–Tengo que... –Leandra se aclaró la garganta–. Bueno, creo que tengo que empezar a prepararme y algunas llamadas que hacer. Asi que por favor sal...
A Leandra le temblaban las manos cuando agarró el ramo de rosas, el ramo que su hermana habia elegido era blaco mientras el que ella sostenia era en Rojo. Gracias a Dios, jamás habría podido ponerse el vestido o los zapatos de su hermana. Eso sería un auténtico desastre. Del cual la prensa de seguro habría hecho bastante dinero con los grandes titulares. Miro la habitación en la que había pasado las ultimas horas en un estado de estres constante, Dominic fue como el hada madrina de cualquier cuento de hadas, se encargo de ayudarle en solo unas horas apareció con un hermoso vestido de novia e incluiso le ayudo a preparar su maquillaje y terminar la tradición que siempre acompaña a la novia, algo nuevo, prestado y algo azul. Aún se sonroja con solo pensar en la lenceria azul que esta usando hoy. Dominic recordo lo que años antes habia dicho durante la única borrachera que ha tenido en toda su vida, aun no creía que el recordara casi todas las cosas que ella queria para el vestido y los pequeños detalles si algun día llegaba a tener una boda. Hoy realmente la sorprendió, el vestido era un auténtico sueño sacado de cualquier fantasía, Dios si existía algun poder en lo alto Dominic tenía que volverse un gran diseñador. Y era la primera vez que se alegraba de no llevar nada de lo que Reanna había elegido. No quería las flores de su hermana, ni su prometido, ni su vestido ni sus zapatos. Había logrado remplazar algunas cosas. El vestido, los zapatos, las flores eran suyos todo era de su gusto, el novio... no. El estómago le dio un vuelco al mirarse en el espejo y enfrentarse a la realidad de lo que estaba haciendo. En la teoría le había parecido la única solución, nadie quería, ni podía permitir que Santos se quedara con Oros. Si estaba utilizando a la tonta de su hermana mayor, eso no podía ser una recompensa. Pero allí de pie, con el vestido de novia, todo le parecía más real. Más descabellado. Sacó un pañuelo de papel del tocador y se lo llevó a los labios para quitarse el carmín rojo de sus labios y a continuación tomo un pote de su cartera para darse unos pequeños toques sus labios brillaron con el brillo liso de labios, nunca le gusto pintar tanto sus labios lo máximo que solía pintar sus labios era de un color rosa mate. Se quedó mirándolo durante unos segundos. ¿Se quedarían sus labios marcados en los de Nikos? Entonces se dio cuenta. Iba a besarlo. Aquel mismo día. Se dejó caer sobre la silla situada frente al espejo. Iba a casarse con él. Iba a ser una boda de verdad. Y lo peor era que iba a tener que exponerse a la prensa y al ridículo una vez más. Eso era lo que menos le gustaba. Mejor no pensaba tanto las cosas o podía ser la segunda novia en fuga en menos de cuatro horas. Y no sabía si su padre lograría superar que sus dos hijas salieran corriendo prácticamente desde el altar por qué les había entrado pánico de último momento. Aquella boda era algo enorme. Un gran acontecimiento. Reanna era muy popular, un icono del estilo para las masas y la favorita de las portadas de las revistas. Y Nikos... exudaba sex-appeal y misterio, y además era multimillonario hecho a si mismo, algo que llamaba demasiado la atencion, era un ejemplo para muchos jovenes emprendedores. Eso hacía que la boda cobrara tanta importancia. Y ella no encajaba entre tanta fanfarria, le gustaban las cosas sencillas y sin tanto laboroto y esto era todo lo contrario solo esperaba no cometer ningun error durante la ceremonia. Se quedó delante del espejo y se llevó las manos a los pechos, tratando de calmar su alocado corazon, la maera en la que se estaba sintiendo le recordó a una ocasión en la que había ido a un evento con un vestido muy similar al que su hermana se habia puesto en un evento aquel mismo año, solo porque le habia gustado el color del vestido de Reanna y la forma en la que resaltaba su piel y como ambas tenian el mismo color no le parecio mal utilizar el mismo color en el vestido que ella escogio, tremendo error. Había aparecido en una revista de moda