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Capitulo 3 Ella ya no será mi cuñada, sino mi mujer.

Nikos se quedó mirando a Leandra, la mujer que hasta hacía media hora, el la consideraba su futura cuñada. Ahora estaba hablando de ser su esposa. En su cabeza seguía siendo la chica rellenita chica de dieciséis años con afición por los dulces. Si era sincero consigo mismo hubo un momento en el que ella trastocó su mundo, pero eso era algo del pasado y el ya no era el chico de casi veinte años lleno de hormonas, el era un hombre.

Aún recordaba con claridad encontrarse un caramelo esperándole con sus herramientas de jardinería todos los días cuando había empezado a trabajar en la finca. Y, lo que había empezado como un juego de niños, se había convertido en una tradición. Cuando había empezado las prácticas en las oficinas de centrales de Oros, allí había un caramelo sobre su escritorio. Y después, al establecerse por su cuenta y comenzar su propia empresa, un enorme surtido de bombones en su despacho.

Sí, cada vez que veía alguno de sus regalos, se imaginaba a Leandra, la niña. La chica dulce y sencilla Leandra, que le miraba y veía a alguien a quien merecía la pena sonreír. Pero aquella imagen no encajaba con la realidad que tenía ante él. Ahora era una mujer, parte de su redondez había desaparecido dejando paso a unas espectaculares curvas, que se podian apreciar sutilmente en el diseño del vestido de dama de honor que llevaba en ese momento. Seguía teniendo el pelo oscuro y largo, pero más elegante que cuando era adolescente. Y había una determinación en ella que jamás había visto antes.

Aun así, no se parecía en nada a Reanna. La hermosa y esbelta mujerque supuestamente deberia desposar. Reanna, la mujer en la que se había fijado tantos años atrás, cuando habia llegado siendo un don nadie a la mansion delos Kours. La mujer con la que había planeado casarse durante tantos años. Era la única mujer a la que alguna vez había amado, en realidad no ambos tenían un acuerdo y su relación se basaba en eso. Y ella le había abandonado. Se había llevado consigo Oros y toda su vida quedaría hecha añicos a sus pies. Si permitía que ocurriera. Si no aceptaba la oferta de Leandra.

Rechazarla no le reportaría ningún beneficio. No sería lógico. Sin embargo, le costaba imaginársela como esposa. Como la mujer con la que compartiría su vida, a la que se llevaría a los eventos y a la cama. Leandra no era la mujer con la que se había imaginado o soñado hacer esas cosas. ¡Jamás! Eso representaría un grave peligro para su autocontrol y sin embargo estaba planteándose la idea.

–Vamos, no hagas esperar a una chica –dijo ella con una leve sonrisa.

Como si estuviera tranquila. Como si aquello no fuera más que una interesante distracción. Nikos se preguntó en qué momento se habría vuelto tan calculadora. Cuándo habría dejado atrás la dulzura para convertirse en una fría mujer de negocios.

–Acepto –contestó al fin–. Haré una llamada para que venga la costurera y te ajuste el vestido de Novia

A Leandra se le sonrojaron las mejillas, aunque mantuvo una expresión fría.

–¿No podría quitarle treinta centímetros al dobladillo y añadirlo a la altura de la cintura? Mejor llamo a Dominic el sabra que hacer, no se podra hacer mucho pero algo se le ocurrira para que por lo menos me vea presentable en este gran dia.

Estaba exagerando, pero, aun así, tenía razón. Su hermana era alta y angulosa, mientras que ella era una cabeza mas baja y con mas curvas algo imposible de olvidar y mucho menos ignorarlo; tenía una talla mayor que la de su hermana. Aunque sus proporciones no carecían de atractivo. Simplemente, nunca había pensado en ello demasiado, tenia otras prioridades.

–Entonces, ¿qué talla? Te encargaré uno nuevo.

–Haré una llamada y Dom me ayudara, no te preocupes –dijo ella, aún con las mejillas sonrojadas–. No será a medida, por supuesto, pero estara a la altura de este día, al final no todos los días me caso...

–Sigues siendo una heredera Kours –dijo él.

–Sí, prácticamente somos intercambiables...

–No me refería a eso. No sois intercambiables. Tú no eres ella. –Reanna, que en su cabeza representaba su vida perfecta. Había imaginado que, cuando llegase aquel día, habría llegado a su destino en vez de caminar sin cesar.

Nunca la había tocado, no más de un beso inocente, pero, durante los últimos seis años, había existido un entendimiento entre ellos. No habían pasado todo su tiempo juntos, no habían actuado como una pareja. Reanna no deseaba sentirse encadenada. Había querido vivir su vida. Pero él había estado convencido de que, al final, regresaría a él. Se había equivocado. Y no le gustaba equivocarse.

–Lo siento –dijo Lea–. No siento no ser mi hermana sino que se haya marchado.

–Claro que lo sientes. Ahora te toca quedarte conmigo.

Ella lo miró con brillo en sus ojos tostados. No sabía por qué parecía como si fuese a echarse a llorar. ¿Sería por la situación? Aunque ella hubiese ayudado a crear la situación, tampoco era que él le hubiese pedido que reemplazara a su hermana. ¿O sería quizá por sus comentarios? En cualquier caso, no le gustaba.

