¿Cómo explicarle el motivo por el que se veía obligado a casarse?
¡Diablos! No era solo por casarse, ¡claro que me gustaría ayudarla y de paso ayudarme yo! Pero no necesitaba solo a una mujer cualquiera dispuesta a casarse conmigo, sino, dinero. ¡Mucho dinero! Aunque hace un momento le había dicho eso a mi amigo, no lo dije en serio.
—Trini, no hagas esto. Intervino la llamada Viviana, que podía ver mi incomodidad. De seguro que veía que yo era un hombre que estaba acostumbrado a tomar mis decisiones y al parecer por la manera que me miró, no le gustaba como yo miraba a Trinidad.¡No, yo a esa muñeca atrevida, no la quería solo para mi esposa de mentiras!
Era bella, muy deseable, si en verdad tenía lo que necesitaba, no me molestaría volver mi matrimonio real con una mujer como ella, me dije pasando la lengua por mis labios. Mientras la detallaba y pensaba.
No, yo no soy un hombre que va a hacer todo lo que a esta loca mujer salida de la nada se le ocurra, eso está más que claro. Solo me encontraba en una situación difícil, que de seguro resolvería si tan solo tuviera un poco más de tiempo. Si Trinidad me aceptaba como su esposo, le demostraría que soy un hombre que la desea como mujer, no como alguien que puede convertir en su títere, que es lo que me temo que quiere. ¿Será verdad que quiere casarse? —Trini… —trató de advertirle que no se metiera conmigo, su amiga y eso me hizo sonreír. —Suss…. —La mandó a callar la que me hizo la propuesta y me llamó. — ¿Señor…? —Hugo —me apresuré a decir. De a poco esto se me hacía algo interesante y peligroso. —Mi nombre es Hugo. —Señor Hugo, estoy segura que necesitas casarte con alguien como yo. Dijo Trinidad colocando sus manos en las caderas, con una actitud apremiante segura de que lo iba a conseguir. Al parecer ella tenía exactamente lo que yo necesitaba con urgencia, ¡dinero, mucho dinero! ¿O me estarán engañando de nuevo para reírse de mí después? Por lo que solo la observé en silencio. Ella se estaba impacientando, lo podía notar. —Te aseguro que si pierdes esta oportunidad que te estoy ofreciendo, ¿qué te hace pensar que Federico encontrará otra mujer antes de cuarenta y cinco minutos? —Mencionó, señalando el reloj. Me quedé mirándola fijamente, luego miré a lo lejos a mi abogado y amigo Federico, que me decía que no con la cabeza. Y pensé que ella tenía razón, pero, ¿tendría realmente lo que más necesitaba? Todo se acabaría si no pagaba inmediatamente lo que debía, y no era una suma pequeña. Por lo que un poco más convencido, decidí probar algo. Llamé a mi amigo y abogado, debía consultarlo con él y ver si por casualidad conocía a esta mujer, no quería ser estafado, ¡no otra vez! Era demasiada la coincidencia de que se hubiese aparecido justo cuando la necesitaba. Pude percatarme que su amiga trataba de hacer lo mismo, creyendo que no había notado una foto que me tiró a escondidas, pero dónde estábamos dudo mucho que cogiera señal su teléfono, ni la tablet, ambos estaban sin internet. —¿Qué es Hugo? —preguntó Federico que llegó corriendo y miró a las mujeres curioso. —Te dije que no he encontrado a nadie.—Pero yo sí, ella me está pidiendo que nos casemos, también la dejaron plantada —señalé fríamente a Trinidad, que se mantenía firme a escasos metros de nosotros. ¿Las conoces? —¿Qué? ¿De veras? ¡Acepta! No las conocemos pero no importa. Dijo Federico rápido. Girando ahora para observarlas con curiosidad y lo que vio le gustó mucho, lo sé. En realidad Trinidad era hermosa, pero su amiga Viviana no se quedaba atrás. Por lo menos pensó que no iba a hacer el ridículo. Miré a mi amigo, que ahora sonreía a las mujeres aliviado.¿Será ella capaz de pagar la enorme suma de dinero que debo, o al menos una gran parte?
Era un capital, por eso había aceptado a casarme con esa desconocida, que había ofrecido pagar todo. Sin embargo, todo había sido una burda mentira de mi hermano para dejarme una vez más en ridículo. El tiempo pasaba rápido, más de lo normal me pareció, observando cómo continuaban llegando los invitados a mi boda. Mientras Trinidad esperaba pacientemente, hasta que me decidí a preguntar.
