Nikos se quedó mirando a Leandra, la mujer que hasta hacía media hora, el la consideraba su futura cuñada. Ahora estaba hablando de ser su esposa. En su cabeza seguía siendo la chica rellenita chica de dieciséis años con afición por los dulces. Si era sincero consigo mismo hubo un momento en el que ella trastocó su mundo, pero eso era algo del pasado y el ya no era el chico de casi veinte años lleno de hormonas, el era un hombre.
Aún recordaba con claridad encontrarse un caramelo esperándole con sus herramientas de jardinería todos los días cuando había empezado a trabajar en la finca. Y, lo que había empezado como un juego de niños, se había convertido en una tradición. Cuando había empezado las prácticas en las oficinas de centrales de Oros, allí había un caramelo sobre su escritorio. Y después, al establecerse por su cuenta y comenzar su propia empresa, un enorme surtido de bombones en su despacho. Sí, cada vez que veía alguno de sus regalos, se imaginaba a Leandra, la niña. La chica dulce y sencilla Leandra, que le miraba y veía a alguien a quien merecía la pena sonreír. Pero aquella imagen no encajaba con la realidad que tenía ante él. Ahora era una mujer, parte de su redondez había desaparecido dejando paso a unas espectaculares curvas, que se podian apreciar sutilmente en el diseño del vestido de dama de honor que llevaba en ese momento. Seguía teniendo el pelo oscuro y largo, pero más elegante que cuando era adolescente. Y había una determinación en ella que jamás había visto antes. Aun así, no se parecía en nada a Reanna. La hermosa y esbelta mujerque supuestamente deberia desposar. Reanna, la mujer en la que se había fijado tantos años atrás, cuando habia llegado siendo un don nadie a la mansion delos Kours. La mujer con la que había planeado casarse durante tantos años. Era la única mujer a la que alguna vez había amado, en realidad no ambos tenían un acuerdo y su relación se basaba en eso. Y ella le había abandonado. Se había llevado consigo Oros y toda su vida quedaría hecha añicos a sus pies. Si permitía que ocurriera. Si no aceptaba la oferta de Leandra. Rechazarla no le reportaría ningún beneficio. No sería lógico. Sin embargo, le costaba imaginársela como esposa. Como la mujer con la que compartiría su vida, a la que se llevaría a los eventos y a la cama. Leandra no era la mujer con la que se había imaginado o soñado hacer esas cosas. ¡Jamás! Eso representaría un grave peligro para su autocontrol y sin embargo estaba planteándose la idea. –Vamos, no hagas esperar a una chica –dijo ella con una leve sonrisa. Como si estuviera tranquila. Como si aquello no fuera más que una interesante distracción. Nikos se preguntó en qué momento se habría vuelto tan calculadora. Cuándo habría dejado atrás la dulzura para convertirse en una fría mujer de negocios. –Acepto –contestó al fin–. Haré una llamada para que venga la costurera y te ajuste el vestido de Novia A Leandra se le sonrojaron las mejillas, aunque mantuvo una expresión fría. –¿No podría quitarle treinta centímetros al dobladillo y añadirlo a la altura de la cintura? Mejor llamo a Dominic el sabra que hacer, no se podra hacer mucho pero algo se le ocurrira para que por lo menos me vea presentable en este gran dia. Estaba exagerando, pero, aun así, tenía razón. Su hermana era alta y angulosa, mientras que ella era una cabeza mas baja y con mas curvas algo imposible de olvidar y mucho menos ignorarlo; tenía una talla mayor que la de su hermana. Aunque sus proporciones no carecían de atractivo. Simplemente, nunca había pensado en ello demasiado, tenia otras prioridades. –Entonces, ¿qué talla? Te encargaré uno nuevo. –Haré una llamada y Dom me ayudara, no te preocupes –dijo ella, aún con las mejillas sonrojadas–. No será a medida, por supuesto, pero estara a la altura de este día, al final no todos los días me caso... –Sigues siendo una heredera Kours –dijo él. –Sí, prácticamente somos intercambiables... –No me refería a eso. No sois intercambiables. Tú no eres ella. –Reanna, que en su cabeza representaba su vida perfecta. Había imaginado que, cuando llegase aquel día, habría llegado a su destino en vez de caminar sin cesar. Nunca la había tocado, no más de un beso inocente, pero, durante los últimos seis años, había existido un entendimiento entre ellos. No habían pasado todo su tiempo juntos, no habían actuado como una pareja. Reanna no deseaba sentirse encadenada. Había querido vivir su vida. Pero él había estado convencido de que, al final, regresaría a