Nikos maldijo a los medios de comunicación a la mañana siguiente. De no haber sido por ellos, podría haber escapado de su esposa durante un tiempo, dado que tenía negocios que requerían su presencia en las oficinas centrales de Nueva York. Pero los medios se lo impidieron. Aunque en realidad no fueron solo los medios. Los empleados de la empresa habrían echado de menos a Leandra si se presentaba allí sin ella, teniendo en cuenta que acababa de casarse con la heredera.Sí, estaba atrapado. Necesitaba distancia para recuperar el control sobre sí mismo. Entró en el estudio y encontró a Leandra sentada en el sofá frente al portátil y un regaliz rojo colgando de sus labios. Aquella combinación de elementos le hizo recordar la noche anterior. Sucelebro solo habia podido procesar parte de la imagen que ella, todo lo que podia pensar era Dulce mas Rojo Labios igual a beso, Dios Bendito que le ocurria hacia años que habia aprendido que debia controlarse y no dejarse llevar por sus deseos. Esa
Leandra apartó la mirada y levantó la mano para apretarse la coleta. Después se mordió el labio inferior y él recordó haber hecho lo mismo la noche anterior. Nikos sintió la tensión en el estómago y en la ingle. Lo único que podía hacer era mirarla y concentrarse en el calor que invadía todo su cuerpo. –Te lo daré todo –añadió lentamente–, porque eres mi esposa. Y nadie más que tú ocupa ese puesto. Ni ahora ni nunca. No importa cómo haya empezado esto. –Gracias, Nikos –contestó ella con tristeza en la mirada. Él deseaba ofrecerle más. Ofrecerle consuelo. El problema era que él era la última persona en el mundo a la que debiera permitírsele ofrecer consuelo. O ternura. Porque, si alguna vez bajaba las barreras, la oscuridad comenzaría a invadirlo todo. Normalmente, regresar alaCoorporacion era como regresar a casa. Pero Leandra no se sintió como en casa al entrar en el recibidor de mármol. Estaba igual, pero todo había cambiado. Su padre no estaba allí. Estaba en Rodas. Y, aunque no
Jose Koars le había acogido y le había mostrado que había otra forma de vivir, otra manera de actuar. Se sentó frente al escritorio y, de pronto, se dio cuenta de por qué le parecía tan vacío. Un curioso recuerdo del pasado que, ahora, parecía muy vívido. Leandra no le había dejado ningún dulce. Los días en Nueva York fueron básicamente tristes, firma de contratos y interminables reuniones. Leandra lo evitó todo lo que pudo, las pocas veces que estuvieron juntos fue porque era inevitable y siempre habían más personas en la habitación. El resto del tiempo ella lo pasó en la sucursal de su tienda o en su laboratorio, experimentando con los sabores, ella siempre estaba ocupada o tenía algo que hacer, eran simples excusas pero eran validas pues no habia manera de refutar sus argumentos. Leandra no solía dedicarle mucho tiempo a la creación de nuevos productos, no en ese punto de su carrera. Ella había formado equipos altamente calificado en cada uno de sus laboratorios, pero, cuando es
Abrió la puerta y entraron, Leandra le siguió y escudriñó el lugar. Era una estancia enorme con techo con vigas descubiertas, el suelo también estaba hecho de madera y daba la impresión de ser algo rústico en mitad de tanto lujo,con una decoración sencilla pero se dejaba ver el poder del dinero aquí y allá. Le gustó la forma en la que estaba configurada la distribución de las habitaciones, se quedó contemplando alguna de las pinturas. Podía apostar su negocio que los cuadros colgados en las paredes eran originales por no decir nada del hermoso candelabro que colgaba en la entrada. El dormitorio estaba separado de la zona principal por una cortina de gasa. Al otro lado, había una cama para dos. Ella no era boba sabía que en algún momento de su matrimonio tendría que compartir habitación con Nikos y al parecer había llegado el momento. - Te gusta lo que vez. –No está mal, hasta hora lo que he visto me a gustado pero no tenías miedo a que no me gustara el lugar,corristes un gran ries
