Doce años más tarde — ¡Corre, Nikos, corre! -vociferó Leandra cuando su marido llegó a la tercera base y se dirigió hacia el home píate.. — Caramba, mamá, ¿no podrías gritar más fuerte? Nos vas a dejar sordos a todos... Leandra miró a su hijo mayor, Nick, sonriente. El pequeño era la viva imagen de su padre y ya todo un rompe corazones según su amigo Dom. Nick podía dedicarse a ser modelo. Cuando Nikos se enteró casi pone el grito en el cielo. — Sí — vio que Nikos se lanzaba al suelo en los últimos metros y tocaba la base. Sabia que estaba contento le iba a restregra a su cuñado Santos que era el picher contricante que le habia conectado un cuadrangular. Gritó de alegría y bailó el baile de la victoria en honor del hombre al que amaba, confiando en no romperse algún hueso en el intento, ya no era una jovencita pero sabia que el amaba cada de sus locas ideas. Vio como su hijo quiso minimizar su precencia a su lado mientras que las gemelas intentaban seguir cada paso que ella d
– Oficialmente, podemos estar al borde de un ataque de pánico –Leandra Kours terminó de leer el mensaje de su hermana Reanna y miró a su padre Jose. Este tenía cara de sorpresa y Leandra no podía culparle. Ella se sentía igual esto era un shock, todo el mundo estaba allí, desde hacía una semana habían comenzado a llegar los adornos, mesas, mantel, en fin todo estaba planeado al detalle según sus preferencias, no sabia como su hermana se habia atrevido a tanto a solo unas horas de estar en el altar con sus prometido. Porque ahora y no antes, Dios los adornos estaban puestos y la tarta estaba hecha. Habían alertado a los medios de comunicación, y se había realizado una selección de las mejores y prestigiosas revistas para que presenciaran la boda del año como le había apodado las celebritys y todos estaban allí o estaban por llegar. Oficialmente no era momento para tener un ataque de pánico como el que ella quería tener, tras haber leído el mensaje que Reanna le habia mandado minutos
Su padre se dio la vuelta, salió de la habitación y Leandra tuvo que controlar la necesidad de ir tras él. De intentar razonar con él y buscar una mejor solución al problema que representaba el hecho de que Reanna escapara de la manera que lo hizo, pero se dio cuenta que sería más fácil que tratar con Nikos a sola pero sabia tambien que su padre no cedería. Había dado su palabra ante el consejo de la empresa de que respetaría las cláusulas del testamento y los acuerdos que se tomaron en su momento y en el mundo de Jose Kours donde los hombres tenían honor y no se rebajaban a utilizar a una mujer como peón en una batalla empresarial, la palabra era lo único necesario y su padre había empeñado la suya Pero ese no era el mundo real que se estaba viviendo, la época de su padre había pasado ahora todo era ganar, ganar no importaba el metodo. Ella lo sabía, Nikos lo sabía tenían que encontrar una manera de poder solucionar todo. Miro al impresionate hombre en el traje que utilizaria en l
Nikos se quedó mirando a Leandra, la mujer que hasta hacía media hora, el la consideraba su futura cuñada. Ahora estaba hablando de ser su esposa. En su cabeza seguía siendo la chica rellenita chica de dieciséis años con afición por los dulces. Si era sincero consigo mismo hubo un momento en el que ella trastocó su mundo, pero eso era algo del pasado y el ya no era el chico de casi veinte años lleno de hormonas, el era un hombre. Aún recordaba con claridad encontrarse un caramelo esperándole con sus herramientas de jardinería todos los días cuando había empezado a trabajar en la finca. Y, lo que había empezado como un juego de niños, se había convertido en una tradición. Cuando había empezado las prácticas en las oficinas de centrales de Oros, allí había un caramelo sobre su escritorio. Y después, al establecerse por su cuenta y comenzar su propia empresa, un enorme surtido de bombones en su despacho. Sí, cada vez que veía alguno de sus regalos, se imaginaba a Leandra, la niña. La ch