—¿Escuchó toda la discusión con mi amigo? — lo hice firme y decidido esta vez. —Sí —contestó Trinidad con una sonrisa de triunfo que no me pasó desapercibida . Lo cual hizo que mi rostro se pusiera colorado. Giré tratando de que ella no se diera cuenta de la vergüenza que sentía por tener que hacer esto. ¡Me maldije mil veces por tener que pasar por esta humillación! Me incliné sujetando mis rodillas tratando de pensar con claridad. Creo que estaba a punto de renunciar a todo. Si había logrado levantar esa empresa yo solo, de seguro lo volvería a hacer. Me iría para otra ciudad y comenzaría de cero.—No tengas miedo —me susurró Federico. —Solo cásate, no asentaremos el matrimonio si no te da dinero. Hazlo para que no seas el hazmerreír de todos, ni ella tampoco. ¿Crees que te lo pediría si no estuviera igual que tú? —Continuó hablando por lo bajo a mi lado. —La haremos firmar el contrato antes. Incluso, si no tiene dinero, haz la ceremonia solo para no darle gusto a tu hermano de humillarte una vez más. Ella es linda, y está desesperada igual que tú.—Buena idea, muy buena idea —estuve de acuerdo mirando cómo las mujeres susurraban entre ellas. Es verdad lo que dice mi amigo. No solo yo estoy desesperado, si es verdad lo que dice, ella también lo está.—Llama a la recepción y pregunta si es verdad que se iba a celebrar otra boda aquí y de quién es.—Buena idea. Me quedo mirando y puedo escuchar con relativa claridad lo que discuten las dos mujeres que tengo delante. En lo que Federico se ha alejado un poco y está realizando las llamadas para averiguar al menos si es verdad lo que ella me acaba de decir. Por ello me concentro con disimulo en lo que ellas discuten.—Trini, no seas loca —le susurraba Viviana al oído. —Este no es un hombre que vas a poder manejar a tu antojo. —Tiene que cumplir con el contrato, ya verás que sí acepta, está desesperado igual que yo. —Te vas a arrepentir Trini, te lo advierto. ¡Tú también estás desesperada y vas a tener que aceptar lo que te pida él! —Deja de ser pesimista, es solo un contrato. No existirá nada entre los dos. —No se te olvide lo que quiere tu papá. ¿Cómo lo vas a arreglar?—Eso lo pensaré después. —¿Por qué mejor no le dices toda la verdad a tu papá? Él te adora Trini, te va a comprender. —¿Tú estás loca? Papá no puede enterarse de nada, ¿me escuchas? ¡De nada! Así que no solo yo estoy desesperado, al parecer es verdad lo que me dijo que la dejaron plantada, y como a mí, la está presionando su familia. Vamos por buen camino para comprobar que no es otra trampa de mi hermano. Aunque puede ser un teatro. Miro a mi amigo que conversa con alguien cuando escucho la voz de Trinidad. —¿Señor Hugo, acepta o no casarse conmigo? —Y da un paso para acercarse a mí. —Porque si no lo va ha hacer, me está haciendo perder mi tiempo, debo encontrar a alguien más. Le aseguro que si lo hace, le ayudaré en este instante con ese gran problema que tiene. A mí se me sobra lo que a usted le falta. Tanto yo como Federico al escucharla giramos curiosos y la observamos detenidamente. ¿Será que habré encontrado sin querer lo que hace mucho estoy buscando? Por la forma que ella se comporta, se nota que es una mujer muy educada y acostumbrada a que la obedezcan, lo cual me indica que debía ser de buena familia. —Hugo, creo que has encontrado sin proponértelo lo que andabas buscando —me susurra Federico en lo que ambos la detallamos. Aunque Trinidad vestía muy sencillo, las joyas que llevaba en sus orejas, su reloj y cadena, valían una fortuna. Y de eso era algo que nosotros somos especialistas. Esta mujer no era una cualquiera, su manera de comportarse, y sus prendas decían a gritos que al parecer era una mujer muy adinerada. Además, acababa de decir que a ella le sobraba lo que a mí me faltaba.¡Dinero! ¿Sería verdad?