bajo el titular ¿A quién le queda mejor? Y Lea había recibido críticas tanto en el artículo como online.Tomar prestada ropa del armario de su hermana era mucho más difícil para ella que para otras adolescentes. Recordaba que se había quedado llorando en el despacho de su padre y que en ese momento había entrado Nikos. –¡Me siento muy humillada, Nikos! –había gritado ella entre sollozos–. ¿Cómo podré superar esto? Nikos se había quedado mirándola con ojos impasibles. Para luego decirle... –Si no quieres que te comparen con tu hermana, deja de ponerte en su lugar. Tú eres diferente. Nunca serás como ella, así que deja de intentarlo – después se había arrodillado frente a ella–. Y nunca dejes que te vean llorar. No les des nada que puedan usar contra ti. Un objetivo irrompible no es un objetivo satisfactorio. Tenía razón, entonces y ahora. Ella no era Reanna. Así que había hecho un esfuerzo por convertirse en todo lo contrario. Y nunca dejaba que la vieran llorar. Ni tampoco bajaba la guardia. Salvo cuando estaba con Nikos, desde que lo conocio en la finca siempre se sentia libre a su lado, luego tuvo que reprimir todo los entimientos y trato de verlo como su cuñado y nada mas. Y, no recordar su encaprichamiento adolescente se había convertido en amor. Incluso había estado a punto de decírselo una noche, cuando quedaban muy pocas personas en el edificio Oros y ellos estaban a solas en su despacho. Pero había perdido el valor. Y, a finales de esa semana, Nikos había anunciado que pensaba casarse con Reanna. «Nunca dejes que te vean llorar». Aquel día, sus palabras se habían repetido en su cabeza una y otra vez mientras sus sueños y sus fantasías se hacían pedazos. Después de aquello, ya no había vuelto a su despacho ni le había dejado más caramelos sobre el escritorio. Desde entonces, no había mostrado una sola grieta en su fachada. Pero daba igual, porque seguía sin gustarle lo que la prensa escribía sobre ella y sabía que aquello no sería una excepción. –Leandra –su padre entró en la habitación y Lea se dio la vuelta al oír su voz–. ¿Estás preparada? –Sí. –¿Estás segura? –Sí. Se sentía mareada y la cabeza le daba vueltas. «Ya sabes lo que es esto. Has firmado el acuerdo. Este matrimonio tiene un final. Probablemente nunca llegue a tocarte». Pero la fantasía y la realidad estaban librando una batalla en su cabeza y era difícil recordar cómo debía sentirse. Quién debía ser ella. Era difícil seguir con la máscara puesta mientras el mundo temblaba bajo sus pies. –Deseo hacer esto –le dijo a su padre. La expresión de su padre cambió, como si estuviera viendo en su interior. –Entiendo –dijo mientras le ofrecía el brazo–. Entonces vamos. Confieso que no estaba preparado para que te casaras aún. –Tengo veintiseis años. –Aun así. Con Reanna, sabía que esto llegaría. Estaba más preparado para que se casara. Y sabía... sabía desde hacía tiempo cuáles eran las intenciones de Nikos. En cuanto sus sentimientos hacia Reanna cambiaron, me lo contó. –Seis años –dijo Lea. Recordaba aquel preciso momento, aquella hora, porque el recuerdo seguía muy nítido en su cabeza. –Reanna quería vivir más. Tenía solo veintidós años cuando Nikos se enamoró de ella. ¿Y tú no quieres vivir? –Puedo vivir con un marido –respondió ella–. Estaré casada, no muerta. –Eso es cierto. Pero sigues siendo mi pequeña. –Papá, hace años que no vivo en casa. –Lo sé. –Y Nikos es como un hijo para ti. Su padre dejó de andar y la miró. –Y, si te hace daño, me encargaré de él personalmente. –No lo hará. Nikos ya no tenía el control sobre su vida. Al menos, en lo referente a sus sentimientos. Quizá siguiera resultándole atractivo, pero ya no estaba enamorada de él. Dejaron de hablar entonces, porque estaban en el recibidor y, más allá, se encontraba el jardín, donde todo estaba dispuesto para la boda. La boda de su hermana todo estaba arreglado de acuerdo a sus gusto, nada era de su agrado nunca penso que se casaria asi . En la boda de Reanna todo era blanco. Una pena que no se hubiera presentado. Lea tragó saliva cuando se abrieron las puertas y el sol irrumpió en la estancia para pintarla a ella también de blanco. El único color era el azul del mar más allá del jardín empedrado, porque su lenceria azul no era algo como para estar dibulgar. Comenzó a bajar los escalones, los invitados se pusieron en pie y comenzó un murmullo generalizado, audible incluso por encima del cuarto de cuerda que tocaba en la ceremonia. Leandra sabía bien lo que estaban diciendo. Estarían preguntándose por qué ella.