–Tengo que... –Leandra se aclaró la garganta–. Bueno, creo que tengo que empezar a prepararme y algunas llamadas que hacer. Asi que por favor sal... A Leandra le temblaban las manos cuando agarró el ramo de rosas, el ramo que su hermana habia elegido era blaco mientras el que ella sostenia era en Rojo. Gracias a Dios, jamás habría podido ponerse el vestido o los zapatos de su hermana. Eso sería un auténtico desastre. Del cual la prensa de seguro habría hecho bastante dinero con los grandes titulares. Miro la habitación en la que había pasado las ultimas horas en un estado de estres constante, Dominic fue como el hada madrina de cualquier cuento de hadas, se encargo de ayudarle en solo unas horas apareció con un hermoso vestido de novia e incluiso le ayudo a preparar su maquillaje y terminar la tradición que siempre acompaña a la novia, algo nuevo, prestado y algo azul. Aún se sonroja con solo pensar en la lenceria azul que esta usando hoy. Dominic recordo lo que años antes habia dich
¿Por qué no su preciosa hermana? Sin duda, todos sabrían que Reanna se había marchado. Porque, si no, Nikos Alexandros nunca la habría preferido a ella. Todo el mundo lo sabría, Leandra siempre había imaginado que se casaría allí, en este lugar, pero en su cabeza había sido diferente. Aunque era primavera todo estaba blanco y dorado, la elegancia se podía ver en cada delicado adorno, su hermana era así tenía un gusto esquisito. Mientras que a ella le hubiese gustado ver mas color, era primavera por Dios Bendito, era para que los colores exaltaran este gran día, como minimo los centros de mesa serian coloridos y menos elegantes, haciendo gala de la estación las flores tenía un mayor protagonismo. Cuando levantó la cabeza y vio a Nikos al final del pasillo, dejo de pensar y comparar esta boda preparada para otra mujer pero siendo ella la protagonista, el corazón le dio un vuelco. Nikos siempre había formado parte de sus fantasías. Claro que, en sus fantasías, él sonreía mientras camina
Nunca le había visto beber. Aquello no era lo mejor para su ego. Que casarse con ella le indujese a beber hacia años que solo provaba como máximo una copa de champán en los eventos sociales y máximo dos copas de vino en la comida. –¿Y qué hay del banquete? –Estoy demasiado ansioso por llevarte a mi casa y consumar este matrimonio –respondió él con sequedad–. Tendremos que saltárnoslo. –¿Qué? –Que nos vamos. Ahora. Nikos volvió a darle la mano y salió con ella por la puerta principal, donde esperaba una limusina. Abrió la puerta de atrás y ella se montó. Después se subió él y cerró la puerta. Miró por la ventanilla, ella siguió la dirección de su mirada y vio al fotógrafo de pie en las escaleras. –Vamos a darle una foto –murmuró –Las lunas están tintadas. –Ya encontrará la manera de solucionarlo. Al fin y al cabo su trabajo es hacer la foto. La pegó a su cuerpo y, por segunda vez en cinco minutos, la besó. Deslizó la lengua entre sus labios para saborearla y, una vez más, ella
–Yo no celebro fiestas –contestó él con voz cómicamente seria. –Entonces, misterio resuelto. Por eso nunca he estado aquí. El coche se detuvo y ella salió, pues no quería esperar a que Nikos o el conductor le abrieran la puerta. Cuanto más avanzaba el día, más extraña se sentía con aquel vestido. Todo le parecía como un sueño de muy mal gusto, estaba loca por entrara a la casa y ver cual sería la habitación que ocuparia durante si estancia en aquella donde vivirá por los próximos tres años para sacarse el vestido. Cada vez que la había besado, la fantasía les había envuelto y había hecho que todo pareciera una de aquellas fantasías de cuando era adolescente. Pero, ahora, de pie frente a su casa de cristal y acero, con la luz del sol bañándole la piel y la brisa procedente del mar colándose por debajo de la falda, todo parecía demasiado real. –¿Podemos entrar? –preguntó–. Tengo mucho calor. –No me extraña, con ese vestido –la guió hacia la casa, ella le siguió y se sintió aliviada