Capitulo 5 La Boda

¿Por qué no su preciosa hermana? Sin duda, todos sabrían que Reanna se había marchado. Porque, si no, Nikos Alexandros nunca la habría preferido a ella. Todo el mundo lo sabría, Leandra siempre había imaginado que se casaría allí, en este lugar, pero en su cabeza había sido diferente. Aunque era primavera todo estaba blanco y dorado, la elegancia se podía ver en cada delicado adorno, su hermana era así tenía un gusto esquisito. Mientras que a ella le hubiese gustado ver mas color, era primavera por Dios Bendito, era para que los colores exaltaran este gran día, como minimo los centros de mesa serian coloridos y menos elegantes, haciendo gala de la estación las flores tenía un mayor protagonismo.

Cuando levantó la cabeza y vio a Nikos al final del pasillo, dejo de pensar y comparar esta boda preparada para otra mujer pero siendo ella la protagonista, el corazón le dio un vuelco. Nikos siempre había formado parte de sus fantasías. Claro que, en sus fantasías, él sonreía mientras caminaba acompañada de su padre por la elegante alfombra. No la miraba como si fuera juez, jurado y verdugo, dispuesta a pronunciar una terrible sentencia, esa era como la miraba en aquel momento. Como un hombre en el patíbulo, no en el altar. Quiso resoplar de manera poco elegante, ambos habian acordado que esta era la mejor solucion para que Oros quedara en sus manos y asi ella proteger su empresa tambien, porque demonios la miraba asi. Ya se estaba imaginando los titulares de mañana en las revista, de seguro la destrosarian.

–¿Quién entrega a esta mujer en matrimonio? –preguntó el pastor cuando se

detuvieron al final del pasillo.

–Yo la entrego.

Su padre le dio un beso en la mejilla y, después, ella avanzó hacia Nikos. Él le dio la mano y entonces se dio cuenta de que nunca antes se la había estrechado. De hecho, pensándolo bien, no creía que nunca le hubiese tocado la piel.

Nikos le dio la otra mano también y la volvió para que le mirase. Leandra sintió terror y algo más, una emoción tan grande y tan real que no podía negarla. Florecía en su interior con fuerza. En aquel momento, la realidad se esfumó y ganó la fantasía. Aquello no era más que una fantasía. No podía ser real. Se trataba de un sueño, el sueño que solía tener cuando era adolescente.

Nikos dijo sus votos con voz fuerte y firme, desprovista de emoción. Aunque así era él. Ella dijo los suyos sin equivocarse, y tuvo la extraña sensación de que cada palabra era cierta. De que nunca habría nadie más que él. Siempre sería él, desde que lo conocio siendo aun una niña hasta ahora con veintitres años solo habia amado, odiado y sufrido por un solo hombre.

–Puedes besar a la novia.

El corazón le dio un vuelco y, por un instante, el mundo pareció detenerse. Se quedó mirando los labios de Nik. ¿Cuántas veces habría pensado en besar esos labios? Fue lo último que pensó antes de que Nikos le pasara un brazo por la cintura, agachara la cabeza y la besara. No estaba preparada para el calor que recorrió sus venas. Levantó los brazos y le agarró con los dedos las solapas de la chaqueta del traje.

Había anticipado algo recatado y apropiado para hacerlo delante de miles de ojos, pero no fue eso lo que obtuvo. Lo que obtuvo fue un beso de verdad, uno que ha e que se te encojan los pies y querer dar rienda sueltas a tus fantasías mas locas y desenfrenadas. Nikos deslizó la lengua por la comisura de sus labios y ella abrió la boca para saborearlo. Sintió como si se estuviera cayendo, pero él estaba allí para sujetarla.

Nunca la habían besado así. Jamás de los jamases, no es que tuviera mucha experiencia en el departamento de besos. Y tampoco se había sentido así nunca, era virgen pero no boba ella también noto como el beso afecto a su recién estrenado marido.

El se comportaba como si fuese a morirse si dejaba de tocarla, como si su piel estuviera en

llamas. Los pechos le dolían y el corazón revoloteaba como un pájaro enjaulado. Y aquel dolor entre los muslos. Un dolor que sabía que solo él podría calmar.

De pronto, Nikos se apartó y ella estuvo a punto de perder el equilibrio. Los

invitados estaban aplaudiendo, el pastor estaba haciendo su declaración, pero ella no prestaba atención. La cabeza le daba vueltas y las piernas le temblaban.

–Sonríe –le susurró, al oído.

«Nunca dejes que te vean llorar».

Así que puso una sonrisa falsa que no sentía y dejó que Nikos la llevase por el pasillo mientras la banda tocaba. Subieron los escalones y entraron en la casa. Cuando las puertas se cerraron tras ellos, Nikos comenzó a aflojarse la corbata.

–¿No necesitamos...? ¿No deberíamos...? El fotógrafo.

–¿De verdad crees que quiero fotos? –preguntó él.

–Eh... pensaba que... es nuestra... Hemos pagado un fotógrafo.

–Supongo que la prensa ya habrá sacado suficientes fotos. No tengo interés

en posar. Lo que quiero es beber.

–Tú no bebes. Es una regla que todos conocemos

- Hoy puede que sea la excepción de la regla

–Normalmente no.

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