Inicio / Realista / Sin miedo contratémonos / 5. ¿QUIÉN RESCATA A QUIÉN?
5. ¿QUIÉN RESCATA A QUIÉN?

 

 Su respuesta me dislocó, lo había dicho con mucha naturalidad, tomándome desprevenido todo aquello, no supe qué responder. Era evidente que en verdad ella había escuchado toda mi conversación.  Me quedé observando intrigado a Trinidad que volvió a hablar.  

—Oh, disculpa, al parecer, no soy de tu estilo de mujer, ¿es eso? Si es así, perdóname, es que me urge buscar a alguien dispuesto a casarse conmigo para no hacer el ridículo ni darle el gusto a los que me hicieron esto de verme humillada en el altar —terminó de decir con una amplia sonrisa Trinidad, que me hizo mirarla embobado. ¡Era realmente hermosa!  

—¡No se trata de eso!    

 Me apresuré a responder, bajando la mirada avergonzado, no sin antes notar la pequeña sonrisa de burla en sus labios por mucho que trató de disimularlo. Sabía que me había derrotado en buena lid.  Cambié de color, y desvié mi mirada de ella.  

 Me estaba presionando y no era un hombre que me dejaba manipular tan fácil. ¿Qué hacer? De seguro esta es la única vez que podría aprovecharme de ésta mujer si aceptaba su propuesta. Se notaba ahora que había hablado más con ella, que estaba acostumbrada a tener discusiones y a ganar. Porque me sentía derrotado.

¿Cómo explicarle el motivo por el que se veía obligado a casarse?

¡Diablos! No era solo por casarse, ¡claro que me gustaría ayudarla y de paso ayudarme yo! Pero no necesitaba solo a una mujer cualquiera dispuesta a casarse conmigo, sino, dinero. ¡Mucho dinero! Aunque hace un momento le había dicho eso a mi amigo, no lo dije en serio.

—Trini, no hagas esto.   

 Intervino la llamada Viviana, que podía ver mi incomodidad. De seguro que veía que yo era un hombre que estaba acostumbrado a tomar mis decisiones y al parecer por la manera que me miró, no le gustaba como yo miraba a Trinidad.

¡No, yo a esa muñeca atrevida, no la quería solo para mi esposa de mentiras!

Era bella, muy deseable, si en verdad tenía lo que necesitaba, no me molestaría volver mi matrimonio real con una mujer como ella, me dije pasando la lengua por mis labios.  Mientras la detallaba y pensaba.

  No, yo no soy un hombre que va a hacer todo lo que a  esta loca mujer salida de la nada se le ocurra, eso está más que claro. Solo me encontraba en una situación difícil, que de seguro resolvería si tan solo tuviera un poco más de tiempo.   Si Trinidad me aceptaba como su esposo, le demostraría que soy  un hombre que la desea como mujer, no como alguien que puede convertir en su títere, que es lo que me temo que quiere. ¿Será verdad que quiere casarse? 

—Trini… —trató de advertirle que no se metiera conmigo, su amiga y eso me hizo sonreír.  

—Suss…. —La mandó a callar la que me hizo la propuesta y me llamó. — ¿Señor…?  

—Hugo —me apresuré a decir.  De a poco esto se me hacía algo interesante y peligroso. —Mi nombre es Hugo. 

—Señor Hugo, estoy segura que necesitas casarte con alguien como yo.

 Dijo Trinidad colocando sus manos en las caderas, con una actitud  apremiante segura de que lo iba a conseguir. Al parecer ella tenía exactamente lo que yo necesitaba con urgencia, ¡dinero, mucho dinero! ¿O me estarán engañando de nuevo para reírse de mí después? Por lo que solo la observé en silencio. Ella se estaba impacientando, lo podía notar. 

—Te aseguro que si pierdes esta oportunidad que te estoy ofreciendo, ¿qué te hace pensar que Federico encontrará otra mujer antes de cuarenta y cinco minutos? —Mencionó, señalando el reloj.   

  Me quedé mirándola fijamente, luego miré a lo lejos a mi abogado y amigo Federico, que me decía que no con la cabeza. Y pensé que ella tenía razón, pero, ¿tendría realmente lo que más necesitaba? Todo se acabaría si no pagaba inmediatamente lo que debía, y no era una suma pequeña. Por lo que un poco más convencido, decidí probar algo. 

 Llamé a mi amigo y abogado, debía consultarlo con él y ver si por casualidad conocía a esta mujer, no quería ser estafado, ¡no otra vez! Era demasiada la coincidencia de que se hubiese aparecido justo cuando la necesitaba. Pude percatarme que su amiga trataba de hacer lo mismo, creyendo que no había notado una foto que me tiró a escondidas, pero dónde estábamos dudo mucho que cogiera señal su teléfono, ni la tablet, ambos estaban sin internet. 

—¿Qué es Hugo? —preguntó Federico que llegó corriendo y miró a las mujeres curioso. —Te dije que no he encontrado a nadie.

—Pero yo sí, ella me está pidiendo que nos casemos, también la dejaron plantada —señalé fríamente a Trinidad, que se mantenía firme a escasos metros de nosotros. ¿Las conoces? 