Miré a Federico que también la estudiaba detenidamente. Él era tremendo abogado y sabía leer a las personas. Luego de un incómodo silencio en que todos nos estudiábamos. Vino a mi lado y me condujo dónde ellas no podían escucharnos, y me preguntó.—Hugo, ¿no es tu objetivo casarte con una mujer por dinero lo más rápido que puedas? ¡Ahora la oportunidad la tienes delante, vino sola a ti! —dijo Federico entusiasmado. —¿Lo crees? ¿Y por qué siento que no debo hacerlo? —pregunto mientras observo a Trinidad sonreír segura. —Hay algo en ella que me es familiar, no puedo definir qué cosa es, pero me parece conocerla de algún sitio. ¿Y si es otra trampa de Marco?—Sé lo que es, se da un aire a la difunta. También lo pude notar, pero al mismo tiempo es diferente. Recuerda que ella tenía un enorme lunar debajo de su oreja izquierda y no lo tiene. ¿Sabes que soy muy detallista?—¿Es eso? A mí no sé me parece tanto, pero no sé, hay algo en ella que no sé describir que me hace estar alerta. Aun
Realmente esa petición me había sorprendido. ¿Qué significaba ese todo? ¿Sería Trinidad de esas mujeres excéntricas con gustos extraños? Al ella separarse, al escuchar mi pregunta de sorpresa—¿Eh? ¿Qué debo hacer? —pregunté todavía sin dar crédito a lo que había escuchado.—¡Complacerme en todo sin protestar ni negarte! —repitió sonriendo y agregó. —Si no aceptas, no me caso —dijo Trinidad retrocediendo un paso para esperar por mi respuesta.—¡Trini! Piénsalo bien. La llamó Viviana, tratando de impedir que cometiera esa locura y porque ella sí podía ver la sonrisa y mirada ladina de Hugo, mientras recorría a su amiga con la vista, al parecer complacido de lo que veía y había sentido al ella pegarse a él. Lo cual en esos momentos, no sabía qué significaba ese todo. Y justo cuando iba a preguntar, vio el auto de su familia entrando y a Federico asintiendo para que aceptara.—¡De acuerdo! Respondió seguro, sin preguntar qué significaba ese todo, después lo haría, pensó. No sería difí
Trinidad, encontró lógica su preocupación. Tocó a Viviana que los miró muy seria, todavía no estaba convencida de que eso era lo correcto. Y hasta estaba pensando que a lo mejor en verdad Hugo se iba a casar con su amiga sin aceptar dinero, solo para no pasar la vergüenza de que lo dejaran plantado, delante de toda su familia y amistades. Pero no era así, ¡era por interés!—Viví, transfiere el dinero que te diga en este mismo instante mi prometido el señor Hugo…—Hugo Fuentes —se apresuró a contestar Federico, sin todavía creer lo que escuchaba. —¿Está segura que tiene la cantidad que necesita mi amigo?—Viví, haz lo que te dije —ordenó Trinidad haciendo caso omiso de la pregunta que le formulara Federico.—Sí, Trini. — Contestó Viviana, se giró para Federico y preguntó. —¿Cuánto es? Aunque opino que debes darle la mitad ahora y la otra cuando se casen. Quiso asegurarse de que no eran unos estafadores y que todo esto fuera un burda mentira para engañar a su amiga. No serían los prim
Hugo la miró por un momento. Hasta poco Trinidad se comportaba como una mujer segura de sí misma. Pero justo ahora ella era todo menos eso. Sus manos le sudaban y estaban muy frías. También, a pesar del velo, por su cercanía podía ver como su labio inferior se estremecía. Ella estaba en verdad muy nerviosa.—De acuerdo, prometí que haría todo lo que me pidiera. Lo cumpliré al pie de la letra, no se preocupe. —Contestó tratando de darle aliento, no quería que se fuera a arrepentir en el último instante.—Otra cosa señor Hugo —habló ella y otra vez pudo ver que dudaba— no me levante el velo, no quiero que nadie sepa como soy. Es algo que oculto de todos, le explicaré el por qué un día. ¿Le molesta?—No me molesta. No le niego que me gustaría mostrar a todos su belleza, pero la complaceré como acabo de aceptar en el contrato en todo. Ahora venga, tome mi brazo y vamos. Ah, y no olvide que debemos tratarnos de tú, Trini.—¿Trini?—¿No puedo llamarla así como su amiga?—Está bien, yo le di