él. Se había equivocado. Y no le gustaba equivocarse. –Lo siento –dijo Lea–. No siento no ser mi hermana sino que se haya marchado. –Claro que lo sientes. Ahora te toca quedarte conmigo. Ella lo miró con brillo en sus ojos tostados. No sabía por qué parecía como si fuese a echarse a llorar. ¿Sería por la situación? Aunque ella hubiese ayudado a crear la situación, tampoco era que él le hubiese pedido que reemplazara a su hermana. ¿O sería quizá por sus comentarios? En cualquier caso, no le gustaba. Jose Kours se había convertido en su mentor cuando era adolescente, y la familia de Jose había pasado a ser la suya en muchos aspectos. Nunca haría nada que pudiera herir a la familia Kours. Jamás. –No es demasiado tarde para echarse atrás, Leandra. No te haré responsable de una declaración precipitada hecha en un momento emotivo. –Es todo muy emotivo. –Me refería a que es emotivo para ti. –Y para ti también. ¿Acaso no sientes nada? –Claro que siento algo. Pero no tomo decisiones basadas en las emociones, razón por la cual estoy dispuesto a casarme contigo en vez de con Reanna. Es lo lógico –así mantendría su plan en movimiento hasta que pudiera cambiar las cosas. Hasta que pudiera recolocarlo todo en su cabeza. La planificación le hacía tener el control, y el control lo era todo. Sabía lo que ocurría cuando se perdía el control. Sabía lo que sucedía cuando un hombre vivía de sentimientos. –Sí. Bueno, aunque puede que la situación sea emotiva, no me he ofrecido por eso. –Oros es mía, por derecho no de sucesión sino por qué me la he ganado con mi trabajo. No llevo vuestra misma sangre, pero tu padre me entrenó para esto, para ocupar su lugar y proteger el legado corporativo que tus abuelos construyeron. –Lo sé. Y yo he trabajado demasiado duro en mi negocio como para ver cómo se desvanece todo. Por casua de un capricho de mi hermana mayor, y no vayas a defenderal Nikos ambos sabemos que lo que he hecho no es algo propio de ella, además de que con su acción nos estaba perjudicando a todos, a papá a tí y a mí, por no decir a los cientos de empleados que trabajan en cada sucursal de Oros en el Mundo, y al resto de negocios donde la empresa tiene acciones... Nikos miró a Leandra y se preguntó si la habría subestimado. Sabía que tenía una mente empresarial, mientras que, probablemente, Reanna hubiera utilizado el dinero que su padre le había dado para ser socia silenciosa en algunos proyectos y ayudar así a expandir su red de contactos personales. Esa era una de las razones por las que Reanna había tenido tanto valor en su vida. Hacía lo que él no hacía. Conectaba con la gente, hacía amigos con facilidad y utilizaba su carisma para lograr lo que deseaba. En resumen, era el accesorio perfecto en su vida. Lea, por otra parte, estaba más centrada en los negocios. Posiblemente, desearía que alguien le echara una mano para tomar las decisiones en Oros, y estaría en su derecho, dado que la propiedad la compartirían su esposa y él. –¿Qué más sabes, Leandra? –Mucho, veo y escucho cosas, al ser quien soy para muchas personas soy insignificate algo que me ha permitido sobresalir en mi negocio, la primera regla cuando comienzas un negocio propio es no subestimar a tu oponente, o a la persona que te esta presentando un trato comercial, y en mas de una acacion he disfrutado borrando las sonrisas petulantes ... Ademas Nikos se lo mucho que esto significa para ti. Sé que no has pasado años trabajando para mi padre para no acabar dirigiendo Oros Era cierto. Jose Kours se había convertido en su mentor cuando era un joven años, sin educación y sin dinero, y había empezado a trabajar en la finca. Él acababa de abandonar la mansión de su padre, había huido de la gran ciudad en la que había crecido, que estaba llena de corrupción. Jose y su familia iban cada verano y cada invierno a la finca donde el había encontrado refugio y tranquilidad, luego prácticamente habían comenzado a vivir allí el año entero. Al contrario que otras familias adineradas para las que había trabajado, los Koars eran amables con sus empleados. Sobre todo Jose, que se tomaba el tiempo necesario para hablar con todos y conocerlos mejor. Y había mostrado un especial interés en él. En muchos aspectos, había sido como un padre. Pero sobre todo le había inculcado el interés por los negocios. Nikos había pasado tres años trabajando para Oros en Estados Unidos. Después había montado su propio negocio, que se centraba más en las tiendas que en la fabricación. Había triunfado gracias a