solo debía dirigirse a la clase de introducción, una del par que compartía con sus mejores amigos. Al entrar se dio cuenta que había una chica muy parecida a Aila, excepto que ella llevaba ropa que Aila jamás utilizaría. Kerrie reconoció de inmediato a la chica.
—¡Hazel! — La joven la miró con desinterés y luego se hizo la dormida sobre el escritorio. Kerrie hizo una mueca. Hazel era la hermana melliza de Aila, había olvidado que regresó del extranjero para estudiar aquí la universidad. Sin embargo, parecía una chica de pocas palabras.
Lo dejó pasar, y se dio cuenta que había llegado muy temprano. Solo había tres mochilas más que ocupaban los asientos y las personas ni siquiera estaban ahí. Sintiéndose un poco incómoda decidió ir a llenar su pachón a la fuente de agua. Se levantó de su asiento y caminó hasta llegar ahí.
—¡Kerrie! —La voz de Aila hizo que una sonrisa apareciera en su rostro. Ahí venían la rubia junto con Nash, su amigo. Los dos la abrazaron al verla por fin.
—Creímos que una vez aquí no tendríamos otra clase juntos. Que bueno que tengamos esta. ¿No es emocionante? — Chilló ella emocionada. Esa era la Aila que conocía, toda una joven positiva con mucha luz. Aila siempre fue una chica que llamaba mucho la atención, la popular del instituto, todos la amaban y sin embargo, ella había decidido ser su amiga.
—Me alegra verte. — Nash se acercó con su encantadora sonrisa mientras las mejillas de Kerrie se sonrojaban. Ella llevaba enamorada de su mejor amigo desde que tenía quince, sin embargo, guardó esos sentimientos con el fin de no arruinar la linda amistad que tenía con ellos dos.
—Entremos. — Expresó Aila tomando los brazos de sus amigos para llevarlos de vuelta al salón.
Las clases pasaron sin mayor inconveniente, lo cual fue un gran alivio. Kerrie sintió esperanza en que las cosas mejorarían bastante. Pero había algo que la molestaba, esas presencias que siempre estaban a su alrededor, las cuales fingía que no veía para que no la molestaran.
—Este viernes tendré una fiesta. — Soltó de pronto la rubia mientras se movía de un lado a otro buscando una mesa en la cafetería. Kerrie estaba agradecida de que ambos quisieran pasar el rato con ella aun cuando estaban en diferentes facultades. Aila había decidió estudiar arquitectura mientras que Nash se decidió por la ingeniería y ella comunicación. Los tres habían tomado rutas diferentes, y pronto pasarían menos tiempo juntos, por lo que Kerrie no se sentía mal al intentar aprovechar estos momentos juntos.
—Tengo que trabajar Aila. Y mis hermanos están solos.
—Pero será por la noche. Cuando tus hermanos se hayan dormido. Prometo que será divertido, si tu no estás no podré hacer nada. — Hizo un puchero que le pareció tierno a Kerrie. —Vamos Nash, convencela de que vaya. — Meneó el brazo del joven y este sonrió.
—Hazle caso a tu amiga. Sabes que se pone en plan berrinche cuando te niegas.
—Lo sé. — Suspiró mientras tomaba un sorbo de su sopa. —Bien, bien. Iré.
—Genial. — Sonrió. —Es una fiesta con temática de los setenta, que no se te olvide. — Ah la joven intentó protestar, pero no pudo. Un rostro inexpresivo se encontraba detrás de Kerrie. La veía con aburrimiento aun cuando uno de sus ojos colgaba fuera de su cuenca. Kerrie sintió un escalofrió recorrer su cuerpo y decidió ver para otro lado.
Al despedirse de ambos ella regresó a sus últimas clases y luego corrió hasta su primer trabajo parcial en un restaurante de comida coreana. El día fue lo más normal posible, excepto por uno de los espíritus que solía ronda por ese barrio. Según tenía entendido una chica fue atropelladas hace un par de años ahí. Era horrible verla ronda con el cuello fracturado. Al terminar a eso de las nueve de la noche corrió hacia su apartamento. Sin embargo, tuvo que desviarse al ver a un fantasma a unos metros de ella. El espíritu vestía de negro y lloraba en medio de la calle. Era terrorífico. Pasó frente a la calle del teatro Noctámbulo. Sintió un escalofrío al pasar por la verja y entonces un grito que venía de dentro la detuvo.
—¡Ayúdame! — La joven tragó duro al escuchar aquel grito. Dio un paso hacia atrás temblorosa y entonces a su lado apareció el espíritu de una mujer que le mostraba el lugar con su dedo.
—No iré ahí. — Respondió ignorando al fantasma, pero este apareció frente a ella de nuevo. Ella sabía lo que significaba ignorar a un fantasma, sin embargo no tenía los ánimos de entrar a un teatro cerrado.