Jose Kours se había convertido en su mentor cuando era adolescente, y la familia de Jose había pasado a ser la suya en muchos aspectos. Nunca haría nada que pudiera herir a la familia Kours. Jamás.

–No es demasiado tarde para echarse atrás, Leandra. No te haré responsable de una declaración precipitada hecha en un momento emotivo.

–Es todo muy emotivo.

–Me refería a que es emotivo para ti.

–Y para ti también. ¿Acaso no sientes nada?

–Claro que siento algo. Pero no tomo decisiones basadas en las emociones, razón por la cual estoy dispuesto a casarme contigo en vez de con Reanna. Es lo lógico –así mantendría su plan en movimiento hasta que pudiera cambiar las cosas. Hasta que pudiera recolocarlo todo en su cabeza. La planificación le hacía tener el control, y el control lo era todo. Sabía lo que ocurría cuando se perdía el control. Sabía lo que sucedía cuando un hombre vivía de sentimientos.

–Sí. Bueno, aunque puede que la situación sea emotiva, no me he ofrecido por eso.

–Oros es mía, por derecho no de sucesión sino por qué me la he ganado con mi trabajo. No llevo vuestra misma sangre, pero tu padre me entrenó para esto, para ocupar su lugar y proteger el legado corporativo que tus abuelos construyeron.

–Lo sé. Y yo he trabajado demasiado duro en mi negocio como para ver cómo se desvanece todo. Por casua de un capricho de mi hermana mayor, y no vayas a defenderal Nikos ambos sabemos que lo que he hecho no es algo propio de ella, además de que con su acción nos estaba perjudicando a todos, a papá a tí y a mí, por no decir a los cientos de empleados que trabajan en cada sucursal de Oros en el Mundo, y al resto de negocios donde la empresa tiene acciones...

Nikos miró a Leandra y se preguntó si la habría subestimado. Sabía que tenía una mente empresarial, mientras que, probablemente, Reanna hubiera utilizado el dinero que su padre le había dado para ser socia silenciosa en algunos proyectos y ayudar así a expandir su red de contactos personales.

Esa era una de las razones por las que Reanna había tenido tanto valor en su vida. Hacía lo que él no hacía. Conectaba con la gente, hacía amigos con facilidad y utilizaba su carisma para lograr lo que deseaba. En resumen, era el accesorio perfecto en su vida.

Lea, por otra parte, estaba más centrada en los negocios. Posiblemente, desearía que alguien le echara una mano para tomar las decisiones en Oros, y estaría en su derecho, dado que la propiedad la compartirían su esposa y él.

–¿Qué más sabes, Leandra?

–Mucho, veo y escucho cosas, al ser quien soy para muchas personas soy insignificate algo que me ha permitido sobresalir en mi negocio, la primera regla cuando comienzas un negocio propio es no subestimar a tu oponente, o a la persona que te esta presentando un trato comercial, y en mas de una acacion he disfrutado borrando las sonrisas petulantes ... Ademas Nikos se lo mucho que esto significa para ti. Sé que no has pasado años trabajando para mi padre para no acabar dirigiendo Oros

Era cierto. Jose Kours se había convertido en su mentor cuando era un joven años, sin educación y sin dinero, y había empezado a trabajar en la finca. Él acababa de abandonar la mansión de su padre, había huido de la gran ciudad en la que había crecido, que estaba llena de corrupción.

Jose y su familia iban cada verano y cada invierno a la finca donde el había encontrado refugio y tranquilidad, luego prácticamente habían comenzado a vivir allí el año entero. Al contrario que otras familias adineradas para las que había trabajado, los Koars eran amables con sus empleados. Sobre todo Jose, que se tomaba el tiempo necesario para hablar con todos y conocerlos mejor.

Y había mostrado un especial interés en él. En muchos aspectos, había sido como un padre. Pero sobre todo le había inculcado el interés por los negocios. Nikos había pasado tres años trabajando para Oros en Estados Unidos. Después había montado su propio negocio, que se centraba más en las tiendas que en la fabricación. Había triunfado gracias a Jose, sabiendo que, al final, Oros le pertenecería. Igual que Reanna. Aquel día había perdido una de esas dos cosas; no perdería la otra.

–Ves muchas cosas, Leandra. Y creo que has heredado la habilidad de tu padre para reconocer un buen trato empresarial. Y su incapacidad para dejarlo pasar.

–Soy una Kours , Nikos no se porque te asombras con lo que digo, y muchas personas saben que mi pasión son los dulces pero eso no quiere decir que no estudiara y me graduara en una prestigiosa universidad en Administración y Dirección de Empresa. Tambien tengo varios cursos en marketing, logistica , comercio exterior. Soy una cerebrito... al parecer te olvidastes de eso.

–Reanna también...

–Yo no soy mi hermana, no nos parecemos ni en el fisico ni en el cerebro, no la justifiques, ambos sabemos que mi hermana es mas la excelente anfitriona que una empresaria. Tendrás que recordar eso. Compartimos muchas cosas pero otras no. No olvides que ella no esta aqui y yo si, no soy de las que abandona el barco a ultima hora...

–No creo que se me olvide.

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