Jose, sabiendo que, al final, Oros le pertenecería. Igual que Reanna. Aquel día había perdido una de esas dos cosas; no perdería la otra. –Ves muchas cosas, Leandra. Y creo que has heredado la habilidad de tu padre para reconocer un buen trato empresarial. Y su incapacidad para dejarlo pasar. –Soy una Kours , Nikos no se porque te asombras con lo que digo, y muchas personas saben que mi pasión son los dulces pero eso no quiere decir que no estudiara y me graduara en una prestigiosa universidad en Administración y Dirección de Empresa. Tambien tengo varios cursos en marketing, logistica , comercio exterior. Soy una cerebrito... al parecer te olvidastes de eso. –Reanna también... –Yo no soy mi hermana, no nos parecemos ni en el fisico ni en el cerebro, no la justifiques, ambos sabemos que mi hermana es mas la excelente anfitriona que una empresaria. Tendrás que recordar eso. Compartimos muchas cosas pero otras no. No olvides que ella no esta aqui y yo si, no soy de las que abandona el barco a ultima hora... –No creo que se me olvide.–Tengo que... –Leandra se aclaró la garganta–. Bueno, creo que tengo que empezar a prepararme y algunas llamadas que hacer. Asi que por favor sal... A Leandra le temblaban las manos cuando agarró el ramo de rosas, el ramo que su hermana habia elegido era blaco mientras el que ella sostenia era en Rojo. Gracias a Dios, jamás habría podido ponerse el vestido o los zapatos de su hermana. Eso sería un auténtico desastre. Del cual la prensa de seguro habría hecho bastante dinero con los grandes titulares. Miro la habitación en la que había pasado las ultimas horas en un estado de estres constante, Dominic fue como el hada madrina de cualquier cuento de hadas, se encargo de ayudarle en solo unas horas apareció con un hermoso vestido de novia e incluiso le ayudo a preparar su maquillaje y terminar la tradición que siempre acompaña a la novia, algo nuevo, prestado y algo azul. Aún se sonroja con solo pensar en la lenceria azul que esta usando hoy. Dominic recordo lo que años antes habia dich
¿Por qué no su preciosa hermana? Sin duda, todos sabrían que Reanna se había marchado. Porque, si no, Nikos Alexandros nunca la habría preferido a ella. Todo el mundo lo sabría, Leandra siempre había imaginado que se casaría allí, en este lugar, pero en su cabeza había sido diferente. Aunque era primavera todo estaba blanco y dorado, la elegancia se podía ver en cada delicado adorno, su hermana era así tenía un gusto esquisito. Mientras que a ella le hubiese gustado ver mas color, era primavera por Dios Bendito, era para que los colores exaltaran este gran día, como minimo los centros de mesa serian coloridos y menos elegantes, haciendo gala de la estación las flores tenía un mayor protagonismo. Cuando levantó la cabeza y vio a Nikos al final del pasillo, dejo de pensar y comparar esta boda preparada para otra mujer pero siendo ella la protagonista, el corazón le dio un vuelco. Nikos siempre había formado parte de sus fantasías. Claro que, en sus fantasías, él sonreía mientras camina
Nunca le había visto beber. Aquello no era lo mejor para su ego. Que casarse con ella le indujese a beber hacia años que solo provaba como máximo una copa de champán en los eventos sociales y máximo dos copas de vino en la comida. –¿Y qué hay del banquete? –Estoy demasiado ansioso por llevarte a mi casa y consumar este matrimonio –respondió él con sequedad–. Tendremos que saltárnoslo. –¿Qué? –Que nos vamos. Ahora. Nikos volvió a darle la mano y salió con ella por la puerta principal, donde esperaba una limusina. Abrió la puerta de atrás y ella se montó. Después se subió él y cerró la puerta. Miró por la ventanilla, ella siguió la dirección de su mirada y vio al fotógrafo de pie en las escaleras. –Vamos a darle una foto –murmuró –Las lunas están tintadas. –Ya encontrará la manera de solucionarlo. Al fin y al cabo su trabajo es hacer la foto. La pegó a su cuerpo y, por segunda vez en cinco minutos, la besó. Deslizó la lengua entre sus labios para saborearla y, una vez más, ella