—Hay una persona dentro. — Escuchó el frío murmuro del espíritu. Kerrie tragó duro y luego escuchó de nuevo el grito de súplica.
—Maldita sea. — La joven miró hacia todos lados esperando que nadie la viera entrar ilegalmente al teatro. Pasó su mochila sobre la reja y luego ella escaló para aterrizar sobre el monte, luego de eso corrió hacia la escalera de emergencia y le pidió ayuda al espíritu para que abriera la puerta. Una vez dentro siguió el sonido del grito que la llevó hasta el auditorio principal. Abajo, en el escenario donde las luces estaban encendidas, había una persona en el suelo. La joven abrió los ojos de par en par aterrada. Corrió hasta esa persona para ver que estuviera bien y entonces el chico ahí abrió los ojos.
—¿Quién diablos eres?
Samantha odiaba a los fantasmas. Los odiaba, sin embargo, eran la maldición de la familia. Desde bebé había visto a esas cosas horribles aparecer en los techos, en la ducha, en el patio, en la calle, incluso en el baño simplemente para pedirle favores o aterrarla de muerte. Y cómo podía negarlo, les tenía miedo. Sin embargo, había aprendido a ignorarlos con la ayuda de su padre. La cuestión era que si los ignoraba por mucho tiempo mala suerte recaía sobre ella. Aun recordaba cuando se había roto el brazo por ignorar a nueve fantasmas consecutivamente. La última vez que hizo algo así un fantasma vengativo casi se deshacía de sus hermanos. Por eso, no siempre los ignoraba y ahora, había seguido a un fantasma hasta el teatro solo para encontrar a un chico que había fingido necesitar ayuda.—¿Quién diablos eres? ¿Qué haces a esta hora en el teatro gritando por ayuda? — El muchacho la miró con los ojos entrecerrados mientras se acomodaba la ropa.—¿Qué hace una loca como tu fuera de un tea
Era viernes por la noche. Sabía que debía de asistir a la fiesta de Aila, pero esto también era importante. Por suerte había conseguido la tarjeta de identificación del profesor Green para ir como voluntaria y estudiante de periodismo hacia la alfombra roja del estreno de la película “Galaxia”. Con esa oportunidad podría acercarse a Hudson Morgan y salvarlo de aquel hombre con feas intenciones.Sin embargo, debía explicarle la situación antes. Al estar con el grupo de periodistas, se escabulló hacia las camionetas y automóviles que hacían fila para que los actores bajarán y se lucieran uno por uno. El espíritu de la mujer no tardó en aparecer.—Bien, no sé cómo te llamas, pero salvaré la vida de Hudson. Dime cuál es el auto y ábrelo por mí para que pueda hablar con él. — El espíritu comenzó a avanzar hacia atrás de aquella cola. La joven la siguió mientras corría. Hudson era uno de los últimos. La camioneta en la que iba era negra y grande. Pronto el espíritu atravesó la puerta y espe
En cuanto bajó de aquel auto, la joven corrió para tomar unas fotos más. Esperaba que Hudson tomara en cuenta sus advertencias. Sin embargo, antes de poder verlo sintió un escalofrío recorres su cuerpo. Conocía esa sensación. Al darse la vuelta se encontró a una pequeña, piel pálida y cuerpo transparente, vestía una bata de hospital y no parecía tener señas de haber sufrido. Kerrie sintió un apretón en el pecho, no pudo evitar pensar en sus hermanos al ver a esa pequeña ahí.—Ayúdame. — Murmuró la pequeña tomando la mano de la joven. Kerrie apretó los ojos y miró al frente a las celebridades que pasaban frente a ella. No podía quedarse, no podía hacerlo. Se alejó de ahí siguiendo a la niña fuera de todo el gentío. La pequeña la arrastró hasta la calle y luego le señaló su celular. Ella lo sacó y pronto tenía la dirección a dónde la pequeña quería que fuera. El hospital universitario. Ella suspiró y luego corrió hacia la parada del autobús.En veinte minutos la joven se encontraba fren
Kerrie intentaba ignorar las alarmas que se dispararon en su cabeza una vez escuchó aquello. No tenía nada de sentido lo que estaba sucediendo ante sus ojos. Sus mejores amigos se estaban burlando de ella y no solo eso, ambos parecían tener una relación porque en cuanto se callaron ella pudo ver cómo los dos compartían un pasional beso.La joven ahogó un grito y sin más salió disparada de ahí directo a su casa. El fin de semana se la pasó ignorando los mensajes y llamadas de Aila y de Nash. No podía verlos a la cara, la verdad ni siquiera sabía qué hacer en ese tipo de situación así que hizo lo más lógico para su cabeza, trabajar, cuidar de sus hermanos y hacer sus tareas. Eso fue hasta que el lunes llegó. Debía enfrentar su realidad, debía enfrentarlos a ellos, pero no sabía cómo hacerlo.Se dirigió a la única clase que compartía con ellos, la de relaciones humanas, mientras pensaba cómo afrontar la situación. Al entrar al salón se encontró con la mirada de Hazel. La chica la miraba