Leandra estiró la mano y le acarició la cara. –No sé... Es más agradable que pelear, que parece que es lo único que podemos hacer. Pelear y besarnos. Es como un ciclo, la verdad ya estoy algo cansada, no sé si se te ocurre algo mejor que hacer. Y, en ese instante, las riendas que le frenaban se rompieron. Agachó la cabeza y la besó en los labios. Y encontrándose demasiado ansioso para esperar, comenzó primero acariciar sus pechos de manera sutil pero provocadora. Cuando se apartó, ella tenía los ojos muy abiertos y la boca hinchada, y podía ver claramente que ella ansiaba más de las caricias que le estaba proporcionado. –Oh –murmuró. –¿Qué? No dijistes que hiciera algo más para salir del ciclo en el que nos encontramos–preguntó él, temiendo haber sobrepasado los límites. –Perdona, pero es que me has dejado la mente en blanco. –¿Y eso es bueno? –Sí. Es solo que... No creo que pueda decir nada ocurrente durante al menos un minuto, así que quizá podrías apartar la mirada y dejarme
Nunca había experimentado aquella urgencia pero aquí y ahora estaba temblando y sentía que la necesitaba más que al aire. Intentó recuperar algo del control sobre sus emociones y mirarla y ver a la niña que había sido, intentó recordar por qué en otra época no la había deseado, aunque ya no estaba seguro de si esa época había existido. ¿Cómo podría no haberse dado cuenta de aquello? ¿Cómo podría no haberla deseado? Ella era pura seducción, su forma de ser le atraía y constantemente se estaba preguntando ¿que estaba haciendo ella? Recordó a la chiquilla que siempre le dejaba regalos, cosas simples un dulce, una pulsera que había tenido, un libro que quería leer. Ella siempre estaba en casa momento libre junto a él, le contaba todo lo que ocurría en su vida. Una jovencita que le había hecho sentir como ninguna otra persona. Importante, especial y único, ella fue la primera que le reconoció no por ser el hijo de su padre sino por ser él. Un chico lleno de sueños y planes. Ni siquiera la
Aquella conversación le hacía sentir incómodo, no sabía lo que Leandra pretendía así que le provocó para que dejara a un lado el tema y se consentrara solo en él. Tal vez fuera su orgullo masculino, quizá no fuera tan diferente de los demás hombres en esos aspectos. Tan inmune a las cosas estúpidas por las cuales los hombres se median, sabía que no había nada de malo en seguir los instintos. Cualquier hombre podía tener todo el sexo que quisiera, pero él no. El control era lo verdaderamente importante. Aún así, le daba un poco de vergüenza confesárselo a su esposa. –No lo pareces, eso seguro –murmuró ella. –¿No? –Has visto muchas cosas. Se refleja en tus ojos –estiró la mano y le acarició la frente–. ¿Qué has visto, querido esposo? –Cosas que tú no has visto. No quiero que cargues con eso. –Pero, como bien dijiste, no naciste el día que te presentaste en la finca de mi padre. –El hombre que soy ahora sí lo hizo. Y ese hombre es quien va a hacer el amor contigo esta noche. No el h
Le desabrochó el sujetador y ella se lo quitó y lo tiró al suelo. Nikos volvió a rodearla con un brazo, agarró su pecho y sintió el pezón erecto contra la mano. Era la primera vez que tocaba así a una mujer.–Necesito verte –le dijo mientras le besaba el hombro–. He esperado mucho tiempo.Leandra se dio la vuelta y lo miró con ojos brillantes.–Yo también ... No había vergüenza ni timidez en su mirada, y él no se cansaba de mirar y ver el deseo que en sus hermosos ojos se reflejaba. Nunca había visto nada tan hermoso como esposa, allí de pie, con los pechos desnudos y los pezones erectos. Recorrió su cuerpo con la mirada y se fijó en la prenda que cubría su parte más íntima.–Quítatelas –le dijo.Sin dejar de mirarlo, ella introdujo los dedos bajo las bragas y se las bajódespacio.–Dios eres hermosa, estoy a punto de saltarme algunos pasos, pero necesito ... –murmuró él.Se arrodilló ante ella y le dio un beso en la tripa, justo debajo del ombligo. Y después más abajo. Estaba tembl