El señor Muñóz, miró fijamente a su hija que bajó algo avergonzada la mirada ante la suya, la hizo levantar la cabeza por la barbilla y mirándola a los ojos afirmó.—Todo lo que hay allí te pertenece hija, lo sabes. Nunca dejaré que nadie que no seas tú toque las pertenencias de tu madre.—Está bien papá, disculpa. Es que no sabes lo que me molestan esas dos, que te engañan todo el tiempo. Hoy es mi boda, y quiero pasarla bien, gracias por venir.—¡No me perdería por nada este día! Solo que me gustaría que todos supieran que eres mi adorada hija.—Papá…—De acuerdo, pero promete que un día te casarás por la iglesia y yo podré llevarte como hoy de mi brazo y anunciando al mundo que eres mi única y adorada hija.—De acuerdo, ahora vamos. No olvides dar pasos cortos.—Sí, no me he olvidado de cuando entré con tu madre. Ella no dijo nada, observa lo emocionado que está y se promete algún día darle ese regalo. Por ahora se conforma que está aquí a su lado. La marcha nupcial comenzó a toc
Al otro día, Trinidad y Hugo se dieron cuenta que ambos habían bebido tanto, que se quedaron dormidos vestidos, abrazados uno al lado del otro en la cama. Se separaron despacio apenados. —Señor Fuentes —habló Trinidad sentada en la cama de espaldas a Hugo. Tratándolo de usted, para delimitar su relación a una muy respetuosa. — Tome esta tarjeta y vaya a resolver todos sus asuntos, tiene saldo ilimitado. No se preocupe por mí, yo también tengo que ocuparme de algunos asuntos personales.Hugo la miró fijamente y se levantó tratando de arreglar lo más que podía su saco. Luego de tomar todas sus cosas le dijo.—No hace falta que me des esa tarjeta Trinidad —siguió tratándola de tú, no quería perder eso. —Ya me las arreglaré con lo que me enviaste ayer. Y no quiero que me trates de usted, prefiero que sigamos como ayer, se siente más la relación y podremos convencer a todos de que nos conocemos de hace tiempo. Estaba realmente desesperado por ir a su trabajo y ver si Federico había sid
Luego de despedirse la noche anterior de su hija que bailaba abrazada de Hugo en la boda. Le pide a su chofer que lo regrese a su casa. No le importa como haya hecho que ella al fin se case, lo importante es que lo hizo y eso lo llena de felicidad. Hacían una buena pareja, se dice mientras sonríe.—Manuel, ¿lograste averiguar dónde estuvo mi hija estos años que desapareció?—Todavía señor, es como si se las hubiese tragado la tierra. Ni siquiera he podido encontrar de dónde se mantenían. Durante todo ese tiempo no utilizaron ni ella ni Viviana las tarjetas que usted les dio cuando fueron a estudiar. —Sigo pensando que algo me oculta Trini, no sé explicarlo, es una extraña sensación. Cuando estoy a su lado es mi hija y al mismo tiempo no. ¡Ha cambiado hasta la manera en que se mueve! Algo le pasó a mi Trini que no quiere decirme. Asegura mientras se pasa la mano por la frente, recordando cómo ella le apretaba el brazo al ir a bajar el escalón de la entrada y luego esa manera de des
Valeria corre hasta estar cerca de Leviña que la mira con furia. No puede creer lo que acaba de decir su mamá. ¡Eso es imposible! Si se casó le tendrá los nieto que tanto añora el señor Muñóz y que ella se ofreció a darle y él solo se había quedado mirándola sin responder. Se ha empeñado en ocupar el lugar de Trinidad desde que entró por la puerta con dieciocho años sin resultado. Él la complace en todo, pero es más como si fuera para quitarla de encima y no porque le gusta hacerlo.—¿Repite eso mamá? Rigoberto y yo nos encargamos de drogar al prometido, ¿de dónde sacó uno?—No lo sé, tu padre me acaba de decir que vino de la boda de Trinidad, y le creo. Tenía esa mirada de felicidad cuando habla de ella que sé que no miente.—Eso no puede ser verdad mamá, el prometido no fue. ¿O fue todo una farsa lo de las entrevistas buscando marido para engañarnos y casarse con su novio?—¡No lo sé! Solo me dijo que estaba en la boda de Trini, como le dice y se fue.—¿Te dijo dónde?—No, ya te dij