¿Por qué no su preciosa hermana? Sin duda, todos sabrían que Reanna se había marchado. Porque, si no, Nikos Alexandros nunca la habría preferido a ella. Todo el mundo lo sabría, Leandra siempre había imaginado que se casaría allí, en este lugar, pero en su cabeza había sido diferente. Aunque era primavera todo estaba blanco y dorado, la elegancia se podía ver en cada delicado adorno, su hermana era así tenía un gusto esquisito. Mientras que a ella le hubiese gustado ver mas color, era primavera por Dios Bendito, era para que los colores exaltaran este gran día, como minimo los centros de mesa serian coloridos y menos elegantes, haciendo gala de la estación las flores tenía un mayor protagonismo. Cuando levantó la cabeza y vio a Nikos al final del pasillo, dejo de pensar y comparar esta boda preparada para otra mujer pero siendo ella la protagonista, el corazón le dio un vuelco. Nikos siempre había formado parte de sus fantasías. Claro que, en sus fantasías, él sonreía mientras camina
Nunca le había visto beber. Aquello no era lo mejor para su ego. Que casarse con ella le indujese a beber hacia años que solo provaba como máximo una copa de champán en los eventos sociales y máximo dos copas de vino en la comida. –¿Y qué hay del banquete? –Estoy demasiado ansioso por llevarte a mi casa y consumar este matrimonio –respondió él con sequedad–. Tendremos que saltárnoslo. –¿Qué? –Que nos vamos. Ahora. Nikos volvió a darle la mano y salió con ella por la puerta principal, donde esperaba una limusina. Abrió la puerta de atrás y ella se montó. Después se subió él y cerró la puerta. Miró por la ventanilla, ella siguió la dirección de su mirada y vio al fotógrafo de pie en las escaleras. –Vamos a darle una foto –murmuró –Las lunas están tintadas. –Ya encontrará la manera de solucionarlo. Al fin y al cabo su trabajo es hacer la foto. La pegó a su cuerpo y, por segunda vez en cinco minutos, la besó. Deslizó la lengua entre sus labios para saborearla y, una vez más, ella
–Yo no celebro fiestas –contestó él con voz cómicamente seria. –Entonces, misterio resuelto. Por eso nunca he estado aquí. El coche se detuvo y ella salió, pues no quería esperar a que Nikos o el conductor le abrieran la puerta. Cuanto más avanzaba el día, más extraña se sentía con aquel vestido. Todo le parecía como un sueño de muy mal gusto, estaba loca por entrara a la casa y ver cual sería la habitación que ocuparia durante si estancia en aquella donde vivirá por los próximos tres años para sacarse el vestido. Cada vez que la había besado, la fantasía les había envuelto y había hecho que todo pareciera una de aquellas fantasías de cuando era adolescente. Pero, ahora, de pie frente a su casa de cristal y acero, con la luz del sol bañándole la piel y la brisa procedente del mar colándose por debajo de la falda, todo parecía demasiado real. –¿Podemos entrar? –preguntó–. Tengo mucho calor. –No me extraña, con ese vestido –la guió hacia la casa, ella le siguió y se sintió aliviada
Nikos se despertó sin resaca de mil demonios, hacia años que no bebia de esta manera siempre se controlaba y la bebida podia hacerle perder el control hasta el hombre mas senato. Nada mas de pensar en la razon por la cual tomo, el mal humor que siente se multiplica por mil, soñar con Leandra. . Como había señalado Leandra, él no bebía alcohol. Valoraba demasiado su autocontrol. El vicio era la perdición de un hombre. La necesidad de alcohol, drogas o sexo era responsable de gran parte de la maldad del mundo. Algo que él había vivido en un momento de su vida. Algo que había presenciado con detalle. Algo que había hecho lo posible por destruir.No permitía que el vicio le dominara. Ya no. Que la mjerque supuestamente seria su compañera en esta vida le hubiera abandonado no era razón para renunciar a eso. Pero sí que le hería el orgullo. No había imaginado que el orgullo pudiera ocupar un lugar tan importante en su vida, pero, al parecer, era así.Bajó las escaleras vestido solo con unos
