El viento fresco del pueblo acariciaba el rostro de Kerrie mientras ella y la profesora Luz caminaban hacia una pequeña casa de madera, blanca, que se erguía con un encanto rústico en medio del paisaje tranquilo. Era el tipo de casa hogareña que parecía pertenecer a un pasado más sencillo. Frente a la puerta, una mujer de cabello canoso y corto estaba regando las plantas que decoraban la ventana.Cuando Luz se acercó, la mujer levantó la vista y saludó a la profesora con una enorme sonrisa, reconociéndola de inmediato. Kerrie, observando desde atrás, calculó que la mujer debía estar en sus cincuenta y tantos, aunque conservaba una energía juvenil en su rostro.—¡Luz! —dijo la mujer con una voz cálida—. ¡Qué sorpresa verte por aquí!Luz sonrió, un poco nerviosa, y saludó con la mano antes de acercarse. —Hola, Amanda. Sí, hace mucho que no nos vemos. —Luego, hizo un gesto hacia Kerrie, presentándola—. Ella es Kerrie. Quería presentártela porque conocía a Douglas.Al escuchar el nombre d
Todos se reían a su alrededor. La tenían bien sostenida de los brazos mientras Peter Williams le rompía los botones de la blusa para poder encontrar ese méndigo celular que ella ni siquiera había robado. Miró a Aila y esta tenía los ojos cubiertos. Kerrie intentó pedirle ayuda, pero las chicas que estaban a su lado la sacaron del salón. La joven tenía ganas de llorar, de vomitar, de patear el rostro de Peter, pero no podía, no tenía tanta fuerza.—Vaya parece que si tienes busto. Creí que eras una tabla por esa ropa enorme que usas.—Suéltame, yo no tengo nada. — Insistió ella con las lágrimas surcando sus ojos. Peter sonrió malévolamente y comenzó a acercar su mano hacia su pecho cuando una voz fuerte retumbó en el salón.—¡Aléjate de mi novia ahora maldito bastardo! — Todos se quedaron petrificados al ver a Hudson Morgan de pie a su lado. La joven lo miró aturdida notando que no había ni un espíritu detrás de él. ¿Qué diablos estaba pasando?Una semana antes… —Continuando con las
Samantha odiaba a los fantasmas. Los odiaba, sin embargo, eran la maldición de la familia. Desde bebé había visto a esas cosas horribles aparecer en los techos, en la ducha, en el patio, en la calle, incluso en el baño simplemente para pedirle favores o aterrarla de muerte. Y cómo podía negarlo, les tenía miedo. Sin embargo, había aprendido a ignorarlos con la ayuda de su padre. La cuestión era que si los ignoraba por mucho tiempo mala suerte recaía sobre ella. Aun recordaba cuando se había roto el brazo por ignorar a nueve fantasmas consecutivamente. La última vez que hizo algo así un fantasma vengativo casi se deshacía de sus hermanos. Por eso, no siempre los ignoraba y ahora, había seguido a un fantasma hasta el teatro solo para encontrar a un chico que había fingido necesitar ayuda.—¿Quién diablos eres? ¿Qué haces a esta hora en el teatro gritando por ayuda? — El muchacho la miró con los ojos entrecerrados mientras se acomodaba la ropa.—¿Qué hace una loca como tu fuera de un tea
Era viernes por la noche. Sabía que debía de asistir a la fiesta de Aila, pero esto también era importante. Por suerte había conseguido la tarjeta de identificación del profesor Green para ir como voluntaria y estudiante de periodismo hacia la alfombra roja del estreno de la película “Galaxia”. Con esa oportunidad podría acercarse a Hudson Morgan y salvarlo de aquel hombre con feas intenciones.Sin embargo, debía explicarle la situación antes. Al estar con el grupo de periodistas, se escabulló hacia las camionetas y automóviles que hacían fila para que los actores bajarán y se lucieran uno por uno. El espíritu de la mujer no tardó en aparecer.—Bien, no sé cómo te llamas, pero salvaré la vida de Hudson. Dime cuál es el auto y ábrelo por mí para que pueda hablar con él. — El espíritu comenzó a avanzar hacia atrás de aquella cola. La joven la siguió mientras corría. Hudson era uno de los últimos. La camioneta en la que iba era negra y grande. Pronto el espíritu atravesó la puerta y espe
