Leandra estiró la mano y le acarició la cara. –No sé... Es más agradable que pelear, que parece que es lo único que podemos hacer. Pelear y besarnos. Es como un ciclo, la verdad ya estoy algo cansada, no sé si se te ocurre algo mejor que hacer. Y, en ese instante, las riendas que le frenaban se rompieron. Agachó la cabeza y la besó en los labios. Y encontrándose demasiado ansioso para esperar, comenzó primero acariciar sus pechos de manera sutil pero provocadora. Cuando se apartó, ella tenía los ojos muy abiertos y la boca hinchada, y podía ver claramente que ella ansiaba más de las caricias que le estaba proporcionado. –Oh –murmuró. –¿Qué? No dijistes que hiciera algo más para salir del ciclo en el que nos encontramos–preguntó él, temiendo haber sobrepasado los límites. –Perdona, pero es que me has dejado la mente en blanco. –¿Y eso es bueno? –Sí. Es solo que... No creo que pueda decir nada ocurrente durante al menos un minuto, así que quizá podrías apartar la mirada y dejarme
Nunca había experimentado aquella urgencia pero aquí y ahora estaba temblando y sentía que la necesitaba más que al aire. Intentó recuperar algo del control sobre sus emociones y mirarla y ver a la niña que había sido, intentó recordar por qué en otra época no la había deseado, aunque ya no estaba seguro de si esa época había existido. ¿Cómo podría no haberse dado cuenta de aquello? ¿Cómo podría no haberla deseado? Ella era pura seducción, su forma de ser le atraía y constantemente se estaba preguntando ¿que estaba haciendo ella? Recordó a la chiquilla que siempre le dejaba regalos, cosas simples un dulce, una pulsera que había tenido, un libro que quería leer. Ella siempre estaba en casa momento libre junto a él, le contaba todo lo que ocurría en su vida. Una jovencita que le había hecho sentir como ninguna otra persona. Importante, especial y único, ella fue la primera que le reconoció no por ser el hijo de su padre sino por ser él. Un chico lleno de sueños y planes. Ni siquiera la
Aquella conversación le hacía sentir incómodo, no sabía lo que Leandra pretendía así que le provocó para que dejara a un lado el tema y se consentrara solo en él. Tal vez fuera su orgullo masculino, quizá no fuera tan diferente de los demás hombres en esos aspectos. Tan inmune a las cosas estúpidas por las cuales los hombres se median, sabía que no había nada de malo en seguir los instintos. Cualquier hombre podía tener todo el sexo que quisiera, pero él no. El control era lo verdaderamente importante. Aún así, le daba un poco de vergüenza confesárselo a su esposa. –No lo pareces, eso seguro –murmuró ella. –¿No? –Has visto muchas cosas. Se refleja en tus ojos –estiró la mano y le acarició la frente–. ¿Qué has visto, querido esposo? –Cosas que tú no has visto. No quiero que cargues con eso. –Pero, como bien dijiste, no naciste el día que te presentaste en la finca de mi padre. –El hombre que soy ahora sí lo hizo. Y ese hombre es quien va a hacer el amor contigo esta noche. No el h
Le desabrochó el sujetador y ella se lo quitó y lo tiró al suelo. Nikos volvió a rodearla con un brazo, agarró su pecho y sintió el pezón erecto contra la mano. Era la primera vez que tocaba así a una mujer.–Necesito verte –le dijo mientras le besaba el hombro–. He esperado mucho tiempo.Leandra se dio la vuelta y lo miró con ojos brillantes.–Yo también ... No había vergüenza ni timidez en su mirada, y él no se cansaba de mirar y ver el deseo que en sus hermosos ojos se reflejaba. Nunca había visto nada tan hermoso como esposa, allí de pie, con los pechos desnudos y los pezones erectos. Recorrió su cuerpo con la mirada y se fijó en la prenda que cubría su parte más íntima.–Quítatelas –le dijo.Sin dejar de mirarlo, ella introdujo los dedos bajo las bragas y se las bajódespacio.–Dios eres hermosa, estoy a punto de saltarme algunos pasos, pero necesito ... –murmuró él.Se arrodilló ante ella y le dio un beso en la tripa, justo debajo del ombligo. Y después más abajo. Estaba tembl