Kerrie llevó a Hudson a un lugar seguro. Detrás de uno de los edificios poco concurridos de la universidad. Compró un té de manzanilla para el joven y ella un poco de café. Lo necesitaba con urgencia. Al poner la taza sobre la mesa Hudson tomó la bebida sin rechistar. El chico se veía pálido y confundido. Kerrie se sentía culpable. De alguna manera esto era su culpa. A veces algunos fantasmas la ayudaban en agradecimiento de lo que ella hacía por ellos, sin embargo, su ayuda podía dañar a los vivos que la rodeaban, sin importar qué. Aunque las posesiones no eran comunes, solo espíritus demasiado viejos podían hacer algo como eso si la persona a la que escogían había nacido el mismo día que ellos.—¿Cuándo es tu cumpleaños?—1 de septiembre. ¿No sabes eso siquiera? — Kerrie le dio un sorbo a su café. Uno de septiembre, el joven Carl era del 1 de septiembre del 92. Tenía sentido. Muchos fantasmas la rondaban como si fuera el único pez en el mar. No era de extrañar que quisieran ayudarl
Los rumores del sádico novio de Kerrie llegaron hasta sus compañeros. No había alumno que no la girara a ver cuando caminaba por el pasillo, cuando estaba en la biblioteca, cuando comía. Gracias a eso no había logrado hacer ni un amigo en la facultad, era como estar en la secundaria o peor. Además, Peter había dejado de asistir a la universidad, escuchó que se había dado de baja y eso la hacía sentir un poco más aliviada. Sin embargo, el hecho de que se fuera porque Hudson casi le rompe la mano, era otra cosa.Además, había evitado a Nash y Aila como toda una experta. Sabía que debía enfrentarlos, pero era difícil. Ambos habían sido sus mejores amigos desde la infancia, semejante traición la hacía sentir miedo y pena de sí misma.Soltó un suspiro sentándose en una mesa de la cafetería, sola. Mientras el resto de sus compañeros compartía la mesa con sus amigos, bromas, sonrisas, momentos. Los envidiaba.—¿Kerrie? — Una voz conocida hizo que mirara hacia arriba. Se encontró con Hazel so
Kerrie no tenía la mínima intención de reencontrarse con Hudson Morgan de nuevo. De hecho, había intentado olvidar su existencia luego de la situación vivida en la universidad. Sin embargo, ahí estaba, frente a ella, mirándola con una enorme sonrisa como si nada importara.—¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste?—Te seguí. — Admitió sin un ápice de vergüenza. Kerrie lo miró confundida.—¿Me seguiste? ¿Por qué?—Porque quería asegurarme de que lo que dijiste era cierto—¿Perdón? — Kerrie no comprendía de qué diablos hablaba el castaño frente a ella. Él le mostró una sonrisa ladina mientras hacía un gesto con el rostro restándole importancia al asunto.—Lo he confirmado.—¿Qué has confirmado?—Ven conmigo. — Le indicó moviendo su mano hacia él. Kerrie no lo hizo.—No iré a ningún lado contigo a menos que me digas de qué hablas.—Te lo diré en el auto. O puede ser que me reconozcan. — La chica suspiró y luego de pensarlo un momento decidió aceptar. Caminó con pesadumbre hasta donde estab
Kerrie se encontraba de pie frente al ataúd de su padre. La foto donde él aparecía con una enorme sonrisa hizo que un nudo se atravesara en su garganta. Escuchaba un llanto constante por lo que giró su cabeza un poco hacia la derecha encontrando a su madre, toda de negro llorando mientras se cubría el rostro. Kerrie sintió alivio al verla ahí parada. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que la había visto? Quería preguntarle qué la hizo huir así de sus hijos. ¿Por qué los dejó? Ella se acercó, pero al dar un paso su madre se alejaba un poco causándole una sensación de desesperación. Comenzó a gritar llamándola, pero ella nunca se giró, entonces sintió una mano fría sobre su hombro. Al ver al dueño de la mano, vio a su padre quien la veía con una expresión seria.—Aléjate. — Y entonces todo se desvaneció. Kerrie despertó respirando con dificultad su cara chorreaba de agua y su blusa estaba pegada a su cuerpo debido al agua. Al mirar hacia arriba se encontró con el rostro de Hudson quien