En cuanto bajó de aquel auto, la joven corrió para tomar unas fotos más. Esperaba que Hudson tomara en cuenta sus advertencias. Sin embargo, antes de poder verlo sintió un escalofrío recorres su cuerpo. Conocía esa sensación. Al darse la vuelta se encontró a una pequeña, piel pálida y cuerpo transparente, vestía una bata de hospital y no parecía tener señas de haber sufrido. Kerrie sintió un apretón en el pecho, no pudo evitar pensar en sus hermanos al ver a esa pequeña ahí.—Ayúdame. — Murmuró la pequeña tomando la mano de la joven. Kerrie apretó los ojos y miró al frente a las celebridades que pasaban frente a ella. No podía quedarse, no podía hacerlo. Se alejó de ahí siguiendo a la niña fuera de todo el gentío. La pequeña la arrastró hasta la calle y luego le señaló su celular. Ella lo sacó y pronto tenía la dirección a dónde la pequeña quería que fuera. El hospital universitario. Ella suspiró y luego corrió hacia la parada del autobús.En veinte minutos la joven se encontraba fren
Kerrie intentaba ignorar las alarmas que se dispararon en su cabeza una vez escuchó aquello. No tenía nada de sentido lo que estaba sucediendo ante sus ojos. Sus mejores amigos se estaban burlando de ella y no solo eso, ambos parecían tener una relación porque en cuanto se callaron ella pudo ver cómo los dos compartían un pasional beso.La joven ahogó un grito y sin más salió disparada de ahí directo a su casa. El fin de semana se la pasó ignorando los mensajes y llamadas de Aila y de Nash. No podía verlos a la cara, la verdad ni siquiera sabía qué hacer en ese tipo de situación así que hizo lo más lógico para su cabeza, trabajar, cuidar de sus hermanos y hacer sus tareas. Eso fue hasta que el lunes llegó. Debía enfrentar su realidad, debía enfrentarlos a ellos, pero no sabía cómo hacerlo.Se dirigió a la única clase que compartía con ellos, la de relaciones humanas, mientras pensaba cómo afrontar la situación. Al entrar al salón se encontró con la mirada de Hazel. La chica la miraba
Kerrie llevó a Hudson a un lugar seguro. Detrás de uno de los edificios poco concurridos de la universidad. Compró un té de manzanilla para el joven y ella un poco de café. Lo necesitaba con urgencia. Al poner la taza sobre la mesa Hudson tomó la bebida sin rechistar. El chico se veía pálido y confundido. Kerrie se sentía culpable. De alguna manera esto era su culpa. A veces algunos fantasmas la ayudaban en agradecimiento de lo que ella hacía por ellos, sin embargo, su ayuda podía dañar a los vivos que la rodeaban, sin importar qué. Aunque las posesiones no eran comunes, solo espíritus demasiado viejos podían hacer algo como eso si la persona a la que escogían había nacido el mismo día que ellos.—¿Cuándo es tu cumpleaños?—1 de septiembre. ¿No sabes eso siquiera? — Kerrie le dio un sorbo a su café. Uno de septiembre, el joven Carl era del 1 de septiembre del 92. Tenía sentido. Muchos fantasmas la rondaban como si fuera el único pez en el mar. No era de extrañar que quisieran ayudarl
Los rumores del sádico novio de Kerrie llegaron hasta sus compañeros. No había alumno que no la girara a ver cuando caminaba por el pasillo, cuando estaba en la biblioteca, cuando comía. Gracias a eso no había logrado hacer ni un amigo en la facultad, era como estar en la secundaria o peor. Además, Peter había dejado de asistir a la universidad, escuchó que se había dado de baja y eso la hacía sentir un poco más aliviada. Sin embargo, el hecho de que se fuera porque Hudson casi le rompe la mano, era otra cosa.Además, había evitado a Nash y Aila como toda una experta. Sabía que debía enfrentarlos, pero era difícil. Ambos habían sido sus mejores amigos desde la infancia, semejante traición la hacía sentir miedo y pena de sí misma.Soltó un suspiro sentándose en una mesa de la cafetería, sola. Mientras el resto de sus compañeros compartía la mesa con sus amigos, bromas, sonrisas, momentos. Los envidiaba.—¿Kerrie? — Una voz conocida hizo que mirara hacia arriba. Se encontró con Hazel so