–¿Por qué tienes que tener el control de esa manera ? –preguntó ella con la mirada llena de compasion, Lea siempre ha sido una chica demasiado gentil si conociera quien fue el en realidad no le miraría de esa forma. Ni su verdadero nombre sabia ella. El dia que su padre lo acogio en su casa el abandono todo lo relacionado con su antiguo yo, para transformarce en el hombre que era actualemente.–No sabes nada–respondió él mientras daba vueltas de un lado a otro, no queria recordar su pasado, no ahora ni mucho menos en el futuro es parte de su vida habia sido sepultada–. Esto sol es un contratiempo he superado cosas peores...Lea se quedó mirándolo y advirtió la tensión en su mandíbula y en el resto de su cuerpo. Veia que su flamante nuevo marido estab incomodo por la situacion, Alexandros era un maestro del control, pos todo lo que habia dicho no estab segura si el amaba a su hermana, podia ver que ella misma habia idialisado a Nikos como un principe azul y en realidad era un hombre
Aquellas palabras no le dolieron tanto como podrían haberlo hecho, porque se daba cuenta de que se debían al dolor que sentía. No a ella. –Tengo veintiseis años. No soy una niña. –No... no he tenido tiempo para acostumbrarme al nuevo plan. –Y el plan lo es todo, ¿verdad? –era algo que había aprendido de él en las últimas veinticuatro horas era que Nikos siempre estaba haciendo planes, era como si su vida girara en torno hacer planes, nunca hacía nada de forma expontanea –Sí, Leahndra Alexandros. El plan lo es todo –admitió él–. ¿Cómo vives tu vida sin un plan? –Sigue a tu corazón. A tus pasiones... –La pasión es el elemento más destructivo de la vida. –¿No sientes pasión? –La niego. –¿Ni siquiera por Reanna? –Por nada ni por nadie. La vida es más simple cuando sabes que esperar en casa situación. –Entonces la vida sería aburrida. Además Nikos pensé que la amabas. –¿Qué tiene eso que ver con la pasión? –preguntó –Todo. –En eso te equivocas, Leandra La pasión es egoísmo.
Nikos se quedó mirándola y vio que ella no le miraba a él, no realmente era como si ya no mostrará el interés solo atendía lo que estaba hablando con cortesía y educación. No como solía hacerlo antes, esto realmente lo confundía. ¿ Cuál era la Leandra real? ¿La fría mujer que tenía enfrente o la chica que le regalaba dulce cuando era una cria?. Normalmente, cuando la miraba, veía a la chica de ojos brillantes; ahora tenía otro aspecto ella era hermosa, no como la belleza clásica de su hermana sino a su manera. Claro que tenía que mirala bien para darte cuenta de esas pequeñas cosas que le hacían resaltar. Ahora mismo parecía algo cansada y hasta derrotada Nunca antes la había visto así, eso lo hacía sentir incómodo y frustrado. Leandra era una mujer con mucha energía, verla así no le gustaba ni un poquito. –Tendrás que estar lista a las seis a más tardar siete. –De acuerdo, no tendrás que esperar a las seis estaré lista–contestó ella sin apartar la mirada del ordenador. –Y tendrá
El día anterior la había abrazado y besado, pero entonces solo quería marcharse de la boda antes de que empezaran las preguntas, y no se había parado a pensar en lo agradables que resultaban esos labios o las curvas de su cuerpo. De pronto, era lo único en lo que podía pensar.Se suponía que el matrimonio debía hacer que todo fuera más fácil, pero, hasta el momento, estaba complicándolo todo más. Le hacía sentir que estaba retrocediendo. Regresando al lugar en el que había empezado. Volviendo a ser el hombre que había sido antes. Volviendo al infierno.Cerró los ojos por un momento y bloqueó los recuerdos. Deslizó los dedos suavemente por su cintura mientras entraban en el hotel. Estaba acostumbrado a ir a sitios así con Reanna, con el brazo alrededor de su cintura. Pero Leandra era diferente, sus caderas eran más anchas que las de su hermana, algo así le resultaba interesante. Bajó la mano ligeramente y acarició la curva de su cadera. Sí, muy interesante.–¿Es necesario que hagas eso