—¿Qué? ¿De veras? ¡Acepta! No las conocemos pero no importa. 

 Dijo Federico rápido. Girando ahora para observarlas con curiosidad y lo que vio le gustó mucho, lo sé. En realidad Trinidad era hermosa, pero su amiga Viviana no se quedaba atrás. Por lo menos pensó que no iba a hacer el ridículo. Miré a mi amigo, que ahora sonreía a las mujeres aliviado.

 

 ¿Será ella capaz de pagar la enorme suma de dinero que debo, o al menos una gran parte?

Era un capital, por eso había aceptado a casarme con esa desconocida, que había ofrecido pagar todo. Sin embargo, todo había sido una burda mentira de mi hermano para dejarme una vez más en ridículo. El tiempo pasaba rápido, más de lo normal me pareció, observando cómo continuaban llegando los invitados a mi boda. Mientras Trinidad  esperaba pacientemente, hasta que me decidí a preguntar.  

—¿Escuchó toda la discusión con mi amigo? — lo hice firme y decidido esta vez.  

—Sí —contestó Trinidad con una sonrisa de triunfo que no me pasó desapercibida .      

 Lo cual hizo que mi rostro se pusiera colorado. Giré tratando de que ella no se diera cuenta de la vergüenza que sentía por tener que hacer esto. ¡Me maldije mil veces por tener que pasar por esta humillación! Me incliné sujetando mis rodillas tratando de pensar con claridad. Creo que estaba a punto de renunciar a todo. Si había logrado levantar esa empresa yo solo, de seguro lo volvería a hacer. Me iría para otra ciudad y comenzaría de cero.

—No tengas miedo —me susurró Federico. —Solo cásate, no asentaremos el matrimonio si no te da dinero. Hazlo para que no seas el hazmerreír de todos, ni ella tampoco. ¿Crees que te lo pediría si no estuviera igual que tú? —Continuó hablando por lo bajo a mi lado. —La haremos firmar el contrato antes. Incluso, si no tiene dinero, haz la ceremonia solo para no darle gusto a tu hermano de humillarte una vez más. Ella es linda, y está desesperada igual que tú.

—Buena idea, muy buena idea —estuve de acuerdo mirando cómo las mujeres susurraban entre ellas. Es verdad lo que dice mi amigo. No solo yo estoy desesperado, si es verdad lo que dice, ella también lo está.

—Llama a la recepción y pregunta si es verdad que se iba a celebrar otra boda aquí y de quién es.

—Buena idea.

 Me quedo mirando y puedo escuchar con relativa claridad lo que discuten las dos mujeres que tengo delante. En lo que Federico se ha alejado un poco y está realizando las llamadas para averiguar al menos si es verdad lo que ella me acaba de decir. Por ello me concentro con disimulo en lo que ellas discuten.

—Trini, no seas loca —le susurraba Viviana al oído. —Este no es un hombre que vas a poder manejar a tu antojo. 

—Tiene que cumplir con el contrato, ya verás que sí acepta, está desesperado igual que yo. 

—Te vas a arrepentir Trini, te lo advierto. ¡Tú también estás desesperada y vas a tener que aceptar lo que te pida él! 

—Deja de ser pesimista, es solo un contrato. No existirá nada entre los dos.  

—No se te olvide lo que quiere tu papá. ¿Cómo lo vas a arreglar?

—Eso lo pensaré después. 

—¿Por qué mejor no le dices toda la verdad a tu papá? Él te adora Trini, te va a comprender. 

—¿Tú estás loca? Papá no puede enterarse de nada, ¿me escuchas? ¡De nada! 

 Así que no solo yo estoy desesperado, al parecer es verdad lo que me dijo que la dejaron plantada, y como a mí, la está presionando su familia. Vamos por buen camino para comprobar que no es otra trampa de mi hermano. Aunque puede ser un teatro. Miro a mi amigo que conversa con alguien cuando escucho la voz de Trinidad.

 —¿Señor Hugo, acepta o no casarse conmigo? —Y da un paso para acercarse a mí. —Porque si no lo va ha hacer, me está haciendo perder mi tiempo, debo encontrar a alguien más. Le aseguro que si lo hace, le ayudaré en este instante con ese gran problema que tiene. A mí se me sobra lo que a usted le falta.  

 Tanto yo como Federico al escucharla giramos curiosos y la observamos detenidamente. ¿Será que habré encontrado sin querer lo que hace mucho estoy buscando? Por la forma que ella se comporta, se nota que es una mujer muy educada y acostumbrada a que la obedezcan, lo cual me indica que debía ser de buena familia. 

—Hugo, creo que has encontrado sin proponértelo lo que andabas buscando —me susurra Federico en lo que ambos la detallamos.

 Aunque Trinidad vestía muy sencillo, las joyas que llevaba en sus orejas, su reloj y cadena, valían una fortuna. Y de eso era algo que nosotros somos especialistas. Esta mujer no era una cualquiera, su manera de comportarse, y sus prendas  decían a gritos que al parecer era una mujer muy adinerada. Además, acababa de decir que a ella le sobraba lo que a mí me faltaba.

¡Dinero! ¿Sería verdad?

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo