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Capitulo 4 Arreglos de ultima Hora

–Tengo que... –Leandra se aclaró la garganta–. Bueno, creo que tengo que empezar a prepararme y algunas llamadas que hacer. Asi que por favor sal...

A Leandra le temblaban las manos cuando agarró el ramo de rosas, el ramo que su hermana habia elegido era blaco mientras el que ella sostenia era en Rojo. Gracias a Dios, jamás habría podido ponerse el vestido o los zapatos de su hermana. Eso sería un auténtico desastre. Del cual la prensa de seguro habría hecho bastante dinero con los grandes titulares. Miro la habitación en la que había pasado las ultimas horas en un estado de estres constante, Dominic fue como el hada madrina de cualquier cuento de hadas, se encargo de ayudarle en solo unas horas apareció con un hermoso vestido de novia e incluiso le ayudo a preparar su maquillaje y terminar la tradición que siempre acompaña a la novia, algo nuevo, prestado y algo azul. Aún se sonroja con solo pensar en la lenceria azul que esta usando hoy.

Dominic recordo lo que años antes habia dicho durante la única borrachera que ha tenido en toda su vida, aun no creía que el recordara casi todas las cosas que ella queria para el vestido y los pequeños detalles si algun día llegaba a tener una boda. Hoy realmente la sorprendió, el vestido era un auténtico sueño sacado de cualquier fantasía, Dios si existía algun poder en lo alto Dominic tenía que volverse un gran diseñador.

Y era la primera vez que se alegraba de no llevar nada de lo que Reanna había elegido. No quería las flores de su hermana, ni su prometido, ni su vestido ni sus zapatos.

Había logrado remplazar algunas cosas. El vestido, los zapatos, las flores eran suyos todo era de su gusto, el novio... no. El estómago le dio un vuelco al mirarse en el espejo y enfrentarse a la realidad de lo que estaba haciendo. En la teoría le había parecido la única solución, nadie quería, ni podía permitir que Santos se quedara con Oros.

Si estaba utilizando a la tonta de su hermana mayor, eso no podía ser una recompensa.

Pero allí de pie, con el vestido de novia, todo le parecía más real. Más descabellado. Sacó un pañuelo de papel del tocador y se lo llevó a los labios para quitarse el carmín rojo de sus labios y a continuación tomo un pote de su cartera para darse unos pequeños toques sus labios brillaron con el brillo liso de labios, nunca le gusto pintar tanto sus labios lo máximo que solía pintar sus labios era de un color rosa mate. Se quedó mirándolo durante unos segundos. ¿Se quedarían sus labios marcados en los de Nikos?

Entonces se dio cuenta. Iba a besarlo. Aquel mismo día. Se dejó caer sobre la silla situada frente al espejo. Iba a casarse con él. Iba a ser una boda de verdad. Y lo peor era que iba a tener que exponerse a la prensa y al ridículo una vez más. Eso era lo que menos le gustaba. Mejor no pensaba tanto las cosas o podía ser la segunda novia en fuga en menos de cuatro horas. Y no sabía si su padre lograría superar que sus dos hijas salieran corriendo prácticamente desde el altar por qué les había entrado pánico de último momento.

Aquella boda era algo enorme. Un gran acontecimiento. Reanna era muy popular, un icono del estilo para las masas y la favorita de las portadas de las revistas. Y Nikos... exudaba sex-appeal y misterio, y además era multimillonario hecho a si mismo, algo que llamaba demasiado la atencion, era un ejemplo para muchos jovenes emprendedores. Eso hacía que la boda cobrara tanta importancia. Y ella no encajaba entre tanta fanfarria, le gustaban las cosas sencillas y sin tanto laboroto y esto era todo lo contrario solo esperaba no cometer ningun error durante la ceremonia.

Se quedó delante del espejo y se llevó las manos a los pechos, tratando de calmar su alocado corazon, la maera en la que se estaba sintiendo le recordó a una ocasión en la que había ido a un evento con un vestido muy similar al que su hermana se habia puesto en un evento aquel mismo año, solo porque le habia gustado el color del vestido de Reanna y la forma en la que resaltaba su piel y como ambas tenian el mismo color no le parecio mal utilizar el mismo color en el vestido que ella escogio, tremendo error.

Había aparecido en una revista de moda bajo el titular ¿A quién le queda mejor? Y Lea había recibido críticas tanto en el artículo como online.Tomar prestada ropa del armario de su hermana era mucho más difícil para ella que para otras adolescentes. Recordaba que se había quedado llorando en el despacho de su padre y que en ese momento había entrado Nikos.