–Yo no celebro fiestas –contestó él con voz cómicamente seria. –Entonces, misterio resuelto. Por eso nunca he estado aquí. El coche se detuvo y ella salió, pues no quería esperar a que Nikos o el conductor le abrieran la puerta. Cuanto más avanzaba el día, más extraña se sentía con aquel vestido. Todo le parecía como un sueño de muy mal gusto, estaba loca por entrara a la casa y ver cual sería la habitación que ocuparia durante si estancia en aquella donde vivirá por los próximos tres años para sacarse el vestido. Cada vez que la había besado, la fantasía les había envuelto y había hecho que todo pareciera una de aquellas fantasías de cuando era adolescente. Pero, ahora, de pie frente a su casa de cristal y acero, con la luz del sol bañándole la piel y la brisa procedente del mar colándose por debajo de la falda, todo parecía demasiado real. –¿Podemos entrar? –preguntó–. Tengo mucho calor. –No me extraña, con ese vestido –la guió hacia la casa, ella le siguió y se sintió aliviada
Nikos se despertó sin resaca de mil demonios, hacia años que no bebia de esta manera siempre se controlaba y la bebida podia hacerle perder el control hasta el hombre mas senato. Nada mas de pensar en la razon por la cual tomo, el mal humor que siente se multiplica por mil, soñar con Leandra. . Como había señalado Leandra, él no bebía alcohol. Valoraba demasiado su autocontrol. El vicio era la perdición de un hombre. La necesidad de alcohol, drogas o sexo era responsable de gran parte de la maldad del mundo. Algo que él había vivido en un momento de su vida. Algo que había presenciado con detalle. Algo que había hecho lo posible por destruir.No permitía que el vicio le dominara. Ya no. Que la mjerque supuestamente seria su compañera en esta vida le hubiera abandonado no era razón para renunciar a eso. Pero sí que le hería el orgullo. No había imaginado que el orgullo pudiera ocupar un lugar tan importante en su vida, pero, al parecer, era así.Bajó las escaleras vestido solo con unos
–¿Por qué tienes que tener el control de esa manera ? –preguntó ella con la mirada llena de compasion, Lea siempre ha sido una chica demasiado gentil si conociera quien fue el en realidad no le miraría de esa forma. Ni su verdadero nombre sabia ella. El dia que su padre lo acogio en su casa el abandono todo lo relacionado con su antiguo yo, para transformarce en el hombre que era actualemente.–No sabes nada–respondió él mientras daba vueltas de un lado a otro, no queria recordar su pasado, no ahora ni mucho menos en el futuro es parte de su vida habia sido sepultada–. Esto sol es un contratiempo he superado cosas peores...Lea se quedó mirándolo y advirtió la tensión en su mandíbula y en el resto de su cuerpo. Veia que su flamante nuevo marido estab incomodo por la situacion, Alexandros era un maestro del control, pos todo lo que habia dicho no estab segura si el amaba a su hermana, podia ver que ella misma habia idialisado a Nikos como un principe azul y en realidad era un hombre
Aquellas palabras no le dolieron tanto como podrían haberlo hecho, porque se daba cuenta de que se debían al dolor que sentía. No a ella. –Tengo veintiseis años. No soy una niña. –No... no he tenido tiempo para acostumbrarme al nuevo plan. –Y el plan lo es todo, ¿verdad? –era algo que había aprendido de él en las últimas veinticuatro horas era que Nikos siempre estaba haciendo planes, era como si su vida girara en torno hacer planes, nunca hacía nada de forma expontanea –Sí, Leahndra Alexandros. El plan lo es todo –admitió él–. ¿Cómo vives tu vida sin un plan? –Sigue a tu corazón. A tus pasiones... –La pasión es el elemento más destructivo de la vida. –¿No sientes pasión? –La niego. –¿Ni siquiera por Reanna? –Por nada ni por nadie. La vida es más simple cuando sabes que esperar en casa situación. –Entonces la vida sería aburrida. Además Nikos pensé que la amabas. –¿Qué tiene eso que ver con la pasión? –preguntó –Todo. –En eso te equivocas, Leandra La pasión es egoísmo.
Nikos se quedó mirándola y vio que ella no le miraba a él, no realmente era como si ya no mostrará el interés solo atendía lo que estaba hablando con cortesía y educación. No como solía hacerlo antes, esto realmente lo confundía. ¿ Cuál era la Leandra real? ¿La fría mujer que tenía enfrente o la chica que le regalaba dulce cuando era una cria?. Normalmente, cuando la miraba, veía a la chica de ojos brillantes; ahora tenía otro aspecto ella era hermosa, no como la belleza clásica de su hermana sino a su manera. Claro que tenía que mirala bien para darte cuenta de esas pequeñas cosas que le hacían resaltar. Ahora mismo parecía algo cansada y hasta derrotada Nunca antes la había visto así, eso lo hacía sentir incómodo y frustrado. Leandra era una mujer con mucha energía, verla así no le gustaba ni un poquito. –Tendrás que estar lista a las seis a más tardar siete. –De acuerdo, no tendrás que esperar a las seis estaré lista–contestó ella sin apartar la mirada del ordenador. –Y tendrá