Nikos apartó la mano y ella continuó andando hacia la cama. Descorrió la cortina del dormitorio y se tumbó sobre las almohadas, con los brazos abiertos. Él se acercó a la cama y se quedó allí de pie. Ella se arrodilló sin dejar de mirarlo, se inclinó y le dio un beso en el pecho mientras él le pasaba los dedos por el pelo. Leandra siguió bajando con los labios sobre sus abdominales, hasta que rozó con la lengua la punta de su erección. El placer y el calor recorrieron su piel y amenazaron con destruirle. La agarró del pelo y tiró de su cabeza. –No vamos a jugar así, agape –murmuró–. Esta noche no, estoy demasiado al borde de perder el control. –Pero tú me lo has hecho a mí. Yo quiero saborearte. –¡No! Esta noche te he dicho que no Leandra. –Entonces, ¿qué es lo que quieres? –Esto –se tumbó con ella en la cama, agachó la cabeza, se metió uno de sus pezones en la boca y comenzó a estimularlo con la lengua. Repasó mentalmente las instrucciones que había leído sobre cómo complacer a
A la mañana siguiente, trató de evitar a Nikos todo lo posible. Cuando se despertó, a primera hora , él estaba dormido en el sofá. Tuvo que contener la necesidad de acercarse y taparlo con una manta, o apartarle el pelo de la frente, o intentar colocarlo en una postura más cómoda. Comprendió durante la noche que no podía ocultar lo que sentía, ella lo había amado. Negó sus sentimientos cuando el escogió a su hermana, apartándose y enfocando su vida primero a los estudios luego hacer crecer su negocio de dulce, pero después de la noche compartida era imposible negar por más tiempo que había amado a Nikos todos estos años cuando estaba prohibido para ella, pero ahora el era su esposo no entendía porque se había alejado de ella de esa manera. Le dolió su reacción y ella tenía también algo de orgullo y autoestima si el no quería estar con ella se alejaría y le daría su espacio. Era evidente que se había quedado dormido mientras trabajaba, medio sentado, con el portátil frente a él y el
Nikos tomó aliento, incapaz de apartar la mirada de los pechos de su esposa, por mucho que lo intentara. –Maldita sea, no quieres saber esto, Leandra. Es el tipo de oscuridad que tú nunca has visto. –Puedo asimilar tu oscuridad, Nikos así que dime. –No quiero que tengas que asimilarlo. No quiero que nada de mi pasado te pueda tocar. –Soy dura. Me he casado contigo, eso significa que me importa. No soy una niña Nikos, he vivido toda mi vida frente al mundo. Mucha gente ha escrito cosas horribles sobre mí, y todo porque, cuando tienes una imagen pública, te guste o no, la gente piensa que eres de su propiedad, y si por alguna casualidad no te comportas como ellos quieren o esperan de ti, se desata el infierno mediático.Y eso me ha enseñado muchas cosas sobre las personas, muchas cosas horribles y de lo que pueden llegar a ser por conseguir lo que ellos quieren de ti. Puede que a ti te parezca inocente, pero la verdad es que he visto más cosas de las que crees, no he vivido en una
Nikos estaba sentado al pie de la cama, no sabía cuanto tiempo habia estado en esa posición, supuso que bastante ya que tenía sus pies con calabres. Su mente era un caos después de decirle a Leandra quien era el, se asusto así que se fue dejandola sola. Había estado pensando durante toda la tarde sobre lo que haría cuando la viera, ella era su esposa, eso no podía cambiarse. Además le habia prometido tener un matrimonio... pero, cuando le tocaba, él se quedaba en blanco. Ya no podía ver el camino frente a él. Solo veía aquellos ojos de color tostado. Unos ojos que le habían puesto a prueba años atrás . Qué le habían tentado a hacer algo que no había identificado. Algo de lo que había intentado apartarse, por eso persiguio y se comprometio con Reanna, pero ahora esos ojos habían vuelto a embrujarle. Y ya no podía aferrarse a su control. Solo la veía a ella, la mujer no la chica de la que salió uyendo una vez hacía ya tantos años. Los problemas empezaban realmente cuando Leandra le to