–¡Me siento muy humillada, Nikos! –había gritado ella entre sollozos–. ¿Cómo podré superar esto?

Nikos se había quedado mirándola con ojos impasibles. Para luego decirle...

–Si no quieres que te comparen con tu hermana, deja de ponerte en su lugar. Tú eres diferente. Nunca serás como ella, así que deja de intentarlo – después se había arrodillado frente a ella–. Y nunca dejes que te vean llorar. No les des nada que puedan usar contra ti. Un objetivo irrompible no es un objetivo satisfactorio.

Tenía razón, entonces y ahora. Ella no era Reanna. Así que había hecho un esfuerzo por convertirse en todo lo contrario. Y nunca dejaba que la vieran llorar. Ni tampoco bajaba la guardia. Salvo cuando estaba con Nikos, desde que lo conocio en la finca siempre se sentia libre a su lado, luego tuvo que reprimir todo los entimientos y trato de verlo como su cuñado y nada mas.

Y, no recordar su encaprichamiento adolescente se había convertido en amor. Incluso había estado a punto de decírselo una noche, cuando quedaban muy pocas personas en el edificio Oros y ellos estaban a solas en su despacho. Pero había perdido el valor. Y, a finales de esa semana, Nikos había anunciado que pensaba casarse con Reanna. «Nunca dejes que te vean llorar». Aquel día, sus palabras se habían repetido en su cabeza una y otra vez mientras sus sueños y sus fantasías se hacían pedazos. Después de aquello, ya no había vuelto a su despacho ni le había dejado más caramelos sobre el escritorio.

Desde entonces, no había mostrado una sola grieta en su fachada. Pero daba igual, porque seguía sin gustarle lo que la prensa escribía sobre ella y sabía que aquello no sería una excepción.

–Leandra –su padre entró en la habitación y Lea se dio la vuelta al oír su voz–. ¿Estás preparada?

–Sí.

–¿Estás segura?

–Sí.

Se sentía mareada y la cabeza le daba vueltas. «Ya sabes lo que es esto. Has firmado el acuerdo. Este matrimonio tiene un final. Probablemente nunca llegue a tocarte». Pero la fantasía y la realidad estaban librando una batalla en su cabeza y era difícil recordar cómo debía sentirse. Quién debía ser ella. Era difícil seguir con la máscara puesta mientras el mundo temblaba bajo sus pies.

–Deseo hacer esto –le dijo a su padre.

La expresión de su padre cambió, como si estuviera viendo en su interior.

–Entiendo –dijo mientras le ofrecía el brazo–. Entonces vamos. Confieso que

no estaba preparado para que te casaras aún.

–Tengo veintiseis años.

–Aun así. Con Reanna, sabía que esto llegaría. Estaba más preparado para

que se casara. Y sabía... sabía desde hacía tiempo cuáles eran las intenciones de Nikos. En cuanto sus sentimientos hacia Reanna cambiaron, me lo contó.

–Seis años –dijo Lea. Recordaba aquel preciso momento, aquella hora, porque el recuerdo seguía muy nítido en su cabeza.

–Reanna quería vivir más. Tenía solo veintidós años cuando Nikos se enamoró de ella. ¿Y tú no quieres vivir?

–Puedo vivir con un marido –respondió ella–. Estaré casada, no muerta.

–Eso es cierto. Pero sigues siendo mi pequeña.

–Papá, hace años que no vivo en casa.

–Lo sé.

–Y Nikos es como un hijo para ti.

Su padre dejó de andar y la miró.

–Y, si te hace daño, me encargaré de él personalmente.

–No lo hará.

Nikos ya no tenía el control sobre su vida. Al menos, en lo referente a sus

sentimientos. Quizá siguiera resultándole atractivo, pero ya no estaba

enamorada de él. Dejaron de hablar entonces, porque estaban en el recibidor y, más allá, se encontraba el jardín, donde todo estaba dispuesto para la boda. La boda de su hermana todo estaba arreglado de acuerdo a sus gusto, nada era de su agrado nunca penso que se casaria asi . En la boda de Reanna todo era blanco. Una pena que no se hubiera presentado.

Lea tragó saliva cuando se abrieron las puertas y el sol irrumpió en la estancia para pintarla a ella también de blanco. El único color era el azul del mar más allá del jardín empedrado, porque su lenceria azul no era algo como para estar dibulgar. Comenzó a bajar los escalones, los invitados se pusieron en pie y comenzó un murmullo generalizado, audible incluso por encima del cuarto de cuerda que tocaba en la ceremonia. Leandra sabía bien lo que estaban diciendo. Estarían preguntándose por qué ella.

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